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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 350 | Mayo 2011

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Internacional

El Antropoceno: La Crisis Ecológica se hace Mundial (5) - La venganza de Gaia

No es sólo la expansión sin freno de la Segunda Piel del Planeta -los espacios dominantes del sistema urbano-agro-industrial- lo que está destruyendo la Primera Piel, la de nuestra Madre Naturaleza. También la Tercera Piel, la Infosfera, actúa de forma importante en el deterioro ecológico del Planeta. El ciberespacio, la realidad virtual, contribuyen a hacer invisible la crisis, a enmascararla. Pero la crisis es ya inocultable: estamos asistiendo a la venganza de Gaia.

Ramón Fernández Durán

El nuevo capitalismo global tiene una renovada ycada vez más desmesurada dimensión monetario-financiera, con implicaciones medioambientales cada día más evidentes y graves, que se añaden a los impactos del sistema urbano-agro-industrial que lo sustenta.

TURISMO MASIVO:
LOCO TESTIGO DE UNA ÉPOCA EXCEPCIONAL

El sistema financiero de los países centrales contribuye a ampliar su capacidad de compra sobre el resto del mundo, mucho más allá de lo que le permitiría su propio balance comercial. Esta capacidad de compra se ve aún más reforzada por la posesión de divisas fuertes de alcance mundial (dólar, euro, libra esterlina, yen). Esto es más claramente manifiesto en el caso del dólar, del “billete verde”, por ser la moneda hegemónica mundial, aunque también en el caso de la libra esterlina, lo que le ha permitido tanto a Estados Unidos como a Gran Bretaña solventar sus crecientes déficits externos en el plano financiero.

Esta dinámica se ha ido acentuando progresivamente desde los años 80 del siglo 20 hasta la llegada de la actual Crisis Global. Y, a pesar de la crisis, sigue plenamente vigente, condicionando la evolución y la “salida” a la crisis. Esta dinámica ha sido una fuente adicional de deterioro ecológico, además de haber sido la causa principal de la concentración de la riqueza y de la polarización social a escala planetaria.

Entre los muchos procesos de degradación ambiental auspiciados por el nuevo capitalismo están también los derivados de la explosión del turismo internacional, sobre todo el de carácter intercontinental de larga distancia, en el que cumple un papel clave el importante incremento de la capacidad de compra de las clases medias y altas de los países centrales, provocada desde los años 80 por la revalorización de sus divisas respecto a las de los países periféricos, como resultado de los planes de ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial. Este hecho se acentuó aún más en los años 90, como consecuencia de las crisis monetario-financieras de los países periféricos, causadas por ataques especulativos. Esta revalorización, unida a la paralela caída del precio de la energía, y sobre todo del abaratamiento del transporte aéreo, creó las condiciones para la expansión del turismo de larga distancia.

Así, se pasó de una primera mitad del siglo 20, en la que el turismo internacional fue un fenómeno exclusivamente de élites, con una dimensión limitada, a los “treinta gloriosos” años (1945-1975), al turismo de masas, que despegó con fuerza en los países centrales (Europa Occidental y Mediterráneo, Norteamérica y Caribe, Japón y Lejano Oriente), aunque aún con muy poca proyección intercontinental.

El volumen de turistas internacionales pasó de 30 millones anuales en 1950 a unos 300 millones en 1980. Pero no es hasta los años 80 que se dispara el turismo intercontinental de masas, como resultado del ingreso de las clases medias de los países centrales. Las cifras de turismo internacional saltaron de 300 millones en 1980 a unos 700 millones en el 2000, alcanzando su máximo histórico en 2007: casi 900 millones de turistas.

Este incremento lo auspició la expansión de los vuelos de bajo costo y la irrupción del turismo continental desde los países emergentes. Desde esa fecha el volumen mundial de turismo se ha contraído como resultado de la Crisis Global y muy probablemente ese máximo mundial no será rebasado nunca más y permanecerá como loco testigo de una época excepcional en la historia de la Humanidad.

EL TURISMO: UNA ACTIVIDAD LETAL

Gran parte del turismo internacional busca sol y playa (Mediterráneo, Caribe, Canarias, Sudeste Asiático) y también visita espacios de gran valor natural y exotismo cultural (Riviera Maya, Amazonía, Indonesia, Bali, Polinesia). Esto supone una presión adicional -en algunos casos considerable- sobre territorios frágiles y de alto valor ecológico.

La propaganda resalta la belleza y el carácter idílico de los destinos turísticos para atraer un mayor volumen de visitantes. Pero la llegada masiva de turistas no sólo tiene un impacto directo sobre el territorio y sus hábitats, que quedan bruscamente alterados. Lo tiene también sobre las poblaciones y culturas que habitan esos espacios y que hasta entonces han vivido en mayor equilibrio con el entorno. A menudo, los Parques Naturales periféricos se reservan para el turismo de élite (Sudáfrica, Kenia), llegando hasta a expulsar a las poblaciones autóctonas. La mercantilización de los destinos turísticos y la monetarización de las formas de vida de sus poblaciones, así como su dependencia de la actividad turística, supone supeditar la gestión de sus ecosistemas a una actividad depredadora. Igualmente, la brusca modernización subordinada de los patrones de vida de las comunidades locales implica pérdida de autonomía y de autoestima.

Todo esto provoca una mayor dependencia del mercado y de la economía monetaria, así como un incremento de los flujos de energía y de materiales y la generación de residuos. El metabolismo turístico tiene un importante impacto directo en los hábitats donde se desarrolla, además de una creciente repercusión global, como resultado de la explosión del transporte aéreo internacional.

Los espacios sacrificados a escala mundial a la “producción turística” ocupaban a finales del siglo 20 una superficie de medio millón de kilómetros cuadrados y los requerimientos energéticos de la industria turística se elevaban a un consumo energético fósil equivalente al de Alemania y España juntas. Si a esto sumamos las emisiones de CO2 del transporte aéreo relacionadas con el turismo -que tiene lugar en las capas altas de la atmósfera, con efectos muy perjudiciales en el efecto invernadero- el turismo global, lejos de ser una actividad que alimenta la “alianza de culturas”, se acaba convirtiendo en una de las actividades más letales para la Biosfera.

LA CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA
SE TRADUCE EN APROPIACIÓN DE LA TIERRA

La tremenda concentración de riqueza que auspicia este capitalismo crecientemente globalizado y financiarizado -en especial por sus principales actores empresariales y financieros, así por las grandes fortunas de los espacios centrales, también por las de las élites de la periferia- provoca que estos actores hayan adquirido en estos últimos 30 años una enorme capacidad de compra de suelos y recursos naturales en el mundo entero.

Lo ha facilitado la progresiva mercantilización de la tierra y sus recursos, incluso en los países del Este, hasta hace poco al margen de esta vorágine. En estos años hemos asistido a la compra de inmensas extensiones de terreno en muchos lugares del planeta, incentivadas además por la depreciación de las monedas periféricas, lo que ha devaluado sus bienes y recursos, propiciando su adquisición. La progresiva concentración de la riqueza natural mundial, además de expulsar a las poblaciones que ocupaban esos espacios, no está derivando en una mejor conservación de áreas de gran valor natural.

Lo que esta dinámica está intensificando son los procesos de apropiación y explotación de recursos naturales progresivamente escasos (agua, biodiversidad, recursos energéticos y minerales). Y las poblaciones expulsadas y privadas de los recursos básicos para su subsistencia están presionando sobre nuevos hábitats de valor más marginal sobre los que se asientan, ahondando el deterioro ecológico o engrosando los barrios marginales de las megaciudades miserables del Sur.

En el siglo 21 esta dinámica se ha intensificado aún más, al intervenir en los procesos de adquisición de tierras grandes actores estatales buscando garantizar el abastecimiento de alimentos a sus poblaciones o el acceso a nuevos combustibles, los biocombustibles.

EL LADO OSCURO
DE LA “CACHARRERÍA” ELECTRÓNICA

En las últimas décadas del siglo 20, y en paralelo con la imparable expansión de la Sociedad de la Imagen y la Información, proliferó, sobre todo en los países centrales, el mensaje de la progresiva desmaterialización de la nueva Sociedad post-industrial que acompañaba a estos novedosos procesos. Nada más lejos de la realidad. También la Sociedad de la Imagen y la Información, que nos han presentado como inocuas medioambientalmente, tiene un importante impacto en la destrucción del ambiente.

El planeta ha asistido a un espectacular desarrollo de la Infosfera. Cada computadora que utilizamos extrae y procesa unas mil veces su peso en materiales, por el transporte de productos que fueron necesarios para hacerla y por los impactos ecológicos que su producción supuso.

Hace tan sólo 30 años, a principios de los años 80, apenas existían computadoras en el mundo. Estaba surgiendo entonces el PC. Hoy su número ronda casi los 2 mil millones en el mundo. Algo similar podríamos decir de los televisores que pueblan el planeta, cuya cifra supone varios miles de millones, pues los posee más del 80% de la población mundial. En cuanto a los teléfonos celulares su número supera los 4 mil millones en el mundo.

No debería ser difícil imaginar la cantidad de materiales, sobre todo de carácter estratégico, que estos artefactos y toda la cacharrería electrónica demanda (ipods, MP3, cámaras electrónicas, playstations, ipads, kindles…), aunque normalmente se oculte el lado oscuro de estas tecnologías. Además, la cacharrería electrónica es sistemáticamente infrautilizada y cada día más aceleradamente obsoleta, requiriendo para su funcionamiento de pilas altamente contaminantes, cuya producción y reciclaje genera también serios problemas ambientales.

Todos los productos electrónicos requieren para su fabricación de un importante consumo de agua, de una compleja división del trabajo internacional y de un considerable transporte de materiales, dispositivos electrónicos y productos manufacturados. Algo en principio tan “simple” como un teléfono celular precisa de una enorme sofisticación de redes de diseño, de extracción de minerales estratégicos -el preciado y disputado coltán, causante de sangrientos conflictos en Congo-, de una producción descentralizada de componentes y de la comercialización del producto final.

INTERNET: ¿AMIGABLE CON EL AMBIENTE?

El funcionamiento del ciberespacio y de la Sociedad de la Información demanda de una muy considerable cantidad de energía eléctrica. Un 15% de la energía eléctrica que se consume en Estados Unidos se destina al funcionamiento directo del mundo informático. Actividades que consideramos “amigables con el medio ambiente” (la lectura de un periódico online, el envío de gran cantidad de información vía email, colgar vídeos en youtube) tienen, además de un coste económico, costes energéticos y medioambientales. Se suponía que algunas de estas actividades iban a ahorrar consumo de papel, pero el derroche de papel a escala global no ha hecho sino aumentar de forma imparable en la era de la Sociedad de la Información.

En suma, los impactos ambientales de Internet y de la llamada Nueva Economía se dan, tanto en la fabricación de las infraestructuras (cables, satélites, antenas) y productos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC), como en los “efectos rebote” generados por ellos, que transforman la eficiencia y el ahorro -que en teoría promueven algunos- en un mayor consumo posterior de recursos, autocancelando así la llamada eficiencia y generando huellas ecológicas para nada despreciables. Estas realidades chocan con la cultura del “gratis total” que promueve Internet, y que muchos manipulan y magnifican, pues no hay ninguna actividad humana que sea “gratis” en términos energéticos y ambientales.

LOS PROBLEMAS DE LA “TERCERA PIEL”

La Sociedad de la Imagen y la Información ayuda a ocultar aún más la gravísima crisis ecológica que enfrentamos. Sobre todo porque incentiva el desplazamiento de la atención de la Biosfera a la Infosfera (ciberespacio, realidad virtual), invisibilizando todavía más el deterioro de la Primera Piel, la de nuestra Madre Naturaleza.

Así pues, no es sólo la expansión de la Segunda Piel, ese espacio construido o alterado por el sistema urbano-agro-industrial el que supone una agresión directa a la Biosfera. También la Tercera Piel o Infosfera contribuye de forma importante al deterioro ecológico del Planeta, y especialmente ayuda a enmascararlo por la tremenda capacidad de seducción y atontamiento de la Sociedad de la Imagen.

Además, la Sociedad de la Información parece poder procesar una enorme cantidad de información, aunque se trata de un volumen bastante limitado si lo comparamos con el que puede procesar Gaia, capaz de retener la energía del sol, de impulsar todas las formas de vida del planeta y de regular de forma sostenible los ciclos de todos los materiales de forma sostenible. Gaia genera orden en contraposición a la tremenda capacidad de generar desorden ecológico (entropía) del sistema urbano-agro-industrial.

“La invisibilización de la información que se pierde, tanto genética como cultural, ayuda a mantener la idea de mejora. Y mientras se degrada la información en la biosfera, aumenta el conocimiento (artificial) centralizado y esto ha llevado a pensar que aumenta la información. Pero los mejores almacenes de información de la sostenibilidad, que residen en los códigos genéticos de las especies en interacción, están desapareciendo bajo el asfalto, la urbanización y el monocultivo de la Sociedad Industrial” (Cembranos, 2009).

ALGO PASA SI SE DECIDE EN BRUSELAS
LO QUE SE SIEMBRA EN GALICIA...

El sistema urbano-agro-industrial sabe extraer materiales. No sabe vivir sin hacerlo, pero no sabe ni puede cerrar los ciclos vitales convirtiendo en recursos los residuos, como lo hace Gaia. Tiene capacidad para alterar los factores de equilibrio de la Biosfera, pero no tiene ni el talento ni la facultad para reequilibrarla. La enorme concentración de poder reduce aún más la capacidad de regular y cerrar los ciclos de materiales y energía.

Cuando se alejan en el espacio -y en el tiempo- las consecuencias de las decisiones, aumentan las conductas irresponsables y antiecológicas, ya que es más que probable que no se reciba la retroinformación adecuada. La distancia de las estructuras de poder de los problemas locales y la lógica del mercado mundial suelen causar pérdida de la información sistémica y compleja. Si se decide en Bruselas lo que se siembra en Galicia, aumentan las posibilidades de producir desorden biológico y social.

La mayoría de las decisiones con mayores impactos ambientales se toman en base a consideraciones puramente monetarias. Y así, al reducirse toda la complejidad a una única dimensión, difícilmente pueden tenerse en consideración las dimensiones biofísicas relevantes para el sustento de la Biosfera.

¿QUIÉN ESCUCHABA A LOS AGUAFIESTAS?

A pesar de que en el siglo 20 los problemas ambientales pasaron de ser limitados y locales a tener un alcance planetario, la percepción de que estábamos entrando desde hace ya algunas décadas en una crisis ecológica mundial era absolutamente residual a finales del siglo 20, a pesar de que los desequilibrios biológicos y los impactos geofísicos habían llegado a ser más profundos que en toda la historia de la Humanidad, alcanzando tal magnitud que ya se denomina Antropoceno al período que hoy estamos viviendo.

Diversas razones explican esta paradójica situación. En primer lugar, la sensación de “bonanza”, sobre todo en los países centrales, por el crecimiento sin freno -aparente- de la Economía Mundo capitalista en el tránsito al nuevo mile¬nio. También por el crecimiento impulsado en muy gran medida en base a la expansión indiscriminada del crédito, la globalización industrial y la irrupción de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación. Y sobre todo, por los bajos precios de los combustibles fósiles y de las materias primas, los más bajos en términos relativos en más de 200 años de Revolución Industrial. Este escenario fue favorecido también por la existencia de “servicios ambientales” gratuitos, especialmente el acceso al agua dulce y la utilización sin coste económico alguno de la Biosfera como sumidero de los desechos del metabolismo urbano-agro-industrial.

Pero fue sobre todo la tremenda capacidad de ocultación de la Aldea Global y el hecho de que el mensaje institucional y corporativo fuera que, a pesar de todo, caminábamos hacia la “sostenibilidad ambiental”, lo que instaló al nuevo capitalismo global en una complacencia inusitada, lubricada además por la capacidad de consumo de las clases medias, en especial las de los países centrales, y sobre todo la de las élites planetarias. Los estilos de vida y los patrones de consumo de estas clases privilegiadas servían de reclamo a la población mundial, activados por la industria publicitaria, que los proyectaba al mundo entero.

En este contexto, ¿quién era capaz de decir que todo esto era un puro espejismo que no podría continuar mucho tiempo? ¿Desde dónde se podría afirmar algo así y quién iba a escuchar ese mensaje? Aún así, diversas voces minoritarias lo anunciaban, aunque estas Casandras “aguafiestas” fueron mantenidas a raya y marginadas por la Espiral del Silencio de la Aldea Global.

...Y TODO ERA UN ESPEJISMO

La capacidad de crear una realidad virtual separada de su sustrato material, ocultaba el carácter cada día más extrac-tivista del actual sistema urbano-agro-industrial, sus crecientes impactos y la absoluta imposibilidad del crecimiento económico ilimitado en un planeta finito. La Sociedad de la Imagen encubría que el actual capitalismo global se separaba cada vez más del funcionamiento de la Biosfera, pues abandonaba el menor uso de materiales y los mecanismos de recuperación y reciclaje que habían caracterizado a otras sociedades humanas en el pasado, disparando la producción de residuos, al tiempo que hacía estallar, como nunca en la Historia, el transporte motorizado a nivel mundial. Los bajos precios de los combustibles fósiles y de las materias primas, así como la libre disponibilidad de “servicios ambienta¬les” esenciales y de los sumideros planetarios facilitaban la explosión del transporte.

Y en última instancia, fue sobre todo la disponibilidad de energía abundante y barata la que hizo posible todo. Fue la energía fósil, y muy en concreto el petróleo, lo que permitió que funcionara este espejismo, incluida la expansión “imparable” de la dimensión financiera del capitalismo global, que no hubiera sido posible sin esta base material.

La “economía real” crecía también en base al tratamiento de los crecientes desequilibrios sociales y medioambientales. Y todo, mientras se conmemoraba “el fin de la historia” (Fukuyama, 1992) y el progresivo triunfo planetario del mercado y la democracia liberal, al tiempo que el Estado parecía pasar a un segundo plano, despojándolo de su dimensión social, lo que posibilitaba un mayor crecimiento y concentración de la riqueza y aumentaba la precarización, la pobreza y la exclusión planetaria. Un círculo virtuoso “perfecto”, pues no aparecía ninguna fuerza social o natural con capacidad suficiente para frenarlo.

Todo era puro espejismo, enormemente embaucador, pues el sustrato material biofísico sobre el que se asentaba todo este castillo de naipes se estaba en realidad agotando aunque “nadie” lo percibiera, al igual que la conflictividad político-social que iba en ascenso.

¿POR QUÉ PREOCUPARSE?

La creciente disponibilidad de combustibles fósiles abundantes y baratos se acercaba a su fin a finales del siglo 20, muy en concreto el petróleo, sin que los mecanismos de mercado y los precios, lo avisaran. Un tremendo fallo de todo el andamiaje teórico de la economía neoclásica, que declaraba justo lo contrario. El llamado petróleo convencional alcanzaba su pico a principios del siglo 21, si bien el creciente flujo de petróleo no convencional pudo mantener el consumo en aumento, aunque con un precio al alza.

Igual podríamos decir de algunos de los minerales clave para una mayor expansión del actual sistema urbano-agro-industrial (cobre, fosfatos), que empezaban a mostrar ya los primeros signos de futura escasez, sin que los mecanismos de mercado lo anunciaran, al menos en esos años. La razón eran también los bajos precios de la energía, que permitían seguir extrayéndolos “sin problemas”. En cualquier caso, se estaban agotando los mejores yacimientos y minas. Lo mismo podríamos afirmar acerca de los “servicios ambientales” y de los sumideros planetarios, pues su creciente uso y abuso los deterioraba sin freno. Aun así, la factura económica de todo este desastre era todavía muy residual. Y en cualquier caso, el capital dinero seguía expandiéndose “sin fin”, mientras el “capital natural” mermaba y se deterioraba.

¿Por qué preocuparse? ¿A quién le importaba? A la Ley de Hierro del crecimiento y la acumulación dineraria constante y “sin fin” no le inmutaba. Hasta los mismos que habían advertido sobre “los límites del crecimiento” en los años 70, señalaban en los años 90 que quizás se podría entrar en una nueva etapa “más allá de los límites del crecimiento” por el desarrollo tecnológico, un mejor aprovechamiento de los recursos y a partir de una progresiva “desmaterialización” de la economía. En su último informe, 30 años después del primero, volverían a incidir sobre sus tesis iniciales, en torno a las distintas translimitaciones (overshoots) que estaba alcanzando ya la Sociedad Industrial.

¿POR QUÉ SE HACÍA INVISIBLE LA CRISIS?

Desde la Nueva Derecha, los negacionistas de todo tipo y hasta los nuevos conversos, como Bjorn Lomborg autor de El ecologista escéptico (1998) -se presenta como antiguo socio de Greenpeace Dinamarca y se ha convertido en uno de los máximos exponentes del discurso de la Nueva Derecha en materia ambiental- nos animaban, con fuerte apoyo mediático, a olvidarnos absolutamente de los límites biofísicos y de los problemas derivados de los outputs del metabolismo urbano-agro-industrial, señalando su falsedad e irrelevancia, alertando de que su “innecesario” abordaje generaría más pobreza que la que se pudiera derivar de ellos. Afirmaban también que el crecimiento económico, con la tecnología adecuada, posibilitaría ir caminando de forma lenta pero segura hacia una mayor sostenibilidad medioambiental, al tiempo que acabaría con la pobreza en el mundo.

Se nos señalaba el crecimiento económico no como una amenaza, sino como la verdadera solución a todos los problemas, sobre todo a los dos centrales: pobreza y medioambiente. Y se seguía cargando en gran medida en la sobrepoblación mundial, en especial la del Sur, la problemática medioambiental, en una especie de nuevo maltusia¬nismo, al tiempo que se magnificaba, una vez más, la fe en la tecnología como salvadora del Planeta y la Humanidad.

A la “invisibilidad” de la problemática ambiental ha contribuido también decisivamente la expansión del Planeta de Metrópolis, debido a la aguda y creciente concentración de la población mundial en “ciudades” (un 50%) y al predominio global de los valores urbano-metropolitanos y a su proyección sobre los mundos rurales del planeta a través de los medios de comunicación de la Aldea Global. No en vano, a lo largo del siglo 20 la población urbana se multiplicó por 12 y por 40 el número de metrópolis con millones de habitantes. Las metrópolis postmodernas, las Ciudades Globales centrales, en pleno auge y con sus edificaciones grandiosas y deslumbrantes, han ayudado también a ocultar el océano de desorden ecológico mundial que la creación de estas islas de orden aparente estaba generando.

También la explosión de las Megaciudades Miseria peri¬féricas contribuye a la profundización del desorden ecológico global, aun cuando las islas de orden aparente y su imagen fulgurante sean una parte escueta de estas Megaciudades, pues el propio desorden social y ambiental las inunda.

Así, la expansión sin freno de las ciudades-metrópolis de la Segunda Piel antrópica ha permitido enmascarar en gran medida el encogimiento, deterioro, desgarro y envenenamiento de la Primera Piel, pues los problemas medioambientales no se perciben desde los espacios urbanos. Menos todavía desde las metrópolis, sobre todo cuando en unos y en otras, y en muchos de los mundos rurales -en especial en los más modernizados- el contacto con la realidad es a través de la Tercera Piel, dominada por el simulacro y el espectáculo a través de la fuerza diabólica de la imagen electrónica.

RESPONSABLE:
EL PENSAMIENTO OCCIDENTAL

El “progreso” tiene carácter urbano-metropolitano, y a él hay que sacrificar cuanto demande su expansión obligada e ineludible. De esta forma, la Segunda y la Tercera Piel se han conjugado para luchar sin descanso contra la Primera Piel, la de la Madre Naturaleza, mercantilizándola y artificializándola.

Un aspecto muy importante que explica esta invisibilidad de la crisis ecológica es la propia aproximación a la Naturaleza por el pensamiento occidental dominante, un pensamiento que se globalizó en el siglo 20, aunque adoptando la forma de múltiples modernidades a finales del siglo.

Se trata de un pensamiento basado en la idea de progreso constante y en los mitos de la producción y crecimiento, que finalmente se han acabado imponiendo en el mundo entero. Este pensamiento está basado también en fuertes dualismos jerarquizados: Cultura-Naturaleza, Mente-Cuerpo, Razón-Emoción, Conocimiento Científico-Saber Tradicional, Público-Privado, Hombre- Mujer… Y en esas dicotomías el predominio es claramente del primer polo de la relación, quedando el segundo claramente supeditado al primero. Es por eso por lo que el pensamiento moderno occidental está absolutamente incapacitado para ver, comprender y sentir el deterioro de la Madre Tierra, de la Pacha Mama, sobre todo cuando desde sus inicios se construye y se desarrolla para dominarla.
Si a ello sumamos el enfoque analítico-parcelario que domina el saber científico moderno, y la ausencia y minusvaloración de las reflexiones más holísticas y cualitativas, fácilmente podremos constatar que, a pesar de disponer de un conocimiento técnico cada día más sofisticado para medir lo que acontece en la realidad, ésta no haga sino deteriorarse a velocidad de vértigo, debido a los fortísimos intereses económico-financieros que conducen la lógica ciega del capital, que no ve lo que no quiere ni puede ver, pues iría contra su propia esencia.

TREINTA AÑOS PERDIDOS

Las tres décadas pasadas desde la crisis energética de los años 70 han sido un tiempo precioso perdido para llevar a cabo una transición hacia un mundo más justo y sustentable en paz con el planeta. Hoy en día es mucho más difícil hacer esa transición, pues el sistema urbano-agro-industrial es mucho más injusto, rígido e insostenible que entonces y tenemos menor capacidad de reacción.

En estas tres décadas, el carrusel de la producción y el consumo industrializados se activó y mundializó como nunca antes en la historia de la Humanidad, pareciendo que entrábamos en la dinámica del mito del movimiento perpetuo y del crecimiento ilimitado. El PIB mundial casi se cuadriplicó en esos años, y el mundo financiero creció a un ritmo doble que el PIB mundial, sin incluir los productos “derivados”, que crecieron todavía mucho más.

Pero este crecimiento capitalista se estaba sustentando en el progresivo saqueo e integración de las sociedades humanas no capitalistas, en la intensificación y globalización de la explotación de las ya existentes, en la mercantilización de más ámbitos de nuestra existencia y en la profundización de la guerra silenciosa contra la Biosfera. Así, el metabolismo del sistema urbano-agro-industrial mundial no ha hecho sino ocupar y demandar un mayor espacio ambiental, en detrimento cada vez mayor de la vida misma sobre el planeta.

La demanda creciente de inputs del metabolismo urbano-agro-industrial pudo ser satisfecha a costa del progresivo colapso y deterioro de los recursos renovables, trascendiendo su capacidad de regeneración y a costa del agotamiento progresivo de los recursos no renovables, tanto los de carácter reciclable, como los que nunca se podrán reciclar en su totalidad (los minerales), como los que se agotan irreversiblemente una vez utilizados (los combustibles fósiles).

Aún así, se pudo mantener siempre un flujo en ascenso de unos y otros gracias a un flujo energético en constante ascenso y a costa del deterioro imparable de la Madre Tierra. Sin que trascendiera públicamente, hasta las principales potencias empezaron a explorar secretamente las profundidades marinas, los fondos abismales, a más de 6 mil metros bajo el nivel del mar, con un optimismo tecnológico y energético desbordante, para intentar “continuar” en el siglo 21 con una nueva “fiebre del oro” de los minerales, pues ya se preveía que empezaran a escasear en la corteza terrestre.

Pero también los outputs de este metabolismo no hicieron sino alcanzar una dimensión cada vez más descontrolada y amenazante, que empezaba a poner en cuestión el normal funcionamiento de la propia Biosfera y su capacidad para desempeñar sin traumas el papel de sumidero planetario del capitalismo global.

Las consecuencias implacables del metabolismo urbano-agro-industrial ya afectan a dos terceras partes de los ecosistemas planetarios y están alterando gravemente el clima planetario. A pesar de todo, el business as usual continuó imparable, aunque con altibajos locales y globales, hasta la llegada de la Crisis Global actual.

COOPERACIÓN Y COMPETENCIA:
¿QUIÉN GANA?

El capitalismo global no es como un ecosistema que crece hasta alcanzar la madurez y después evoluciona y se complejiza en un proceso de equilibrio inestable. Tampoco es como el ser humano, que crece desde su niñez hasta la juventud, para desarrollarse luego cualitativamente en su edad adulta. El sistema urbano-agro-industrial mundial es incapaz de alcanzar la madurez, pues no puede dejar de crecer, ya que si deja de crecer colapsa.

De las dos fuerzas que operan en la Biosfera -cooperación y competencia-, en la Naturaleza predomina la cooperación sobre la competencia. Si en la Naturaleza imperara la competencia se produciría una grave dinámica de reducción de especies y se evolucionaría hacia ecosistemas cada vez más simples y especializados, degradándose progresivamente la complejidad de la vida. A diferencia de lo que ocurre en la Biosfera, en la expansión del capitalismo global es la competencia la que se impone de forma cada vez más decisiva para garantizar su crecimiento “sin fin”. Predomina el modelo depredador-presa dentro de la propia especie.

Es imprescindible recordar que el modelo no puede funcionar sin la cooperación, aunque ésta permanezca en un ámbito invisible, en el espacio doméstico. Hay que recordar que la propia expansión y competencia degradan cada vez más también ese espacio vital de la reproducción humana, que se mantiene en base al trabajo no remunerado realizado mayoritariamente por las mujeres. De esta forma, la expansión capitalista depende de dos ámbitos imprescindibles para seguir creciendo: la Naturaleza y el espacio doméstico, ambos hasta ahora gratuitos y ambos en gran medida al límite de su capacidad de sustentación al filo del nuevo milenio. Por la crisis ecológica en marcha y por la crisis imparable de las tareas de cuidado y reproducción, ambas realidades imprescindibles para el mantenimiento de la vida humana y no humana.

Todos los seres humanos son interdependientes y ecodependientes. El Homo economicus competitivo e independiente es una absoluta ficción. En la loca huida hacia delante de ese homo las diferencias sociales y territoriales planetarias no hicieron sino acentuarse, profundizándose aún más como resultado de la crisis ecológica mundial.

2 MIL 400 MILLONES DE PERSONAS
SON LA FRONTERA

Las estructuras de poder empresarial, financiero y estatal se han reforzado enormemente en estos 30 años, sobre todo las centrales, y recientemente también las emergentes, pues son las que se han beneficiado y benefician del nuevo capitalismo global. El poder, desde el punto de vista ecológico, como lo define Sachs, es la capacidad de internalizar las ventajas ambientales y externalizar los costes ambientales. Y es la población más empobrecida y los más débiles quienes más sufren los impactos ecológicos.

De esta forma, los espacios centrales, y ahora en parte los emergentes, han podido, y pueden, aumentar su “nivel de vida” en base a incrementar la capacidad de carga de sus territorios, importando sostenibilidad, o biocapacidad, del resto del mundo. Pero esta lucha despiadada por la apropiación de la biocapacidad planetaria está llegando ya a sus límites, no sólo ecológicos, también sociopolíticos. Sobre todo porque todavía subsisten mundos campesinos e indígenas que mantienen una relación más equilibrada con el entorno y un menor consumo de energía, y que se resisten a sucumbir a la lógica de expansión -y destrucción- del capital.

Son mundos para nada despreciables, muy considerables: unos 2 mil millones de personas en los mundos campesinos autóctonos o poco modernizados y unos 400 millones en los mundos indígenas. Muchos de ellos viven en las franjas intertropicales, donde existe una mayor diversidad de lenguas y culturas comunitarias. Las fronteras principales a la expansión del actual sistema urbano-agro-industrial están ahí, donde hay mundos campesinos e indígenas que tienen formas de vida que defender. Y es curioso que sea allí precisamente donde están las principales reservas de la biodiversidad planetaria y los últimos recursos no renovables -minerales y combustibles- por explotar.

Tanto los recursos como los amortiguadores sociales y ecológicos planetarios a la expansión del capitalismo global están desapareciendo. Y ya sabemos lo que sucedió en otras civilizaciones, cuando agotaron sus bases materiales y tensionaron las estructuras sociopolíticas en las que basaban su funcionamiento: sucumbieron o colapsaron, aunque éstos fueron procesos que implicaron décadas y hasta siglos.

V DE VENGANZA: LA DE GAIA

El análisis de los aspectos biofísicos, nos indica que estamos empezando a asistir a la venganza de Gaia. A finales del siglo 20 esta venganza era todavía incipiente, pero estaba ya en marcha, pues el sistema urbano-agro-industrial mundial estaba empezando a chocar ya con los límites biofísicos y la crisis ecológica global era ya un hecho para quien quisiera verla, aunque permaneciera en gran medida “invisible”.

Pero en el siglo 21 lo “invisible” se hará claramente visible, con una luminosidad que nos deslumbrará. Lo está siendo ya, pues los límites biofísicos fueron determinantes para entender el estallido de la actual Crisis Global, después de un breve pero intenso período de expansión del capitalismo mundial como resultado de la explosión del endeudamiento a todos los niveles, lo que profundizó aún más la crisis ecológica planetaria, sobre todo por la expansión inusitada que experimentó el desarrollo urbano-metropolitano como resultado de una burbuja inmobiliaria en gran medida mundial.

¿QUIÉNES SERÁN
LOS “DINOSAURIOS” DEL SIGLO 21?

Las vías que se están adoptando para “salir” de la Crisis Global van a agudizar aún más la crisis de recursos y el desastre ecológico. Y como demandó el nuevo movimiento por la justicia ambiental y climática en la cumbre fallida de Copenhague (2009) no hay Planeta B para continuar con el business as usual.

La crisis financiera se ha podido “arreglar” temporalmente con una inyección descomunal de dinero público, que ha endeudado hasta las cejas a los Estados más ricos del planeta, lo que está implicando recortes sociales de todo tipo. Pero el colapso de la Biosfera es irreversible, al menos a escala del tiempo humano.

La expansión del capitalismo global está chocando ya con la Biosfera y con todo un conjunto de límites sociopolí¬ticos, lo que le conducirá a un profundo colapso en el siglo 21, un colapso que tendrá repercusiones civilizatorias. Los escenarios posibles que se abren en el corto, mediano y largo plazo dependerán de múltiples factores, entre ellos de la capacidad de resistencia y transformación social de las distintas sociedades humanas ante unas estructuras de poder que sucumbirán muy probablemente también en el mediano y largo plazo como expresión de una civilización que se agota.

Estos procesos pueden adoptar múltiples variantes, incluidos quizás escenarios de barbarie sin precedentes. Al final, deberán alumbrar nuevas construcciones sociopolíticas y culturales que establecerán forzosamente nuevas relaciones con el entorno y en el interior de sí mismas si pretenden subsistir.

Y en esos procesos de forzosa transformación, los mundos que están mejor preparados para transitar por los escenarios de profunda crisis que nos esperan serán los mundos menos modernizados y urbanizados. Las fronteras ante las que hoy en día choca la expansión del capitalismo global y su sistema urbano-agro-industrial. Y los “dinosaurios” peor adaptados para subsistir serán las metrópolis mundiales, las que hoy nos deslumbran con su poderío y fulgor.

MIEMBRO DE ECOLOGISTAS EN ACCIÓN. INGENIERO Y URBANISTA. PROFESOR UNIVERSITARIO.

ESTE TEXTO, EL FINAL, Y LOS QUE HEMOS PUBLICADO EN NÚMEROS ANTERIORES, SON EL NÚCLEO DE UN LIBRO QUE ELABORA SOBRE LA CRISIS DEL CAPITALISMO GLOBAL Y EL PREVISIBLE COLAPSO CIVILIZATORIO.

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