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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 348 | Marzo 2011

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El Salvador

Inocencia perdida en mitad de una primavera

En diciembre de 2010 la Presidencia de la República destituyó a la directora del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU) después de 19 meses al frente de esa institución. La decisión causó desconcierto entre el movimiento de mujeres. Éste es un análisis de los hechos. Lo hace quien fuera la titular del ISDEMU, que se confiesa “feminista apasionada e idealista incurable”.

Julia Evelyn Martínez

Me desempeñé como Directora Ejecutiva del ISDEMU entre el 17 de junio de 2009 y el 22 de diciembre de 2010. Durante mi paso por esta institución estatal aprendí “en vivo y directo” que en política, cuando se trata del control del cuerpo de las mujeres, la diferencia entre la izquierda y la derecha no existe.

ISDEMU: LETRA Y ESPÍRITU

El ISDEMU se creó en 1996 como un compromiso del Estado salvadoreño derivado del Plan de Acción de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing 1995). Fue posible por la movilización de diversas organizaciones de mujeres salvadoreñas, que después de la firma de los Acuerdos de Paz (1992) lograron colocar en la agenda nacional los Derechos Humanos de las mujeres.

Gracias a la acertada estrategia de alianzas de las feministas salvadoreñas en ese entonces se logró dotar formalmente al ISDEMU de condiciones institucionales para su sostenibilidad y su incidencia política. Se logró, por ejemplo, que su creación fuera el resultado de un decreto legislativo, y no de un decreto ejecutivo, una forma de prevenir que su mandato quedara supeditado a la agenda presidencial de turno. Se logró también que en el artículo 1 de la ley creadora de la nueva institución se estableciera claramente su autonomía en lo técnico, lo financiero y lo administrativo.

Para lograr un adecuado sistema de pesos y contrapesos en la conducción institucional, se determinó que el ISDEMU estaría a cargo de una Junta Directiva, integrada por cinco titulares de ministerios (Educación, Salud, Trabajo, Agricultura, Seguridad Pública), por dos titulares del Ministerio Público (Procuraduría y Fiscalía) y por cuatro representantes (dos propietarias y dos suplentes) de las organizaciones de mujeres. De acuerdo a la ley, la Dirección Ejecutiva -la que me tocó ocupar- depende de la Junta Directiva y no del Presidente de la República y/o de la Primera Dama, aún cuando, por tradición, la Primera Dama ha presidido la Junta Directiva.

De acuerdo a la letra y al espíritu de la ley, la finalidad del ISDEMU es formular, dirigir, ejecutar y vigilar el cumplimiento de la Política Nacional de la Mujer. Para esas tareas se le conceden atribuciones específicas. Destaco éstas: 1) Realizar y promover estudios, diagnósticos y análisis que contribuyan a un mejor conocimiento de la situación real de las mujeres. 2) Promover anteproyectos de ley y reformas a las leyes que mejoren la situación de las mujeres. 3) Velar por el cumplimiento de los tratados y convenciones sobre derechos de las mujeres suscritos por el Estado salvadoreño, en especial la Convención CEDAW y la Convención Interamericana para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar todas las formas de Violencia contra las Mujeres (Convención Belem do Pará).

LA INSTITUCIÓN QUE RECIBÍ

Diversas evaluaciones realizadas antes del cambio de gobierno el 1 de junio de 2009 coincidían en señalar la profunda debilidad institucional, política y financiera del ISDEMU y lo caracterizaban como “capturado” en la agenda asistencialista y cortoplacista de las Primeras Damas.

En su examen del séptimo Informe País de noviembre de 2008 -cuando gobernaba ARENA-, el Comité de la CEDAW expresó su preocupación por “la falta de reconocimiento del Instituto, así como por la escasez de recursos humanos y financieros de que dispone, graves obstáculos para que funcione con eficacia y eficiencia”. Y recomendaba al Estado salvadoreño fortalecer el ISDEMU “a fin de que sea más eficaz, proporcionándole un reconocimiento apropiado, facultades, recursos humanos y financieros en todos los niveles y aumentando su capacidad para la coordinación y supervisión de las medidas que se adopten en los planos nacional y local para el adelanto de la mujer y la promoción de la igualdad entre los géneros”.

Similares términos aparecían en una evaluación de marzo de 2009 realizada por una feminista salvadoreña muy reconocida, Gilda Parducci, actualmente directora de Ciudad Mujer. De acuerdo a su evaluación, desde su creación el ISDEMU no contaba ni con una posición política dentro del Estado ni con la autonomía necesaria para cumplir su papel. Señalaba las principales razones de esta debilidad: “la falta de autonomía; la designación de la institución a la Primera Dama como máxima autoridad, lo que no permite darle una visión técnica-política, sino que la convierte en una institución marcada por decisiones voluntaristas; el poco compromiso político de los ministerios que integran la Junta Directiva para impulsar con fuerza los contenidos en la Política Nacional de la Mujer y la poca claridad del perfil de la persona para asumir la dirección ejecutiva; y la poca apertura que se mantiene frente a las integrantes de la Junta Directiva que provienen del movimiento de mujeres”.

Otro motivo de preocupación en los años previos al cambio de gobierno era el distanciamiento -en algunos casos enfrentamiento- entre el ISDEMU y las organizaciones feministas, en particular las que habían asumido un liderazgo importante en el proceso de institucionalización de este ente estatal. De acuerdo a la evaluación, esto obedecía no sólo al hecho de que los gobiernos salvadoreños entre 1996 y 2008 fueron de derecha y autoritarios, sino también a las diferencias existentes en el abordaje de la problemática de las mujeres. Y es que mientras el ISDEMU asumía el enfoque de género sin analizar las relaciones asimétricas de poder existentes entre hombres y mujeres, desarrollando en muchos casos acciones que mantienen esa situación -lo que explicaría que no abordara los derechos sexuales y reproductivos-, el movimiento feminista y las organizaciones de mujeres incluían en sus propuestas análisis sobre el sistema patriarcal y sus múltiples mecanismos de opresión.

El ISDEMU que yo recibí para dirigir tenía un enfoque asistencialista: veía a las mujeres como víctimas o como población meta con la que hacer actividades o a las que hay que ayudar y atender si sufren violencia. No tenía ni un enfoque de derechos ni de políticas públicas. Además, era una institución atada a la agenda política y a la agenda personal de las Primeras Damas de la República, a su talante, a sus prioridades y a sus negociaciones.

LA PENALIZACIÓN DEL ABORTO

El distanciamiento entre el movimiento feminista y el Estado trascendía las desavenencias con el ISDEMU. Los enfrentamientos se agudizaron a finales de los años 90 con la creciente influencia en el gobierno de grupos fundamentalistas y neointegristas, que incidieron en la reforma al Código Penal de 1997, que penalizó totalmente el aborto. También lograron incidir en la negativa del gobierno salvadoreño a ratificar el Protocolo Facultativo de la CEDAW por considerarlo “pro-abortista” y “pro-lésbico”. Tanto la reforma constitucional, como la reforma al Código Penal que penalizaron todas las causales para la interrupción del embarazo contaron con los votos de los diputados y diputadas del FMLN.

Antes de 1997 el aborto era penalizado en El Salvador, pero existían tres excepciones: era legal el aborto terapéutico cuando la vida de la mujer estaba en peligro, lo era el aborto eugenésico cuando la vida del feto no era viable por malformaciones, y se permitía el aborto ético cuando el embarazo era producto de violación sexual o incesto. El Código Penal de 1998 penalizó estas tres excepciones y las sanciona con prisión de 4 a 8 años. Posteriormente, en 1999 una reforma constitucional definió que es ser humano el feto “desde el primer momento de la concepción”.

GOBIERNO DEL FMLN:
GRANDES ESPERANZAS

La llegada del FMLN al gobierno en junio de 2009 marcó un punto de inflexión en la trayectoria del ISDEMU y se restableció el diálogo con el movimiento feminista y las organizaciones de mujeres. Durante 18 meses el ISDEMU experimentó un período intenso de transformaciones que generó esperanzas sobre la posibilidad de convertir a esta institución en un verdadero mecanismo para la promoción de una equidad real entre hombres y mujeres en el espíritu del Plan de Acción de la Conferencia de Beijing.

Alimentaba esta esperanza el contenido del programa del “gobierno del cambio” propuesto por el FMLN, que explícitamente aludía a una nueva manera de gobernar, que incluía estos dos grandes compromisos: 1) Instalar un gobierno con equidad de género con “una visión, una gestión y una composición gubernamental que dirija sus pasos hacia una sociedad, un desarrollo y soluciones duraderas con equidad de género” y 2) Convertir la igualdad de género en una política pública para el desarrollo nacional. Para lograrlo se establecía el compromiso con “la protección de los derechos humanos de las mujeres como medida que permita equiparar el acceso en los ámbitos social, político, ambiental, cultural y económico. Ello exigirá impulsar reformas sucesivas a la institucionalidad para posibilitar la incorporación sostenida de la perspectiva de género en las políticas públicas, priorizando aquellas medidas que impacten la cultura y privilegien a los sectores excluidos de la población. Se propiciarán medidas para promover la responsabilidad paterna, la construcción de roles sociales que propicien la participación equitativa en las tareas del hogar y el combate frontal a la violencia”.

VIMOS SEÑALES DE CAMBIO

El primer compromiso no se cumplió. La composición inicial del gabinete del nuevo gobierno evidenció una escasa participación de mujeres: en los 13 ministerios sólo 2 mujeres fueron nombradas ministras y en los 20 viceministerios sólo 3, un retroceso respecto a la participación de mujeres en los anteriores gobiernos de ARENA.

Fue en el segundo compromiso -traducir la equidad de género en políticas públicas- en donde comenzaron casi de inmediato a verse señales positivas de cambio. Uno de los primeros acuerdos ejecutivos firmados por el Presidente Mauricio Funes fue la nueva conformación del gabinete de Gestión Social. En él se incorporaba por primera vez al ISDEMU a través de su Directora Ejecutiva. Otras señales importantes fueron la incorporación de objetivos e instrumentos de equidad de género en el Plan Quinquenal de Desarrollo 2010-2014 y en la Política Presupuestaria para 2011.

Entre las apuestas estratégicas para el quinquenio se menciona la construcción de una sociedad en donde exista equidad de género. Y se identificaron entre las áreas prioritarias de la política pública: la reducción significativa y verificable de las desigualdades de género y la prevención efectiva y el combate a la violencia de género.

A propuesta del ISDEMU, la estrategia para avanzar en este sentido fue definida así en el Plan Quinquenal: “Hay que señalar que para garantizar que las diferentes estrategias y políticas sectoriales contenidas en este Plan Quinquenal de Desarrollo contribuyan a la creación de una sociedad con equidad de género mediante la reducción de las brechas de género y el combate a todas las formas de violencia contra la mujer se impulsará una Política Nacional de la Mujer cuya rectoría corresponderá al ISDEMU. La política tendrá como finalidad potenciar el desarrollo integral de las mujeres salvadoreñas en todos los espacios de la sociedad en condiciones de equidad y de igualdad con los hombres y se operativizará a partir de dos grandes objetivos estratégicos. En primer lugar, la promoción de políticas públicas con enfoque de género y, en segundo lugar, la promoción del cumplimiento de los compromisos internacionales del Estado salvadoreño en materia de derechos humanos de las mujeres, no discriminación de género y de prevención, atención, sanción y erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres”.

El espíritu del Plan Quinquenal se reflejó en las Normas de Formulación del Presupuesto 2011 emitidas por el Ministerio de Hacienda en mayo de 2010. Por primera vez se incluyeron orientaciones precisas para que las instituciones públicas incorporaran directrices de género en la elaboración de sus respectivos presupuestos. Entre éstas: 1) Identificar plenamente en la estructura presupuestaria todos los programas que están destinados a prevenir y enfrentar prácticas de discriminación en razón de género. 2) Promover las acciones necesarias que contribuyan a que la definición de políticas, prioridades y asignación de recursos se realice de manera consistente con las políticas públicas enfocadas en la equidad de género.3) Fortalecer los presupuestos de instituciones cuya gestión pública esté directamente vinculada a políticas de inclusión social y desarrollo de las mujeres en las diferentes actividades de la vida nacional.

VIVÍAMOS UNA PRIMAVERA

En este entorno favorable el ISDEMU pudo avanzar en tres procesos complementarios: el fortalecimiento institucional -incluyendo la autonomía de la institución-, la elaboración de una nueva Política Nacional de la Mujer, y el impulso a una estrategia de alianzas con el movimiento feminista y las organizaciones de mujeres orientada a crear un contrapeso a la “triple alianza conservadora” integrada por la derecha política, la derecha económica y el fundamentalismo religioso.

En la etapa en la que presidí el ISDEMU fueron más las victorias que las derrotas. Las organizaciones de mujeres retornaron a la Junta Directiva de la institución y establecimos con ellas un diálogo permanente y crítico. Con ellas negociamos que las plataformas sectoriales del movimiento amplio y diverso de las mujeres salvadoreñas sirvieran como base de la nueva Política Nacional de la Mujer.

El ISDEMU se propuso lograr dos grandes objetivos, aprobados por la Junta Directiva. En primer lugar, promover políticas públicas con enfoque de género (política económica, política de seguridad pública, política ambiental…) y en segundo lugar, cumplir con los compromisos internacionales del Estado salvadoreño en relación a los derechos humanos de las mujeres.

El enfoque, el discurso y la acción del ISDEMU experimentaron una profunda transformación, pasando del asistencialismo al enfoque de la autonomía y del empoderamiento, sobre la base del reconocimiento de la diversidad de las identidades femeninas.

Los convenios sobre derechos humanos de las mujeres suscritos por el Estado -con sus recomendaciones para la implementación- se colocaron en el centro del quehacer institucional y se volcaron en la agenda de política pública que comenzó a promoverse en las instituciones del Ejecutivo, en particular en el área de Seguridad y Justicia, Salud, Educación y Cultura. También entraron al debate público.

Las recomendaciones del Comité de la CEDAW, del Comité contra la Tortura, del Comité de Derechos Humanos y de las Relatoras Especiales sobre la Violencia contra las Mujeres de Naciones Unidas comenzaron a tomar forma en el discurso y en las propuestas institucionales: la necesidad de abordar la violencia contra las mujeres desde un enfoque integral y como un tema central dentro de las políticas de seguridad; la ratificación del Protocolo Facultativo de la CEDAW; la urgencia de desmontar los estereotipos y prácticas culturales sexistas que reproducen la discriminación y la violencia de género; la importancia de la autonomía económica de las mujeres; la cooperación con la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y con las organizaciones de mujeres. También, la necesidad de facilitar “un diálogo nacional sobre el derecho de las mujeres a la salud reproductiva, incluyendo las consecuencias de las leyes restrictivas del aborto”, tal como aparecía en las observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer al séptimo Informe País de noviembre de 2008.

Estábamos viviendo una primavera. Creo que es el mejor calificativo que puedo darle a estos 18 meses de trabajo. Primaveras se llaman ciertos períodos cortos e intensos de la historia de los pueblos -Francia en 1968, Praga ese mismo año, Nicaragua en 1979- en los que creemos posible alcanzar las utopías y hacer realidad los sueños de cambio.

El conocido dicho de que una imagen vale más que mil palabras puede ser de utilidad para visualizar el cambio experimentado en el ISDEMU en esta primavera. De un logo institucional representando una margarita con varios pétalos caídos, migramos en junio de 2010 a un logo que representa a una mujer-árbol creciendo con varias ramas que sostienen diversas identidades femeninas.



EN ESE ESPÍRITU FIRMÉ

Fue ese espíritu primaveral el que me condujo, en julio de 2010, a no poner reservas al literal f) del capítulo 6 de la Declaración de la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe (Consenso de Brasilia) y a asumir el compromiso de “revisar las leyes que prevén medidas punitivas contra las mujeres que se hayan sometido a abortos, conforme a lo recomendado en la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, incluidas las nuevas medidas e iniciativas para la aplicación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, así como el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, y en las observaciones del Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas y garantizar la realización del aborto en condiciones seguras en los casos autorizados por la ley”.

Seguramente, ese mismo espíritu de primavera había motivado meses antes, en febrero de 2010, al Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador a informar al Consejo de Derechos Humanos de la ONU su disposición a dar cumplimiento a las recomendaciones relativas a la revisión de las leyes restrictivas al aborto con “la creación de un diálogo nacional amplio y participativo con los distintos sectores sociales y las entidades públicas relacionadas sobre el derecho de las mujeres a la salud reproductiva y sobre las implicaciones de las leyes restrictivas del aborto”.

Y probablemente fue ese mismo espíritu el que contagió a la representación de El Salvador ante la sede de Naciones Unidas, en agosto de 2010, cuando solicitó a su Secretario General retirar las reservas realizadas por El Salvador en 1994 al Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (Cairo) relativas a los conceptos familia, derechos reproductivos, salud reproductiva, planificación de la familia y al término “individuos”.

SE ACABA LA PRIMAVERA

A finales de agosto de 2010 la primavera comenzó a dar señales de su inminente final. Las reacciones de la “triple alianza conservadora” a la no objeción del ISDEMU al capitulo 6 del Consenso de Brasilia se combinaron con la campaña mediática en contra de la propuesta del ISDEMU de eliminar de los desfiles patrios del 15 de septiembre a las muchachas “cahiporristas” (“palillonas” en Nicaragua) por su simbolismo sexista. Ambas decisiones provocaron una creciente presión sobre el gobierno salvadoreño.

Primero fue lo de las cachiporristas. Nosotras, desde el ISDEMU, y el Ministerio de Educación, dispusimos prohibir las cachiporristas en los desfiles. El Ministerio sugirió que, en vez de desfilar con mínimas minifaldas y botas altas, las estudiantes se vistieran con trajes regionales salvadoreños. Desde el ISDEMU argumentamos que teníamos evidencia de redes de trata de personas y de pederastia que usaban fotos de las muchachas que desfilaban y las colocaban en Internet como reclamo.

Las críticas se centraron en el ISDEMU. La Primera Dama, Vanda Pignato, apoyó la prohibición: “La práctica sexista de las cachiporristas denigra la imagen de la mujer”, dijo. Desatada la polémica, el Presidente Funes canceló la prohibición, desautorizando al ISDEMU y a mí, y anunció que la medida se retomaría “gradualmente”.

EL SENSIBLE TEMA DEL ABORTO

Después fue el tema del aborto. Yo firmé el Consenso de Brasilia en representación de El Salvador, con las credenciales oficiales que me lo permitían y con la convicción moral de que mi decisión estaba en consonancia con la nueva política del gobierno salvadoreño en materia de derechos humanos de comenzar a cumplir con los Tratados y con las recomendaciones de los Órganos de Tratados, así como con el Examen Periódico Universal del Comité de Derechos Humanos de la ONU, que de manera reiterativa han exhortado sin éxito al Estado salvadoreño a proceder a un debate nacional sobre los efectos de la penalización absoluta del aborto sobre la salud de las mujeres y a promover una revisión de las leyes actuales en esa materia.

Mis explicaciones públicas desataron una intensa polémica, especialmente cuando se filtró la información de que El Salvador había retirado las reservas al Plan de Acción de la Conferencia del Cairo, uno de los tres instrumentos internacionales invocados en el Consenso de Brasilia para justificar la necesidad de revisar las leyes punitivas contra la interrupción voluntaria del embarazo.

El vicario de promoción humana del arzobispado, al conocer la información sobre el retiro de reservas de El Salvador al Programa de Acción de la Conferencia del Cairo, reclamó exaltado en los medios de comunicación: “¡Quiero saber con qué autoridad ha retirado esas reservas el país! ¡Que alguien me lo explique!”. La fracción de parlamentarias de ARENA presentó a la Asamblea Legislativa una solicitud para que me interpelaran sobre mi “apoyo al aborto” por haber suscrito el Consenso de Brasilia sin reservas. A estas posturas se sumaron columnistas, editorialistas, comentaristas deportivos, conductores de programas de radio y televisión, líderes de varias denominaciones religiosas, blogueros y toda suerte de personajes, todos exigiendo mi inmediata y deshonrosa destitución.

Finalmente, la Presidencia de la República reaccionó a estas presiones y me descalificó públicamente como Directora Ejecutiva del ISDEMU, y anunció que enviaría una nota a la CEPAL informando que yo no tenía autorización para firmar ese documento y que solicitaría la incorporación de reservas al Consenso de Brasilia, sumándose así a los gobiernos de Perú, Chile y Costa Rica.

Se separaba así el gobierno salvadoreño de la corriente democrática y progresista del continente, que en Brasilia se había manifestado por el derecho de las mujeres a la autonomía sobre sus cuerpos. Al hacerlo, comenzaba a dar muestras de autoritarismo en temas sensibles que desafían el patriarcado. En sus declaraciones públicas descalificando mi actuación en Brasilia, el Presidente Funes dijo, entre otras cosas: “Yo no he dado ninguna orden para la revisión de la Ley…El ISDEMU no tiene iniciativa de ley, por lo tanto no le corresponde revisar o proponer una posible reforma a la normativa… Ella no tenía autorización porque necesitaba poderes plenipotenciarios para firmar este tipo de convenios internacionales”.

ME PONEN EN “MI LUGAR”

Las reacciones a la descalificación presidencial fueron las que esperaba. Mientras la Presidenta de la Fundación Sí a la Vida y las diputadas de ARENA agradecían al Presidente por defender la vida y por “ponerla en su lugar” -a mí-, el arzobispo de San Salvador lo felicitaba públicamente “por su firme decisión de no promover ninguna revisión de las leyes referentes al tema del aborto en nuestro país”.

En el otro extremo, 35 ONG (feministas, sindicalistas, LGTB, de derechos humanos, mujeres rurales, etc.) suscribieron una carta pública dirigida al Presidente apoyando mi gestión en el ISDEMU, respaldando lo actuado en Brasilia y reclamando por el autoritarismo empleado al descalificarme públicamente. Estas organizaciones marcharon a la casa presidencial el 30 de agosto de 2010 para entregar la carta y solicitar una audiencia donde recibir respuesta. Cuando fui interpelada en la Asamblea Legislativa también me apoyaron y animaron. También lo hicieron después, cuando me destituyeron y entregué mi cargo.

Entre estas dos posiciones extremas se situaron las mujeres de izquierda con puestos en el gobierno, en la Asamblea
y en el FMLN. De ellas recibí mucho respaldo en privado, casi en secreto, pero nunca logré de ellas una muestra clara, contundente y pública de respaldo. Mi descalificación pública se convirtió en un “coco” al que ninguna quería hacer frente para no perder puntos en su carrera política.

A partir de esta coyuntura, comenzó a decaer el entusiasmo por las transformaciones en el ISDEMU y el liderazgo de la Dirección Ejecutiva empezó a verse con recelos y desconfianza, incluso por mujeres situadas en posiciones de poder dentro del Estado. La negativa del Ministerio de Hacienda a concederle un incremento presupuestario al ISDEMU para 2011 y la falta de apoyo de la fracción del FMLN en la Comisión de Hacienda de la Asamblea Legislativa para lograr ese incremento fueron tan sólo dos señales del cambio: se acababa la primavera.

TRES RESULTADOS FINALES

Me han preguntado por qué no me destituyeron después de la firma del Consenso de Brasilia o por qué no tomé la decisión de renunciar cuando fui descalificada públicamente o por qué no actué con las reglas de lo “políticamente correcto”: no mencionar el patriarcado, no hablar de la despenalización del aborto y centrarme en la equidad -o en la democracia- de género…

No creo tener claras las respuestas a estas interrogantes. De lo que sí estoy segura es que hasta el último momento conservé la firme y sincera convicción de que desde mi función pública en un gobierno de izquierda tenía la oportunidad única de animar y acompañar la construcción de una normativa y una institucionalidad para que las mujeres alcancemos la triple autonomía que merecemos: autonomía económica -generar nuestros propios ingresos y tomar control sobre los recursos económicos-, autonomía política -participar en condiciones de paridad en los procesos de toma de decisión en lo local y en todos los niveles del gobierno- y autonomía personal, que pasa por la autonomía sobre nuestros cuerpos.

Hasta el final no tuve nunca que hipotecar mis principios y mi dignidad. Pero a mediados de octubre de 2010 ya sabía que el tiempo de los cambios posibles se estaba agotando. Por eso mi agenda en el ISDEMU comenzó a enfocarse en garantizar, al menos, tres resultados en lo que quedaba de mi gestión: aprobar la Ley Especial Integral para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, acelerar la aprobación de la nueva Política Nacional de la Mujer y generar condiciones para la aprobación de la Ley de Igualdad de Oportunidades y no Discriminación para las Mujeres.

El 25 de noviembre de 2010, y como resultado de la alianza del ISDEMU con las mujeres parlamentarias y las organizaciones feministas, logramos la aprobación por unanimidad de la Ley Especial Integral para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, con bases para una política de Estado que prevenga, atienda, sancione y erradique todas las formas de violencia contra las mujeres y que asigna al ISDEMU la función de rectorearla.

La aprobación de esta ley coincidió con la finalización del proceso de consultas y de validación de la nueva Política Nacional de la Mujer en el seno de la Junta Directiva del ISDEMU, y con el inicio del proceso de formación de la Ley de Igualdad de Oportunidades y no Discriminación para las Mujeres en la agenda de la comisión legislativa de la Mujer, la Familia y la Niñez, que programó el 8 de marzo de 2011 como fecha probable de aprobación de esta nueva normativa. Nuevos vientos de esperanza soplaban para las mujeres y hacían pensar que el ISDEMU se aprestaba a entrar a un nuevo ciclo de fortalecimiento político.

MI DESTITUCIÓN

En diciembre tuvo lugar la última sesión ordinaria de la Junta Directiva del ISDEMU. En ella me ratificaron por unanimidad en el cargo de Directora Ejecutiva por otro año. Sin embargo, trece días después, la Presidenta de la Junta Directiva convocó a todos los miembros -incluyéndome a mí- a una sesión extraordinaria en casa presidencial. Al inicio, informó que había un único punto de agenda: la propuesta de destitución de la Directora Ejecutiva. Entonces, me solicitó retirarme de la sala para proceder a la discusión de esa propuesta.

Aguardé durante más dos horas, y aunque estaba segura de que me destituirían -los titulares que dependen del Presidente Funes son mayoría en la Junta-, mantuve la esperanza de que el acuerdo no tendría una aprobación unánime. Confiaba en el voto negativo de las dos mujeres que representan a las organizaciones feministas. En especial, confiaba en el voto a mi favor del movimiento Mélida Anaya Montes -al que he pertenecido- y en la abstención de la Procuradora General de la República, quien hacía menos de una semana me había manifestado que siempre podría contar con su apoyo personal en mi gestión en el ISDEMU.

Después de la espera, fui convocada a entrar en la sala de sesiones para escuchar el acuerdo: la Primera Dama me informó que mi destitución había sido aprobada por unanimidad y sin votos en contra. En mi lugar fue nombrada Yanira Argueta, hasta ese día una de las representantes propietaria de los organismos de mujeres en la Junta Directiva. Tenía que hacer entrega oficial de la institución a las 11 de la mañana del día siguiente, en menos de 24 horas.

¿Qué significaba mi destitución cuando apenas unos días antes me habían ratificado? Sólo recibí una escueta respuesta: pérdida de confianza. Ante mi insistencia en conocer los argumentos que fundamentaban eso recibí por respuesta que la Junta Directiva se reservaba el derecho de no hacer públicos los motivos. Cuando me retiraba de casa presidencial me enteré de que mi destitución era la noticia estelar de aquella tarde y que los medios habían sido informados por un comunicado de prensa que se distribuyó mientras aún se deliberaba.

“TU CAUSA ES JUSTA”

Hice entrega oficial del ISDEMU el 23 de diciembre a la hora indicada. Con tres firmas se dio por terminada la primavera. El acto terminó emotivamente porque en la sala donde se realizaba irrumpió sorpresivamente un numeroso grupo de compañeras feministas y de algunos compañeros del movimiento social (Deysi Cheyne y Cleotilde Guevara del IMU, Ima Guirola y América Guirola de CEMUJER, América Romualdo de la Concertación Feminista “Prudencia Ayala”, Isabel Guevara del Movimiento Salvadoreño de Mujeres, Larry Madrigal del colectivo de Hombres contra la Violencia, entre otras y otros). Llevaban carteles en que me apoyaban y exigían respeto a la autonomía del ISDEMU.

Esta improvisada manifestación de respaldo me dio fuerzas para dirigir un último mensaje a mis colegas del ISDEMU que generosa e incondicionalmente me habían acompañado en esta etapa final. Estaba a punto de romper en llanto por la emoción, la tristeza y la indignación cuando me detuvo una voz que escuché al oído: “Porque tu causa es justa no te dejaré desfallecer y te protegeré de tus enemigos”. Era Ima Guirola, una joven feminista. Con su dulce voz me recordaba que no he estado sola ni estoy sola en esta lucha.

¿POR QUÉ PASÓ ESTO?

¿Qué sucedió entre el 9 de diciembre y el 22 de diciembre que provocó la “pérdida de confianza” en base a la cual la Junta Directiva del ISDEMU revocó el acuerdo de mi ratificación y acordó mi destitución?

Como hipótesis preliminar señalo la existencia de una clara relación entre la atropellada decisión presidencial de promover mi destitución y mi inconformidad con la reforma al Reglamento de la Ley del ISDEMU que el Presidente decidió en esas fechas de final del año.

La reforma la plasmó en un decreto ejecutivo. Compromete seriamente la autonomía del ISDEMU disminuyéndole su perfil político a la Dirección Ejecutiva y concentrando el poder en la Presidencia de la Junta Directiva, designada por Ley por el Presidente de la República y que por tradición recae en la Primera Dama. De acuerdo a esta reforma, la Directora Ejecutiva, antes de participar en debates públicos, medios de comunicación, foros, conferencias internacionales y similares, deberá consultar y acatar los lineamientos de la Presidenta del Instituto, la Primera Dama. La reforma establece que cuando la Junta Directiva no haya definido una postura institucional frente a un tema -como la despenalización del aborto-, la Dirección Ejecutiva deberá acatar la postura que defina la Primera Dama.

Esta reforma fue realizada por la Presidencia de la República sin tener en cuenta los reglamentos establecidos. El Presidente la aprobó y la mandó a publicar sin consultar a la Junta Directiva, limitándose a informarle de su decisión.

No creo que mi estilo de decir las cosas o que dije esto o lo otro fuera lo que me costó el puesto. Lo que me lo costó fueron dos asuntos. El primero, promover y lograr la autonomía política del ISDEMU, lograr una institución autónoma. Y el segundo, haber puesto el tema de los derechos sexuales y los derechos reproductivos en la agenda del ISDEMU y en la Política Nacional de la Mujer, y concretamente haber puesto en esa agenda el tema de la despenalización del aborto. Cuando dicen por qué me destituyeron bastan tres palabras: Consenso de Brasilia.

LA INOCENCIA QUE PERDÍ

¿Qué aprendí de mi paso por el ISDEMU? Comparto algunas de mis reflexiones con el ánimo de contribuir a la definición o re-definición de las estrategias de la lucha feminista en El Salvador y en Centroamérica.

En primer lugar, perdí la inocencia. Creo que esta pérdida de inocencia en la política debería considerarse un paso de iniciación en la conciencia feminista. Me refiero a esa inocencia que una tiene de que desde la política se puede cambiar, de que si una trabaja con buena voluntad y buenas intenciones, lo logra, ese creer en los discursos… Cuando empecé yo llevaba todo ese candor y esa inocencia y a lo largo de 18 meses la fui perdiendo. Pero gané en conciencia política. Perder la inocencia no significa algo negativo. Yo maduré. Perdí la inocencia, pero gané la conciencia: ése es mi balance.

Otro aspecto de esa inocencia es éste: durante mucho tiempo las aprendices de feministas hemos creído que en política la derecha es sinónimo de patriarcado mientras que la izquierda lo es de igualdad de género. Nuestra ingenuidad ha provenido de una postura maniqueísta que suele llevarnos a caracterizar como bueno todo lo que cuestiona el status quo capitalista y como malo todo aquello que lo defiende. Si la izquierda cuestiona el sistema capitalista, asumimos que los movimientos de izquierda -incluyendo los partidos políticos- deben estar por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y en contra de todas las formas de discriminación y de violencia de género. La práctica política nos ha demostrado que tal clasificador no aplica cuando se trata de los derechos humanos de las mujeres. Las mujeres no podemos seguir hablando de que nuestros problemas son la pobreza y la marginación como consecuencia del capitalismo. Son consecuencias del capitalismo, pero más aún del patriarcalismo. El realismo político que logramos cuando perdemos la inocencia nos hace entender que la postura crítica ante el capitalismo y sus males no garantiza una práctica política antipatriarcal.

Yo aprendí que este sistema que oprime a las mujeres, que las subordina, que genera violencia, el patriarcado, no es exclusivo de la derecha. Antes lo pensaba: que la derecha era la patriarcal, que era que la que nos imponía el patriarcado, y que con un gobierno de izquierda con principios de izquierda el patriarcado tenía más posibilidades de desmontarse. Comprendí que no. Hay tantos machistas en la izquierda como en la derecha, aunque no he contado cuántos y en qué proporción.

LA SOLEDAD QUE SENTÍ

Una segunda lección es que la soledad de las mujeres en la política no es un mito. En el código patriarcal que regula el ámbito de la política se asume que cada mujer que decide participar en política lo hace “por su cuenta y riesgo” y debe estar preparada para desarrollar el cargo público con su propio kit de supervivencia.

No puede darse por sentado que una mujer siempre apoya a otra mujer. Las mujeres estamos solas en la política y también estamos “durmiendo con el enemigo”: Quien puede ser nuestro aliado o aliada, quien nos apoya públicamente o quien nos da las mayores muestras de apoyo, puede estar cavando nuestra destitución. No sabemos diferenciar con quién dormimos.

Una destacada funcionaria con la cual tuve la oportunidad de compartir breves instantes de solidaridad desde nuestras respectivas soledades me insistía en esa realidad y me animaba a vincularme con otras mujeres para compartir los grandes y los pequeños secretos de la supervivencia política femenina. Compartiendo esos secretos me di cuenta que las mujeres sobrevivientes de la política aprenden a estar solas, a distanciarse de otras mujeres en su misma posición o se vinculan con ellas para compartir anécdotas, desahogarse o encontrar consuelo en situaciones difíciles. Pero no hay acuerdos ni pactos para defenderse mutuamente de los ataques públicos o de las intrigas palaciegas. No hay pactos ni acuerdos para minar las bases del ejercicio patriarcal de la política, ni siquiera para transformar los rituales políticos -los protocolos-, que reproducen las dinámicas de la discriminación y de la violencia hacia las mujeres. Tienen demasiado miedo de ser las próximas víctimas.

LOS PRINCIPIOS QUE DEFENDÍ

Aprendí también que desde la función pública se puede hacer mucho, bastante, siempre y cuando tengamos claridad, las mujeres y los hombres que participamos en política, que el puesto no es un fin en sí mismo, como algunos funcionarios lo ven, dispuestos a cualquier cosa, hasta perder sus principios con tal de aferrarse al cargo. Pero en el momento en que se pierden los principios, cuando se pierde la dignidad y se empieza a negociar principios, a negociar derechos, entonces ya no puedes hacer nada.

Hay algo peor que ser expulsada de la política. Y es perder los principios y la identidad feminista para mantenerse en ella. Con demasiada frecuencia las mujeres en política repiten que a veces es necesario ceder o retroceder un paso para luego avanzar dos. Sin negar la abundante evidencia empírica que seguramente se encuentra en la base de este axioma, me parece que debe relativizarse cuando se trata de negociaciones o cálculos políticos que impliquen retroceder en derechos de las mujeres.

He visto y escuchado los discursos de muchas mujeres con larga trayectoria en la lucha por los derechos humanos de las mujeres o que militan en organizaciones feministas. Cuando logran colocarse en posiciones de poder que les permitirían hacer la diferencia para las mujeres optan por adaptarse o plegarse a la agenda del patriarcado.

Diputadas feministas que han votado a favor de la penalización total del aborto o que toleran el acoso sexual contra empleadas del Congreso. Ministras que llegaron a ocupar una cartera de Estado con una trayectoria impecable de defensa de los derechos de las mujeres y que luego justifican la baja presencia de mujeres en el gabinete debido a la “poca oferta de mujeres capacitadas para ocupar cargos” o que prefieren ver para otro lado cuando “por razones de gobierno se irrespetan los derechos de otras funcionarias”. ¿De qué sirve llegar a un puesto político si el poder que tenemos no lo utilizamos para avanzar en lo que creemos y hemos defendido? ¿De qué sirve llegar al poder para convertirlo en un fin y no en un medio?

SIN CAER EN SUS TRAMPAS

Mi otra lección aprendida es que las mujeres necesitamos saber que sólo avanzamos cuando utilizamos nuestras propias reglas y no las que nos impone el patriarcado. Demasiadas mujeres en la política están convencidas que el secreto del éxito político radica en la posibilidad de conocer cómo se manejan los hilos del poder para poder manejarlos ellas. El riesgo de esta estrategia consiste en que al aprender a manejar esos hilos, las mujeres corremos el riesgo de ser cooptadas por el patriarcado y quedar enredadas en sus telarañas.

El patriarcado tiene tantas y diversas formas de ejercer su dominación, tiene tantos discursos sobre cómo actuar con “sabiduría y prudencia”, tiene tantos laberintos en donde aguardan trampas mortales a sus transgresoras, tiene tantos placebos para hacer creer a las mujeres que dominan el “arte de la guerra” cuando en realidad se han convertido en sus prisioneras, que debemos estar siempre en alerta.

Cuando las mujeres avanzamos es cuando nos negamos a actuar con las reglas que nos imponen y, en vez de esas reglas, ponemos en marcha las nuestras. Con mis propias reglas logré sacar al ISDEMU del anonimato y acercarlo territorialmente a las mujeres. Hoy estoy convencida que mi principal acierto fue haber jugado con mis propias reglas y obligar al patriarcado a reaccionar y a defenderse. Y al haberlo obligado a defenderse, logramos poner sobre la mesa temas que hasta entonces habían sido vetados en los debates públicos. ¿Quién no se ha dado cuenta que el debate sobre los efectos de las leyes restrictivas al aborto ya está en la agenda nacional pese a que es un debate proscrito por el patriarcado?

Las mujeres avanzamos cuando establecemos nuestros propios pactos y hacemos exactamente lo contrario de lo que se espera que hagamos. Cuando actuamos así estamos en capacidad de transformar nuestras derrotas en victorias y nuestras debilidades en fortalezas.

ECONOMISTA. CATEDRÁTICA DE LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA (UCA) DE EL SALVADOR.
COLABORACIÓN ESPECIAL CON ENVÍO

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