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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 38 | Agosto 1984

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Nicaragua

Ruptura o diálogo - La Iglesia Católica en Nicaragua (Dic 83 - Julio 84)

Amplia información y reflexiones sobre los acontecimientos más destacados ocurridos en las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado Revolucionario entre diciembre 83 y julio 84.

Equipo Envío

En el número de diciembre/83 "Envío" publicó una Cronología de los acontecimientos más destacados ocurridos en la Iglesia Católica desde el triunfo revolucionario. El acelerado proceso de cambios y la difícil coyuntura por la que atraviesa Nicaragua han añadido desde entonces varios acontecimientos que varían notablemente el análisis con el que allí concluImos.

El tema de la Iglesia de Nicaragua -de la "Iglesia perseguida", como se dice a menudo - vuelve a ocupar frecuentemente los titulares de la prensa internacional. Lo más preocupante es que ese tema aparezca con tanta insistencia en las declaraciones que para su campaña electoral formula el presidente Reagan y en muchos pronunciamientos de altos funcionarios de su belicista Administración.

Creemos que una cronología de los principales hechos ocurridos en estos últimos 9 meses, acompañada de indispensable elementos interpretativos, es básica para valorar esas acusaciones que, desde tribunas religiosas o políticas se lanzan contra el gobierno revolucionario. Por eso volvemos al tema, dando así una necesaria continuidad al informe publicado en diciembre, aunque reseñando esta vez principalmente lo referido a las relaciones jerarquía -Estado, nivel en donde se han dado los hechos más publicitados.

Y es justo que precisamente antes de iniciar la reseña de estos hechos, donde predomina el conflicto y la tensión, hagamos referencia a la vida de la Iglesia en un sentido más amplio -la vida de cada día, la de los creyentes de la base y sus agentes de pastoral, la de tantas comunidades dispersas por todo el país, la que casi nunca es noticia-. A este nivel, las alternativas no son -como indica el título- "ruptura o diálogo". A este niel y en estos meses no ha predominado la polarización ideológica -como ha sucedido en otras etapas-, sino la vida y la realidad. Es decir, las comunidades crecen y maduran, no al margen de estos conflictos, pero tampoco centradas en ellos. La realidad nicaragüense -la guerra, el desafío de la escasez, los proyectos de la nueva sociedad, el esfuerzo diario de compartir- ha marcado ritmos distintos a los que tuvieron los choques Jerarquía-Estado.

Aunque todo esto es imposible de evaluar en fechas o en cifras, algunas actividades como la celebración del aniversario del martirio de Mons. Romero (Managua, 24 marzo), el III encuentro nacional de Cristianos del Campo y la Ciudad (Managua, 20 mayo) y la celebración cristiana del V aniversario de la revolución (Estelí, 14 julio) mostraron en esta etapa una nueva vitalidad y fueron índice de que se van superando innecesarias polarizaciones al interior de la Iglesia. Van dando al mismo tiempo testimonio de que en sus bases del pueblo de los pobres, la Iglesia va encontrando estilos de oración y de celebración y espacios de reflexión que van dando al compromiso cristiano con el proceso una honda espiritualidad y lo van haciendo capaz también de ser fuente de profecía crítica que desencadena historia mejor y más humana.

Una piedra de tropiezo: el caso Schlaefer

Al inicio del mes de diciembre el clima en Nicaragua era de notable distensión en todos los campos de la vida nacional, también en el eclesiástico.

El restablecimiento del diálogo entre la Conferencia Episcopal y el gobierno (9/noviembre/83) abrió nuevas perspectivas. También en diciembre, la amnistía para los mískitos y campesinos alzados en armas en los grupos contrarrevolucionarios, el anuncio del calendario electoral, la liberalización en los medios de comunicación, contribuyeron a esta sensación general, aun cuando en gran parte del país la guerra de agresión continuara.

En este mes el hecho más importante en lo referente a la Iglesia católica fue el caso del obispo de la Costa Atlántica, Mons. Schlaefer. El desconcierto que este caso -ciertamente espectacular y confuso- produjo entre las autoridades revolucionarias se explica, en parte, por las armoniosas relaciones que se habían ido consiguiendo con el obispo Schalefer en los últimos tiempos. Especialmente, después del decreto de amnistía total para los 307 mískitos que estaban detenidos por participar en actividades contrarrevolucionarias y la oferta de una amnistía similar para los que desde Honduras o Costa Rica quisieran regresar al país. En el solemne acto de proclamación de la amnistía (1 de diciembre) en la Plaza de los No Alineados de Managua, estuvieron presentes Mons. Schalefer y Mons. Goebbels, Secretario de la Nunciatura Apostólica, junto al obispo de la iglesia Morava, John Wilson.

Ese día Mons. Schalefer declaró: "Es muy importante para el futuro que la gente sepa que hay perdón. Creo que es un acto muy importante para construir la paz y, sobre todo, para solucionar los problemas internos que hay en Nicaragua". Y Goebbels: "s un acto que nosotros, la Iglesia, apoyamos porque va en el sentido de la reconciliación. Y para nosotros ése ha sido el lema de este año". (Se refería al Año Santo de la Reconciliación, celebrado en 1983 en toda la Iglesia). Después se produjeron los conocidos acontecimientos de Francia Sirpi, el "éxodo" de los mískitos acompañados por el obispo. Es de destacar que entre las varias reacciones de la Conferencia Episcopal, aparecía en el 2o. comunicado emitido el 22 de diciembre esta interpretación de los hechos: "la espiral de violencia vuelve a imponerse en nuestra patria ante la carencia de vías y mecanismos de los derechos humanos, personales y colectivos".

Finalmente, aclarados en parte los principales detalles de tan confuso suceso y cuando Mons. Schlaefer ya había llegado a Estados Unidos, Mons. Obando resumió el sentido del caso así: "Quiso hacer el papel de Moisés, que acompañó a su pueblo a través del desierto".

El 20 de enero se dieron por "cerradas" las especulaciones de todo tipo que suscitó el asunto con un comunicado de la Junta de Gobierno, publicado al regreso del obispo al país y después de que las autoridades nicaragüenses pudieran hablar por primera vez con él y recabar sus puntos de vista. El comunicado -al que apenas se dio publicidad en el exterior- explicaba, definitivamente, con el consenso del obispo, algunos puntos básicos: 1) El obispo y los sacerdotes no sabían previamente del secuestro preparado por la contrarrevolución; 2) Los contrarrevolucionarios no les forzaron a acompañarlos, pero sí les informaron que los puentes para que regresaran a Puerto Cabezas estaban dinamitados; 3) "En ningún momento (el obispo y los sacerdotes) se pusieron a la cabeza de la gente, sólo les acompañaron en su viaje fatigante" (en contraposición a la versión del "nuevo Moisés"); 4) No hubo en el camino ni encuentros armados ni bombardeos; 5) Mons. Schlaefer nunca ha afirmado que los mískitos vivan en "campos de concentración estilo nazi" y 6) El gobierno de Nicaragua le asegura, a su regreso, "plenas garantías para la realización de su labor pastoral".

El caso Schlaefer puso a prueba la mejoría lograda en las relaciones Iglesia-Estado. Errores involuntarios en la información que el gobierno iba proporcionando al público y a los obispos, a medida que la iba conociendo -sin discernir bien su fuente-, incluida la noticia del supuesto asesinato del obispo, hicieron que un sector de la jerarquía interpretara estos fallos negativamente, como engaño o manipulación. Hay que destacar la mesura conque los medios de comunicación oficiales trataron el caso y hasta las mismas ambiguas declaraciones de Mons. Schalaefer al llegar a Honduras. Finalmente, aunque no hubo polémica nacional, como otras veces, sí se observó un cierto deterioro en las relaciones de la jerarquía con el gobierno.

De diciembre a abril: amplia tribuna para los obispos

En uno de los niveles en donde mejor pudo apreciarse el deseo de distensionar las relaciones con la jerarquía fue en los medios de comunicación.

Desde hacía mucho tiempo no se leían y escuchaban tantas entrevistas y declaraciones de obispos en los periódicos y en los radios -revolucionarios o no-. La libertad que para expresarse sobre la situación nacional se dio a la jerarquía fue notable. Mons. Vega, como presidente de la Conferencia Episcopal y Mons. Obando fueron los que más voz tuvieron.

En esta etapa, muchas de las declaraciones episcopales estuvieron en relación con las elecciones. (Habían sido anunciadas el 4 de diciembre para 1985; posteriormente, el 21 de febrero de 1984 se precisó que se adelantaban al 4 de noviembre).

Destacamos algunas de las declaraciones más significativas y repetidas por Mons. Vega en estos meses en medio nacionales, por su condición de presidente de la Conferencia -lo era desde septiembre- y por el indiscutible papel protagónico que su palabra tuvo esta etapa. En las declaraciones de Mons. Vega se pueden apreciar dos puntos comunes a otros planteamientos públicos de otros obispos:

- La situación de Nicaragua es dramática y la guerra hay que analizarla en las coordenadas del conflicto Este-Oeste. La jerarquía pretende ubicarse en una postura neutral. Por eso, nunca ha denunciado la intervención norteamericana en el conflicto, ni aun cuando en marzo-abril el minado de los puertos nicaragüenses por ora de la CIA fuera objeto de una condena mundial.

- El proceso electoral provoca, sobre todo, indiferencia o escepticismo, insistiéndose únicamente en las "condiciones necesarias".

En estas frases se expresan tanto esas líneas básicas del pensamiento de Mons. Vega como también el nivel de libertad que los obispos han tenido para declarar sus puntos de vista públicamente, aun cuando éstos son contrarios al proceso revolucionario:

-"Hay intervenciones de una parte y de otra. Es decir, estamos dentro de la línea de los dos grandes bloques que ahorita se disputan el dominio del mundo" (Barricada, 27 dic.).

- "Nicaragua es pararrayos de las luchas de las grandes potencias que buscan la hegemonía". (A la AFP, La Prensa, 1 marzo).

- "La Iglesia no es de la derecha, tampoco es de la izquierda. La Iglesia es de valores". (La Prensa, 7 marzo).

- "¿Por qué vamos a pasar de un imperialismo economicista a otro imperialista peor, que además es ideológico, y que además es totalizante y que reúne todos los vicios del absolutismo, del liberalismo, en un totalitarismo que es deprimente a todos luces?" (idem).

- "Hablar sobre el minado "es como tocar un divieso y no querer tocar sus raíces. Es un asunto bastante delicado y no me gustaría parcializarlo en ningún momento y me gustaría abordarlo en toda su complejidad" (Conferencia de prensa, 11 abril). Ya no volvió a abordarlo más adelante.

- "Estamos bajo la intriga de dos imperialismos. tenemos una pistola colocada a un lado y otra pistola al otro lado". (El Nuevo Diario, fines de abril).

- "No se trata de hacer denuncias de todas las cosas que están agrediendo al país (se refiere al minado), sino hacer centrar la fuente de la correctividad de todos los problemas extremistas o parcialistas".

- "La Iglesia nicaragüense sufre una activa persecución ideologica de parte del régimen sandinista. Hay muchos grados y estilos de persecución de la Iglesia en Nicaragua, pero los hemos enfrentado todos." (A un diario hondureño, La Prensa, 29 diciembre).

- "No se trata hoy de una simple elección de personas ni de nuevos programas de gobierno. La elección afecta hoy a contenidos fundamentales que la Iglesia no puede pasar por alto". (La Prensa, 20 febrero).

- "Dudo que existan condiciones para un normal desarrollo del proceso electoral..." (El problema de las elecciones) "es secundario" (La Prensa, 1 marzo)

- "El problema eleccionario en Nicaragua ha sido "motivo impulsor" de esta revolución. (La Prensa, 12 abril).

- "Lo importante no es que se adelanten los comicios sino las condiciones en que se realicen". (A la AFP. La Prensa, 1 marzo).

- "En Nicaragua se habla de soberanía del pueblo pero implícitamente sólo se está pensando en la soberanía de los gobernantes y en la soberanía del partido, pero nunca en la soberanía de los derechos humanos que están por encima de cualquier partidismo". (La Prensa, 7 marzo).


Desde el primer día de marzo, Mons. Vega había anunciado que los obispos publicarían una Carta Pastoral sobre las elecciones. La expectativa fue creciente, hubo declaraciones y contradeclaraciones previas, hubo tensión, hasta que el día 29 de ese mes, y después de una reunión de una semana, la Conferencia Episcopal publicó un sencillo comunicado en el que sobre las elecciones reafirmaban algunos principios generales de la Doctrina de la Iglesia sobre esta materia. Decían los obispos:

- El voto es un deber responsable. Para que tenga sentido y pueda elegir en conciencia exige: capacidad de discernimiento y libertad.

- Un cristiano no puede votar en conciencia contra los principios de libertad que le exige su fe.

- Nadie puede estar obligado a votar en contra de su pueblo para beneficiar a un grupo particular. Los partidos existen para el pueblo y no para si mismos ni para dominar al resto de la ciudadanía.

- A nadie puede obligarse a votar en contra de su propia conciencia.

- Si el voto simplemente acata o exige acatamiento, sencillamente no elige.


Lo más destacable en unos principios tan genéricos era que se trataba literalmente de los mismos que la Conferencia había enunciado en 1974, cuando Somoza preparaba las últimas elecciones en las que fue reelecto y que los partidos de oposición boicotearon. Al preguntarle un periodista a Mons. Obando el por qué de esta coincidencia, declaró que se repetía los principios porque era como con "los mandamientos". Es decir, eran siempre los mismos, independientemente del contexto.

Hasta hoy se mantiene la expectativa de que los obispos publiquen un documento extenso, explicitando más su postura ante las elecciones.

Aparte de declaraciones como éstas -que por sus discutibles análisis de la realidad nicaragüense no parecían contribuir al iniciado y deseado clima de distensión-, los primeros cuatro meses del año fueron de bastante tranquilidad en el terreno eclesiástico.

Un importante conato de conflicto se produjo a fines de enero con el caso del colegio de los Hnos. de La Salle de Managua. Por tensiones internas en la Congregación ante las diferentes posiciones de los religiosos frente al proceso revolucionario, se decidió un inesperado cambio de los profesores laicos más progresistas del centro, sin tener para ello en cuenta las disposiciones laborales del Ministerio de Educación. Los sectores más conservadores de la Congregación, apoyados por sectores también conservadores de los religiosos que se dedican a la enseñanza en Managua y por la misma Conferencia Episcopal, trataron no sólo de airear internacionalmente el problema sino de interpretarlo no como un caso aislado sino como una pieza de una política más amplia de hostilidad contra la enseñanza religiosa en el país. La flexibilidad con la que el Ministerio resolvió el caso contribuyó a frenar a tiempo la crisis. La crisis demostró claramente hasta que punto algunos obispos creen en la existencia de una política revolucionaria contraria a la educación católica en instituciones privadas.

A mediados de marzo el gobierno de Nicaragua lanzó un urgente llamado a toda la comunidad internacional, denunciando la fase de especial gravedad que tenía la agresión norteamericana contra el país. Se produjo en esas semanas la mayor infiltración que hasta hoy se ha dado de tropas contrarrevolucionarias en el país. Y se inició un nuevo y más amplio plan bélico de desestabilización -que incluía el minado de los puertos-, plan en el que todavía nos encontramos. En ese contexto crítico estalló el conflicto, con dimensiones inusitadas.

La Pastoral esperada provoca la ruptura

La Semana Santa transcurrió sin incidentes. La Radio Católica transmitió libremente las celebraciones litúrgicas de la Arquidiócesis el Jueves y Viernes Santo. La procesión de ese día con la "Sangre de Cristo" (Imagen de Jesús crucificado muy venerada en Managua), atrajo, como sucede todos los años, desde mucho tiempo atrás, a miles de personas. Sin embargo, los medios norteamericanos y el propio presidente Reagan hablaron gratuitamente de esta tradicional procesión como si se hubiera tratado de una masiva manifestación contra el gobierno revolucionario.

Durante la procesión, Mons. Obando se refirió, en tono de desafío, a la reconstrucción de la Catedral de Managua con la fe y el esfuerzo de los católicos.

Cuando el terremoto (23/diciembre/72) la Catedral quedó en pie aunque notablemente destruida. Y así permanece hasta hoy. El gobierno revolucionario ofreció a Mons. Obando un terreno para que construyera en él una nueva Catedral. Esta iniciativa nunca fue considerada por el Arzobispo. Ahora y con carácter polémico, Mons. Obando y la Curia Arquidiocesana están insistiendo en la posibilidad de la reconstrucción del templo en ruinas, silenciando siempre el peligro que esto entrañaría, dadas las importantes fallas sísmicas que hay debajo del mismo.

La Semana Santa terminó "explosivamente". El Domingo de Resurrección, la Conferencia Episcopal publicó la anunciada pastoral, pero en ella no había una sola línea sobre las elecciones. El tema del documento, firmado por los 9 obispos, era la reconciliación.

Este es el párrafo polémico del documento: "El camino para que la paz social sea posible tiene que pasar necesariamente por el diálogo. Un diálogo sincero que busque la verdad y el bien... En este diálogo deben participar todos los nicaragüenses que están dentro o fuera del país, sin discriminación alguna de ideología, clase o posición partidaria. Es más, pensamos que también los nicaragüenses que se han levantado en armas contra el gobierno deben participar en este diálogo. Si esto no fuese así, no habría posibilidad de un arreglo, y nuestro pueblo, particularmente el más pobre, seguirá sufriendo y muriendo".

La reacción oficial y popular ante esta propuesta fue tan intensamente crítica que no es exageración afirmar que en la semana siguiente a la publicación de la Pastoral se produjo en Nicaragua una ruptura imprevista y básica -al menos a nivel formal- entre el gobierno revolucionario y la jerarquía. El nivel de la confrontación verbal con los obispos fue el más alto de los cinco años de proceso revolucionario.

La critica coyuntura de la guerra de agresión -con muerte y dolor diario en varios puntos del país- las importantes omisiones del análisis de la realidad que había en el documento episcopal (nada sobre la amnistía concedida por el gobierno, nada sobre las iniciativas de paz de Nicaragua y de Contadora, nada sobre la agresión norteamericana) y la coincidencia entre los planteamientos de los obispos y los de los más agresivos partidos de derecha y la propia Administración norteamericana, explican una reacción de tipo político-religioso tan amplia y tan intensamente crítica.

El tema del diálogo con los dirigentes contrarrevolucionarios como condición para solucionar los problemas de Nicaragua ha estado presente en las pláticas de los altos funcionarios norteamericanos que han visitado Nicaragua para negociar, ha provocado polémicas en el foro latinoamericano de Contadora, ha sido reivindicación de la Coordinadora de partidos abstencionistas de oposición desde diciembre/83 y, últimamente, ha sido el punto eje de los reclamos del Dr. Arturo Cruz para decidir su no participación en las elecciones.

No ha existido en Nicaragua en estos cinco años -y a excepción del acontecimiento del viaje del Papa- ningún momento en el que la polémica en torno a un tema religioso -con su connotación política, naturalmente- hay captado tan extensa e intensamente a la opinión nacional. Los medios de comunicación contribuyeron deliberadamente a ello con el fin de "desenmascarar" a los obispos. Y en este propósito se cometieron errores, pasando del terreno de la información al de la ofensa personal, en criterios y sobre todo en caricaturas. Catalizados los sentimientos a través de los medios, los obispos recibieron respuestas criticas de todos los sectores sociales. El tema central del discurso del Cdte. Jaime Wheelock el Día de los trabajadores, 1o de mayo, cerró el debate público. Y desde entones, a los contrarrevolucionarios se les llama ya con frecuencia los alzados de la Pastoral.

Los sectores progresistas de la Iglesia insistieron, con una publicación ampliamente difundida y en los cientos de reuniones que se celebraron en esa semana en la necesidad de profundizar, desde una perspectiva teológica menos parcial que la que presentaban los obispos, en temas tan importantes como el perdón, la reconciliación y el amor a los enemigos. Igualmente resaltaron la necesidad de abrir un diálogo, pero al interior de la Iglesia misma que después de esta crisis quedó naturalmente más polarizada que nunca.

La Carta Pastoral fue publicada sin censura pero con una nota previa del Ministerio del Interior: "...a pesar de contener violaciones a las leyes de nuestro país y posiciones de abierta confrontación con la revolución".

En los periódicos oficiales aparecieron durante varios días fotos del pasado en la que podía verse a los obispos Obando, Barni, Vega y Schlaefer con Somoza o en actos somocistas, con comentarios muy críticos a sus actitudes en aquella época. Particularmente, las críticas se centraron -como se han centrado en otras ocasiones y continúan centrándose- en la conflictiva figura de Mons. Obando, ("Barricada", diario del FSLN, reprodujo íntegro un discurso laudatorio que el Arzobispo dirigió a la Guardia Nacional el 8 de mayo de 1970, y con una foto en la que abrazaba a el dictador).

Entre los muchos documentos críticos a los obispos que se publicaron esos días entro de la Iglesia hay que señalar dos textos de reflexión cristiana de los religiosos jesuitas y dominicos, críticos también de los excesos de los medios y de ciertos aspectos del proceso revolucionario. A nivel testimonial, destacamos las palabras de Mario Barreda, uno de los hijos de los esposos mártires de Estelí, asesinados por los contrarrevolucionarios de la FDN y las de la madre de la niñita Suyapa cuyo asesinato por un mortero contrarrevolucionario disparado desde Honduras en abril/83 es un símbolo del dolor de los pueblos fronterizos de Teotecacinte y Jalapa:

"Los genocidas no dialogaron con nuestros padres. Sencillamente los torturaron hasta la muerte. La contrarrevolución no dialoga con los campesinos cooperativistas, sino que los asesina. Los obispos católicos no dialogan con las masas católicas, sino que las evaden. Entonces, ¿de dónde saca la jerarquía eclesiástica su pretensión de diálogo con criminales?"

"¿Cómo podemos hablar con esa gente..? Tal vez los obispos no han sufrido lo que uno ha sufrido. Hasta les debe dar miedo visitar aquí, que estamos tan cerca de la frontera".

En estas palabras podría resumirse el sentimiento de desconcierto, de frustración y de dolor con los que parte del pueblo cristiano de Nicaragua reaccionó ante este documento, por el que, evidentemente, la jerarquía eclesiásticas perdió entre ellos autoridad moral. Para otros, los excesos de la crítica oficial actuaron como un boomerang y el resultado fue una gran confusión.

Para los obispos, que permanecieron prácticamente en total silencio mientras arreciaban los pronunciamientos de condena y las críticas, la polémica significó una ruptura esclarecedora. Así lo afirmó Mons. Vega: "Esto es una buena oportunidad para que ya hablemos con sinceridad... Ahora, después de lo que ellos nos han dicho, en "piropos" por supuesto, yo creo que ya podemos saber qué es lo que piensan realmente: muchas comandantes son clarísimos en su mentalidad, que es reflejo de una mentalidad totalitaria del poder".

Mayo y junio: el caso del periodista Luis Mora y el del sacerdote Armado Peña

Dos días después de publicada la Pastoral, Mons. Obando, "llamado de urgencia" desde el Vaticano, abandonó el país, prestándose su viaje a todo tipo de especulaciones públicas y privadas.

Desde Roma reiteró el llamado a la reconciliación y habló durante 90 minutos con el Papa. No se explicitó entonces ningún apoyo o rechazo del Papa o del Vaticano a la propuesta de reconciliación contenida en la Carta Pastoral. El motivo exacto del viaje -no siendo Mons. Obando el Presidente de la Conferencia Episcopal- no fue nunca aclarado.

Durante la ausencia de Mons. Obando, el periódico "La Prensa" anunció que el Arzobispo había sido nombrado miembro de la Sagrada Congregación del Clero, sugiriendo que éste era el motivo concreto del viaje. Lo cierto es que el nombramiento había sido hecho público incluso antes de la publicación de la Carta Pastoral. En su persistente línea de promocionar la figura del Arzobispo haciendo de él elemento clave de la oposición política, "La Prensa" llegó a distorsionar y a "hinchar" así el sentido del nombramiento: "Con este nuevo cargo de Ministro de Gobierno de la Iglesia católica para el mundo entero, el obispo nicaragüense se coloca como colaborador directo del Papa en los asuntos administrativos de la Iglesia en todos los países".

En julio sí se conoció, por una filtración periodística ocurrida en los Estados Unidos, alguna de las gestiones llevadas a cabo por el Arzobispo en Norteamérica, en su viaje de regreso de Roma: la solicitud de fondos económicos para la formación de líderes laico de Managua a la empresa Grace de Nueva York, Grace ha financiado muchos proyectos católicos de orientación tradicional en distintos países de América Latina.

"El Arzobispo Obando necesita ayuda -dice el memorándum filtrado, elaborado por un funcionario de la Grace después de hablar con el Arzobispo- y si creemos que tiene razón, deberíamos ayudarlo materialmente pues parece capaz de conducir con éxito su oposición (al gobierno). Si la Iglesia es neutralizada, no existe en Nicaragua ninguna otra fuerza de oposición sólida que la reemplace y que pueda tener suficiente apoyo interno. Incluso si los rebeldes armados triunfan derrocando al gobierno actual, siempre habrá necesidad de ciudadanos con buena formación que apoyen y defiendan cualquier futuro gobierno que intente ser democrático .

A fines de abril, mientras Mons. Obando estaba en el extranjero, fue detenido el periodista del diario "La Prensa" Luis Mora Sánchez, acusado de realizar diversas actividades delictivas en conexión con el grupo contrarrevolucionario ARDE. En sus declaraciones públicas -televisadas- Mora mencionó -entre otras muchas actividades- las que se habían planeado entre colaboradores de este grupo y Mons. Obando, con el fin de lograr que la misa que el 1o. de mayo suele celebrar el Arzobispo con sindicalistas de centrales sindicales opositores terminara este año en abierta confrontación con la policía.

La curia Arquidiocesana negó las acusaciones, refiriéndose a los "métodos que siempre se han utilizado para lograr este tipo declaraciones". A su regreso al país, el 20 de mayo, Mons. Obando dijo que "el único propósito (de las declaraciones de Mora) es querer dividir a la Iglesia". (Luis Mora fue condenado en agosto a 9 años de cárcel).

La tradicional misa del 1 de mayo la celebró en Managua Mons. Vega, con una concurrencia de apenas mil personas, a pesar de la expectativa creada en torno al acto, al calor de la polémica nacional sobre la Pastoral.

En los primeros días de junio, Mons. Obando, aun cuando nunca en estos años se ha manifestado condenando ninguno de los ataques contrarrevolucionarios, que han producido cientos de muertes inocentes, deploró en el transcurso de su misa dominical, el atentado contra Edén Pastora.

El 16 de junio la Conferencia Episcopal celebró en el venerado y popular templo El Sauce (Chinandega) la clausura del Año Santo de la Reconciliación. Se había anunciado una expectativa de asistencia de 30 mil personas, pero sólo se reunieron unas 6 mil. La celebración fue polémica, no sólo por las consignas que los partidarios de los Obispos gritaban dentro del tiempo ("¡Obando! ¡Obando!" era la más repetida) sino porque campesinos delegados de la palabra de la zona -en la que hay muchos grupos progresistas- acudieron al lugar, aunque no les dejaron entrar a la iglesia. En un comunicado posterior, la Conferencia Episcopal se referirá a estos hechos así: "Turbas aleccionadas han profanado con sus consignas y gritos de protesta las celebraciones litúrgicas". La homilía de Mons. Vega fue muy crítica para el proceso revolucionario. "Nuestro pueblo -dijo- pasa de la marginación a la absorción masificante", añadiendo: "a patria, el derecho a la tierra y el derecho a la participación libre ha sido para nuestro pueblo sólo una añoranza, una nostalgia y un pasado sin esperanzas de volver..."

Unos días después se inicia una gran crisis, de la que, prácticamente, no hemos salido aún. El P. Amado Peña, párroco en el barrio de Bello Horizonte de Managua, del grupo de sacerdotes asesores de Mons. Obando, fue acusado por la Seguridad del estado de actividades contrarrevolucionarias que incluían el tráfico de armas y explosivos. Tratando de extreman la prudencia en los procedimientos, el Cdte. Tomás Borge, Ministro del Interior, se reunió con el Secretario de la Nunciatura, Mons. Goebbels y con Mons. Vega para comunicarles lo sucedido, mostrarles las pruebas y pedirles que el P. Peña se quedara en la nunciatura, sin regresar a su parroquia y la jerarquía se pronunciara desatar el asunto como un caso aislado. Mons. Goebbels, más crítico de la actitud del P. Peña, y Mons. Vega, menos, remitieron el caso a Mons. Obando, quien se negó a aceptar que el P. Peña pudiera ser culpable y a escuchar a las autoridades.

Toda Nicaragua pudo ver por TV la filmación que probaba -irrefutablemente según el gobierno- la complicidad del P. Peña en conspiraciones contrarrevolucionarias promovidas por la FDN .

La Conferencia Episcopal emitió un comunicado en el que, sin dedicar una sola línea a analizar el caso de Peña, hacía un recuento de los más recientes "ultrajes y atropellos a personas e instituciones de la Iglesia". El P. Peña hizo a su vez un largo pronunciamiento -"Pienso que soy víctima de un montaje publicitario", decía-, que en los detalles más concretos que mencionaba fue desmentida por una segunda filmación que también se hizo pública. Mons. Obando negó todo, absolvió a Peña y declaró: "La Iglesia es víctima de una tremenda trama. Conocemos esos métodos. Los sandinistas son unos artistas. .. Es un montaje bien preparado, utilizando trucos tecnológicos", y no quiso hacer un examen de laboratorios con las filmaciones, oportunistas que las autoridades le brindaron.

Se produjeron también movilizaciones de trabajadores frente a la parroquia del P. Peña, en los que se pedía a la jararquía que sacan al sacerdote del país. ("¡Basta de demonios con sotana! ¡Leña para Peña!", decía una pancarta).

El ambiente fue muy tenso y el caso del P. Peña resultó tema central del discurso del Comandante Tomás Borge en ocasión del aniversario de natalicio de Carlos Fonseca el 23 de junio.

El caso parecía cerrado cuando quedó establecido que el sacerdote permanecería recluido en el seminario menor sin salir a su parroquia, hasta que fuera juzgado. Pero caso el de Peña produjo una crisis mayor.

La última gran crisis está aún abierta

El día 5 de julio los cables de agencias internacionales y la emisora "La Voz de Estados Unidos" -ésta durante tres días consecutivos- informaron que el día 9 se celebraría en Managua -la primera manifestación antisandinita en 5 años" y que ésta sería una marcha que en solidaridad con el P. Peña encabezaría Mons. Oando seguido de 30 sacerdotes.

Al conocer estas noticias, el Ministerio del Interior pidió al Secretario de la Nunciatura que hiciera desistir a Mons. Obando de sus planes, pero éste se declaró privadamente "incapaz de influir en él". El Ministerio hizo público entonces, el mismo día 9, un comunicado en el que informaba sobre los planes del Arzobispo y responsabiliza plenamente a Mons. Obando de las consecuencias que se deriven de la política que está impulsando.".

A pesar de las advertencias, la marcha tuvo lugar. Fue irrelevante. Seguían a Mons. Obando entre 15 y 20 sacerdotes y unas 200-300 personas, de las que gran cantidad eran periodistas extranjeros. "Si hubiéramos invitado -dijo, sin embargo, Mons. Obando durante la Misa que celebraron con el P. Peña- habrían venido más de 200 mil personas".

Tan sólo unas horas después se veían "las consecuencias". En respuesta a la actitud desafiante e ilegal del Arzobispo (por el estado de Emergencia, que hasta el pasado 19 de julio prohibían manifestaciones sin autorización), el gobierno canceló la residencia en el país a 10 sacerdotes extranjeros que trabajaban -algunos desde hacía muchos años- en la Arquidiócesis de Managua. La medida, desproporcionada a juicio de algunos sectores de la Iglesia, fue tomada con cierta precipitación y planteaba no sólo a la Iglesia de Nicaragua sino a la de toda A.L. una peligrosa diferenciación entre sacerdotes nacionales y extranjeros. Hay que señalar que a partir de la expulsión, "la Voz de Estados Unidos" ya no habló de manifestación antisandinista sino de procesión religiosa.

La reacción en el mundo entero -desde las varias referencias hechas por el mismo Juan Pablo II hasta los telegramas de Conferencia Episcopales de casi toda América Latina- fue muy negativa para el gobierno. Este explicó claramente que no se ignoraba el costo internacional de la medida adoptada pero que no se trataba con ella de mostrar la política global de la revolución hacia la Iglesia, que no busca confrontación y si diálogo sino de implementar una medida aislada destinada a advertir a Mons. Obando que no podría impunemente transgredir las leyes ni desafiar a las autoridades ni desconocer su legitimidad ni provocar conflictos.

Al interior de Nicaragua hay que destacar que, aunque la Curia Arquidiocesana de Managua denunció la medida y exigió al gobierno el regreso de los sacerdotes -esa petición hizo también el Papa-, no se produjo ninguna declaración del resto de los obispos de la Conferencia en solidaridad con el Arzobispo de Managua. Tampoco se produjo, como en otras ocasiones, ninguna polémica en los medios de comunicación. La noticia fue reseñada muy sobriamente.

En el contexto de la polémica se supo que la Santa Sede había nombrado obispo de Zelaya Sur al norteamericano P. Pablo Schmitz, Superior Provincial de los Capuchinos en Centroamérica, de tendencia dialogante y abierta, interpretándose este nombramiento como buena señal del Vaticano. Igualmente se nombró obispo al ya prelado de Jinotega, Mons. Pedro Vílchez.

El 13 de julio, el Comandante Daniel Ortega anunciaba en el programa semanal De Cara al Pueblo dos noticias importantes: el P. Peña iba a ser llevado a juicio en los Tribunales Populares Antisomocistas, encargados del juicio de los delitos contrarrevolucionarios. (Existían declaraciones oficiales de que podría ser indultado por su condición de sacerdote). Igualmente, y presentándolo como un gesto en el que se mostraba el aprecio del gobierno revolucionario por los sacerdotes, se nombraba a Fernando Cardenal Ministro de Educación.

Unos días después, el polémico caso de los sacerdotes en cargos de gobierno volvía nuevamente a ser objeto de debate internacional, al informarse que la Orden Jesuita estaría poniendo al P. Cardenal un ultimátum para que eligiera entre su Ministerio y su pertenencia a los jesuitas. En diferentes declaraciones, el P. Cardenal -que, de hecho, ya está actuando como Ministro- manifestó que en fidelidad a su conciencia seguiría sirviendo a su pueblo en las tareas que la revolución le señalara sin ver en su caso límite una insalvable incompatibilidad con su condición sacerdotal. "Si me equivoco -dijo en una ocasión esos días-, pido que se me respete el derecho a equivocarme en favor de los pobres. Durante siglos los cristianos hemos estado equivocando en favor de los ricos".

El 19 de julio, en la celebración del V aniversario de la Revolución y como elemento central del discurso del Comandante Daniel Ortega, este llevó a cabo una masiva consulta popular sobre el caso del P. Fernando Cardenal con las 300 mil personas presentes, resultando en aclamación masiva:

"Esta es la revolución de los justos, porque la ha hecho y la defiende el pueblo, esta es una revolución que respeta los sentimientos y prácticas religiosas del pueblo, que afirma que la Iglesia la conforma el pueblo de Dios. Y se dice que la voz del pueblo es la voz de Dios...

Esta revolución quiere proponer al pueblo el nombramiento de un Ministro de Dios, que no ha querido estar encerrado en el templo dándose golpes en el pecho. Este pueblo de Sandino, este pueblo de Cristo, ¿está de acuerdo con el nombramiento del Padre Fernando Cardenal para que dirija la educación de nuestra juventud? ¡Para que no queden dudas, los que están de acuerdo que levanten las manos y las banderas!

Ojalá haya por fin oídos que no sean sordos a la voz del pueblo de Dios en Nicaragua y a su incesante clamor de !Queremos la paz!"

Observadores internacionales que estuvieron en este acto expresaron su convicción de que estaban siendo testigos de un proceso inédito, difícilmente evaluable con categorías culturales de otras latitudes.

El mes de julio terminó en tensión. Sin duda, ha sido uno de los meses más densos de la vida de la revolución en lo que se refiere al hecho religioso.

Por el alto costo internacional que ha tenido para el gobierno revolucionario, en una coyuntura tan delicada, la discutible medida de la expulsión de los 10 sacerdotes, el caso está aún abierto. Faltan capítulos que añadir a este hecho. Ya es claro que en julio varió la coyuntura eclesiástica de manera importante. Pero también es claro que lo mismo que a partir de estos últimos sucesos pudiera profundizarse más aún una ruptura que se viene gestando desde hace mucho por la dinámica de confrontación que, en gran medida, llevan adelante algunos sectores de la Arquidiócesis de Managua, podrían también establecerse tras este golpe, nuevas y urgentes iniciativas para un diálogo, respetuoso y continuado. Quien más se beneficiaría de eso es el pueblo de Nicaragua, que quiere la paz y la defiende a diario con su vida.

Desde "envío" hemos anotado varias veces que el fenómeno de la participación de los cristianos en un proceso revolucionario como el de Nicaragua es un acontecimiento histórico de gran trascendencia. Pero es nuevo. No tiene otras experiencias históricas a las que mirar. Entre el cristianismo y las revoluciones de signo izquierdista lo más que ha habido hasta ahora es una penosa coexistencia. Un sector de la jerarquía de la Iglesia de Nicaragua corre el peligro de contribuir al aborto de un experimento histórico prometedor apostando por dos supuestas realidades: la inevitable identificación entre la revolución nicaragüense y el totalitarismo y la reversibilidad del proceso revolucionario. Ambas apuestas parecen ser equivocadas, a no ser que la intransigencia del actual gobierno norteamericano las posibilite. Es entonces sobre el sentido de "patria amenazada" sobre el que toda la Iglesia católica de Nicaragua debería reflexionar.

Por otro lado, nadie puede ser tan ingenuo como para no comprender el desgaste que en la militancia sandinista deben estar produciendo los continuos choques entre jerarquía eclesiástica y revolución. La misma falta de experiencia histórica hace más impactante esta continua confrontación y ayuda a fomentar posiciones suspicaces y aun rígidamente adversas al hecho religioso. Debe haber hoy en el FSLN al menos perplejidad, si no marcadas tensiones internas acerca de la política que debe seguirse frente a las autoridades religiosas.

Estos dos dinamismos -la deslegitimación de la revolución por sectores jerárquicos y la incomprensión del hecho religioso por algunos revolucionarios- son peligros y pueden llegar a confluir con fuerza fatalista. No debe olvidarse que, desde el Informe Rockefeller sobre América Latina (1968) hasta el Documento de Santa Fe (1980) existen fuerzas políticas en los círculos de poder de los Estados Unidos que intentan mantener el falso esquema de que la Iglesia cristiana comprometida con las aspiraciones populares es incompatible con la civilización occidental y que esta civilización occidental sólo puede expresarse en una Iglesia que permanezca ligada a los modelos clásicos de poder y riqueza elitistas.

Es crucial para todo el contenido americano el que cristianismo y revolución logren en Nicaragua o ser contradictorios. La revolución nicaragüense sigue siendo esperanza de los pobres de América Latina y también de una importante corriente de cristianos progresistas en los Estados Unidos. Pero si el actual malentendido entre Iglesia y Estado cristaliza, si prevalece la ruptura sobre el diálogo, si se endurece la creciente incompatabilidad entre un sector de la jerarquía y el proceso revolucionario no sólo en Nicaragua sino en todo el continente oscurecerán los perfiles de una esperanza que moviliza fuerzas de libertad y de vida.

Existen condicionamientos históricos. Es por ello, que ha de abundar la dosis de lucidez, de capacidad mediadora solidaria y de paciencia histórica. Está en juego mucho para muchos pueblos oprimidos y creyentes que aspiran a construir algo nuevo. Comenzando en Nicaragua.

NOTA:

En la página 14b omitimos el siguiente texto que va al final de "Bases Programáticas del FPN":

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