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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 341 | Agosto 2010

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Nicaragua

Una nicaragüense en la OMC

Éste es un recuento en instantáneas de mi paso por la OMC. Son fotos rápidas. Captan algunas prácticas del desarrollo en una de las capitales globalizadas del mundo. Les cuento en breves trazos de qué están hechas las entrañas del lobo en las que yo tuve la oportunidad de entrar.

Gloria María Carrión Fonseca

Hace tres años un avión me alejó de las calles laberínticas de Managua y aterricé en Ginebra, ciudad conservadora y multicultural, custodiada por montañas. Ginebra es junto con Washington, Bruselas y Nueva York una de las “mecas” del tejido institucional que sostiene la maquinaria del desarrollo internacional. ¿Qué se respira en los pasillos y esquinas de las organizaciones internacionales? ¿Cómo se cuelan en ellas los mecanismos del poder? Y más importante aún: ¿de qué manera se puede invertir la balanza?

El desarrollo internacional, como todo ámbito profesional, tiene mitos, un lenguaje propio y una cultura institucional que no siempre está abierta a los cambios. Los mitos cuentan que en 1944 hombres de traje negro y corbata se reunieron en Bretton Woods, Estados Unidos, para discutir el futuro político y económico del planeta. De ese encuentro, nacieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El GATT, predecesor de la Organización Mundial del Comercio (OMC), surgiría después, en 1945, a raíz de un acuerdo establecido en La Habana. La OMC vio la luz en 1994 al concluir una larga y controversial Ronda de Uruguay. Desde entonces, los economistas y políticos neoliberales rinden culto a una fe sin altares ni parroquias que, cual tierra prometida, asegura que el libre comercio erradicará la pobreza y fomentará el desarrollo.

ME RECIBE UN MURAL:
“LA DIGNIDAD DEL TRABAJO”

El edificio de la OMC, pequeño y grisáceo, se asienta frente al lago Léman. En contraste con el de las Naciones Unidas, que es amplio y señorial, el edificio de la OMC pasaría desapercibido como el de una institución más en la geografía urbana de Ginebra, si no fuese porque esas cuatro paredes han visto multitudinarias protestas mundiales y pancartas incendiarias. Como ya nos advertía el filósofo austriaco Karl Polanyi: a medida que el capitalismo se expande así también la sociedad resiste los cambios que atentan contra su supervivencia.

Entré al edificio un día nublado. Y nublado era también el universo monocromo de los trajes de sastre negros, blancos y grises de los negociadores que invadían los pasillos y las salas. Durante el receso de una de las sesiones, decidí explorar el primer piso. Subí por la escalinata y me recibió un mural. Su autor, Maurice Denis, lo tituló “La Dignidad del Trabajo” en 1933, cuando la Organización Internacional del Trabajo, que tenía por sede el actual edificio de la OMC, se lo encomendó.

Ante aquella paradoja, de golpe me invadieron las imágenes de los hombres y mujeres de Nicaragua envenenados por el Nemagón, que viven bajo bolsas de plástico negro frente a la Asamblea Nacional sin ser escuchados. Reviví la noticia de Lee Kyung Hae, un campesino coreano quien, agobiado por enormes deudas, la competencia de productos agrícolas subsidiados y los costos sociales de una apertura comercial precipitada, se inmoló frente al hotel donde negociaban los representantes de la OMC.

HAY QUE LLEGAR CON ESCUDO

A las entrañas del lobo es importante llegar con escudo. El poder es una espiral que todo lo arrastra: mandatos, políticas públicas, prioridades nacionales e individuos. Todo se va a la basura si el escudo no soporta la embestida del poder. Por eso, es necesario tejerlo bien. Enhebrarle muchas fibras de integridad, compromiso social y conocimiento.

Yo había llegado a Ginebra para trabajar en la Misión de Nicaragua ante la OMC. Y, aunque conocía algunas de las armas y destrezas camaleónicas del poder, me preguntaba si mi escudo sería lo suficientemente fuerte para protegerme como la cabeza de Medusa protegió a Atenea. De algo estaba segura: me tocaría estar muy alerta a fin de no correr el riesgo de convertirme en piedra.

ANÁLISIS QUE SON VERDADES ABSOLUTAS

El conocimiento es sin duda una de las mejores armas que tienen los poderosos. Y también los sin poder. En manos de los poderosos, el conocimiento se vuelve técnico y exclusivo. Emergen los eufemismos y las complejidades. De pronto, los temas comerciales, sencillos de partida, se tornan inaccesibles y descifrables sólo con la ayuda de una lupa. El conocimiento, utilizado de esta manera, erige barreras que como las de una represa permite que sólo unos cuantos se empapen en las aguas que resguardan. En manos de los sin poder, el conocimiento puede convertirse en una herramienta de resistencia.

Muy pronto descubrí que las negociaciones en la OMC son a menudo influenciadas por estudios y análisis planteados por instituciones afines a la ferviente creencia en los dogmas del libre comercio. Así, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, los bancos regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y la misma OMC adquieren un poder estructural en las negociaciones, dado que su visión de la economía y del desarrollo prevalece sin que sus argumentos, estadísticas y raciocinio sean en ningún momento cuestionados. Los análisis de estas instituciones son generalmente aceptados por los negociadores como verdades absolutas.

ME ENCONTRÉ EN UN MUNDO DE HOMBRES

Ya lo sabía, pero lo constaté: el mundo de los negociadores comerciales es un mundo de hombres. Hombres son los embajadores y la mayoría de los negociadores. Masculinas son también las visiones mercantilistas que rigen las discusiones. Pocas eran las misiones diplomáticas que, como la de Nicaragua, hacían recaer su representación en hombros y mentes de mujeres. Desde esa minoría, pude comprobar cómo reina en las negociaciones comerciales una visión reducida del mundo -el más fuerte conseguirá siempre lo que quiere- con un objetivo primordial: la extracción, la acumulación, el control de la riqueza. Importa mucho entonces que la producción de un país sea siempre “mejor” que la del otro y mejor aún si la de uno consigue sitiar, comprar o apoderarse -como en el caso de Irak- de la de otro.

Pocas son las rendijas por las cuales pueden entrar los temas sociales y ambientales, considerados generalmente temas “blandos”. En su mayoría, los negociadores se rehúsan a considerar de manera efectiva las implicaciones de los vínculos intrínsecos que existen entre economía, medioambiente y sociedad. Prefieren, por el contrario, analizar la economía con distanciamiento clínico. Como si ésta fuese una entidad suspendida sobre nuestras cabezas sin ningún o poco impacto social o ambiental en nuestras vidas.

AQUÍ MANDAN LAS CORPORACIONES

Los poderosos están en todos lados y sobre todo en las capitales del mundo comandando las cuerdas políticas y económicas desde sus corporaciones. El comercio internacional mueve millones de dólares y las corporaciones son en su mayoría las grandes protagonistas. Ellas controlan la producción, la investigación, el mercadeo y la comercialización de muchos de los productos que se intercambian a nivel mundial. A veces, rigen uno o varios eslabones de la cadena de valor. En otros casos, la cadena entera.

Las corporaciones dictan también las reglas del juego político económico en la OMC. Los negociadores son sólo la punta del iceberg. Durante la Ronda de Uruguay, 12 corporaciones redactaron el capítulo de la propiedad intelectual a petición del gobierno estadounidense, a pesar de que esta demanda significaba un evidente conflicto de intereses, pues las patentes propuestas protegen a los productos farmacéuticos, tecnológicos y agrícolas que las 12 corporaciones exportan al mundo entero.

En la Ronda de Uruguay, el precio a pagar por la inclusión del tema agrícola en las negociaciones fue la aceptación -sin chistar- por los países en desarrollo del capítulo de propiedad intelectual, que abrió por primera vez la posibilidad de patentar la tecnología, el conocimiento, los procesos productivos y las semillas. Restringió también la producción e importación de medicamentos genéricos, al confinarla a eventos que amenazaran la salud pública, cuya definición fue también trazada por estos 12 protagonistas.

Una idea repetida muchas veces puede, peligrosamente, convertirse en una verdad. Los defensores de la propiedad intelectual lo saben muy bien. Ellos argumentan que la protección del conocimiento es esencial para fomentar la investigación y el desarrollo de la tecnología. Sin embargo, cuestionar si existe una causalidad entre el desarrollo tecnológico y la adjudicación de patentes o, si dado que la patente es básicamente un monopolio que se le confiere a la empresa por cierto período de tiempo -generalmente 20 años y más en el caso de los acuerdos regionales como el CAFTA-DR-, éste generaría el efecto contrario a un incentivo en el mundo de la investigación, que es dinámico y competitivo, es una blasfemia. Igualmente, la contradicción entre la naturaleza monopólica de la patente y el concepto intrínseco del libre comercio parece no incomodar a nadie.

UN REINO DE IMPUNIDAD
CON AMENAZAS Y SIN CRÍTICAS

Los acuerdos en la OMC no se consiguen en las áreas de institucionalidad sino en un área gris de semi-formalidad. Y es que, si bien las reuniones de los Comités de la OMC son importantes desde el punto de vista de la administración del comercio internacional, los grandes acuerdos se establecen fuera de todas esas salas: en los bares y restaurantes, en las oficinas comerciales de las grandes capitales del mundo.

La maleabilidad de esta institucionalidad se percibe también en el cumplimiento de sólo aquellas normas que benefician a los poderosos. El Órgano de Solución de Diferencias de la OMC es un punto en cuestión. Este foro se creó a fin de evitar los abusos de poder, así como posibles acciones unilaterales. Sin embargo, la práctica refleja que si un país es un jugador relevante en el ámbito económico y político internacional, puede incumplir impunemente las resoluciones del Órgano de Solución de Diferencias. En teoría, el país afectado -especialmente si es un país no desarrollado- tiene la potestad de tomar represalias. Sin embargo, dada la real politik que rige el mundo, pocos países empobrecidos se atreven a implementarlas pues consideran que el costo político es demasiado grande.

Cuando los poderosos se sienten atacados, amenazan. Si la crítica va dirigida a la incongruencia entre el discurso y la práctica, la amenaza puede ser incluso más aguda. Las amenazas brotaron cuando Nicaragua cuestionó el incumplimiento de Estados Unidos a un fallo muy antiguo, en el cual se establecía que debía compensar a un país caribeño por no reconocer sus derechos de marca de un producto de interés para Estados Unidos. “¿Qué debo informarle a Washington?” me increpó el negociador estadounidense al final de la sesión. “¿Sobre qué?”, le pregunté. “Sobre el hecho de que desde la llegada de usted, señorita, a este Comité la posición de Nicaragua hacia Estados Unidos se ha vuelto más crítica”. “Lo que usted quiera. Dígale a Washington lo que usted quiera”, le contesté.

UNOS CON MUCHOS Y OTROS SÓLO CON TRES

Las delegaciones de los países en desarrollo ante la OMC, y las de los más empobrecidos, cuentan en su mayoría con sólo una o dos personas para atender una diversidad aplastante de reuniones. Por el contrario, las delegaciones de los países desarrollados gozan de un personal numeroso y altamente entrenado en las tecnicidades del tema comercial. En un solo comité de negociación como el de agricultura estos países son representados por hasta 10 ó 20 negociadores a la vez. En nuestra delegación, éramos sólo tres y atendíamos alrededor de 20 instancias: comités, subcomités, coaliciones y grupos especiales de negociación, además de reuniones informales. El negociador o negociadora de un país empobrecido corre de un comité al otro, con ojos que revelan horas de sueño rezagado. La desigualdad tiene sin duda muchos rostros.

APRENDIMOS DE LA RONDA

Desde la Ronda de Uruguay, los negociadores y negociadoras de los países empobrecidos han aprendido muchas lecciones. Según ellos, jamás negociarían de la misma manera que durante aquella famosa Ronda. Y es que muchos de los representantes que encabezaban esas delegaciones no tenían ninguno o muy poco conocimiento técnico sobre las negociaciones comerciales. Para la mayoría, era un terreno nunca antes pisado.

Al ver que la Ronda de Uruguay no contribuyó a nivelar el poder en las relaciones comerciales, sino que en algunos casos profundizó distorsiones como los subsidios agrícolas permitidos en el Norte, muchos negociadores reconsideraron sus estrategias de negociación. No en vano las negociaciones de la Ronda de Doha se han visto estancadas y dificultadas no sólo por la complejidad del mandato: nada está acordado mientras no se alcancen consensos en todos los temas. También por la oposición de los países empobrecidos a asumir acuerdos establecidos a puertas cerradas.

En este contexto, comprobé, más de una vez, que hasta el más débil en la escena mundial es capaz de influenciar la balanza del poder. Es real: los países empobrecidos pueden influir en alguna medida en los procesos de negociación. El secreto está en realizar sus propios análisis, adoptar un lenguaje que apoye sus argumentos y actuar en concordancia con los objetivos de desarrollo del país. En la OMC, el esfuerzo de cada persona presente en los foros de negociación es también primordial. Dado que las negociaciones son llevadas a cabo por individuos, la seguridad y el conocimiento que un negociador o negociadora proyecte en los espacios formales e informales de negociación resultan esenciales.

UNA VICTORIA DE NICARAGUA
Y LO QUE ME DEMOSTRÓ

Fui protagonista de un caso que me enseñó mucho. Durante la elaboración de uno de los textos de negociación del Comité de Agricultura liderado en ese entonces por Crawford Falconer, embajador de Nueva Zelanda, no fueron claramente plasmados los intereses de países como Nicaragua. Junto con otros países, Nicaragua se dio entonces a la tarea de analizar párrafo a párrafo el documento de negociación y de reflejar, a través de números el hecho de que la protección que la Unión Europea, Estados Unidos y Japón pretendían obtener para sus productos “sensibles” como carnes, lácteos, maíz, arroz, entre otros, impedía el acceso de la mayor parte de las exportaciones nacionales al mercado de esos países. Por lo tanto, Nicaragua no tenía, particularmente en ese momento, nada qué ganar en el acuerdo y sí mucho qué perder.

Nicaragua acudió entonces a las delegaciones de Europa, Estados Unidos, y Japón para mostrar sus números y dejar claro que mientras las negociaciones no reflejasen las prioridades de desarrollo de nuestro país, Nicaragua no suscribiría el acuerdo. La delegación nicaragüense expuso también su estudio a la División de Agricultura de la OMC y dejó entrever que el país estaría incluso dispuesto a utilizar su derecho al veto con el que cada nación cuenta en la OMC.

Más voces se unieron a la de Nicaragua y el documento de negociación debió ser revisado. Antes de presentarse públicamente, la delegación recibió una llamada de la División de Agricultura. El Director General de la OMC, Pascal Lamy, estaba muy interesado en conocer la reacción de Nicaragua al nuevo documento, dijeron. En éste, los intereses de países como Nicaragua ya habían sido claramente plasmados. Celebramos aquella victoria, más que satisfechas.

Durante mi paso por la Misión de Nicaragua pude, junto a mis colegas, protagonizar e incidir en otros casos como éste. El poder no está exclusivamente en manos de los poderosos. Los empobrecidos pueden también ejercer su cuota de poder y cómo la ejerzan dependerá del conocimiento, la asertividad y la ética con que actúen dentro de las entrañas del lobo.

BRASIL, INDIA, CHINA:
HAY QUE CONTAR CON ELLOS

El mundo político económico está cambiando de manera vertiginosa. Países “emergentes” como la India, China, y Brasil son cada vez más necesarios para alcanzar consensos mundiales en temas comerciales y en otros como el cambio climático. Los negociadores europeos, estadounidenses y japoneses no consiguen llegar a acuerdos sostenibles en ausencia de China, India y Brasil.

Conocí a algunos de los negociadores de estos tres países. Me cautivó especialmente el compromiso con el desarrollo y con los países más pobres, no sólo en los discursos, sino en los hechos, del embajador de la India. Me admiró el dominio y la destreza diplomática de las funcionarias y funcionarios brasileños. Y me impresionó la capacidad de observación, reflexión y acción focalizada de los chinos en interés del desarrollo de su nación.

En el año 2009, la OMC estuvo en vísperas de asegurar un acuerdo de Doha. Sin embargo, India rechazó firmemente el acuerdo propuesto en agricultura porque no incluía una importante cláusula de protección a sus campesinos. Las negociaciones fueron detenidas indefinidamente. Los acuerdos de la OMC se discuten ahora también en Beijing, Nueva Delhi y Brasilia. Estos países no sólo están dinamizando la economía global con su rápido crecimiento económico. Están cambiando las reglas del juego político comercial, aunque los cambios -los que logran sostenerse en el tiempo- ocurren casi siempre muy lentamente.

DIVIDE Y VENCERÁS: EL CASO DEL BANANO

El antiguo concepto de “divide y vencerás” instaurado por los ingleses durante su expansionismo colonial, continúa vigente y eficaz. Quizás el caso más notable de esto es el del banano. La “saga” del banano ha estado en la mesa de discusión desde la creación del GATT. En su versión más moderna, la Unión Europea ha implementado un polémico impuesto a las importaciones de banano de América Latina para beneficiar a sus antiguas colonias en África, el Caribe y el Pacífico (ACP). La Unión Europea argumenta que América Latina es lo suficientemente competitiva como para exportar a Europa, a pesar del impuesto a la exportación introducido. Muchos de los países latinoamericanos consideran lo contrario.

La verdad, sin embargo, es que son las corporaciones estadounidenses -Chiquita, Dole y otras- las que controlan la producción bananera en muchos países latinoamericanos. El conflicto entre Estados Unidos y Europa por la producción, la comercialización y el consumo del banano se desarrolla en escenarios africanos y latinoamericanos.

Las discusiones entre los países ACP y de América Latina por el acceso preferencial al mercado europeo de sus respectivas exportaciones de banano son arduas y fomentan una ruptura importante en las coaliciones de los países en desarrollo en las que éstos se agrupan sin distinción regional.

Esta incisión en los bloques políticos de los países en desarrollo es clave para construir una nube de humo a través de la cual otros temas de mayor importancia pasan desapercibidos: los subsidios agrícolas y la creación de cuotas de acceso a los mercados de los países desarrollados en lugar de una apertura real y efectiva. Esta nube de humo impide a Europa y a Estados Unidos ganar aliados en otras áreas de la negociación de interés estructural para ellos.

¿HACIA DÓNDE DIRIGIR
NUESTRAS ENERGÍAS?

Esta división resta también energías y capacidad negociadora a los países en desarrollo, energías que podrían ser enfocadas en la defensa de otros productos de mayor importancia para el fomento del valor agregado como los de la agroindustria y los servicios. Para muchos, es un hecho que el desarrollo sostenible no se conseguirá a partir de la exportación de bananos, en particular cuando los actuales procesos de producción de esta fruta representan dramáticos costos sociales y ambientales en todo el mundo.

Si bien las coaliciones de los países en desarrollo en la OMC han sido eficaces al proponer y defender temas como la seguridad alimentaria y el desarrollo rural en el marco de la apertura del comercio agrícola mundial, éstos son también vulnerables a los intereses particulares y a las influencias, en algunos casos sesgadas por los países desarrollados.

En un contexto así, sólo las coaliciones de naciones dispuestas a sacrificar algunos intereses particulares en favor de intereses comunes para obtener objetivos de desarrollo sostenible podrán hacer frente de manera efectiva a las presiones de un proceso de negociación comercial. Muchas organizaciones que trabajan dentro del ámbito y quehacer de la OMC han dirigido su trabajo en esta dirección con algunos altibajos.

AQUÍ IMPORTA MÁS LA GERENCIA
QUE LA BÚSQUEDA DE ALTERNATIVAS

Ginebra está poblada de organizaciones no gubernamentales de todo tamaño. Muchas monitorean e informan sobre el accionar de la OMC. Otras generan notas informativas y estudios que luego, en algunos casos, son utilizados como insumos en las negociaciones por los países en desarrollo. Estos estudios -contrarios a los del Banco Mundial y del FMI- son presentados fuera de las reuniones formales de la OMC. Si bien existen algunos ejemplos de éxito que reflejan cómo los análisis provistos por algunas de estas organizaciones en materia de seguridad alimentaria y propiedad intelectual han sido claves para forjar algunas posiciones negociadoras de países en desarrollo, existen también prácticas que contradicen el compromiso con el desarrollo para el que estas organizaciones surgieron.

Cada vez más, estas ONG se han visto invadidas por un enfoque de “corporativización” del trabajo que realizan y que consiste en priorizar más la gerencia y el marketing de la práctica del desarrollo que el análisis comprometido con el cambio social y la búsqueda de posibles soluciones estructurales. De igual manera, el surgimiento de las consultorías que, por lo general, son subcontratadas a “expertos” internacionales, hombres en su mayoría, ha socavado el fomento y la creación de centros de pensamiento y análisis serios, relegando al personal de las ONG -por lo general muy preparado- a un papel de ejecución mecánica de los asuntos administrativos de sus proyectos.

¿DÓNDE QUEDÓ EL PENSAMIENTO CRÍTICO?

Las agencias para el desarrollo de los países ricos tienen su cuota de responsabilidad en esto. El financiamiento que estas agencias otorgan a las organizaciones no gubernamentales que trabajan temas comerciales está atado a la entrega de extensos y numerosos reportes de ejecución y evaluación.

Aunque un monitoreo del impacto del trabajo realizado es esencial para orientar el financiamiento, rendir cuentas y guiar la planificación estratégica de estas organizaciones de manera efectiva, los diversos y repetitivos informes requeridos minan el tiempo de que el personal dispone para concentrarse en las temáticas de fondo y recargan, muchas veces de manera innecesaria, la puesta en acción de los proyectos.

Asimismo, la mayor parte del financiamiento obtenido se concentra, por lo general, en cubrir los altos gastos administrativos de las organizaciones en los países desarrollados y sólo una pequeña parte de los fondos se destina a la implementación de los proyectos en los países en desarrollo.

El pensamiento crítico en estas organizaciones ha decaído considerablemente. Pocas son las instituciones que cuestionan desde una perspectiva estructural el modelo de desarrollo que hoy prevalece y el actual régimen comercial internacional. Pocas son también las que proponen visiones alternativas para alcanzar un desarrollo incluyente a nivel mundial. Existe en este momento una suerte de consenso alrededor de la idea de que mientras menos estructurales sean los cuestionamientos más viables serán los cambios puesto que las instituciones sólo aceptan transformaciones incrementales.

USAN UN LENGUAJE SÓLO PARA “ENTENDIDOS”

Aunque esta idea, en particular en lo que a los cambios incrementales se refiere, puede ser el origen de un interesante debate en relación a los procesos de transformación institucional, existe igualmente el peligro de que al sólo cuestionar de manera superficial el quehacer de instituciones como la OMC, las organizaciones en cuestión terminen legitimando, por ejemplo, procesos de consulta que la OMC sostiene con la “sociedad civil”, los cuales son poco representativos, transparentes y democráticos.

En el lenguaje utilizado en los estudios y publicaciones de estas organizaciones prevalece un tecnicismo que obstaculiza en gran medida la comprensión de la información en países en los que muchos ministerios de comercio exterior no cuentan con un personal calificado o numeroso que pueda digerir y sistematizar la información brindada como resultado de estos análisis. Esta información se vuelve no sólo inaccesible para el público al que está destinada sino que se concentra en grupos de “entendidos” y conocedores de ese lenguaje que, por lo general, se encuentran sólo en los países desarrollados. El conocimiento supuesto a compartirse con países pobres termina entonces por replegarse en la intimidad de los círculos del conocimiento en el Norte.

PODEMOS INVERTIR LA BALANZA DEL PODER

Para invertir la balanza del poder y eliminar las inequidades dentro de instituciones de envergadura internacional como la OMC y otras con radios de acción más reducidos, pero no por eso menos importantes, es primordial comprender que estas entidades no son neutras. Dentro y fuera de ellas se juegan canjes político-económicos cruciales para el mundo actual y para sus más de seis mil millones de habitantes. Por esto, las decisiones tomadas en estos foros deben ser el resultado de un consenso real y no de una imposición.

Es imperativo rescatar y fomentar el pensamiento crítico a nivel mundial. Una sociedad con individuos capaces de pensar fuera de los marcos establecidos es una sociedad con futuro. El pensamiento crítico inyecta análisis, dinamismo, autonomía, e innovación. Estos son aspectos vitales para fomentar cambios estructurales y buscar soluciones incluyentes. Sin pensamiento crítico estamos a merced del poder sin contrapesos, de los intereses particulares, de los liderazgos mesiánicos y de las creencias “incuestionables” como las que promulgan, entre otros, los defensores del neoliberalismo económico.

Finalmente, es necesario democratizar la información y privarla de ese tecnicismo cuyo único resultado es ahondar la brecha entre los actores en la base y los que toman las decisiones y promulgan las políticas públicas desde las cúpulas. Es vital que la palabra sea accesible y cercana a fin de estimular verdaderos cambios sociales, económicos, políticos y ambientales, pues como dice el educador brasileño, Paulo Freire, “no hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión.”

EL AÑO QUE VIVÍ CON EL LOBO

El intenso año que pasé en la Misión de Nicaragua en la OMC me permitió sumergirme en los entretelones del comercio internacional y de la globalización, sin perderme. Palpé en mi propio cuerpo el gélido aliento del lobo y comprobé que, aunque no siempre sea fácil, nuestro escudo puede resguardarnos de sus afilados colmillos.

Descubrí también que por muy limitado que sea un espacio de acción, es posible incidir de manera positiva siempre y cuando llevemos impresos en nuestra alma los intereses sociales, económicos y ambientales de nuestro país, como si fueran nuestra propia piel. Es posible, será siempre posible, hacer trastabillar y cambiar la balanza del poder, pues no existe ninguna desigualdad que no pueda ser cuestionada, avasallada, desterrada.

Llegué a la OMC un día nublado y me fui un día colmado del rojo, el lila y el amarillo de un otoño repentino. El lago, calmo y cristalino aquella mañana, parecía tan satisfecho como yo por el tiempo vivido juntos. Con mi maleta de vida enriquecida con estas nuevas experiencias, salí del edificio de la OMC y crucé el umbral de sus barrotes de hierro, con la certeza de que un mundo más humano le anda siempre pisando la cola al lobo.

EXPERTA EN MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO.

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