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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 338 | Mayo 2010

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El Salvador

El derecho a la memoria

El Museo de la Palabra y la Imagen de El Salvador ha sido un esfuerzo pionero en la lucha por el derecho a la memoria, que es también la lucha por el derecho a conocer la verdad y por el derecho a exigir justicia y reparación a las víctimas. Que es también el derecho a la dignidad y a la identidad. Después de la guerra, el Museo, junto a otras iniciativas, ha abierto caminos novedosos para superar el olvido y la desmemoria.

Ernest Cañada

A partir de un enorme esfuerzo de salvaguarda de registros documentales de distintos orígenes y formatos (audiovisuales, fotografías, manuscritos, objetos…) el Museo de la Palabra y la Imagen desarrolla una intensa labor de investigación, difusión pública y debate sobre la historia de El Salvador, su cultura y la identidad de su gente.

El Museo nació en San Salvador en 1992, al finalizar la guerra, asociado a la labor que había iniciado durante los años del conflicto Radio Venceremos, emisora del FMLN en Morazán. El objetivo inicial fue conservar la memoria de las luchas sociales de los años 80. Poco a poco se fueron ampliando sus objetivos y actividades. Hoy el Museo es referencia fundamental en el panorama político-cultural de El Salvador, una herramienta al servicio de los sectores populares para reconstruir sus señas de identidad y su lugar en la historia.

EN MOCHILAS GUERRILLERAS
IBA LA MEMORIA

Durante el conflicto armado que vivió El Salvador entre 1980 y 1992, algunos miembros de la guerrilla del FMLN que trabajaban en su aparato de comunicación, entre ellos Carlos Henríquez Consalvi, alias Santiago, fundador y voz de Radio Venceremos e impulsor y director del Museo, vieron ya la importancia de guardar para el futuro la memoria de la lucha social en la que estaban participando. En casetes que cargaban en sus mochilas empezaron a conservar todas las transmisiones de Radio Venceremos.

Este afán provocó algunos roces con sus jefes militares, que no comprendían la importancia futura de esas grabaciones. Además, las consideraban muy pesadas para andarlas transportando en medio de los combates. Después de tres meses de llevar todo este material de un lado a otro, y ante la urgencia de movilizarse más rápido para enfrentar los avances del ejército, tomaron la decisión de enviar cada tres meses los casetes a Nicaragua, donde serían resguardados. “Por eso hoy conservamos todo ese archivo”, recuerda Santiago.

Además de las transmisiones de radio empezaron también a almacenar las filmaciones que iban produciendo: cintas y videos en 16 milímetros, en un esfuerzo clarividente por dejar registro de aquella etapa. De esta percepción surgió el germen de lo que hoy es el Museo de la Palabra y la Imagen de El Salvador.

Con la llegada de la paz, y en un primer momento, los registros materiales conservados fueron organizándose en un archivo en permanente actualización y acondicionamiento. Muy pronto el Museo se dedicó también a actividades de investigación y producción de diversos recursos, pensados para brindar un mayor conocimiento de la historia salvadoreña: libros, videos y exposiciones. La difusión de todas estas producciones en todos los rincones del país, hasta en las comunidades más remotas, se ha convertido en la cara más visible del Museo. Hoy, estas tres grandes líneas de acción (archivo, investigación-producción y difusión pública) se retroalimentan y refuerzan permanentemente.

CON UN MEJOR EQUIPO
Y CON MÁS RECURSOS

Al principio trabajaban en el Museo pocas personas. “Éramos muy pocos, haciendo muchas cosas, durante mucho tiempo y con escasos recursos”, recuerda Santiago. Posteriormente recibieron apoyo de la cooperación internacional a través de pequeños proyectos. Esto les permitió empezar a profesionalizar más el trabajo y ampliar el equipo con jóvenes formados en la universidad, vinculados a diferentes disciplinas (antropología, periodismo, letras, diseño gráfico). El Museo inició así una etapa de fortalecimiento técnico de todo su personal. “Fue una escuela para todos”, dice Santiago.

En la actualidad el equipo técnico del Museo son unas quince personas. Las necesidades financieras han aumentado también, pero gracias a la labor de difusión y a la proyección nacional e internacional de su trabajo, en numerosos congresos científicos en los que participan, el Museo ha logrado atraer el interés de nuevas fuentes de cooperación. Para Santiago, lo principal es tener claridad política y trabajar con calidad y rigor. Si es así, los recursos se consiguen: “Una de las lecciones que nos dejó esta primera etapa es que para preservar fuentes documentales, los recursos no son lo más importante. La decisión política de hacerlo es lo principal.”

¿QUÉ GUARDA
EL ARCHIVO HISTÓRICO?

En la Filmoteca se conservan filmaciones de la guerra civil de los años 80, producciones cinematográficas salvadoreñas y diversas producciones sobre temas culturales.

La Fototeca está formada por más de 35 mil fotografías, desde 1872 hasta hoy. Todos los temas están presentes: expresiones de cultura indígena de 1892, el levantamiento de 1932, el conflicto armado de 1980 a 1992, fenómenos naturales y desastres socio-ambientales (terremotos, erupciones, inundaciones), sucesos importantes en la historia de El Salvador, personajes salvadoreños tan universales como Monseñor Romero o Roque Dalton.

En la Audioteca se conservan las transmisiones de Radio Venceremos, además de grabaciones de las voces
de muchos personajes históricos, con testimonios diversos. La Biblioteca está especializada en ciencias sociales. En el Archivo hay varias colecciones temáticas que agrupan materiales diversos (manuscritos, fotografías, audios, films, objetos, afiches y publicaciones) sobre la guerra, sobre Roque Dalton, Salarrué, Prudencia Ayala, Hugo Lindo y 1932.

La Filmoteca se inició con la labor de rescate y conservación de centenares de filmaciones hechas durante la guerra en los campos de batalla, en 16 milímetros y, sobre todo, en casetes U-matic, un formato de grabación analógico de video. Se conservan más de 4 mil horas filmadas en ese formato. Buena parte de estos materiales fueron los resguardados en Nicaragua. Otros fueron donados al terminar la guerra por periodistas extranjeros y nacionales que trabajaban para cadenas internacionales. De no haber sido por estas generosas iniciativas todo se hubiera perdido,
como ocurrió con los archivos de la guerra salvadoreña de algunas cadenas de TV estadounidenses, que fueron reciclados “para registrar la guerra del Golfo Pérsico, mientras que los casetes restantes los vendieron en el mercado para su reutilización”, tal como explicó Santiago en el Congreso Iberoamericano de Cultura, celebrado en México DF
del 30 de septiembre al 4 de octubre de 2008.

“CONTRA EL CAOS
DE LA DESMEMORIA”

Además de los fondos documentales que se lograron conservar durante la guerra, el Museo llevó a cabo varias iniciativas para ampliar su archivo. Inició una labor de identificación y rescate de materiales diversos (fotografías, películas...) que estaban diseminados en ciudades de todo el mundo. Así, por ejemplo, con la colaboración de su familia, pudieron traer de México el archivo del poeta y dirigente político Roque Dalton y el del escritor y pintor Salvador Salazar Arrué, conocido como Salarrué.

Otra iniciativa destacada fue la campaña organizada en 1996, “Contra el caos de la desmemoria”, en la que invitaron a la población a colaborar en el rescate de la memoria histórica. Óscar Campos, responsable del Archivo Histórico
del Museo, explica: “Había muchas personas que poseían patrimonio documental, propio o familiar (documentos escritos, fotos, videos, grabaciones sonoras…), pero no sabían qué hacer con eso porque no encontraban en las instancias públicas apoyo y valoración para resguardarlo, conservarlo y difundirlo”.

El llamado del Museo fue la respuesta. Tantas fueron las fotografías y manuscritos, que los objetivos inicialmente planteados quedaron superados. Recuerda Santiago: “Cometimos el error de no decirle entonces a la gente: Lo que queremos son luchas sociales del año 32 a la actualidad. Empezamos a hablar sobre la memoria. Y la gente comenzó a traernos de todo, hasta memoria pre-colombina”. Fue esta reacción de la ciudadanía la que amplió los propósitos del Museo: “La misma sociedad fue la que nos mandó el mensaje: Está bien que guarden un archivo de las luchas sociales, pero ¿qué pasa con la historia de más atrás? ¿Qué pasa con la cultura? ¿Qué pasa con las identidades? Fue así que la misma sociedad, con sus contribuciones, fue moldeando y dando forma a lo que es hoy este Museo”.

En el mismo sentido, y en ausencia de una cinemateca nacional, el Museo ha rescatado también lo producido por los pocos cineastas que hubo en El Salvador entre los años 40 y 70. Encontramos películas de Baltasar Polío, Alejandro Coto o Guillermo Escalón. Sin esta acogida se encontrarían en el olvido o habrían desaparecido.

CRECIENDO A DIARIO
Y APUNTANDO A INTERNET

La conservación física de los materiales fílmicos ha sido una de las principales preocupaciones del Museo durante años. El mantenimiento requiere de limpieza, rebobinado periódico y condiciones ambientales adecuadas. Contar con espacios óptimos ha sido una dificultad permanente. “El archivo crece cada año con nuevas donaciones”, dice Oscar Campos. Recientemente han podido adquirir una máquina que les permite limpiar de hongos las cintas en U-matic, un material que ya se estaba perdiendo. Tras su limpieza se están digitalizando y clasificando centenares de horas, lo que garantizará su conservación y facilitará su acceso al público.

Con otras instituciones, el Museo participa en una iniciativa compartida para abrir una Web donde subir todos los archivos de imágenes con un programa de meta-data que permita a los usuarios ir al minuto exacto o al personaje específico que estén buscando en una determinada filmación. Este proyecto se desarrolla en conjunto con el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana de Managua y con el Centro de Investigaciones Sociales (CIESAS) de México. Cuenta también con la colaboración del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, creadores del programa informático con el que funciona la Web. El antiguo director de este Centro, el historiador Jeffrey L. Gould, ha colaborado en diversos trabajos con el Museo y mantiene una buena relación de amistad con su equipo técnico. Poner en marcha este sistema ha supuesto un enorme estímulo para el equipo del Museo. “Es algo novedoso, emocionante. La meta es crear un buscador de videos, tal como youtube, pero con materiales históricos”, dice Óscar Campos.

MATERIALES
PARA LA INVESTIGACIÓN

“Sin los registros físicos de documentos, imágenes, audio, no podemos hacer investigación. Es algo vital. Y más en un país donde no existen archivos. Es sumamente importante conservar todo esto para la investigación, para convertirlo en lo que lo estamos convirtiendo: nuevos libros, nuevas producciones audiovisuales. Esto es lo que nos permite aproximarnos al mundo simbólico de las representaciones de las comunidades y a las apropiaciones que hacen de su patrimonio”, afirma Santiago.

Una vez organizado el archivo, se abrió al público, particularmente a investigadores y periodistas. Y de ahí nacieron una gran cantidad de estudios, libros y documentales. El archivo recibe unas 300 consultas al año. El costo para acceder a los materiales del Museo depende de las condiciones de quien lo solicita. En la mayoría de casos no se cobra nada, pero si alguien dispone de recursos para el trabajo que está realizando se le pide que aporte “su voluntad”. No existen tarifas establecidas.

Por el origen de los fondos, no ha habido problemas mayores con la gestión de los derechos de las imágenes. La mayoría del material fue filmado en el campo de batalla y fue donado al Museo o realizado por el Sistema de Radio Venceremos.

El equipo del Museo realiza sus propias investigaciones, publicaciones y producciones audiovisuales. En el ámbito audiovisual el Museo ha llevado a cabo una labor de restauración digital de algunas producciones cinematográficas del Sistema de Radio Venceremos: “La Historia de Radio Venceremos”. “10 años tomando el cielo por asalto”, “Morazán” y “Tiempo de Audacia”.

“1932: CICATRIZ DE LA MEMORIA”

El Museo ha realizado producciones propias, entre otras “1932. Cicatriz de la memoria”, dirigida por Santiago, uno de los mayores esfuerzos de investigación emprendidos por el Museo, enfocado a comprender y rescatar la memoria de la insurrección indígena de 1932.

El 22 de enero de aquel año estalló una sublevación en el Occidente de El Salvador, en los municipios de Salcoatitán, Sonzacate, Teotepeque, Tacuba, Juayúa, Nahuizalco e Izalco. Miles de personas, en su mayoría indígenas, se alzaron en armas reclamando mejoras en sus condiciones de trabajo. A los pocos días las tropas del Presidente y General Maximiliano Hernández Martínez asesinaron indiscriminadamente como mínimo a unas 10 mil personas, sofocando así el levantamiento. El gobierno trató de justificar ideológicamente la acción acusando a los sublevados de comunistas.

Durante cuatro años el historiador norteamericano Jeffrey L. Gould y Santiago trataron de obtener testimonios de los ancianos que sobrevivieron a esta masacre. No fue una tarea fácil. “La cultura de terror que originó la matanza condicionó que durante setenta años, en las comunidades sólo se hablaba del tema en la intimidad del seno familiar”,
cuenta Santiago. Fue un proceso de acercamiento para generar confianza lo que permitió avanzar en el rescate
de aquella historia: “Al principio costó mucho hacerlo porque nadie quería hablar. No podíamos hacer mayor cosa. Encontrábamos silencios. Pero, después de años de estar en la zona, viendo, visitando, se fueron abriendo relaciones de confianza con los ancianos”. Al final lograron su propósito y la gente empezó a romper un silencio de décadas
y sus testimonios quedaron registrados en el film.

Dentro del esfuerzo por promover la cultura e identidad salvadoreña también se han realizado otras producciones audiovisuales, como la serie de dibujos animados inspirados en la obra de Salarrué “Cuentos de Cipotes”
(“El aprietacañuto geológico” y “Mencheditas copalchines hace la primera comuñion”), dirigidos por Ricardo Barahona y producidos por Carlos Henríquez Consalvi.

“LUCIÉRNAGAS EN EL MOZOTE”
Y OTROS LIBROS

El trabajo de investigación y producción del Museo se ha orientado también hacia los materiales impresos. “Luciérnagas en El Mozote” fue la primera obra publicada por el Museo en 1981. Rescatando múltiples testimonios, se reconstruyó la historia de la masacre de El Mozote, ejecutada en diciembre de 1981 y en la que el Ejército asesinó a un millar de hombres, mujeres, niños y niñas. Tras ocho ediciones, el libro se ha convertido en una referencia obligada en colegios y universidades.

En 1988 publicaron el libro “El Salvador. Unicornio de la memoria”, de Michael Krämer. En él se ofrece una síntesis de la historia de El Salvador desde los tiempos de la Colonia. En una segunda edición, actualizada en septiembre de 2009,
se documenta el triunfo electoral de Mauricio Funes en marzo de ese año.

Uno de los libros publicados por el Museo que mayor difusión ha tenido ha sido “La terquedad del izote. La historia de Radio Venceremos”, contada en forma de diario por Santiago, quien fue uno de los principales protagonistas en la emisora clandestina de la guerrilla. El libro apareció en 1992 y se ha reeditado en cinco ocasiones, la última en 2008: 13.000 ejemplares puestos en circulación.

Fruto del esfuerzo de investigación realizada en torno a la sublevación y masacre de 1932, el Museo publicó
el trabajo de Jeffrey L. Gould y Aldo Lauria-Santiago, “1932. Rebelión en la oscuridad”. También han visto la luz “Sagatara Mio”, “Salarrué, el último señor de los mares”, “De mi jardín sin cultivo” y “Morazán, recuerdos del futuro”.

LA HISTORIA “DESDE ABAJO”

Las exposiciones son otra de las actividades del Museo. A lo largo de su trayectoria han hecho varias. Algunas de ellas tienen que ver con la vida y la obra de Salarrué, la trayectoria de la Guerra a la Paz, la figura de Roque Dalton, los fenómenos naturales. La más reCiente, sobre Monseñor Romero.

El interés por todas estas expresiones literarias de autores como Roque Dalton, Salarrué, Alberto Masferrer, Pedro Geoffroy Rivas, Francisco Gavidia, Claudia Lars o María de Baratta, y la historia de sectores silenciados,
con mujeres como Prudencia Ayala y Amparo Casamalhuapa, o las poblaciones indígenas, responde a la voluntad política de reconstruir la historia desde una perspectiva que ayude a comprender la experiencia de las clases Subalternas. “Cuando en un manuscrito, en una fotografía, en un relato oral -explica Santiago- se hace presente eso que llamamos la conciencia histórica, cuando un poema o una novela reescribe la historia de personajes anónimos y de sus vidas torcidas por la historia colectiva, nos interesa y la exploramos. Porque así se hace presente la historia desde abajo, aflora de los sustratos del olvido la micro-historia, proporcionándonos temas y personajes fundamentales para comprendernos y re-imaginarnos. Para reinventarnos”.

UN MUSEO SIN PAREDES

La dimensión de servicio público fue integrada desde un principio. Cuenta Santiago: “Antes de tener un local nuestra estrategia fue la de crear el concepto de un “museo sin paredes”. Teníamos materiales, producíamos exposiciones, pero no teníamos dónde mostrarlas. Entonces, ese concepto de “museo sin paredes” nos llevó a utilizar los espacios públicos, a tomarnos, casi por asalto, la Feria Internacional, las escuelas... Durante los primeros años fuimos un museo itinerante por todo el país”.

Las primeras ampliaciones del equipo técnico del Mueso fueron tres o cuatro personas que empezaron a organizar un abanico de actividades itinerantes. La idea era estar en todo el territorio, presentar videos y organizar video-foros, tener varias exposiciones al mismo tiempo en distintos lugares respondiendo a varias solicitudes. El objetivo era desarrollar el trabajo que el Museo denomina “Memoria y acción social”. Significa implicarse en el proceso de las comunidades para recuperar su memoria histórica y sus señas de identidad, para reconstruir con ellas un proyecto de futuro.

DEL SILENCIO PRIVADO
AL PROTAGONISMO PÚBLICO

Una de las campañas que ha tenido mayor impacto fue la serie de presentaciones públicas que se hicieron del documental “1932. Cicatriz de la memoria”. El video ha sido proyectado ante miles de personas en actividades públicas de debate y reflexión. Los ancianos que antes no querían hablar, al ver el documental y al darse cuenta de que incluso en los periódicos se hablaba de él y de los sucesos de 1932, “un tema que antes era tabú, y muy manoseado, tanto por la izquierda como por la derecha”, al verse reconocidos, experimentaban un cambio extraordinario.

Santiago cuenta: “Al ver el documental, la gente quiere hablar, quiere contar la historia, se siente protagonista.
Los ancianos empiezan a ser reconocidos por su valor como transmisores de la memoria. Tenemos casos fabulosos de ancianos que, a través de este proceso, y de su deseo de querer hablar, han pasado del olvido a ser personajes muy conocidos en sus pueblos.” A través del documental, las personas que dieron su testimonio pudieron ubicar aquella experiencia personal en una historia colectiva. Esto permitió “la transición de una memoria doméstica, ligada al espacio privado, a una memoria que ocupa la palestra pública”, concluye Santiago.

Este film se ha reproducido y presentado en muchos lugares (escuelas, universidades, casas de cultura), incluso más allá de actividades organizadas por el Museo. En DVD se vende ahora “pirata” en el centro de San Salvador. Y desde el triunfo de Funes se ha emitido en el canal del Estado, algo inimaginable años atrás.

La experiencia ha convencido al equipo técnico del Museo del enorme potencial de comunicación y empoderamiento social que posibilita el video, “porque aquí la población lee poco, o es analfabeta”, dice Santiago. La combinación entre un producto audiovisual de unas determinadas características, atento a las particularidades socioculturales de la población a la que va dirigido, seguido de actividades públicas de presentación y debate en las propias comunidades, en sus propios lugares, ha permitido que la gente pueda apropiarse de una propuesta cultural, y abrir espacios de reflexión sobre sus identidades y su historia, a propósito de qué merece la pena recordar y cómo.

TRES DIMENSIONES
DEL PRODUCTO AUDIOVISUAL

Santiago asume que hay tres dimensiones en el rol del producto audiovisual. Por una parte, el video ayuda al traspaso de lo privado a lo público, dando “un sentido de visualización colectiva” de la experiencia compartida. En sociedades truncadas como la salvadoreña, rotas por sistemáticas violaciones de los derechos humanos, esta reconstrucción de la memoria colectiva adquiere una dimensión reparadora. Y si el visionado se convierte en un acto público, acompañado por el debate y la reflexión colectiva, se potencia más esta experiencia.

Por otra parte, el audiovisual “sirve como un elemento de prueba de lo sucedido”. En el tiempo de guerra muchas de las cosas que sucedían y fueron filmadas no fueron conocidas por la mayoría de la población. Muchos de los videos realizados en aquellos años sirvieron más como materiales de propaganda para la solidaridad internacional que de información a nivel nacional. Por eso, ver hoy materiales filmados en aquella época constituye un “reencuentro con la historia, que algunos no alcanzamos a dimensionar. Nos permite posicionarnos como nuevos espectadores de una realidad paralela a la que habíamos construido”.

Finalmente, para el sector de población más joven el uso del audiovisual adquiere otra perspectiva. Durante años la historia fue ocultada, fragmentada, prohibida. Se vivían sus consecuencias sin poder entender bien sus causas profundas. Los audiovisuales ayudan a la juventud a poner imágenes a distintos procesos sociales. “Se encuentran con una historia dispersa”.

EL PODER DEL VIDEO-FORO

La metodología del video-foro o cine-foro no se ha limitado a esta película. Estas proyecciones son de los trabajos más habituales que desarrolla el Museo a lo largo de todo el país. Estas actividades se realizan a pedido, sobre todo de maestros y directores de las casas de cultura de todo el país. Santiago explica: “Uno de los grandes aciertos, que se dio de forma espontánea, ha sido la creación de una amplia red de maestros y de promotores culturales vinculados al Museo. Esto fue lo que nos permitió catapultarnos. Son gente que llega y que se interesa, que viene una y dos veces con sus alumnos, que nos llama para ir a presentar los videos”. Al igual que las casas de cultura, también las iglesias se han apropiado de los productos del Museo y los utilizan y hacen circular en sus parroquias.

Durante el año 2009 visitaron el Museo unos 4 mil estudiantes, sin contar los que vieron las exposiciones itinerantes. Este tipo de propuesta audiovisual conecta especialmente con la cultura visual de los jóvenes, acostumbrados a productos tecnológicos de estas características. La respuesta positiva de la juventud está llenando de esperanzas de poder influir en la “formación de una ciudadanía cultural”, explica Óscar Campos.

RECUPERAR LA MEMORIA:
UN MOVIMIENTO SOCIAL

El trabajo divulgativo desarrollado durante años por el Museo ha conectado profundamente con el anhelo de recuperación de la memoria del pueblo salvadoreño. Cuando empezó la gestación del Museo, el país acababa de salir de la guerra y las violaciones de derechos humanos que se cometieron durante ese período quedaron en la impunidad, el tejido social estaba profundamente roto y desestructurado por la violencia política, y más tarde por el clima de inseguridad. El Estado no atendía esta problemática y a las demandas de la sociedad salvadoreña por esclarecer la verdad y por hacer justicia respondía con nada. Propuestas como la del Museo -dar un sentido y un lugar público y relevante a hechos históricos que estaban siendo negados- encontraron eco en aquel momento especial que estaba viviendo el país. “Nosotros nos insertamos en las comunidades, allí fue nuestro aprendizaje. ¿Qué quieren las comunidades que se recuerde? ¿Cómo quieren que sea recordado y qué quieren que se olvide? Ese trabajo comunitario es lo que más nos ha enriquecido y lo que nos ha hecho abrir los ojos”, explica Santiago.

Durante los últimos años en El Salvador se ha producido un fenómeno de enormes dimensiones. “Hay una fuerza con características muy especiales, que tiene mucho que ver con las identidades de los salvadoreños”, explica Santiago. Se trata del esfuerzo por recuperar su memoria de las comunidades y de diversos sectores sociales en todo el territorio nacional, sobre todo en todas las zonas donde hubo conflicto.

INICIATIVAS DIVERSAS
POR TODO EL PAÍS

Mario Sánchez, hasta 2009 director de Pro-Búsqueda, una asociación de víctimas de la desaparición forzada de niños y niñas durante el conflicto armado, con quien el Museo ha colaborado en distintas ocasiones, lo explica así: “Más que de un movimiento social articulado, existen distintas iniciativas colectivas que impulsan acciones sostenidas de rescate y promoción de la memoria histórica a nivel comunitario, local e incluso nacional”. Esta sed se materializa a través de diversas expresiones en parroquias, comités y otras iniciativas civiles: la conmemoración de magnicidios como el de Monseñor Romero; de masacres, como las del río Sumpul o la de El Mozote. Se documentan y registran nombres, datos e información sobre víctimas de violaciones de derechos humanos durante masacres o desapariciones forzadas. Se recogen testimonios de los sobrevivientes, se hacen exhumaciones y exequias con restos de víctimas de masacres y ejecuciones. Se propone la apertura de procesos judiciales por las violaciones de derechos humanos tanto en El Salvador como ante el sistema interamericano y ante tribunales civiles de Estados Unidos”.

“Han surgido publicaciones con testimonios de supervivientes del conflicto armado. Se construyó el Monumento a la Memoria y la Verdad, en homenaje a los civiles asesinados o desaparecidos durante el conflicto armado. Hay acciones para declarar el 29 de marzo como el “Día dedicado a los niños y niñas desaparecidos durante el conflicto armado”. Es reciente la instauración del 24 de marzo como “Día de Monseñor Oscar Arnulfo Romero”. Y hasta existe la inclusión de actividades en torno a la historia del conflicto armado en una amplia oferta de actividades de turismo comunitario dirigido esencialmente a los sectores populares de El Salvador y a los salvadoreños residentes en el extranjero que visitan su patria”.

En muchas de estas actividades de recuperación de la memoria histórica la iniciativa es eminentemente local, parte en primera instancia de las víctimas y sobrevivientes, que no habían logrado nunca un reconocimiento del Estado salvadoreño, y que han tenido que afirmarse en un clima absolutamente adverso. Son acciones comunitarias, enraizadas en el territorio donde se cometieron las masacres y con un notorio “espesor religioso” en las formas de conmemoración: misas, actos ecuménicos, peregrinaciones, donde los lugares de la memoria adquieren cierta sacralidad, como lo señala Mario.

Otra de las expresiones de este “movimiento” son iniciativas que, como el Museo, han tratado de articular propuestas culturales en torno a la recuperación de la memoria histórica. Además del Museo, destacan iniciativas como Imágenes Libres, que en torno al bar Foto Café hacen un trabajo de recuperación de la memoria a partir de la fotografía. También la Universidad Centroamericana ha hecho una enorme contribución en la documentación de la realidad nacional desde distintas perspectivas, con especial énfasis también en el audiovisual.

El movimiento de recuperación de la memoria histórica que se ha venido desarrollando en El Salvador en estos últimos años, “se construye bajo la lógica de la “historia desde abajo”. Integra historias subalternas que quieren legitimar su voz y presencia para poner en evidencia que el pasado no puede ser silenciado”, dice Santiago.

LA DEMOCRACIA LO NECESITA

Para las comunidades, la reconstrucción de su historia tras la guerra se ha convertido en pieza de una nueva identidad vinculada a la solidaridad, la dignidad y el respeto a la vida.“Existe una conciencia profunda por el respeto a los derechos humanos en la conciencia colectiva del pueblo salvadoreño. De este modo, los esfuerzos de recuperación de la memoria histórica se articulan a un discurso de dignificación humana, que enlazan con las palabras de Monseñor Romero, ampliamente sentidas por las comunidades.

La recuperación de la memoria histórica desde la perspectiva de las víctimas tiene como fin afirmar el derecho a la verdad frente a la falsedad impuesta desde las estructuras de poder y enlaza con la reivindicación de otros derechos como la justicia y la reparación integral”, explica Mario Sánchez.

La transición hacia regímenes democráticos que no incorporan estas medidas de reconocimiento y reparación se cierran en falso y acaban perpetuando las condiciones de injusticia.

El Museo de la Palabra y la Imagen se vincula en diversas formas a estas distintas expresiones del movimiento por la recuperación de la memoria histórica, tanto en un rol protagónico con sus propias actividades culturales, que dan aliento y fuerza a amplios sectores de población, como apoyando otras iniciativas, como a la Asociación
Pro-Búsqueda para poner en marcha la casa-museo del padre Jon Cortina en Guarjila, o ayudando al Comité
Pro-Monumento a las Víctimas de las Violaciones de los Derechos Humanos que se erigió en el Parque Cuscatlán en San Salvador.

“CONFIAMOS MÁS EN LA GENTE”

La gran fuerza de todas estas iniciativas es que surgen de la propia organización de la gente, de la sociedad civil. Para Santiago, el movimiento por la memoria representa la perspectiva de un tercer implicado en el conflicto armado: la sociedad civil. Es una voz que emerge desde una experiencia del exiliado, del refugiado, del ciudadano que convivió con el horror durante muchos años. La sociedad civil ha asumido un papel fundamental en estos procesos de memorialización.

Durante años el Estado salvadoreño no quiso saber nada del debate sobre la memoria histórica. No le convenía.
En la coyuntura política del nuevo gobierno pueden abrirse nuevas perspectivas y ya se han dado algunos pasos positivos. A pesar de esto, las organizaciones civiles no han bajado la guardia y mantienen demandas claras para una auténtica reparación de las víctimas, lo que aún sigue estando lejano. Santiago asume en este punto una posición estratégica: “Hay un nuevo gobierno que pide perdón, que empieza a brindar algunos signos de reconocimiento a las víctimas.Eso nos da una perspectiva diferente de la que tuvimos en los últimos veinte años. Pero yo sigo confiando más en la gente y en la sociedad civil como motor de este movimiento.”

INVESTIGADOR Y COMUNICADOR SOCIAL. COORDINADOR DE LA ONG CATALANA ALBA SUD.

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