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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 330 | Septiembre 2009

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Nicaragua

¿Viento en popa, al garete o a punto de encallar?

Soplando ya muy fuertes sobre Nicaragua los vientos de la crisis económica internacional, el barco gubernamental sigue aferrado a mantener su rumbo. ¿Va viento en popa y “cumpliendo”, como pregona la propaganda oficial? ¿Va ya al garete, como indican algunas señales de desesperación que sus capitanes nos dan? ¿O está a punto de encallar, como sueña la dispersa y fragmentada oposición?

Equipo Nitlápan-Envío

Desde un comienzo la singladura del barco gubernamental fue trazada en dos coordenadas. En la económica, el gobierno de Daniel Ortega apostó a garantizar los equilibrios macroeconómicos según los parámetros del FMI. Contando con el aval y los recursos de las instituciones multilaterales sería posible mantener en orden ese expediente, demostrando a todos que el FSLN era más hábil que los gobiernos precedentes administrando el modelo neoliberal, combinando los equilibrios macroeconómicos con auténticos programas sociales de erradicación de la pobreza.

En lo político, apostó a la continuidad del FSLN en el gobierno. Con el control de las instituciones -conseguido gracias a una maraña de maniobras en el pacto con Alemán- y con los recursos venezolanos para organizar redes de clientelismo partidario sería posible lograr la reelección indefinida de Ortega. Aunque la singladura no ha sido variada, los escollos aparecen por todos lados.

EN UN PROCELOSO MAR

La crisis económica internacional continúa afectando severamente la economía nicaragüense. Se han reducido las inversiones, las remesas, las exportaciones. También el consumo interno. Se ha desplomado la recaudación de impuestos. El dato oficial es que la caída de impuestos al finalizar el año sería de 250 millones de dólares. No se escuchan pronósticos optimistas. A estos problemas se suma la subejecución del presupuesto por el congelamiento de desembolsos internacionales y también por la ineficiencia estatal. A la crisis que viene de afuera se ha sumado el fraude que vino de adentro y que representó un congelamiento significativo de la ayuda presupuestaria de los países cooperantes (97 millones de dólares).

LA VOLUNTAD DE LOS CAPITANES

Después de recortar por dos veces el presupuesto de 2009 (60 millones de dólares en abril y 40 millones en junio), habrá un tercer recorte de 30 millones antes de terminar el año. El déficit fiscal ha seguido contradiciendo los balances acordados con el Fondo Monetario. A diferencia de lo ocurrido en los dos primeros años de gobierno, en este tercer año el equilibrio macroeconómico -presentado por el equipo económico de Ortega como un indiscutible logro- está hoy en riesgo y el gobierno ha pasado ocho meses sin lograr la aprobación del FMI.

El déficit fiscal podría aliviarse si los capitanes del barco decidieran un par de giros en el timón. Incorporar la ayuda venezolana al presupuesto superaría el déficit, pero el gobierno nunca ha tenido voluntad de hacerlo. Prefiere darle a estos millonarios recursos destinos sobre los que ninguna institución pública recibe información ni tiene control. Cada vez hay más indicios de que contribuyen a cimentar el capital de la familia-partido-Estado.

Otro giro sería admitir, de alguna forma, ante la comunidad internacional el fraude en las elecciones municipales de 2008, dando garantías de que no se repetirá algo similar en las elecciones generales de 2011. Esto también aliviaría el déficit fiscal porque alentaría a la cooperación internacional a retirar la suspensión de ayuda provocada por el fraude y la decidiría a continuar apoyando el presupuesto nacional. Pero tampoco aquí la brújula indica alguna voluntad de rectificación.

VOCES DESDE ALTAMAR

La situación sobre la democracia en Nicaragua sigue siendo “preocupante”: es la última palabra que al iniciarse el mes de septiembre se oyó desde la Unión Europea en Bruselas.

Al día siguiente de escucharse estas voces, y en vísperas de la llegada a Nicaragua del director general adjunto de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea, Stefano Sannino, la Secretaria de Comunicación y Ciudadanía para el Desarrollo y el Bienestar Social, Rosario Murillo, “comentó” así las sanciones europeas que siguieron al fraude electoral de noviembre en una extensa entrevista a los medios oficiales: “Somos un país pequeño y bloqueado por los imperios norteamericano y europeo, que pretenden imponer sus diseños de cooperación y exigirle a Nicaragua que responda a sus modelos y no al modelo propio que estamos logrando impulsar: haciendo revolución desde el fortalecimiento de la conciencia con la participación de todos”.

¿Es la voz de Murillo, en la proa del barco, una señal de que el gobierno no ha convencido a los europeos? ¿Confiará el gobierno en salir de la tormenta presupuestaria prescindiendo de la UE, porque cuenta con la incondicional ayuda venezolana y sabe que el FMI no quiere un naufragio del país?
Una señal de que el FMI busca evitarlo a toda costa es la entrega que hizo este mes al Banco Central de 150 millones de dólares en “derechos especiales de giro” para reforzar las reservas internacionales y así contribuir al equilibrio macroeco¬nómico. Estos recursos fueron aprobados en la reunión en Londres del G-20 pa¬ra contribuir a que los países más pobres no fueran tan afectados por la crisis.

UN BARCO ZARANDEADO

Mientras los capitanes del barco no han dado señales de cambio de rumbo el proceloso mar económico zarandea fuerte la nave nacional. ¿Qué hacer? En un brusco y desesperado bandazo, el 7 de agosto el gobierno anunció una concertación tributaria para lograr tapar el agujero fiscal con una mayor recaudación de impuestos.

En 2007, recién llegado al gobierno el FSLN, cuando prácticamente todos los sectores nacionales le daban un cheque en blanco a Daniel Ortega para que demostrara su experiencia de estadista en su segunda oportunidad en el gobierno, ya sin guerra, y cuando la crisis económica internacional no se avizoraba, hubiera sido el momento de hacer reformas al inequitativo sistema tributario nicaragüense. Una reforma “integral” fue promesa electoral de Ortega. La reforma fue también un continuo reclamo de distintos sectores nacionales de izquierda. Lo exigían argumentando con la necesidad urgente de aumentar el gasto social y se monta¬ban en el anunciado “cambio de sistema” o “segunda etapa de la revolución” que el gobierno proclamaba. La redistribución de las riquezas por la vía de los impuestos es una “revolución” pendiente en Nicaragua.

Pero el esquema tributario no se tocó en 2007. En ese año los capitanes confiaban en el dinero de Venezuela y en la que creían incondicional cooperación europea. Además, no querían perturbar la alianza que priorizaban: con los grandes empresarios del COSEP.

Tampoco hubo reforma en 2008 para no añadir tensiones al año de las elecciones municipales. Todavía a finales de junio de este año 2009, y en una de sus cordiales reuniones con el COSEP, Daniel Ortega y su equipo económico prometieron a los representantes del gran capital nacional que no haría ningún cambio al sistema de impuestos en los próximos dos años, hasta el final de su mandato.

¿Ilusos, incompetentes? Tal vez sólo faltó imaginación. Nadie en los gobiernos centroamericanos imaginaba las dimensiones de la tormenta económica que iba a sacudir a la región.

PARA LLEGAR AL MUELLE

Sin una reforma tributaria que distribuya más equitativamente los recursos nacionales y que disminuya el carácter regresivo de nuestro sistema de impuestos, Nicaragua no superará nunca los niveles de pobreza que hacen tan difícil la vida a la mayoría de su gente. Sin una verdadera reforma tributaria Nicaragua no cumplirá en 2015 los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero los ajustes tributarios propuestos ahora por el gobierno llegan en el peor de los momentos: con los impactos que ya está teniendo la crisis económica en Nicaragua, causarán más recesión y no cumplirán siquiera con su objetivo cortoplacista: cubrir el déficit fiscal.

Vienen envueltos en un atractivo envase: “concertación”. Si algo ha caracterizado a este gobierno es su incapacidad de “concertar” incluyendo a todos en esfuerzos auténticamente participativos. Por eso, iniciar un auténtico proceso de debate, diálogo y consenso sobre metas específicas -todo lo que se expresa en la palabra concertación- es de aplaudir y celebrar. Pero, ¿es posible concertar con el apremio con que el gobierno ha planteado las cosas? El 20 de septiembre debe estar todo “concertado” y el 15 de octubre la reforma debe llegar al Parlamento.

La excusa oficial para justificar el inadecuado momento y la urgencia de tener esto listo a la carrera colocó en el banquillo al FMI: era el Fondo quien estaba exigiéndole al gobierno la reforma tributaria. Pero el FMI sólo pide equilibrio macroeconómico. El FMI sólo quiere evitar el naufragio del barco. Para eso, la entrega al gobierno de los 150 millones de dólares en derechos especiales de giro, cantidad sustantiva que, aunque no resuelve el déficit fiscal -porque esa cantidad es para reservas y no para el gasto público-, sí apuntala algo el barco.

No es el FMI el que exige. Son los capitanes del barco los que no quieren llegar al muelle por otras rutas, sino por la de una confusa reforma tributaria, que podría echar mucho por la borda.

PELIGROS A BABOR Y A ESTRIBOR

La “concertación” tributaria del gobierno fue resumida inicialmente en unas 40 filminas que se presentaron sólo a los grandes empresarios del COSEP. Después a otros sectores, aunque siempre a puertas cerradas. Ha sido descalificada por expertos fiscales y economistas porque afectará la liquidez y la rentabilidad de las empresas, golpeará severamente a las micro y pequeñas empresas y profundizará la recesión ya existente.

Su lógica es solamente recaudatoria: el gobierno pretende recaudar en impuestos el equivalente al 2.41% del PIB (unos 180 millones de dólares). La reforma entraría en vigor el 1 de enero de 2009 y sus resultados se comenzarían a sentir sólo meses más tarde.

El experto en derecho fiscal, Julio Francisco Báez, se dio a la tarea de hurgar en las inconsistencias de la propuesta gubernamental. Señala asombrado que la propuesta ni siquiera menciona el ámbito municipal. Indica que es “ambiguo” el argumento de priorizar a quienes no pagan, porque hay muchos más que sí pagan pero mucho menos de lo que deberían pagar si cumplieran las leyes. Reclama el diseño de un padrón de contribuyentes del que carece Nicaragua. Advierte que la reforma no viene acompañada de un diagnóstico completo sobre el sistema tributario. Denuncia como “señuelo” para vender la propuesta como equitativa y de carácter social la medida más popular-populista que enarbola el gobierno: aumentar el techo salarial para empezar a pagar el impuesto sobre la renta, que pasaría de 50 mil a 75 mil córdobas anuales ($3,750).

Báez pone el acento en el tratamiento “aterciopelado” que tiene la propuesta hacia las exoneraciones (actualmente representan una pérdida para el fisco de casi 250 millones de dólares y benefician al turismo, zonas francas, minería, bolsa agropecuaria...). Y comenta que la razón para usar esos “guantes de seda” es que no existe voluntad política para “tocar sacrosantos intereses económicos”. ¿Vinculados a la familia en el poder y a funcionarios del partido en el gobierno?

El 3 de septiembre Báez hizo pública una propuesta alternativa que permitiría al gobierno recaudar tanto o más que con la reforma, sólo cumpliendo las leyes existentes, que no se cumplen. (De eso hablará con Envío en el próximo número).

HACIENDO AGUA POR LA POPA

Si el barco gubernamental está empezando a hacer agua en la proa por la crisis en los equilibrios macroeconómicos, también les está resultando muy difícil a los capitanes mantener el rumbo en la popa: dar continuidad indefinida al gobierno del FSLN.

La pretensión de Daniel Ortega de lograr unas reformas constitucionales que transformaran el sistema presidencialista vigente en un abstruso sistema parlamentario (ver sus características en Envío de julio 2009), en donde él, su partido y su socio en el pacto dominarían el escenario, ya se da por fracasada. A pesar de toda la propaganda que le hicieron al parlamentarismo Ortega y sus voceros -también Alemán- el más frecuente de los voceros del gobierno, el magistrado Rafael Solís, reconoció finalmente el 20 de agosto que el proyecto ya no va, achacando este naufragio al “temor e ignorancia” de los opositores.

Sin embargo, Solís reafirmó que el objetivo siguen siendo reformas constitucionales, aunque solamente para modificar el artículo que impide a Ortega reelegirse nuevamente, incluso indefinidamente. Como anzuelo para pescar votos y lograr la reelección, Solís dijo que, en el debate parlamentario, la reelección podría incluirse en un paquete más amplio, que incluiría las reformas electorales que reclama la oposición y también el establecimiento en la Constitución de la nueva figura del referéndum revocatorio, aplicable a todas las autoridades electas a mitad de su período.

ESCOLLOS EN EL MAR DEL PACTO

Las encuestas vienen mostrando un rechazo mayoritario de la población a la continuidad de Daniel Ortega en el gobierno. Pero la reforma que se lo permitiría no la decidirán las encuestas, sino los diputados. Aunque en la Asamblea Nacional el FSLN no tiene mayoría, el Parlamento sigue estando controlado por los intereses del pacto Ortega-Alemán. Sin embargo, hasta el momento, los seis-siete-ocho votos de diputados liberales alemanistas que le faltan a Ortega para conseguir los 56 que necesita para ser nuevamente candidato y reelegirse, no aparecen. Pasa el tiempo y no aparecen.

Nadie duda que Alemán está decidido a facilitárselos, no abierta, sino encubiertamente, con alguno de esos arreglos-sorpresa a los que nos ha acostumbrado la clase política nacional. Pero pasa el tiempo y no encuentra el cuándo ni el cómo. Alemán sueña con reeditar la competencia de 1996: ser candidato presidencial frente a Ortega. Ortega comparte ese mismo sueño. Si el tiempo nos acercara a ese escenario más parecerá una pesadilla.

Pero para la operación camuflada de facilitar los votos faltantes, Alemán tiene cada vez más dificultades en la medida en que se acerca el período electoral. Las bases liberales le perdonan a Alemán la hiper-corrupción de su gobierno, pero lo que no le perdonan son sus acercamientos a Ortega. Lo inculpan del poder que hoy tiene y mantiene Daniel Ortega y esa deuda se la mantienen pendiente.

¿Cómo sorteará el barco del FSLN el escollo político si no consigue los votos para la reelección? Buen conocedor del FSLN y de sus habilidades, el ex-alcalde de Managua Dionisio Marenco en una entrevista en “La Prensa” reflexiona así, después de aceptar lo cerrado y oscuro del horizonte nacional: “Pudiera haber una variante que poco la han analizado. Y es que en circunstancias de crisis, en la historia de Nicaragua generalmente ocurre una salida de éstas: Constituyente, pacto, kupia kumi, triunvirato... Yo no descartaría que ocurriera algo de eso. Somoza no se reeligió ni una sola vez en su vida. Ni el padre ni los hijos. Siempre buscaron un interinato, un presidente provisional, un golpe de Estado o el terremoto o la junta de gobierno, y después volvía a aparecer Somoza”.

QUÉ VEN DESDE LA CABINA

Para Ortega es fundamental que el barco no se desvíe del rumbo de la reelección, que no haga agua por ese flanco. Aunque no la tiene fácil, muchas cosas obran a su favor. Y eso alienta a los capitanes cuando otean el horizonte.

La oposición reitera a diario que es un imperativo unirse para derrotar a Ortega, pero permanece fragmentada y en inacabables disputas sin ningún otro contenido que no sea el cambalache de nombres y apellidos de unos o de otros, en alza hoy y mañana a la baja. Hasta el obispo de Estelí Abelardo Mata se ha dado a la tarea de reunir a las facciones liberales para lograr esa imperativa unidad.

Alemán sigue demostrando su capacidad de flotación y ganando espacios. Retomó la iniciativa del grupo de Montealegre y está dedicado a la “modernización” y “reingeniería” del PLC, recorriendo el país y prometiendo elecciones internas para seleccionar candidatos. Aunque es socio menor en el pacto con Ortega, se proyecta nuevamente como líder de un liberalismo sólo basado en el antisandinismo.

Los liberales que están fuera del PLC permanecen divididos y en pugnas de protagonismo. El liderazgo de Montealegre no atrae a todos los liberales no alemanistas. Tampoco convence nacionalmente: su rechazo a la reforma tributaria tiene las razones habituales de una derecha insensible socialmente y sin visión de país; su visita a Micheletti fue un error innecesario y la acusación que sobre él pende por el caso de los CENI lo mantiene ocupado en defenderse.

Montealegre se mueve bajo la bandera de un PLI seriamente dividido, también por protagonismos. Con el Consejo Supremo Electoral controlado por el pacto podrían desaparecer por vía administrativa los dos partidos liberales que no son el de Alemán, la ALN y el PLI, tal como el Consejo ya hizo en 2008 anulando la personería jurídica del MRS y del Partido Conservador.

¿Y EN LAS ESCOTILLAS?

¿Y en el sandinismo opuesto a Ortega? Hay malestar y quizás paciencia. En el sandinismo que aún participa en el FSLN hay descontento por la falta de democracia interna. Confirma Nicho Marenco la falta de vida orgánica en el partido en el gobierno: “Están completamente centralizados el control, la autoridad y los mecanismos organizativos… En partidos que son muy verticales como es el Frente los síntomas de malestar los ves hasta que estallan”.

¿Por qué no estallan las contradicciones, que ya se adivinan? De momento, puede más el miedo a represalias políticas y el temor a perder el empleo, aunque otros conocedores de lo que sucede en las escotillas del barco hablan de la posibilidad de que se esté cocinando una “gran fractura” que pasaría por aislar a Daniel Ortega en 2011.

VIENTOS NO FAVORABLES

Para afianzar el rumbo político del barco el gobierno tiene grandes ventajas en la desunión de la oposición. Pero la crisis económica tambalea la nave. Los recursos venezolanos destinados a los proyectos sociales, clientelistas o no, asistencialistas o no, no cubren tantas necesidades. Los dos programas insignia que desde el comienzo Ortega y Murillo pusieron como banderas en el mástil, Usura Cero y Hambre Cero, experimentan limitaciones porque se alimentaban de los cada vez más recortados recursos presupuestarios. El gobierno trata de explicar la crisis en Hambre Cero, donde hay evidentes problemas de subejecución, como una “desaceleración programada”.

También cabe preguntarse si los recursos venezolanos experimentan limitaciones porque la voraz acumulación de capital de la familia-partido ha entrado en competencia con los objetivos clientelistas. Como esta pregunta flota en las brisas marinas, Murillo responde: “Aquí no hay una propuesta de privilegiar capitales para volvernos millonarios, aquí lo que queremos es ser millonarios en conciencia, en valores, eso sí”.

Ciertamente, el gobierno tiene todavía expresiones de conciencia y sensibilidad social que calan en mucha gente. En el sistema de salud se nota ya bastante la falta de recursos, pero aún es gratuita la atención. El programa médico oftalmológico “Operación Milagro” se mantiene con mucho éxito. Lo mantiene la solidaridad de Cuba. Y el programa de alfabetización “Yo sí puedo”, también apoyado por Cuba, logró reducir el analfabetismo en el país a menos del 4%. Este logro merece una ovación, pero también implica nuevos desafíos para el gobierno, que deberían expresarse en un incremento del presupuesto para la educación que, en cambio, ha sido reducido este año con los recortes presupuestarios.

PARA NO ENCALLAR

Ante el malestar y las incertidumbres que provoca la crisis económica, el gobierno no responde ni con tolerancia ni con inclusión, sino intensificando el control político. En esta actitud autoritaria y excluyente está tal vez el mayor escollo, el que está llamado a crecer exponencialmente con el tiempo.

Por un lado, el FSLN está ya diseñando con sus militantes la estrategia electoral para 2011. Reparte detalladas encuestas para afinarla, desarrolla reuniones con dos años de anticipación insistiendo en la reelección de Ortega, y sigue repartiendo carnets de militantes del FSLN en las instituciones estatales y en los barrios, confiando en que por diversos mecanismos de coacción o de prebendas económicas esos carnets se transmuten en votos.

Pero esto no garantiza nada. Las elecciones municipales fueron precedidas de una intensa etapa de clientelismo y presiones y el FSLN tuvo que hacer un burdo fraude electoral para “ganar” en 40 alcaldías, las más importantes del país. Por eso, el control político también incluye la represión. Una represión controlada que provoque intimidación. Al carecer de aparatos represivos institucionales, el gobierno requiere de fuerzas de choque organizadas con lo que tiene a mano. Y lo que tiene a mano son empleados estatales incondicionales y grupos juveniles fácilmente fanatizables y capaces de armarse de piedras y garrotes para amedrentar o atacar a quienes piensan diferente y lo expresan públicamente.

NO AMAINARÁN ESTOS VIENTOS

Toda red social con pensamiento propio y crítico, con recursos, con cierto liderazgo y con autonomía es un objetivo potencial de esta forma de represión organizada desde el gobierno decidido a acumular control político.

Es desde esta perspectiva -que indica que hay temor y hasta una cierta desesperación en el gobierno- que se entiende el ataque que sufrió un pequeño grupo de dirigentes de la Coordinadora Civil el 8 de agosto en los predios de la Catedral de Managua (ver más detalles en páginas siguientes).
A pesar del inmenso costo político que previsiblemente tendría esta escaramuza, el partido en el gobierno actuó con saña y sin pudor.

En este escenario es cada vez más sospechosa la reiterada pasividad policial ante quienes alteran el orden público, afectan la propiedad privada o agreden a las personas si quienes protagonizan los disturbios representan los intereses del partido en el gobierno, que pretende neutralizar a quienes no aceptan girar en su órbita.

La denuncia de estos grupos de choque -llamados por algunos “grupos paramilitares” y ejecutores de la que algunos han llamado “política del garrote”- ha llegado ya hasta las instancias internacionales. El Jefe del Ejército negó que existan en Nicaragua “grupos paramilitares”, porque éstos siempre actúan ligados, amparados o apadrinados por las instituciones militares y eso no es lo que ocurre en Nicaragua. El general Halleslevens minimizó la actuación de estos grupos y los atribuyó a “la calentura política”. La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), Vilma Núñez, le respondió precisando que se trata de “grupos partidarios y paraestatales que utilizan métodos paramilitares”.

Y en la denuncia que el CENIDH presentó a la Comisión Interameri¬cana de Derechos Humanos señala: “Destacamos la organización creciente de los mencionados grupos violentos, que obedecen a un líder, y que ahora se conforman como verdaderas tropas, disponiendo, además, de buses, motocicletas y radiocomunicadores. Esto atestigua un reforzamiento y una radicalización de esta nueva forma de reprimir, y podría abrir la vía a la reaparición de grupos armados ilegales que Nicaragua había logrado dejar en el pasado”.

DOS VOCES EN LA PROA

Si la opción de la represión se agudiza y esa vía se impone e incrementa para neutralizar el descontento, el barco gubernamental podría encallar.

¿Es cercano este escenario? Es lógico pensar que no lo será hasta que el descontento se traduzca en organización, la pasividad en movilización, hasta que surja un movimiento cívico nacional con un liderazgo creíble, honesto y capaz de articular una estrategia nacional, una propuesta de país, un proyecto que vaya más allá de la escueta y simple consigna de “todos contra Ortega”.

Este mes, en el proceloso mar en el que navegamos, se escuchó la contradictoria voz de dos de los nueve dirigentes que condujeron la nave de la revolución en los años 80. Tomás Borge, ex-ministro del Interior, que habla sin cesar, expresó la voluntad política de no cambiar el rumbo al costo que sea en una entrevista con Telesur: “Todo puede pasar aquí, menos que el Frente Sandinista pierda el poder. Me es inconcebible la posibilidad del retorno de la derecha en este país. Yo le decía a Daniel Ortega: podemos pagar cualquier precio, digan lo que digan. Lo único que no podemos es perder el poder, digan lo que digan, hagamos lo que tengamos que hacer. El precio más elevado sería perder el poder. ¡Habrá Frente Sandinista hoy, mañana y siempre!”.

Humberto Ortega, ex-Jefe del Ejército, que sale a hablar sólo cuando husmea los riesgos de una tormenta en pleno desarrollo, expresó la necesidad de rectificar el rumbo en una entrevista televisada con Carlos Fernando Chamorro en la que parecía hablarle a su hermano Daniel Ortega.
Después vinieron otras entrevistas en “El Nuevo Diario” con los mismos contenidos. Humberto negó que el gobierno actual sea una “revolución”, cuestionó la reelección, sugirió irregularidades fraudulentas en las elecciones municipales, señaló como sano el cambio de autoridades en el Poder Electoral y abogó por la tolerancia como único camino para el desarrollo de Nicaragua.

“La historia lo ha demostrado -dijo-: las reelecciones en lugar de servir para darle continuidad al ejercicio correcto de un líder al frente de un partido, han servido simplemente como mecanismo para su poder y no para fortalecer la libertad, que es lo que más interesa a la mayoría… Imponer por la vía de la legalidad y no de la legitimidad un cambio de la Constitución solamente para eso, en lugar de fortalecer la estabilidad nacional que el país requiere podría dificultarla y debilitarla más de lo que ya está… Lo que más daño nos está haciendo es la intolerancia y una enorme ausencia de vida democrática real”.

LA ROSA DE LOS VIENTOS

En este barco vamos todos. No podemos bajarnos de él. Podemos hundirnos si no echamos por la borda el lastre de una cultura política que pesa cada vez más negativamente. Podemos quedar varados en cualquier orilla si no atendemos a la historia, escrita en un cuaderno de bitácora que nos enseña otras rutas. Y podemos anclar en un puerto más seguro. Lo que en medio de la tormenta seguimos creyendo es que la rosa de los vientos indica que para cambiar el rumbo hay que contar con el Sandinismo.

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