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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 327 | Junio 2009

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Nicaragua

El Salvador y Nicaragua: tan cerca, tan lejos

El inicio del gobierno del periodista Mauricio Funes en El Salvador y el triunfo electoral del FMLN abren un período de esperanzadas expectativas en Centroamérica y, aunque “todas las comparaciones son odiosas”, nos permiten trazar algunos contrastes desde Nicaragua.

Equipo Nitlápan-Envío

El Presidente Daniel Ortega decidió no llegar al acto oficial de toma de posesión del Presidente Mauricio Funes en la mañana del primero de junio. Lo esperaban, se había anunciado su participación, pero no llegó. Adujo “razones de seguridad”. Igual que el Presidente Hugo Chávez, que argumentó un siniestro plan para atentar contra su vida al volar de Caracas a San Salvador.

Ortega se presentó en la capital salvadoreña, ya cayendo la tarde, en el acto popular del estadio Cuscatlán, abarrotado del rojo entusiasta de los militantes del FMLN. Al saludar a la multitud, dijo que “el FSLN y el FMLN son hermanos gemelos”. ¿Tiene vigencia esa “gemelitud”?

“SI NICARAGUA VENCIÓ…”

En los años 80, cuando la revolución sandinista se empeñaba en lograr transformaciones estructurales en Nicaragua y, a la par, enfrentaba la guerra contrarrevolucionaria financiada por Estados Unidos, en El Salvador, el FMLN libraba una guerra de liberación contra el gobierno y el ejército de ese país, financiados por Estados Unidos.

El FMLN aspiraba a lograr allá lo que el FSLN había logrado ya aquí: llegar al gobierno para comenzar a cambiar las rancias estructuras de un poder obsoleto e injusto. En las plazas de Managua se hizo habitual aquella consigna: “¡Si Nicaragua venció, El Salvador vencerá!”

No fue así. En 1990 el gobierno del FSLN fue derrotado electoralmente, vencido por una guerra desgastante y por los desastres de una economía de guerra a los que no se les veía fin. Dos años después se firmaban los Acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra civil salvadoreña, a la que tampoco se le veía fin. El final de una guerra mayor, la Guerra Fría, con el colapso de la URSS, anunciaba un cambio de mundo y un mundo en cambios acelerados, que comenzaron a variar la faz de Centroamérica.

Durante los años 90, y ya entrado el nuevo milenio, tanto el FSLN como el FMLN fueron partidos de “oposición” a gobiernos de derecha. En el caso de Nicaragua, aunque el modelo neoliberal fue adoptado por las tres administraciones (1990-2006), las diferencias entre los tres mandatarios y sus gestiones fueron obvias. En el caso de El Salvador, el modelo y la matriz fueron similares en los cuatro sucesivos gobiernos de ARENA (1989-2008). En esos años los “gemelos” comenzaron a distinguirse y a forjar identidades disímiles.

¿Fue porque la derecha salvadoreña es la más sólida y organizada de Centroamérica y eso contribuyó a los aprendizajes que el FMLN tuvo que hacer? ¿Fue porque el poder totalizante y casi absoluto que el FSLN experimentó en los años 80 contribuyó a la descomposición política y ética que siguió a su derrota electoral? ¿Fueron otras razones las que tuvieron más peso?

DOS CAMINOS ELECTORALES

Hoy, casi dos décadas después de las guerras civiles que asolaron a los dos países, el FSLN y el FMLN están de nuevo en el gobierno. Y aunque hay aún rasgos que permanecen por los orígenes gemelares, hay algunos contrastes que señalar.

El primero es el camino por el que uno y otro vencieron a la derecha en las urnas y la legitimidad derivada de ambas rutas. El FSLN ganó las elecciones presidenciales de noviembre de 2006 después de maniobrar y pactar con el más corrupto de los gobernantes de Nicaragua, Arnoldo Alemán, hasta conseguir que Alemán le concediera rebajar a 35% el porcentaje para ganar elecciones, cifra insólita por lo reducida en las leyes electorales latinoamericanas.

Ortega ganó las elecciones con el 38% de los votos ante una derecha incapaz de unirse y de tomar distancias del corrupto Alemán. Además, es la fecha en que el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua -sometido al pacto Ortega-Alemán- no ha dado a conocer aún el 8% de los resultados de esas elecciones. Y no son infundadas las sospechas: en el 8% ocultado estaría la clave del triunfo de Ortega. No habría superado en 5% al candidato del segundo lugar, el candidato de la derecha Eduardo Montealegre, y hubieran tenido que ir ambos a una segunda vuelta, en la que Ortega no tenía seguridad de salir triunfador.

El FMLN ganó las elecciones presidenciales con más del 51% de los votos, con 60 mil votos de diferencia con el candidato de ARENA y ante toda la derecha unida en un solo bloque, venciendo la crudísima campaña política con que fue hostigado, y a pesar de todas las maniobras que la derecha armó para impedir su victoria. El Tribunal Electoral de El Salvador, sometido a la derecha, tuvo que reconocer los resultados, los brindó rápidamente y en su totalidad.

POR LAS MALAS

Unos meses antes de las elecciones presidenciales en El Salvador, las elecciones municipales de noviembre de 2008 en Nicaragua revelaron a un FSLN dispuesto a seguir ganando por las buenas... o por las malas. Con un descarado y documentado fraude electoral -de aquellos que ya no se veían en América Latina-, el FSLN alteró el resultado en al menos 40 de los municipios de los 105 que se adjudicó, entre ellos Managua y varias capitales departamentales.

Así, mientras el FMLN luchó durante años para lograr la legitimidad democrática de una mayoría electoral, los dos procesos nicaragüenses -el presidencial y el municipal- demuestran que el FSLN, siendo minoría electoral, pretende imponerse como mayoría política al país. Resultado: en Nicaragua, el sistema electoral ha dejado de ser confiable y está en riesgo el futuro de la democracia electoral, al ensombrecerse las posibilidades de la alternancia por la vía de los votos.

DOS CANDIDATURAS

El FSLN llegó al gobierno después de intentarlo en balde tres veces seguidas, siempre con Daniel Ortega como candidato presidencial (1990, 1996, 2001). Ortega lucha ahora, por las buenas y por las malas, para lograr una reforma constitucional que le permita presentarse de nuevo como candidato en 2011. A lo largo de los años, Ortega ha saboteado, siempre por las malas -y hasta por las muy malas- cualquier posibilidad de una candidatura alternativa y también cualquier liderazgo alternativo en su partido.

Esto ha ido configurando en el FSLN un poder cada vez más personalista, y en los dos años del actual gobierno cada vez más familiar, dando lugar a lo que se conoce como Danielismo u Orteguismo, para diferenciarlo radicalmente del Sandinismo.

Aunque el FMLN no dejó de verse tentado en tres ocasiones a aferrarse al peso de sus dirigentes históricos, tuvo que aprender, por las buenas y por las malas, a abrirse, a aceptar un mayor pluralismo, en una sociedad no sólo agotada por la guerra, sino también cada vez más plural. Shafick Handal perdió las elecciones presidenciales de 2004 con el 35% de los votos, Facundo Guardado perdió las de 1999 con el 28%. Hoy, Mauricio Funes ganó con un poco más del 51%.

Funes, un periodista de izquierda, que no hizo la guerra, pero que sí fue conocido y respetado por toda la población por haber documentado con inteligencia y compromiso la “guerra económica” de los gobiernos de ARENA, tomando partido por las víctimas de ese conflicto, sumó votos y cambió la imagen con que el FMLN se presentaba en las contiendas electorales.

DOS CONVERGENCIAS

El movimiento ciudadano “Amigos de Mauricio” contribuyó eficazmente al pluralismo y al cambio de imagen -esperamos que también al cambio de realidad- del FMLN, sumando a la probada organización de las que fueron estructuras político-militares, los recursos, contactos, experiencias y capacidades de gentes muy variadas de los sectores medios y altos de la sociedad salvadoreña, profundamente afectados por las políticas de los cuatro gobiernos de ARENA.

Aunque el futuro de la alianza de este movimiento -organizado desde abajo- con el FMLN, comienza ahora a ponerse a prueba, resulta muy diferente de la alianza que el FSLN fabricó desde arriba y desde 2001 para alcanzar el gobierno y a la que llamó Convergencia Nacional, hoy convertida en un grupito de personas con nula influencia en la marcha del partido y del gobierno. Lo que en El Salvador ha sido un motor, en Nicaragua no pasó de ser una fachada.

Lo que el gobierno de Nicaragua ha presentado como enseña de su cosmético lema de “unidad y reconciliación”, en El Salvador puede contribuir a que el nuevo gobierno camine en serio hacia ambas metas.

DOS APARATOS ESTATALES

Los desafíos con los que asumen el gobierno Mauricio Funes y el FMLN en 2009 son infinitamente más complejos que los que se encontraron Daniel Ortega y el FSLN en enero de 2007. Y ese contraste puede marcar en los próximos meses y años más diferencias entre los “gemelos”.

Ortega encontró una macroeconomía ordenada. Y llegó al gobierno tras tener ya copados todos los otros poderes e instituciones del Estado después de casi diez años de un ominoso pacto con Arnoldo Alemán, que ha debilitado crecientemente la ya frágil institucionalidad de Nicaragua. Sus incondicionales en el partido ya controlaban el Poder Electoral y el Poder Judicial cuando Ortega ocupó el Poder Ejecutivo. El control previo en estos poderes le ha permitido desde entonces al FSLN manipular el proceso electoral, judicializar la política y politizar la justicia una y otra vez.

Funes llega al gobierno cuando El Salvador atraviesa por una situación fiscal complejísima, no sólo por el impacto de la crisis global, sino por el mal manejo en los gastos / ingresos que le deja en herencia el último gobierno de ARENA.

Y tiene enfrente a una derecha que controla todo el aparato del Estado, como explica en mayor detalle en las páginas siguientes nuestra corresponsal en El Salvador, al informar sobre la situación de las instituciones que imparten justicia y luchan contra la impunidad en ese país.

En este sentido, el FMLN ha logrado en El Salvador, con su triunfo electoral, un histórico cambio de gobierno que apenas ha comenzado a erosionar el poder político de la derecha, mientras que en Nicaragua el FSLN está forzando autoritariamente “un cambio de Estado” en alianza con la derecha más corrupta -la de Alemán-, al pretender imponer, sin consulta popular y con la táctica de la compra de votos, la reelección presidencial, el bipartidismo y, sin cambios en la rígida ley electoral producto del pacto, un sistema parlamentario, estructurado según los intereses de Ortega y los de Alemán, que actúa como socio minoritario en estos planes.

UNA SOLA CRISIS

Mientras en Nicaragua el Presidente Ortega, enfrenta la crisis económica internacional, que está sintiéndose cada vez con mayor intensidad en el país, sin un plan estratégico, con medidas incoherentes, a las que no se les ve la lógica, el Presidente Funes presentó desde su discurso inaugural un Plan Anti-Crisis con una organizada serie de medidas anti-cíclicas para dar respuesta a la crisis. Y aunque no está claro de dónde saldrán todos los recursos para hacerlas realidad, ya en la formulación se adivina un proyecto que en Ortega no pasa de endosarle a la petrogenerosidad del Presidente Chávez la solución de todos los problemas nicaragüenses.

Si la crisis internacional fue el mejor aliado de Funes para derrotar a ARENA, parece que Funes buscará hacer de la crisis también su aliada en el gobierno que inicia. En el caso de Ortega, la crisis ha puesto de manifiesto los niveles de improvisación de su equipo, como producto de la centralización del poder en manos de la pareja gobernante y de la selección o democión de los funcionarios en base a su incondicionalidad con la pareja.

Mientras en El Salvador el movimiento popular salvadoreño se prepara, con experiencia acumulada y propuestas, a enfrentar el mayor reto de su historia -los desafíos de la crisis y las oportunidades del nuevo gobierno, siendo ya hoy “multicolor, multiforme y multisonoro” -como lo describe un dirigente del FMLN-, en Nicaragua el FSLN ha uniformado con el mismo color rosado, las mismas consignas del pasado y una única voz, a los CPC, expresión dirigida desde casa presidencial del nuevo “movimiento popular”.

DOS REFERENTES
INTERNACIONALES

Otro gran contraste son los referentes internacionales del FSLN y del FMLN. El referente el FSLN es el Presidente Chávez. Ortega no deja de loarlo, a tiempo y destiempo, dentro y fuera de Nicaragua. El Presidente Funes ha expresado en varias ocasiones que su referente en América Latina es el Presidente de Brasil, Lula da Silva, porque -según dijo en su discurso inaugural- “demostró que se puede hacer un gobierno popular, democrático, con economía fuerte y distribución justa de la riqueza”. También señaló en esa ocasión como referente -al igual que lo hizo previamente- al Presidente Barack Obama, porque “probó que es posible reinventar la esperanza”.

Es evidente la distancia entre Ortega y Lula, quien se define así: “No tengo tiempo para estarme peleando con nadie y para generar ideología, porque tengo que dedicar todo el tiempo a gobernar y a generar servicios”. Ortega vive de la confrontación y de las soflamas ideologizadas. Y es conocido el papel anti-Obama que Ortega ha decidido asumir en su retórica nacional e internacional.

DOS FUENTES EXTERNAS
DE RECURSOS

El 18 de marzo, Funes, el electo Vicepresidente y ex-dirigente guerrillero Salvador Sánchez Cerén y líderes del FMLN visitaron Venezuela para reunirse con el Presidente Chávez y sondear la posibilidad de extender a todo El Salvador el proyecto de combustible subsidiado que ofrece PDVSA y que ya brindaba Venezuela a los municipios gobernados por el FMLN.

En esta ocasión, Funes decidió no sumarse al ALBA y Chávez sólo le prometió duplicar las importaciones de petróleo: de 5 mil a 10 mil barriles diarios. Esa cantidad representa sólo el 15% del total de la factura petrolera de El Salvador.

Del apoyo del gobierno de Lula, Funes espera, entre otras cosas, el capital para “la creación inmediata de la banca estatal para el fomento productivo, que se encargará de otorgar financiamiento oportuno a los diferentes sectores económicos, principalmente a los micro, pequeños y medianos empresarios y empresarias”. En Nicaragua apenas se acaba de aprobar la directiva de ese banco “gemelo”, después de promesas e injustificados retrasos.

EL CICLO AGRÍCOLA
EN NICARAGUA

Sinforiano Cáceres, presidente de la Federación de Cooperativas de Nicaragua, duda del nuevo Banco, conocido como “Produzcamos”. Lo expresa así en declaraciones a Envío: “A cada gobierno le toca administrar 15 ciclos productivos, tres en cada uno de los cinco años de gestión. Este gobierno del FSLN ya lleva 6 ciclos, casi la mitad, y ya podemos evaluarlo”.

“El instrumento prometido para promover los servicios financieros y no financieros a la producción apenas ha surgido este año y con un capital que no cubre ni la décima parte de lo que es necesario. Y tiene todavía que organizarse: la reglamentación, el presupuesto, la infraestructura física, los aspectos jurídicos. Dicen que necesitan por lo menos seis meses para abrir las puertas. O sea que hasta el ciclo 9 que le corresponde administrar a este gobierno estaremos sin banco”.

Y se lamenta más: “Para este ciclo agrícola tenemos los mismos problemas del año pasado: escasez de semilla, escasez de crédito, escasez de asistencia técnica... ¿Cuáles son los factores nuevos, los más preocupantes, porque tienen que ver con la cabeza, el corazón y los sentimientos de la gente? Que además de que el Ministro reconoce que apenas tienen para abastecer de semillas un 20% de la demanda, hay una pérdida de confianza y de credibilidad”.

“Y no es que la gente haya perdido la confianza en el gobierno, sino que está perdiendo la confianza hasta en la calidad de la semilla que le están dando y hay productores que ni la quieren agarrar. Semillas partidas, arruinadas y lo más grave: que son de empresas vinculadas a “tomadores de decisiones”. Otro problema es que el clientelismo político y la irresponsabilidad de los líderes gremiales ha provocado que se desarrolle el oportunismo entre los productores. Los líderes gremiales se están descomponiendo porque el gobierno está propiciando que jueguen a la política con recursos públicos”.

DOS PALABRAS,
DOS DISCURSOS

También en el lenguaje se aprecian grandes contrastes entre el Presidente Daniel Ortega y el Presidente Mauricio Funes. La palabra tiene el poder de construir realidad, es una herramienta que mueve la imaginación y la conciencia. Desarrollar este poder tiene especial importancia en sociedades como la nicaragüense y la salvadoreña, en las que amplios sectores de la población mantienen ambas energías de cambio dormidas y colapsadas por la guerra, las secuelas de los múltiples duelos y el empobrecimiento prolongado.

Mientras Daniel Ortega arenga a sus bases con un lenguaje predecible y reiterado, que expresa las realidades de los años 80 y en el que se presenta siempre como blanco y víctima de asedios, ataques y conspiraciones, el Presidente Funes construyó durante la campaña una arquitectura de mensajes diferentes.

Se puede percibir esta diferencia, por ejemplo, en estos párrafos de su discurso inaugural, donde sin mencionar la palabra “guerra”, ésta y sus consecuencias estuvieron presentes: “No somos sólo un país al que hay que ayudar y favorecer. Somos, seamos desde hoy, desde este instante, frente a los ojos de propios y extraños, un país, una dirigencia y un pueblo que luchó por una oportunidad, que finalmente la tuvo y al lograrla, no la desperdició, no la frustró y la supo llevar a su realización más plena... Precisamos acabar con lo que todavía queda de nuestro complejo de víctimas porque eso alimenta el odio, la autoconmiseración, el revanchismo y las disculpas fáciles...”

“Vamos juntos a construir un país de sofisticación humana y sofisticación tecnológica. Un país -y aquí pido licencia a la gran poeta Gabriela Mistral, que nos llamó cariñosamente “el Pulgarcito de las Américas”-, que no sea sólo el simpático Pulgarcito, sino también el microchip de un mundo nuevo, lleno de fuerza y de soluciones innovadoras. Un país que, igual que un microchip haga de su pequeñez la concentración absoluta de su fuerza y la condensación máxima de su conocimiento para producir la felicidad de su pueblo y ayudar, desde su pequeño espacio, a la tarea de reconstruir el mundo”.

UN ALTO CONTRASTE

Otro alto contraste. Funes prometió que haría un “buen gobierno” y lo definió como “la máxima expresión del compromiso con la memoria de monseñor Oscar Arnulfo Romero, mi maestro y guía espiritual de la nación”. Palabras revolucionarias porque las dijo ante los máximos representantes de ARENA, el partido fundado por el asesino intelectual de Romero.

Palabras que marcan también distancia con el gobierno del FSLN, cuyos dirigentes han abjurado de la Teología de la Liberación, y con la pareja gobernante, que promueve la religiosidad menos liberadora y mantiene una estrecha alianza con el Cardenal Miguel Obando, antítesis de Monseñor Romero.

UNIÓN EUROPEA:
“TENEMOS BUENA MEMORIA”

Se inicia en El Salvador la experiencia de un gobierno de izquierda nuevo, que anuncia ser innovador y que tendrá cinco años para probarlo, mientras en Nicaragua el gobierno del FSLN cruzó ya su ecuador y, llegando a la mitad de su período, ha mostrado ya todos o casi todos sus rasgos.

Coincidiendo con el cambio de gobierno en El Salvador, el panorama político en Nicaragua continuó dominado por la pretensión de Daniel Ortega de conseguir a toda costa las reformas constitucionales antes de que acabe el año. Lograr esto depende de que unos cuantos diputados del PLC sean vulnerables a los halagos de Ortega.

Domina aún el escenario el fraude electoral de noviembre. A mediados de mayo, representantes de la Unión Europea iniciaron reuniones con el gobierno para valorar si continúan o no brindando su apoyo financiero, en forma de donaciones de libre disponibilidad, al gobierno. La ayuda que congelaron en respuesta al fraude mantiene el presupuesto desfinanciado.

El nuevo representante de la UE para Centroamérica y Panamá, Mendel Goldstein, recordando que la UE ha ayudado a Nicaragua con 3 mil millones de euros en los últimos diez años, en sus declaraciones al iniciar los encuentros se distanció del gobierno, que no ha dejado de insistir en que hay que olvidar el tema electoral y que sólo acepta ayuda incondicional. “No vamos a entregar cheques en blanco… En la Unión Europea tenemos buena memoria”, dijo Goldstein.

La cooperación europea tiene en la mira el fraude electoral porque espera una transformación convincente en el sistema electoral -reforma a la ley y cambio de autoridades- para las elecciones de 2011. El objetivo -dice Goldstein- es que en las presidenciales de ese año “no se repita lo que pasó en noviembre 2008, unas elecciones que no se pueden aceptar como legítimas, en condiciones internacionalmente aceptables”.

FONDO MONETARIO:
¿POR QUÉ ENDEUDARSE?

El gobierno espera conseguir en las negociaciones técnicas con el FMI lo que no consigue en las conversaciones políticas con la Unión Europea. Como la suspensión de la ayuda europea supone un importante bache en el presupuesto, el gobierno espera cubrirlo con recursos del FMI: 35 millones correspondientes al acuerdo trianual y fondos extra de los que dispone el FMI tras la reunión del G-20.

Pero la segunda y tercera revisión técnica del programa vigente desde 2007 no ha sido tan fácil como esperaba el gobierno. La propuesta que el equipo de Ortega ha hecho al FMI para tapar el agujero presupuestario -emitir bonos del Banco Central al 10% de interés- y la solicitud de acceder a esos créditos extra del FMI, no han convencido al Fondo.

¿Comparte el FMI la “memoria” de la comunidad europea? Para alinearse con los europeos tiene una buena excusa técnica: ¿qué sentido tiene que Nicaragua, un país HIPC (empobrecido y endeudado), se endeude más con bonos o con créditos, si bastaría con enmendar el fraude electoral para acceder a una cantidad de recursos similares, donados, que no generan deuda?

Este mes el Banco Central de Nicaragua tuvo que responder a una de las exigencias del FMI y publicó en su web los montos de la ayuda venezolana. En 2007 fue de 185 millones de dólares. En 2008 aumentó: 457 millones de dólares. No queda claro en la información oficial el uso que se le ha dado a esos fondos y resulta extraño que el FMI no le exija también al gobierno que esa cuantiosa suma se incorpore al presupuesto.

DOS OPOSICIONES

En las relaciones del gobierno de Ortega con la gran empresa privada agrupada en el COSEP se precibe un “armisticio”. Aunque el clima de negocios de Nicaragua es cada vez más negativo el COSEP se resigna. Peor sería tener a Ortega en la oposición. Y al gobierno no le queda más remedio que mantener buenas relaciones con el COSEP. Peor sería la crisis sin ellos.

El gobierno se comprometió con el COSEP a no hacer ninguna reforma tributaria en los próximos dos años. El gobierno respaldó un acuerdo de salario mínimo cercano al que solicitaba la gran empresa privada. El gobierno y los sindicatos -también los afines al FSLN- firmaron un acuerdo de emergencia para la estabilidad laboral con las empresas de zonas francas.

El gobierno -también sus sindicatos afines- dieron su total respaldo al mayor empresario del país, Carlos Pellas, ante la campaña internacional en su contra por las demandas de los trabajadores que se enfermaron en sus empresas. El gobierno ordenó desalojos en tierras en disputa. El gobierno terminó haciéndose socio del grupo Barceló después de la demanda internacional en la que amenazó con expropiarles el complejo turístico Montelimar si no pagaban 30 millones de dólares. Como siempre, negociando al borde del abismo.

En El Salvador la gran empresa privada apoya a Funes, pero el partido ARENA está dispuesto a sembrar de obstáculos su camino para hacerlo fracasar. En Nicaragua, el gobierno de Ortega mantiene estas buenas relaciones con la gran empresa privada y no tiene enfrente a una oposición política cohesionada y capaz de ponerle obstáculos significativos. Con una probada legitimidad, Funes tiene enfrente desafíos políticos de mayor complejidad que los que enfrenta Ortega, quien con escasa legitimidad y con una institucionalidad bajo control, mantiene la gobernabilidad únicamente por la debilidad de la oposición nicaragüense.

GEMELOS AHÍ TAL VEZ

El día que tomó posesión de su cargo, el Presidente Funes arrancó continuas ovaciones del variado y multitudinario público que asistió al solemne acto. La mayor, cuando mencionó a Monseñor Romero. Las otras dos más nutridas las recibió al mencionar la decisión de reanudar relaciones diplomáticas con Cuba y al anunciar una de las medidas “destinadas a aliviar la situación económica de los desempleados y de las familias pobres: la eliminación de cuotas en el acceso a servicios de salud pública y la dotación inmediata de medicamentos esenciales a todos los establecimientos del sistema público de salud”.

Hay que reconocerlo: el esfuerzo por mejorar los servicios del sistema de salud pública para los más pobres ha sido el empeño más plausible del FSLN. No es poca cosa, después del abandono en que el precedente gobierno de Enrique Bolaños lo dejó. Si esos esfuerzos continúan en ambos países, será tal vez ahí en donde los “gemelos” lo seguirán siendo.

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