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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 201 | Diciembre 1998

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Nicaragua

Hora de oportunidades y de oportunismos

La tragedia podría ser la oportunidad de una concertación entre instancias del Estado y de la sociedad civil para reconstruir la Nicaragua rural que fue devastada. Pero todo indica que será aprovechada oportunistamente para los intereses de los mismos de siempre y tal vez de algunos más.

Equipo Nitlápan-Envío

En la noche del 24 de noviembre, el gobierno dio por concluidas las actividades del Comité Nacional de Emergencia -que funcionó más de tres semanas sin que fuera decretado nunca el "estado de emergencia"-. Anunció ese día que se iniciaba otra etapa en el proceso de respuesta a los desastres del Mitch: la de rehabilitación, reconstrucción y transformación del país. Dirigirá este proceso una Comisión presidencial, que trabajará durante seis meses para convertirse después en el Consejo Nacional de Planificación Económica y Social, instancia contemplada en la Constitución, pero jamás tomada en serio por el gobierno. La Comisión Presidencial preparó el documento que Nicaragua presentó en Washington el 10 y 11 de diciembre ante el Grupo Consultivo para Centroamérica, que debe organizar un plan de ayuda de emergencia de la comunidad internacional para los países de la región.



¿Cuántas cosas sepultarán estos lodos?

La tragedia causada por el Mitch contiene potencialidades para convertirse en una oportunidad única -¿la última?- para transformar a Nicaragua y hacerla viable, introduciendo en su tejido social, en su clase política, en su modelo económico, componentes de mayor solidaridad, de realismo, de honestidad, creativas formas de austeridad y de responsabilidad compartida. El Mitch puede dar lugar a un renglón torcido en el que muchos se decidan a empezar a escribir derecho. Sin embargo, en las esferas del poder real nada indica que vaya a ser así. Peor aún, las señales que han ido apareciendo a esos altos niveles, tras la primera emergencia y el primer estupor, muestran que las montañas de lodo que nos dejó el Mitch podrían ser usadas para sepultar todas las justas luchas que ante temas polémicos estaban ya planteadas en la escena pre-Mitch.

Que con la loable justificación de la "unidad nacional para la reconstrucción" podría consolidarse el pacto gobierno-FSLN, destituir al Contralor, debilitar a la Contraloría, seguir atentando contra la institucionalidad, alterar el calendario electoral, y postergar, hasta liquidar por cansancio, a quienes se decidieron a luchas éticas contra la impunidad. Los oportunistas de siempre -y algunos más- parecen estar dispuestos a hacer de este dolor "su" oportunidad.


¿Fue "clasista" el Mitch?

Cuarenta días después de la tragedia -y aún sin concluir la evaluación de los daños, tarea que el gobierno de Nicaragua encomendó a Naciones Unidas, a través de la CEPAL-, está claro que Mitch desplomó los pronósticos más optimistas del gobierno: los indicadores macroeconómicos, las expectativas de crecimiento, las metas del ESAF… Sin embargo, las cifras que acompañaban estos pronósticos oficiales no fueron tan abatidas como lo fue la economía campesina de los más pobres.
Está claro que fue con los más pobres de la Nicaragua rural con los que el Mitch se ensañó. Y que sus necesidades en relación al crédito, a la asistencia técnica, a la tierra y al protagonismo en la conducción de su desarrollo son hoy más imperiosas que lo que ya lo eran antes del huracán. Los inesperados flujos de ayuda externa pueden ser una oportunidad para satisfacer estas necesidades. Pero para convertir tan graves problemas en oportunidad son necesarias en Nicaragua muchas concertaciones, no sesgadas por intereses políticos y que representen realmente los intereses de los afectados.
El mapa de las zonas afectadas debe ser comparado con el mapa de pobreza que el gobierno maneja oficialmente (ver páginas 6-7). Hay bastantes coincidencias entre ambos mapas, lo que demuestra que el huracán golpeó a los más pobres del país, especialmente a los pobres rurales, aun cuando algunos municipios muy pobres no fueron golpeados. Sólo Posoltega, el municipio más afectado, no estaba incluido entre los más pobres de Nicaragua.
Pero el huracán no fue "clasista", como alguien dijo, viendo las zonas de los daños. Lo que sucede es que los pobres viven en las zonas ecológicamente más frágiles, en las zonas menos aptas para la agricultura. Las vegas de los ríos, donde tantos campesinos tienen sus cultivos, resultaron arrasadas por la fuerza de las aguas crecidas. Y el grueso de la agricultura campesina de la zona seca, que se hace en las laderas de cerros y montañas, quedó en ruinas por el colosal volumen de agua que cayó, erosionando drásticamente extensas áreas de siembra.


Ya estábamos mal

¿Qué significa el daño del Mitch sobre el conjunto de la economía nacional? ¿Cuál será el impacto de corto plazo y cuál el de largo plazo? Para poder responder, hay que recordar cómo estaba la economía de Nicaragua antes del Mitch. No muy bien, por cierto. Las proyecciones del gobierno -según datos del Banco Central-, basadas en que desde 1994 el producto interno bruto muestra un incremento continuo, estimaban que al finalizar el ajuste estructural, a través del acuerdo ESAF, íbamos a alcanzar 491 dólares anuales de PIB per cápita. Como en 1990 el PIB per capita era de 485 dólares, la proyección oficial era más modesta que optimista. Tan modesta que en el año 2000, y sin huracán, íbamos a tener el mismo PIB per cápita del año 90… Ahora, el huracán viene a echar abajo esta moderadísima recuperación.
Según datos del Ministerio del Trabajo y del Banco Central, en 1990 el 44.3% de la población económicamente activa se consideraba desempleada o subempleada. En 1995 ese porcentaje subió al 53.5%. El optimismo oficial del gobierno esperaba, antes del paso del huracán, bajar la tasa de desocupación en el año 2000 al 45.3%. La expectativa era, también en este terreno, sumamente sobria: llegar al 2000 casi con el mismo número de desempleados y subempleados que teníamos en 1990…


Dos brechas que monitorea el FMI

Indicadores como éstos no son, sin embargo, los que monitorea el Fondo Monetario Internacional. Para evaluar a un país que aplica un programa de ajuste estructural, los indicadores que le interesan fundamentalmente son la brecha en el gasto público y la brecha en la balanza comercial. En 1996 existía una gran brecha entre lo que el gobierno gastaba y lo que el gobierno ingresaba. El gobierno liberal de Arnoldo Alemán heredó una brecha fiscal del 14.3%. La consiguió reducir en sólo un año al 8.5%. La redujo más aún a partir de la firma del ESAF. Y para el año 2000 proyectaba un déficit de sólo el 4%, cifra pactada en el ESAF.

Tras el huracán, bajaron los ingresos del fisco que, según informes oficiales, iban en continuo ascenso. Ahora, la brecha puede empezar a ensancharse por el lado de los ingresos, mientras que, por el otro lado, son previsibles gastos extraordinarios para atender el desastre. Sin conocer cifras, lo que está claro es que con el Mitch la brecha en el gasto público tenderá a ensancharse y no a cerrarse. Para impedir un mayor ensanchamiento, el gobierno tiene tres opciones: buscar recursos externos adicionales, incrementar los impuestos, reducir el número de empleados públicos.
De hecho, ha tomado ya iniciativas en las tres direcciones. En Washington solicitó recursos adicionales además de los ya prometidos. Ha incrementado los impuestos a licores y cigarros, y pretende reformar la Ley Tributaria, estableciendo impuestos a las donaciones que reciben las ONGs nacionales. Y ha comenzado a despedir a decenas de empleados públicos del sector salud, de las telecomunicaciones, de la electricidad y de otras instituciones.
Para quienes monitorean la marcha del ESAF es también clave la brecha en la balanza comercial. El ajuste estructural está orientado precisamente a que Nicaragua reduzca esta brecha. Aun con las optimistas proyecciones del gobierno, estábamos ya antes del huracán en saldo rojo en la balanza comercial para el año 2000. Y ya estaba previsto que el volumen de exportaciones de 1998 no superaría al de 1997. La brecha en la balanza comercial -la diferencia entre lo que Nicaragua importa y lo que exporta- se financia con recursos externos: con ayuda externa o con un mayor endeudamiento del país. Todo esto ya sucedía antes del Mitch. Tras el huracán, las exportaciones se reducirán y las importaciones crecerán mucho más: alimentos y materiales para la reconstrucción -por ejemplo- vendrán masivamente del exterior.

Empobrecimiento y daño ecológico

Para los próximos años, el gobierno proyectaba tasas de crecimiento del 6% annual y aún mayores. Inmediatamente después del Mitch, los voceros del plan económico gubernamental afirmaron que, aún con los desastres causados por el huracán, la economía crecería en un 3%, expectativa que parecía inverosímil. Sin embargo, podía tener alguna explicación al desglosar los daños por rubros y según el peso que cada uno de ellos tiene sobre el conjunto de la economía nacional.
Unas 2 mil manzanas de café resultaron afectadas por el huracán, pero en el país se siembran más de 100 mil manzanas de café. Igual pasó con la caña de azúcar. El gobierno estimó pérdidas en sólo un 10% del área cañera. En el país se cultivan 75 mil 200 manzanas de caña. La realidad es que ni siquiera en Posoltega -el área más afectada de todo el país- el alud tocó la caña, que, incluso, se benefició de las abundantes lluvias. El ingenio San Antonio -emblemático emporio económico de Nicaragua, junto a la licorera Flor de Caña- quedó intacto, estando a sólo diez kilómetros de la tragedia de Posoltega. Sin embargo, esto tampoco es señal de que el huracán fuera "clasista". Demuestra simplemente que empobrecimiento y desastre ecológico suelen ir emparejados.

¿Quién retrocedió 25 años?

Según una primera estimación del gobierno, el huracán habría arruinado un 15% de toda la producción agropecuaria del país, pero como el mismo gobierno había estimado antes del Mitch que el sector agropecuario iba a crecer en 1998 en un 15%, el gobierno dedujo que el Mitch únicamente dejaría al país en el mismo nivel de producción de 1997. Que no había sido para tanto. Posteriormente, las estimaciones de los daños comenzaron a subir, al analizar más realistamente el conjunto de lo ocurrido. Ahora, ya hay certeza de que 1998 cerrará con crecimiento negativo.

Conservadoras o no, las cifras sirven de referencia y muestran que el grueso de la producción de exportación del país no fue dañada. En Honduras, el año que viene difícilmente se va a poder exportar una sola caja de bananos. En Nicaragua, se exportó banano en los días siguientes al huracán, a pesar de que una de las mayores zonas bananeras está en medio de las áreas más afectadas en el Occidente.

Esto, si miramos a los cultivos de exportación. Pero, mirando el desastre desde la producción de granos básicos cambia completamente la perspectiva. El 40% del área sembrada de frijol y el 32% del área sembrada de maíz quedaron devastadas. En la tortilla y en el gallopinto es donde se masca la tragedia. La ruina está en el área de la producción campesina de alimentos. Y la economía campesina produce el 70% de los alimentos que se consumen en Nicaragua. Los próximos nueve meses, hasta la nueva cosecha de primera, serán muy difíciles y son previsibles en 1999 hambrunas entre los pobres de la ciudad y del campo.
Teniendo sólo en cuenta los datos globales y los daños en la producción de valor agregado, la realidad agropecuaria del país no parece tan mal. Pero en toda la zona campesina tocada por el Mitch, lo que ha ocurrido es una verdadera hecatombe. El mejor diagnóstico lo hizo un campesino de esos lados que decía: "El país no retrocedió veinticinco años, ¡pero yo sí!"





Se necesitan tierras

¿Cuáles son los retos ante el perfil amargo de esta nueva tragedia campesina? El desafío principal es la reconstrucción de la Nicaragua rural hoy devastada. ¿Está preparado el país para ese reto? Una lectura del pasado inmediato y más reciente sugeriría un NO como respuesta. Nicaragua carece de una institucionalidad a través de la cual conseguir tierras para la gente que ya no podrá volver a sembrar donde antes lo hacía. Una institucionalidad apropiada significaría, por ejemplo, activar una nueva reforma agraria, y buscar fincas ociosas para trasladar a ellas a las familias campesinas que ya no quieran vivir donde vivían.
La alcaldesa de Posoltega planteó desde el primer momento que necesitaba 8 mil manzanas, antes de la siembra de primera del próximo año, para entregarlas a las familias campesinas arruinadas. La pregunta es: ¿La "institucionalidad" que este gobierno ha ido creando es capaz de asumir este desafío? Es sabido que en los últimos años la prioridad del Instituto de Reforma Agraria ha sido otra muy distinta: tramitar indemnizaciones para todos los que fueron afectados por las reformas agrarias de los años 80 y 90.


Se necesitan créditos

La gran mayoría de los campesinos que conservaron sus fincas y sus tierras -aunque tuvieran serios daños en sus suelos- necesitan crédito para reconstruir su producción. La pregunta es: ¿Quién les va a dar ese crédito? Hasta hace dos años existía el Banco Nacional de Desarrollo, que ha sido sustituido por el Fondo de Crédito Rural, institución que ni siquiera ha empezado a funcionar. La única opción asequible para un sector de los campesinos hoy arruinados es un conjunto de ONGs que otorgan créditos. Sin embargo, la cobertura de estas instituciones es aún muy baja -como una gota en el océano- y, en general, trabajan en condiciones adversas.
Una de estas condiciones negativas está enraizada en la propia cultura. Muchos beneficiarios del crédito tienden a identificar préstamo con donación. En la situación actual, saturados de propaganda sobre los envíos de "ayuda internacional", podrían dispararse de nuevo los mecanismos de cierta cultura rural favorable al subsidio. Sin embargo, si desastres históricos y políticas erradas fomentaron esa peligrosa cultura, mucho se ha ido avanzando en estos años para hacerla retroceder. Y sería un error pensar que los campesinos de las zonas afectadas lo que buscan es que les condonen sus deudas. Su principal interés es que, ahora que cayeron al fondo, les sigan apoyando con créditos, como cuando no estaban en el fondo.
Una necesidad urgente es la de crédito adicional para que estos campesinos puedan rehabilitar, con su propio esfuerzo, su unidad de producción. La lógica de la ayuda de emergencia, de la ayuda humanitaria -que hace de las personas objetos de caridad- conspira contra la lógica de una reconstrucción donde las personas deben ser sujetos de su desarrollo.

Se necesita tecnología

Otro reto está en la tecnología. Inmensas extensiones de suelos han sufrido muy severos daños. Muchas fincas posiblemente requieran de modificaciones importantes en los rubros que cultivaban y en la tecnología empleada. ¿Quién va a apoyar ese importante proceso? El gobierno cuenta con el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), pero en su nuevo diseño orienta la oferta de sus servicios exclusivamente a quienes puedan pagar por ellos.
El Mitch vino a ahondar las muy profundas necesidades que ya había en cuanto a la transferencia tecnológica. La capacidad productiva de muchas fincas ha quedado muy afectada. La multiplicación de enfermedades en el ganado y de plagas en los cultivos, por causa de tanta agua, reclaman asistencia técnica inmediata. La falta de semillas de buena calidad es un mal endémico que el Mitch agrava. Los pastos sepultados por capas de arena, la reducción de la cubierta boscosa y tantas parcelas erosionadas requerirán de una gran dosis de asesoría técnica en regeneración, en conservación de suelos y en diferentes modalidades de reforestación. La alimentación del ganado menor, básico para los ingresos y la alimentación campesina, demanda también de una atención inmediata.
Todas las facetas de este cuadro dramático podrían brindar oportunidades para una concertación entre el gobierno y las ONGs especializadas en transferencia tecnológica. La concertación debe darse en éste y en muchos terrenos. La Nicaragua rural puede ser reconstruida, es ésta una tarea posible. Los campesinos que viven en las zonas afectadas son los primeros que quieren reconstruir sus vidas. El problema es cómo está organizado el resto de la sociedad para apoyar su decisión de salir adelante.

"Hora de patria"

El gobierno busca una concertación. Proclama que es "hora de patria" y propone reconstruir el país "juntos". Todos unidos. Después de que un sector de los liberales en el gobierno y un sector del FSLN pasaran las primeras tres semanas de la emergencia haciéndose mutuas acusaciones por estar utilizando el desastre causado por el huracán para obtener ventajas políticas, Arnoldo Alemán y Daniel Ortega reanudaron aceleradamente el diálogo bilateral en el que venían configurando, antes del Mitch, el pacto bipartidista. El 20 de noviembre se entrevistaron largamente y el 23 Ortega anunció que el FSLN respaldaría al gobierno en sus gestiones ante la comunidad internacional para obtener fondos extraordinarios con los que apoyar la reconstrucción del país y para acelerar la entrada de Nicaragua en la Iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés), donde Nicaragua vería condonada parte de su deuda externa.
Fue la misma comunidad internacional, y muy en especial los más altos representantes de los organismos financieros multilaterales -Michel Camdessus, del FMI; y Enrique Iglesias, del BID, que visitaron el país tras el desastre- quienes ejercieron una intensa presión sobre ambos líderes políticos para lograr que Nicaragua garantice "gobernabilidad" -objetivo prioritario para estas instituciones- al presentar sus planes, en Washington en diciembre y en Estocolmo en abril, ante el Grupo Consultivo para Centroamérica.
Las presiones internacionales forzaron también al gobierno a crear comisiones de carácter consultivo para la formulación de este plan, y a incluir en estas comisiones al sector empresarial y a representantes de la sociedad civil. El gobierno -como ya ha hecho en otras ocasiones- incorporó a estos sectores, pero de forma sesgada y muy poco representativa. Llamó especialmente a los grandes empresarios del COSEP y a ciertas personalidades vinculadas a ONGs, pero sólo a título personal. Además, los llamó a todos para presentarles un plan ya elaborado y prácticamente cerrado a nuevas propuestas.

El pacto FSLN-Gobierno va

El Mitch obligó a Arnoldo Alemán y a Daniel Ortega a dar un nuevo giro en su permanente espectáculo de confrontación-conciliación. Obedece también el nuevo giro a la necesidad que tienen ambos caudillos de frenar el deterioro de su popularidad. Las últimas encuestas de opinión pública realizadas después del Mitch muestran que ha ido creciendo el rechazo o la indiferencia de la población hacia ambos. Nuestra última encuesta -en este mismo número de envío- confirma que es mayoritaria la opinión que no les reconoce liderazgo.
La inesperada situación de emergencia les ofrece ahora a Alemán y a Ortega una dolorosa y "lodosa" ocasión para justificar con la unidad los acuerdos políticos bipartidistas en los que venían trabajando y que les hubieran sido imposibles, más difíciles o, al menos, más controversiales, antes de la tragedia.
El pacto gobierno-FSLN ha ido variando de contenidos según los vaivenes partidistas o personales de quienes controlan este acuerdo, que se hizo público en el mes de agosto. Reformas constitucionales más o menos extensas, más o menos polémicas, reformas electorales, delimitación de antiguos y nuevos espacios económicos, leyes y reformas de leyes, cargos en los Poderes del Estado, impunidades toleradas, nombramientos y destituciones: todo esto es parte del pacto.

El Mitch, y el cambio de escenario que ha provocado, ha contribuido a variar o a alterar el calendario de algunos de estos contenidos. Pero, en su esencia, el pacto se mantiene, y su esencia es la misma que antes del Mitch. Se trata de un acuerdo que busca consolidar el bipartidismo, reordenando para ello la institucionalidad del país en función de los intereses de las cúpulas de estos dos partidos. El pacto restará a las aún frágiles instituciones ya existentes en el país profesionalismo, autonomía y funcionalidad. Y ahondará la cultura caudillista entre la población, ya que busca consolidar sólo dos liderazgos.

¿Retraso de elecciones municipales?

El Mitch parece haber complicado temporal -¿o definitivamente?- el calendario para introducir en esta legislatura las reformas constitucionales previstas entre el PLC y el FSLN. Pero ofrece una oportunidad única para una modificación electoral que interesaba sobremanera tanto al PLC como al sector que controla el FSLN. Noel Vidaurre, dirigente del Partido Conservador, denunció a comienzos de diciembre que ambos partidos pretenden posponer las elecciones municipales que deben celebrarse en el año 2000, para juntarlas -como sucedió en 1996- con las elecciones presidenciales del año 2001.
Las dificultades del "voto cruzado" y las facilidades, tanto por el procedimiento del voto como por el peso que tiene la ideología pro-caudillista que se encierran en el "voto en cascada" o "voto chorreado" -donde se marca igual en todas las boletas- favorecerían al PLC y al FSLN. Los votantes, polarizados bipartidistamente por las elecciones presidenciales y por los poderosos ecos de las campañas nacionales, apenas razonarían su voto en la boleta de las elecciones municipales, marginando así necesidades e intereses locales y cerrando también el paso a nuevos liderazgos.

FSLN: cada vez más ambiguo y dual

El pacto Alemán-Ortega no está exento de contradicciones. Un considerable sector de la base sandinista sigue sin respaldar este acuerdo y esto ha obligado a Ortega, desde el mes de agosto, a mantener un discurso cada vez más confuso, donde se ve obligado a mezclar expresiones conciliadoras en relación al gobierno y al propio Presidente con una retórica agitativa y amenazante. Para un liderazgo ya desgastado éticamente, es éste un ejercicio difícil y cada vez más insostenible, por sus costos políticos.

Pocos días después de que Ortega ofreciera un abierto respaldo al gobierno para sus gestiones ante la comunidad internacional, la izquierda del FSLN lo forzó a encabezar una manifestación en contra de la política económica del gobierno y contra los despidos que después del huracán el gobierno empezó a decidir con decenas de empleados -algunos de ellos, sindicalistas- de las empresas de servicio público. La manifestación convocó a no más de 2 mil personas y tuvo lugar el 3 de diciembre. Por unas horas, el discurso conciliador de Ortega cuando apareció en la TV anunciando la participación del FSLN, junto a Alemán, en la reunión de Washington, cedió el paso a ácidas amenazas de llenar Managua de barricadas si el gobierno no cambia el rumbo de su política económica. Tratando de neutralizar algo la ambigüedad de sus declaraciones y actitudes, esta vez Daniel Ortega hizo un gesto tan inesperado como cargado de nuevas confusiones: invitó al Cardenal Obando a participar a su lado en la manifestación callejera que convocaba el FSLN...

Cada vez más empobrecidos

La mayoría de la población nicaragüense rechaza la actual política económica, aunque esto no significa que levantará ninguna barricada, que respalda a Daniel Ortega o que entiende y apoya los contenidos institucionales o legales que están en juego en el pacto Ortega-Alemán. Predomina una confusión, que el creciente empobrecimiento ahonda.
El deterioro de los ingresos de la mayoría de la población por los efectos de la aplicación del programa de ajuste estructural se han visto agudizados por el alza de los precios de los productos básicos a raíz del huracán. Las cifras oficiales muestran que la inflación acumulada llegó ya al 15%. La meta del gobierno era terminar 1998 con una inflación acumulada del 8% anual. Una investigación hecha antes del huracán por el FIDEG (Fundación Internacional para el Desafío Económico Global) señala que entre 1993 y este amargo fin de año la población que solamente alcanza a cubrir media canasta básica ha pasado del 40.8% al 63.5% en las principales ciudades del país, donde se ha dado un fuerte incremento del subempleo.
La amplia oposición con que un sector del sandinismo recibirá el pacto Ortega-Alemáan es justificada: el acuerdo se lee como una aprobación tácita del sandinismo a la actual política económica, que no ha dejado de empobrecer a las mayorías, y en especial a los sectores de mayor tradición sandinista: los empleados del sector público y los pobladores urbanos.

La agobiante deuda externa

En medio del deterioro del nivel de vida y de la confusión, las proyecciones del gobierno nunca han dejado de ser optimistas. Sobre el comportamiento de la inflación y su impacto social lo llegaron a ser tanto que el poderoso vocero de la política económica gubernamental y Presidente del Banco Central, Noel Ramírez, anunció meses antes del Mitch que se detendría el deslizamiento diario, en un centavo, del valor del córdoba frente al dólar estadounidense.
Según el gobierno, esto era posible porque, gracias a la baja inflación, ya se había logrado una tasa de cambio adecuada para estimular las exportaciones nicaragüenses. No hizo falta ningún huracán para desnudar este análisis. Unas semanas antes del Mitch, el mismo Ramírez tuvo que admitir que en 1998 las exportaciones serían menores que en 1997 y que la crisis asiática hacía imposible una modificación en la política cambiaria del gobierno por los riesgos de una recesión mundial, que podría afectar negativamente la demanda y los precios de las exportaciaones nicaragüenses. Lógicamente, no por Asia, sino por el Mitch, las exportaciones caerán aún más de lo previsto al cerrar 1998.
La caída de los ingresos por exportaciones y la necesidad de recursos adicionales para la reconstrucción del país hace aún más acuciante la necesidad de reducir los pagos del servicio de la deuda externa de Nicaragua. Sin embargo, las expectativas que el gobierno ha buscado despertar entre la población, desde mucho antes del Mitch, con una costosísima campaña publicitaria, proclamando un alivio de la difícil situación económica del país en dependencia de que se nos reduzca o condone la deuda externa, no se corresponden con la realidad. El recuento histórico de la evolución de la deuda externa de Nicaragua y lo que significaría su posible condonación en el marco de la iniciativa HIPC indica que la situación nacional podría incluso empeorar.

Sueño y realidad

El proyecto más acariciado por el gobierno antes del Mitch era la entrada de Nicaragua en la iniciativa HIPC. Ahora, con el Mitch este sueño puede lograrse en 1999, un año antes de lo que estaba previsto. Hay que estar claro, sin embargo, que el sueño oficial no permite demasiados optimismos. La iniciativa HIPC significa, en su esencia, que los acreedores de Nicaragua adaptarán la deuda externa del país a su capacidad de pago. La iniciativa no busca, en lo fundamental, perdonar. Lo que busca es que podamos pagar.

Esta iniciativa tampoco busca directamente el desarrollo ni lo garantiza. No aporta un beneficio neto que repercutirá en una liberación de recursos para invertirlos en el desarrollo. Y ya aún dentro de la iniciativa, el peso de nuestras obligaciones financieras será siempre considerable para el tamaño de nuestra economía. A esto hay que añadir el ciclo mismo del sistema: si pagamos es, en realidad, porque tenemos ingresos externos que nos permiten pagar. Pero nada garantiza que la reducción de la deuda vaya aparejada a un aumento de nuestros ingresos externos. Podrían estos disminuir.

Deuda externa: primer mito

La deuda externa de Nicaragua ascendía a 12,987 millones de dólares cuando el FSLN perdió el poder en 1990. Esta cantidad re-presentaba aproximadamente 6.8 veces lo que produce el país en todo un año. Desde 1990 hasta 1997, el gobierno Chamorro logró condonaciones importantes de la deuda, reduciéndola a más de la mitad. En ese período los países que más se destacaron en aliviar la deuda nicaragüense fueron Rusia, que condonó 3,099 millones de dólares, y Mexico, que perdonó 1,065.7 millones. Estos dos países condonaron una cantidad mayor de deuda que la que perdonaron todos los países miembros del Club de París juntos en ese mismo período. Estos países -los más ricos del planeta- condonaron en conjunto 1,027.2 millones de dólares. También conviene saber que varios de los países que condonaron deudas bilaterales en esos años -Rusia, la República Checa, México, Colombia, Venezuela y Argentina- ya no le prestarán más a Nicaragua.

A partir de 1997, Nicaragua empezó a buscar la entrada en la iniciativa HIPC, surgida en el seno del Club de París. La iniciativa propone reducir la deuda externa que tiene Nicaragua con esos países en un 80%, pero con dos condiciones: que Nicaragua cumpla con ciertas metas establecidas previamente en el acuerdo de ajuste estructural, el ESAF, y que Nicaragua logre que el resto de sus acreedores le condonen también sus deudas, al menos en ese mismo porcentaje del 80%.

El Mitch hace imposible que el gobierno liberal cumpla con las metas que se había propuesto dentro del ESAF. Saben nuestros acreedores que, aún sin huracán, hubiera sido difícil su cumplimiento, especialmente en lo referente al nivel de reservas internacionales exigido por el FMI. Y esto, debido al gran desequilibrio que existe en la balanza comercial nicaragüense, donde las importaciones representan más del doble de las exportaciones.
En relación a la segunda condición que se le pone a Nicaragua para ingresar a la iniciativa HIPC, ahí están algunos números. Antes del huracán, la deuda de Nicaragua era de 6,076.3 millones de dólares, y estaba distribuida así: 28% era deuda con los organismos multilaterales, 25% deuda con los países del Club de París, 17% con los países de Centroamérica, 12% con los ex-países socialistas, 8% con el resto de países latinoamericanos, 5% con otros países, 4% era deuda con la banca comercial y un 1% era deuda con diversos proveedores.

Lo adeudado a los países del Club de París representa sólo la cuarta parte de toda la deuda externa de Nicaragua. Así que, si Nicaragua entrara ya mismo en la HIPC, todavía le quedaría pendiente una deuda de 4,778.2 millones de dólares. Este es el primer mito que hay que romper: la condonación del 80% de la deuda con el Club de París no significa que se nos esté cancelando el 80% de toda la deuda externa.

Como todo deudor en problemas

Aun cuando Nicaragua lograra negociar con el resto de sus acreedores -para alcanzar la condición que le permita entrar a la HIPC- su deuda se reduciría a 1,2l5.3 millones de dólares. Esa suma representa dos años del total de las exportaciones nacionales. Por esa suma serían pagados intereses anuales que, por estar dentro de la iniciativa, se ajustarían para que no representaran no más del 20% del total de esas exportaciones. Aunque es un logro, esa cantidad sería aún muy onerosa para nuestra pequeña economía.

Nicaragua no ha negociado aún con el resto de los países a los que les debe y que no pertenecen al Club de París. ¿Por qué no lo ha hecho? Porque la deuda que negocie pasaría a ser lo que se llama "deuda priorizada" y esto significa que el pago de sus intereses es obligatorio. No hay que creer que Nicaragua le haya estado pagando durante todos estos años a todos sus acreedores. Como todo deudor en problemas, prioriza a aquellos países u organismos que le van a seguir prestando, y no tiene prisa en pagarle a los que no le van a dar más dinero. A finales de 1997, Nicaragua tenía acumulados 774.7 millones en intereses moratorios.

Por todo esto, en el caso de Nicaragua -y probablemente en los casos del resto de países empobrecidos que buscan entrar a la HIPC-, con niveles de importaciones que casi duplican a las exportaciones, es difícil ser realmente solvente con la condonación del 80% de una cuarta parte de la deuda.

Deuda externa: segundo mito

Otro mito que hay que destruir es el de pensar que Nicaragua está pagando su deuda con recursos propios. El gobierno de Nicaragua ha tenido bastante éxito en el equilibrio interno, controlando el déficit fiscal y destinando casi el 20% del presupuesto nacional al pago de la deuda externa. Todo, para cumplir con las condiciones impuestas en el programa de ajuste estructural. Pero este éxito no hubiera sido posible si Nicaragua no hubiera recibido en estos últimos años donaciones para pagar casi la mitad de lo que paga en concepto de deuda externa.
En 1998, el gobierno pensaba pagar 208.8 millones de dólares en concepto de servicio de deuda externa: 121.5 millones en amortización de capital y 87.9 millones en intereses. A la par, el gobierno tenía programado recibir en este año en que nos tocó el Mitch 106.9 millones de dólares en forma de donaciones de la comunidad internacional. De ellos, 30 millones eran recursos líquidos para pagar la deuda y para cubrir el déficit de la balanza de pagos. Los otros 76.9 millones los recibiría en recursos atados a proyectos específicos y, aunque este tipo de donación no va dirigido al pago de deuda, sí permite liberar recursos propios para pagar intereses.
Adicionalmente, el gobierno gestionó en 1998 préstamos concesionales por 351.1 millones de dólares, de los cuales se esperaban recibir 168.9 millones en recursos líquidos y 183.1 millones en recursos atados. Sumando los recrusos líquidos recibidos de la comunidad internacional, descubrimos que con éstos Nicaragua cubre el 95% del pago del servicio de su deuda externa.
El ingreso en la iniciativa HIPC y la condonación de la deuda por esta vía podría significar incluso una pérdida de los recursos donados o de los préstamos concesionales que recibe Nicaragua, que a partir del "gran logro" en los HIPC empezaría a hacer frente al mismo nivel de pagos de servicios de la deuda, pero teniendo que usar para ello más recursos propios. Obtener una condonación de la deuda por parte del Club de París sin obtener nuevos préstamos concesionales y donaciones podría poner a Nicaragua en una situación muy desventajosa.

Todo es como un círculo, donde el final es un nuevo comienzo. Se perdona para que se pueda seguir pagando. Se paga con lo que nos prestan y nos prestan para que sigamos pagando. Hay que entender que la deuda externa no es un problema de cantidades de dinero, sino que es, esencialmente un mecanismo que tiene el Norte para mantener bajo control a las economías del Sur.

Informe en Washington

La condonación de la deuda es necesaria y muy importante, pero no es suficiente. En este momento es más importante para Nicaragua conseguir nuevos recursos y a bajo costo para reconstruir y reactivar la economía, especialmente la de la Nicaragua rural devastada por el huracán. Es para obtener fondos para esa reconstrucción para lo que el gobierno de Nicaragua, junto al resto de gobiernos centroamericanos, acudió a Washington a encontrarse con el Grupo Consultivo para la emergencia en Centroamérica.
La oportunidad de obtener nuevos recursos para el país ha revelado también flagrantes oportunismos. El programa de reconstrucción que el gobierno de Nicaragua presentó en Washington, por un costo total de 1 mil 520 millones de dólares -cantidad en la que fueron evaluadas las pérdidas materiales ocasionadas por el huracán, y que representa casi un año de actividad económica del país-, tiene como componente central la modernización de la infraestructura vial y energética del país. El costo de la inversión para modernizar estos dos sectores -que, naturalmente, fueron severamente dañados por el huracán- es de más de 1 mil millones de dólares y representa más de dos tercios del costo total del programa de reconstrucción.

¿Para quiénes la reconstrucción?

Es evidente que el gobierno trata de aprovechar la nueva coyuntura que abre el desastre del Mitch para que la inversión privada, nacional y extranjera, disponga de una infraestructura más moderna y eficiente. Una muestra clara de este "oportunismo" oficial: entre los proyectos "de reconstrucción" se incluye la ampliación a cuatro carriles de la carretera entre Managua y Masaya, principal arteria comercial del país, y que no fue dañada ni en una pulgada por el Mitch.
Las magnitudes del programa de modernización de la infraestructura vial indican que el gobierno administrará una cantidad sin precedentes de recursos extraordinarios y que las empresas constructoras nacionales -las hay que son propiedad de altos funcionarios del gobierno liberal y grandes empresarios allegados al Presidente y las hay también de grandes empresarios sandinistas- tendrán la posibilidad de obtener beneficios extraordinarios, jamás imaginados antes de que pasara el Mitch.
El prometedor paquete para la industria de la construcción es aún mayor considerando que el gobierno ha incluido en su programa la construcción de 41 mil viviendas, por un valor de 204 millones de dólares y la construcción de casi 100 puestos de salud y de más de 300 escuelas, por un monto de 100 millones de dólares. La repartición de los beneficios de este boom de la reconstrucción-construcción es crucial y subyace en la negociación política entre el FSLN y el gobierno. No está de más recordar que a raíz del terremoto que destruyó Managua en 1972 se desarrollaron poderosas empresas nacionales de construcción, vinculadas muy estrechamente a los principales funcionarios de la dictadura somocista.

El contraste entre los daños causados por el huracán a la economía campesina de las zonas más pobres del país y el proyecto de modernización empresarial presentado por el gobierno como programa "de reconstrucción nacional" revela uno de los más crueles y claros signos del oportunismo de esta hora. El gobierno no tiene -¿no quiere tener?- un programa para rehabilitar la economía campesina y utiliza la tragedia humana y ecológica del Mitch para consolidar un proyecto de país que siga excluyendo a los campesinos.

Sociedad civil: gran oportunidad

Ni la reconstrucción propuesta en Washington es la que Nicaragua demanda. Ni la concertación que necesita Nicaragua en estos momentos es el pacto entre Daniel Ortega y Arnoldo Alemán, dos dirigentes que no representan ni los intereses ni las aspiraciones de la mayoría de los nicaragüenses
La sociedad civil ha ensayado su propia concertación. Antes del Mitch, se había venido dando en Nicaragua un florecimiento de la sociedad civil organizada, con diferentes expresiones: organismos no gubernamentales, movimientos sociales, redes, asociaciones de productores y productoras, gremios, federaciones, coordinaciones... Muchas de estas fuerzas habían establecido ya a lo largo de estos años diversas formas de coordinación, en torno a intereses específicos o a áreas particulares de trabajo. Pero no existía aún ninguna instancia que coordinara a todas en la búsqueda de una respuesta integral a la situación nacional.
El huracán Mitch ha iniciado una prometedora coordinación. Para enfrentar los primeros momentos de la emergencia, unas 320 organizaciones no gubernamentales, sociales y gremiales empezaron a trabajar juntas, naturalmente con altibajos de todo tipo, pero también estrenando logros. Es ésta la primera experiencia en la historia reciente de Nicaragua en la que la sociedad civil nicaragüense se articula de una manera tan amplia.

"Otra" Nicaragua, no "la misma"

Participan en esta nueva experiencia organismos que trabajan en muy variados espacios: salud preventiva y curativa, educación formal y no formal, protección del medio ambiente, economía, niñez, adolescencia y juventud, desarrollo y promoción comunitaria, atención y empoderamiento de las mujeres, sexualidad, poder local, vivienda, crédito, desarrollo urbano y rural, nutrición, producción agropecuaria, producción forestal, microempresas, derechos humanos, investigación, comunicación, deuda externa, comercio, promoción cultural, cooperativas, iglesias y trabajo pastoral. Algunos son organismos regionales o nacionales, otros tienen expresiones departamentales y locales. Unos u otros están presentes prácticamente en todos los departamentos y municipios del país, y lo están especialmente en los 72 municipios que resultaron más heridos por el Mitch. En la así llamada Coordinadora Civil, nacida de esta experiencia, se reúnen y se complementan conocimientos, experiencia, presencia territorial, visiones globales, visiones específicas, visiones sectoriales, capacidad de movilización y de incidencia.
En un documento con el que la Coordinadora de la Sociedad Civil viajó también a Washington, sus representantes identifican el gran desafío que Nicaragua tiene en esta hora: "Estamos enfrentados al desafío de la reconstrucción y transformación del país. Pero no del "mismo" país. Queremos "otro" modelo de desarrollo, que sea sustentable y humano, que permita erradicar tanto la extrema pobreza como la extrema riqueza, un modelo que vaya superando tantos abismos de desigualdades en el tener, en el saber y en el poder de los nicaragüenses. Mitch nos ha recordado que nuestro "desarrollo" es cada vez más insostenible y más inhumano."
En el documento, hacen un interesante listado de propuestas, muy concretas y viables, de las que concluyen: "En la nueva etapa, de reconstrucción y transformación del país, la Coordinadora Civil está dispuesta a participar activamente en un plan nacional de desarrollo. Queremos que este plan tenga su punto de partida en el consenso nacional. Queremos aportar desde la experiencia que hemos acumulado. El extenso tendido territorial y los recursos humanos, técnicos y materiales con los que contamos nos permiten evaluar los daños y sus consecuencias, elaborar propuestas y establecer relaciones con la cooperación internacional: con la multilateral, con la bilateral y con la no gubernamental."

Que las víctimas protagonicen

¿Será escuchada la sociedad civil? ¿Serán tenidos en cuenta sus aportes? El reto que el Mitch les deja a estas ONGs, al Estado, a las instituciones, a toda la sociedad es el de saber potenciar el protagonismo de las víctimas y de las organizaciones locales. La clave para evaluar cualquier proyecto de reconstrucción, grande, mediano o pequeño, estará en calibrar hasta qué punto el pueblo, las organizaciones populares, las comunidades afectadas, están protagonizando su propia reconstrucción. Y en evaluar hasta qué punto la mediación de los recursos externos -de las ONGs, de grupos religiosos, del mismo Estado- fomenta o no, incentiva o desincentiva la organización de la gente.

Será ésta la mejor vara para medir, dentro de unos meses, quizás años, si Mitch, además de ser una tragedia y de abrirle espacios a tantos oportunistas fue también para muchos y muchas nicaragüenses una oportunidad.

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