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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 198 | Septiembre 1998

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El Salvador

El FMLN no pudo elegir candidato

Las posibilidades del FMLN de ganarle a ARENA en las elecciones presidenciales de 1999 se han reducido tras lo ocurrido en la Convención Nacional del partido. Ante la mirada de la nación, la izquierda salvadoreña mostró una irresponsable inmadurez.

UCA San Salvador

El 15 de agosto se celebró la Convención Nacional extraordinaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Su objetivo era escoger candidato presidencial para las elecciones nacionales de marzo de 1999. Los dos principales aspirantes eran Victoria Marina de Avilés, ex-Procuradora de los Derechos Humanos -promovida por el sector del FMLN que lidera Schafik Handal, al que se conoce como "duro" u "ortodoxo"- y el actual alcalde de San Salvador, Héctor Silva -promovido por el grupo del Secretario General del FMLN, Facundo Guardado, llamado "renovador" o "reformista"-. El sector reformista proponía que Victoria Marina de Avilés quedara como candidata a la Vicepresidencia, lo que rechazaban los ortodoxos, que la proponían para la candidatura presidencial.

Mitad y mitad

Según los estatutos del partido, para seleccionar al candidato presidencial se necesita de mayoría absoluta: la mitad más uno de los votos. A la Convención asistieron sólo 956 de los delegados. 78 no llegaron. 441 convencionistas votaron por Victoria Marina de Avilés y 431 por Héctor Silva. 57 se abstuvieron de votar. Sin la mayoría absoluta ninguno de los dos propuestos, dividida la Convención y ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo ese día, en un clima de tensiones, gritos y descalificaciones mutuas, se decidió votar de nuevo el 29 de agosto.

El 25 de agosto, sorpresivamente, Héctor Silva anunció que renunciaba a la candidatura presidencial, aduciendo que no deseaba contribuir a la división del FMLN. "En la Convención Nacional -dijo Silva- quedó claro que, contra todos los vaticinios -excepto el mío, porque yo lo preveía así- las preferencias están partidas exactamente por la mitad. Y para ganar las elecciones nacionales se necesita un apoyo partidario mucho más grande que el que yo tenía". Y añadió: "En la Convención hubo algunos incidentes que yo critico, que nublaron el proceso, que no debieron suceder, que son incorrectos. Hubo personas que abusaron del espacio democrático y que no debieron estar allí. Cuando en la noche de la Convención la doctora Avilés nos contó que no se sentía con el suficiente respaldo y que debía haber una segunda ronda, se aceptó esto para garantizar la cohesión del partido. Mi renuncia busca garantizar que las confrontaciones internas del partido se disminuyan. El candidato puede ser muy bueno, pero con un partido dividido nunca va a ganar".

Según los estatutos del FMLN, en una segunda vuelta el candidato elegido debe contar con dos tercios de los votos. En este caso, con 700 votos. El 27 de agosto, el Consejo Nacional del FMLN aprobó -con los votos de 33 de sus 52 miembros- que si la candidata de Avilés no lograba una mayoría abrumadora, el proceso volvería a su punto de partida y se propondrían nuevos candidatos. El sector de Schafik Handal quiso modificar los estatutos para que bastara mayoría simple para ganar, pero no lo logró. A la Convención del 29 de agosto sólo asistieron 864 delegados y sólo votaron 447. 423 votaron a favor de Victoria Marina de Avilés, 18 votaron nulo y 6 se abstuvieron. El FMLN volvió a quedar sin candidato presidencial.


¿Democracia en los partidos?

Hasta aquí los hechos esenciales, que exigen varias reflexiones. La primera, sobre el proceso interno con el que los partidos seleccionan a sus candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de la República. El ideal es que sean elegidos en elecciones primarias internas, ya que el principio básico de la democracia -cada ciudadano un voto- es también aplicable a los partidos -cada militante un voto- si es que éstos se consideran democráticos.

La democracia salvadoreña es bastante débil en el terreno de la democracia interna de los partidos. En ARENA la tradición ha sido o elegir a dedo o que un grupo se lance con suficientes mecanismos de presión como para imponer a su candidato. La fórmula se cocina previamente y después se aprueba por aclamación en una gran reunión, y si para algo se usa a la militancia es para manipularla y no para pedirle democráticamente su voto.

En la Democracia Cristiana la elección de candidatos ni se discute. La Convención, las estructuras, las bases, delegan el nombramiento a la cúpula del partido y no se necesita prácticamente ni la aclamación. Los militantes ni cuentan en esta tan supuestamente importante decisión. El minúsculo partido de Kiryo Waldo Salgado es sólo un grupo que rodea al carismático y folclórico abogado que ni se plantea su supervivencia en independencia de este líder. Otros partidos pequeños dan también la impresión de depender demasiado de sus dirigentes.

¿Y el FMLN? Su Convención fue un intento de consolidar un proceso relativamente democrático. Relativo porque no cumplía estrictamente con el principio de cada militante un voto, pero sí implicaba una elección realizada por una amplia representación de grupos de militantes. El fracaso en las dos rondas de la Convención abrió la pregunta de si el FMLN tratará de diseñar otro procedimiento democrático o si se resignará a hacer la selección a través de un acuerdo entre las cúpulas que venga cantado y decidido de arriba hacia abajo.


La sorpresa de lo inesperado

La pregunta de fondo es más amplia. ¿Pueden partidos de estructura y tradición no democrática hacer que funcione efectiva y eficazmente un estado de derecho y una democracia realmente representativa y participativa? En otros tiempos, cuando las Reformas Agrarias estaban en auge en América Latina, corría un adagio que decía: "No se puede hacer Reforma Agraria con enemigos de la Reforma Agraria". Para esperar de futuros gobiernos un poco más de respeto a la democracia, al estado de derecho y a la participación ciudadana, tendríamos también que tener la seguridad de que los partidos que compiten para gobernarnos funcionan con una aceptable democracia interna.

El proceso interno en el FMLN sentó un precedente democrático muy importante en la práctica política del país. Pero sólo fue ejemplar hasta que se conoció el virtual empate entre los dos candidatos. La Convención no estaba preparada para un empate, ni objetiva ni subjetivamente. Los dos grupos contendientes calculaban que ganarían. Al verse ante lo inesperado, se alteraron los ánimos llegándose a extremos de gritos, abucheos, insultos y amenazas. Las autoridades del FMLN apenas pudieron contener a sus militantes al anunciar -tras largas horas de deliberación- que habría una segunda vuelta.

¿Está realmente el FMLN preparado para gobernar? Si el FMLN es incapaz de diseñar escenarios de desenlace para un proceso de elecciones internas, ¿será capaz de diseñar y prever los posibles escenarios en los que se pueden mover los actores nacionales? ¿O cada situación nueva o inesperada lo va a tomar por sorpresa?


FMLN: una larga espera

Cabe preguntarse por la causa de tanto apasionamiento y agresividad como el que se vio en la Convención. No pueden ser explicados únicamente alegando el proselitismo que se permitió en el recinto. La respuesta de fondo no es otra que la pugna que al interior del FMLN libran las fracciones de Shafick Handal y Facundo Guardado.

Aunque el FMLN insistió reiteradamente en que lo más importante es su programa de gobierno y no sus candidatos, la Convención demostró lo importantes que para uno y otro grupo eran los candidatos. Tanto Victoria de Avilés como Héctor Silva tienen credenciales suficientemente sólidas como para ser buenos candidatos a la Presidencia de la República. Ninguno de los dos procede de las filas del FMLN y los dos fueron propuestos por ser ciudadanos de reconocida trayectoria social y ética y no por ser militantes distinguidos del FMLN. Ambos poseen potencial para unificar al partido y atraer votos. Sin embargo, las divisiones incontrolables lo dominaron todo.

La supuesta "división interna" que impidió al FMLN designar a su candidato es tan peligrosa para el país como la supuesta "unidad granítica" de ARENA, que les posibilitó imponer a dedo a su candidato. Hace varios meses, el lanzamiento por ARENA de la candidatura presidencial de Francisco Flores fue un importante acontecimiento político. En los primeros momentos, se evaluó a Paquito como la expresión de un sector de ARENA ajeno a la cúpula tradicionalmente dominante en el partido y en el país. Poco después, se supo que detrás de Paquito no se hallaban únicamente los jóvenes areneros, sino también, y de manera determinante, el Presidente de la República y sus allegados. Se desató entonces una agria polémica acerca de las "argollas" al interior de ARENA. Los medios defendían la tesis de que al interior del partido de gobierno coexistían al menos dos bandos, cuya pugna era feroz e irreconciliable. Los dirigentes areneros insistían en que ARENA podía preciarse de una solidez envidiable. ¿Y qué sucedió después de todo esto? Nada sobresaliente. ARENA oficializó la candidatura de Flores e hizo lo posible por difundir la idea de que el "joven intelectual" estaba respaldado por todos y cada uno de sus correligionarios. Con el tiempo, Paquito fue perdiendo la popularidad del primer momento y ahora, su falta de notoriedad podría serle útil a su partido.

Hoy es la división del FMLN la que llena los espacios de opinión pública y ocupa las plumas de los analistas. La espera por la fórmula presidencial del FMLN se hizo larga. Porque la prematura elección del candidato arenero implicó una urgencia tácita para que el FMLN buscara al suyo. Y porque conocer la fórmula presidencial del FMLN equivalía en la práctica a conocer a los más probables futuros gobernantes del país. La expectación natural que se gestó alrededor de la elección de la fórmula del FMLN fue acrecentada por los dos grupos en pugna al interior del FMLN, que proclamaron abiertamente sus preferencias. Esto provocó que desde hace meses el FMLN estuviera en la mira de la opinión pública por las publicitadas rencillas entre "progresistas" y "ortodoxos". La Convención Nacional pudo haber sido la mejor oportunidad para mostrar otra imagen, la de la unidad y la madurez. No fue así.


Un acierto y muchos desaciertos

El proceso pre-electoral del FMLN -con todo y ser un magnífico precedente de procedimiento democrático- transitó de desacierto en desacierto. El primer desacierto fue la insistencia en asegurar que la prioridad era el plan de gobierno y no la fórmula presidencial. La realidad es que el plan de gobierno sólo empezó a conocerse hasta después del caos que significó la Convención Nacional y que, sin ser supuestamente prioritarios, la selección de candidatos provocó tan sonada crisis.

El segundo desacierto fue imponer a los aspirantes que empezaron a perfilarse la exigencia de afiliarse al partido, lo que canceló la oportunidad de incluir en la fórmula al economista Héctor Dada Hirezi.

Un tercer desacierto fue el haber respaldado tan visiblemente a uno o a otra precandidatura. Facundo Guardado no escatimó ocasión para declararse a favor de Héctor Silva. Y Shafick Handal -aunque mucho más prudente- acompañó tan de cerca el movimiento proselitista que al interior del partido impulsó a Victoria Marina de Avilés que resultaba imposible no relacionarlo con su candidatura.

Un cuarto desacierto fue decidir la obligatoriedad de una fórmula mixta o "fórmula de género", exigiendo que una mujer fuera elegida en la fórmula presidencial.

Finalmente, el mayor de los desaciertos fue convertir la Convención Nacional en el espacio en que las bases dieran rienda suelta a sus disputas ideológicas. Visiblemente exaltados -tanto por la obvia polarización interna que la cúpula se encargó de acrecentar, como por la deficiente organización del evento- los delegados a la Convención perdieron de vista su responsabilidad con la nación y el triunfo de unos sobre otros se impuso sobre cualquier otra consideración. En estas circunstancias, optar por una segunda vuelta vino a sumarse a la larga lista de desaciertos.


Un auténtico caos

Aún reconociendo los significativos esfuerzos del FMLN por mecanismos más representativos de la voluntad de las bases, lo sucedido en la Convención puso de relieve las dificultades que en la práctica encuentra un partido político que busca ser abierto, tolerante y con suficiente madurez como para lidiar con las diferencias. Puso también de manifiesto el peso que siguen teniendo en la izquierda las descalificaciones y los discursos demagógicos a los que la acostumbró su historia. Después de una jornada matutina en la que prevalecieron actitudes de compañerismo entre los delegados, las votaciones transformaron el evento en un caos. Las agresiones verbales y el fanatismo maniqueo de un grupo de convencionistas -que incluía a diputados- marcaron un lamentable retroceso.

Los restantes partidos políticos no han ocultado su sonrisa ante el fiasco en que se convirtieron las elecciones primarias del FMLN. Esto les confirmó en su convicción sobre la "eficacia" que tienen los procedimientos autoritarios por sobre los democráticos cuando se trata de seleccionar candidatos.


Ante la mirada de la nación

Las posibilidades de que el FMLN le gane a ARENA el Ejecutivo en 1999 han mermado después de la Convención. Lo ocurrido alimenta la opinión de quienes afirman que el FMLN no está preparado aún para gobernar porque si al interior de sus filas no logra el consenso, ¿cómo podría lograrlo cuando sea responsable de todo el país?

Reiteradamente, los dirigentes del partido insisten en que no se trata de divisiones, sino de diferencias de opinión, del pluralismo ideológico que existe en su seno. Algunos afirman que la división entre "renovadores" y "ortodoxos" es inexistente, puesto que en incontables ocasiones quienes son adscritos a uno o a otro bando se mueven a la posición opuesta. Algún diputado del FMLN ha señalado que la posición que se adopta depende de los temas en discusión y no de una identificación ideológico-política previamente asumida. Pero nadie ha aclarado si este desplazamiento en las posiciones se da en temas secundarios o en temas de fondo, como serían, entre otros, el compromiso con la revolución, la concepción del partido y su papel, el concepto de socialismo y de democracia, y el papel de los empresarios y el Estado en el desarrollo nacional.

De todas formas, en un proceso electoral, lo importante no es tanto cómo conciben a un partido sus dirigentes o militantes de base, sino cómo lo percibe la población que elige. Existen señales inequívocas de que importantes sectores sociales perciben que en el FMLN coexisten hoy dos grupos que se disputan su control y que no están dispuestos a ceder en su propósito de desplazar al grupo rival. A pesar de la Convención -un mal ejemplo dado ante toda la nación y una oportunidad perdida-, si la cúpula del FMLN se atreviera a reconocer abiertamente su crisis interna y se pusiera a trabajar por superarla, habría salida. Reconocerla abiertamente y trabajar por su superación implicaría elegir una fórmula presidencial que expresara la división fundamental -ortodoxos y renovadores- y no una fórmula que, como la de género, además de ocultarla, complica más la solución. Lo mejor sería que los dos grupos que se disputan el poder en el Frente pusieran sus cartas sobre la mesa y concertaran una fórmula de consenso. Ese consenso en la izquierda sería un buen augurio para toda la nación.

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