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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 310 | Enero 2008

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Nicaragua

En materia científica, ¿sólo proveedores de materia prima?

El estado de la Ciencia en Nicaragua es deplorable. Sin un plan nacional de desarrollo científico, sin prioridades en la investigación, con escasos recursos humanos y materiales dedicados a la ciencia, la tecnología y la innovación, con una carencia generalizada de cultura científica, y con la falta de visión y de ética de la clase política en esta materia, seguiremos en la postración económica y en el subdesarrollo. Sin Ciencia y sin cultura científica tampoco es factible la democracia.

Jorge A. Huete Pérez

El estado del desarrollo científico en Nicaragua es deprimente y preocupante. El ritmo actual de crecimiento en este ámbito constituye una amenaza progresiva para el desarrollo económico y social del país. Entre los diversos factores que explican esta situación sobresalen la falta de políticas, de fondos concursables y de planes concretos en ciencia y tecnología, así como el modelo fracasado de financiamiento de la investigación universitaria. Sin acciones urgentes que corrijan estas debilidades, nuestro país continuará siendo -y esto es algo que poco se menciona- tan sólo un proveedor de materia prima también en materia científica. Un par de casos ilustran esta afirmación.

LA TEORÍA DE DARWIN EN LA LAGUNA DE APOYO

La revista científica de mayor prestigio mundial, “Nature”, publicó en febrero de 2006 un texto que demuestra la ocurrencia de la evolución por la vía simpátrida en peces de Nicaragua. Esta vía de “especiación” es algo técnicamente difícil de demostrar, pero ya en 1859 había sido propuesta por el mismo Charles Darwin. La ventaja de la laguna de Apoyo, en la que se hicieron los hallazgos científicos, consiste en que las lagunas formadas en cráteres volcánicos, por ser de origen reciente -menos de 20 mil años- son prácticamente una gran pecera, una probeta natural de laboratorio, en donde los peces tienen poca posibilidad de intercambiar información genética y en donde todas las especies están sometidas a las mismas variables o condicionantes ambientales.

El potencial natural de las lagunas nicaragüenses de Apoyo y Xiloá ya había sido reconocido antes por un grupo de investigadores nacionales y extranjeros en un Cuaderno de Investigación de la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, una publicación modesta, nada comparable con “Nature”. En este texto nuestros investigadores anunciaban el descubrimiento de nuevas especies: La especiación simpátrida podría estar ocurriendo en todas las lagunas cratéricas, afirmaban. Y agregaban: Proponemos que el gobierno nicaragüense y la UNESCO designen esta región única en el mundo como “Sitio de Herencia Mundial”.

Éstas y otras maravillas de los recursos naturales y geográficos de Nicaragua, además de proporcionar material valioso para la biodiversidad del planeta, representan un mundo por explorar, una enorme oportunidad para grandes descubrimientos. En este caso, la gloria se la llevó un grupo de extranjeros, mientras el equipo nacional pasó desapercibido. Cuando menos debía haberse obtenido algún beneficio mínimo como entrenamiento y material de tesis de un par de estudiantes. Pero ante la falta de un convenio previo de cooperación, el equipo extranjero no debía ninguna obligación o retribución y tan sólo llegaba a explotar las “minas” de nuestra biodiversidad. Sin recibir nada a cambio, el país continúa aportando su materia prima.

El relato de este caso particular se vuelve más jugoso conociendo algunos intríngulis ocurridos en el transcurso de esa investigación, como el hecho de que habiendo brindado suficiente apoyo logístico -ofrecido amable y desinteresadamente- los investigadores de la UCA jamás supieron nada de los hallazgos sino hasta la publicación de “Nature”, mucho tiempo después.

CUANDO LOS NIÑOS NICARAGÜENSES
INVENTARON UN IDIOMA

El último lenguaje que se haya inventado en el mundo tiene autoría nicaragüense. En un tiempo sorprendentemente corto -menos de 20 años- un pequeño grupo de niños y jóvenes sordomudos de los barrios San Judas y Villa Libertad de Managua lograron transformar un sistema de comunicación primaria -como la mímica- en un verdadero lenguaje que nada tiene que envidiarle al español o al inglés, porque sigue las reglas fundamentales de todos los lenguajes humanos. Denominado Idioma de Señas de Nicaragua, el surgimiento de esta forma de comunicación autóctona demostró que los niños poseen mecanismos sofisticados del lenguaje y que existe un factor instintivo e innato en esta forma de comunicación.

Una novedad como ésta, esta primicia, no pasa nunca desapercibida en el medio científico y generó debates académicos entre investigadores de tan alto nivel como Noam Chomsky y Steven Pinker, este último de la Universidad de Harvard y autor de “El Instinto del Lenguaje”. El idioma de señas nicaragüense ha suscitado desacuerdos entre diversas hipótesis sobre el predominio de lo natural y lo ambiental, lo innato y lo adquirido.

Si bien el caldo de cultivo para el nuevo idioma fue una escuela para niños sordos instalada en 1977 en el barrio San Judas, transformada en escuela vocacional varios años después, el nacimiento del idioma fue dado a conocer por científicos estadounidenses casi una década después que los docentes nicaragüenses alertaran a los expertos extranjeros sobre el fenómeno.

En 2004, la publicación de estos hallazgos en “Science”, la revista científica de mayor circulación en el mundo, atrajo además la atención de los medios masivos. La BBC de Londres informaba con el título Niños nicaragüenses crean un nuevo lenguaje. Y “The New York Times” resaltaba: Un Big Bang lingüístico, atribuyéndole a este hecho nada menos que el término de la explosión generadora del Cosmos. La publicación sobre el nuevo lenguaje “made in Nicaragua” sirvió para consagrar a científicos norteamericanos, ya que ningún nicaragüense formó parte del equipo investigador. Todo esto a pesar de que ya desde entonces había en el país investigadores nacionales interesados en la antropología del lenguaje y estudios sobre las lenguas del Caribe nicaragüense.

EL ALARMANTE ESTADO DEL DESASTRE

Estos dos ejemplos dan cuenta de la potencialidad que tienen nuestros recursos -biológicos o de vivencias- para la investigación científica. También dejan al descubierto varios problemas. ¿Por qué, habiendo tanta materia para grandes descubrimientos, los nicaragüenses no aparecen involucrados, si no como actores centrales, al menos como miembros de los equipos descubridores? ¿Qué beneficios -financieros o inmateriales- dejan al país cada uno de estos hallazgos? ¿Tiene Nicaragua la capacidad de realizar investigación del más alto nivel? Las respuestas a estas interrogantes pasan necesariamente por un análisis de las capacidades con que cuenta el país en materia de ciencia y tecnología.

Varios estudios que evalúan el estado de la ciencia en Nicaragua demuestran una triste realidad: la calidad de los recursos humanos y la infraestructura tecnológica en el país son apenas comparables con las del África subsahariana. Juzgando por el número de publicaciones científicas registradas en bases de datos internacionales, la productividad de los investigadores nicaragüenses es sumamente pobre. Mientras Nicaragua registra un total de 27 artículos anuales en la base de datos SCI, nuestra vecina Costa Rica registra 285, diez veces más, y México 300 veces más. Si el promedio de investigadores por millón en Latinoamérica es de 250, Nicaragua llega apenas a 20 ó 25.

Nicaragua es el país latinoamericano que menos invierte en investigación y desarrollo (0.1% del PIB), por debajo de la media de 0.5% del PIB, aunque la UNESCO recomienda como mínimo el 1%. Los expertos apuntan como dato complementario la aparente asociación entre esta baja inversión y la posición relegada de Nicaragua en el Índice de Desarrollo Humano. La situación es tan alarmante que puede pensarse que estas debilidades afectan la capacidad del sector productivo para expandirse y el crecimiento económico en general. Mantener un bajo nivel de investigación y desarrollo impide que la apropiación de tecnologías y conocimientos contribuya a impulsar la economía nacional de manera sostenida y equilibrada.

ALGUNAS ACCIONES ESPERANZADORAS

A pesar de todas las debilidades del sistema, es posible de vez en cuando darnos cuenta de acciones esperanzadoras. La organización de los científicos nacionales alrededor de la naciente Asociación Científica (ACN) se ha propuesto la fundación de la Academia de Ciencias de Nicaragua. El actual programa de las universidades miembros del Consejo Nacional de Universidades (CNU) “La Universidad Emprendedora”, implementado con el apoyo de la Universidad de Chalmers y fondos de la cooperación sueca, es también un ejemplo estimulante.

En el día a día también se notan ciertas acciones de jóvenes universitarios de una potencialidad que consuela, por su entusiasmo, y que sorprende, por lo inesperado. Naturalmente, la situación es mucho mejor que hace quince o veinte años, pero compararnos con nosotros mismos tal vez sea un recurso de autocomplacencia porque la realidad luce mal si colocamos nuestro minúsculo progreso ante el del resto de naciones, para descubrir que la diferencia que importa no es de distancia sino de velocidades.

FALTA UNA POLÍTICA DE DESARROLLO CIENTÍFICO
Y NO ES FÁCIL EXPLICAR POR QUÉ

El Estado nicaragüense fue el último en América Latina en organizar una estructura de promoción de la investigación. Desde los años 50 y 60 del siglo pasado los países latinoamericanos crearon los Consejos Nacionales de Ciencia y Tecnología, con el mandato de invertir en investigación y desarrollo tecnológico. El Consejo nicaragüense, CONICYT, se estableció por decreto presidencial cerca de cuatro décadas después, en 1995, aunque sólo entró a funcionar a fines de 2000 y sin presupuesto estatal. A falta de fondos, sus exiguas actividades han tenido que financiarse gracias a la cooperación de la banca internacional. Llama la atención no únicamente el rezago sino que la idea de organizar el Consejo no proviniera de los nicaragüenses sino que fuera una “recomendación” de funcionarios de la banca. Así las cosas, parece natural el poco interés del gobierno en apoyar sus funciones.

Aunque los investigadores se han creado enormes expectativas en cuanto a las obligaciones del CONICYT, a la fecha el Consejo es percibido como infuncional y desvinculado de las principales acciones y actores en el sector investigativo, ubicado principalmente en cuatro o cinco universidades. La falta de liderazgo y la inexperiencia del Consejo es un factor que desestimula la relación con las instituciones académicas. La formulación de una política de ciencia y tecnología, así como la preparación de una ley específica en este ámbito, han sido mencionadas desde la creación del Consejo hace ya doce años pero no acaban de concretarse.

No es fácil dar con la explicación del porqué ha llevado más de doce años la formulación de un plan y una ley. Una razón del problema, sin duda, ha sido la inestabilidad del Consejo. Instalado primeramente como una secretaría del Ministerio de Fomento, Industria y Comercio (MIFIC) para enfatizar su conexión con la productividad y competitividad empresarial, fue posteriormente reubicado en la Vicepresidencia de la República, y cuando se empezaba a vislumbrar que desde allí podría magnificarse su rol, por la pugna entre el Presidente Bolaños y el Vicepresidente Rizo se acabó repartiendo sus funciones entre el MIFIC y la Vicepresidencia.

Un plan de desarrollo científico no tendría que ser tan ambicioso ni difícil de conformar. La agenda mínima debería incorporar planes para la formación de recursos humanos, equipar los laboratorios básicos para investigación y docencia, e invertir en proyectos de investigación aplicada. La consideración más importante es que el plan debería diseñarse de manera que contribuya a la generación y apropiación del conocimiento y se ponga al servicio de la sociedad.

INVESTIGACIÓN SIN PRIORIDADES Y SIN VÍNCULOS CON EL DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL

Así como no existe un plan nacional de desarrollo científico-técnico, tampoco se han determinado las prioridades de la investigación. Basándose en las pocas publicaciones de los investigadores, puede distinguirse que las tres cuartas partes están dedicadas a las dos áreas de mayor desarrollo: salud y medioambiente. En segundo plano son notables las áreas de tecnología, agropecuaria y ciencias sociales. Curiosamente, si definimos las áreas partiendo del número de instituciones (programas, centros o institutos) de investigación -en total 54- la conclusión es otra: las fortalezas de investigación se centran más bien en producción y economía, y un tanto más distante, el área de medioambiente.

La Universidad Centroamericana -que también recibe fondos públicos- alberga ella sola el 25-30% de las instituciones de investigación de todo el país. Por otra parte, habiendo tantas universidades en Nicaragua -53 en 2006- igualmente podrían esperarse excelentes capacidades de investigación, pero la pésima calidad e infraestructura de muchas de esas instituciones de educación superior -si es que puede atribuírseles este calificativo- no les permite ir más allá de la mera docencia profesionalizante.

La aparente contradicción entre fortalezas institucionales (en producción y economía) versus la producción de conocimientos (en salud), además de insinuar un pobre y disparejo retorno de la inversión, resalta también la falta de concordancia de la orientación del esfuerzo en ciencia y tecnología con las necesidades urgentes del país.

Un informe de evaluación del desempeño de la investigación del CNU de 2004 señala que la contribución social de los resultados de investigación es insuficiente, que se hace énfasis en responder a demandas específicas de los organismos donantes y además, que en muchos casos las investigaciones parten de intereses particulares de los investigadores y no se basan en las prioridades nacionales. Según Carlos Tünnermann -estudioso de la educación superior nicaragüense-, no se ha logrado el acoplamiento entre el sector académico, estatal y productivo, de cuya interrelación depende en buena medida un sólido desarrollo científico-tecnológico.

El informe del CNU, así como otras evaluaciones realizadas sobre el tema coinciden en que no se han implantado acciones importantes que vinculen la capacidad instalada con las necesidades específicas del desarrollo económico y social de Nicaragua. Para que esto pueda ocurrir, hace falta replantearse el modelo de financiamiento de la investigación pública, que hasta ahora no ha rendido lo suficiente ni se ha revertido claramente en la mejora del bienestar de los nicaragüenses.

DESARROLLO SÍ,
¿PERO INVESTIGACIÓN POR QUÉ?

La poca importancia que se da al rol de la investigación para el desarrollo del país es quizás una de las razones de fondo que explican esta falta de concordancia entre capacidades y necesidades. Aunque la ley 89 sobre la autonomía universitaria reconoce la generación del conocimiento como un proceso estratégico para el desarrollo nacional, los planes de los gobiernos no contemplan el rol de las universidades. El plan de desarrollo elaborado por el gobierno Bolaños no sólo marginó el componente de investigación y desarrollo conocido como I+D, sino que llegó a considerar que para promover los famosos clusters, los “conglomerados” de competitividad, el país tendría que recurrir a alianzas con universidades extranjeras, lo que más que un desprecio por las nacionales significó una burla al más puro estilo malinchista.

La ignorancia y desprecio del factor de ciencia y tecnología de la era Bolaños se observó también en su selección de prioridades. Invitado a inaugurar un importante congreso de biotecnología que contaba con la presencia de expertos nacionales y extranjeros de alto nivel, incluyendo al premio Nóbel de medicina Richard Roberts, el Presidente declinó a última hora para inaugurar una pequeña tienda de calzado de descuento.

También algunos organismos internacionales a veces no están muy claros de la importancia de la investigación científica para Nicaragua. Y la tendencia de la cooperación internacional en estos temas es hacia la disminución del flujo de la ayuda. Refiriéndose al aporte de las ciencias sociales, José Luis Rocha revela en “Investigación y cambio social” que un representante de la cooperación externa les preguntó: Entiendo que tengan programas de desarrollo, pero ¿qué sentido tiene que ustedes hagan investigación?

¿HAY FINANCIAMIENTO PÚBLICO
PARA LA INVESTIGACIÓN?

Hasta ahora la mayor parte de la investigación que se realiza en Nicaragua sucede en las principales universidades del país agrupadas en el CNU, aunque se debe reconocer que se viene experimentando un crecimiento significativo de la investigación que realizan algunas unidades y centros adscritos a ministerios gubernamentales como el de salud (MINSA), el del ambiente y recursos naturales (MARENA) y el agropecuario y forestal (MAG-FOR). Algunas organizaciones no gubernamentales también realizan algún tipo de investigación o subcontratan a las universidades con propósitos específicos, sobre todo en temas sociales, ambientales y de desarrollo rural.

Las universidades públicas se financian principalmente con dinero proveniente de la asignación del Estado: el 6% del presupuesto nacional. Si bien no se han cuantificado los montos precisos que las diferentes universidades utilizan para financiar la investigación, se estima que una buena parte del dinero se utiliza para el pago de salarios de los docentes investigadores. En algunos casos se financia no necesariamente la investigación sino al investigador. Algunos centros e institutos de investigación, como los de la Universidad Centroamericana, reciben parte de los fondos del Estado para el pago de la planilla de sus investigadores. Esto último es una práctica utilizada en Europa para estimular a jóvenes talentosos recién contratados en las grandes universidades pero en los casos de profesores ya establecidos lo que se financia es más bien la investigación.

Si bien es cierto que no existen asignaciones específicas para este rubro, la verdad es que, a través del 6% destinado a las universidades, el Estado nicaragüense viene contribuyendo a la investigación científica desde la aprobación de la ley de autonomía universitaria de 1990. De modo que no es del todo cierta la afirmación de que en Nicaragua el Estado no invierte en investigación científica. Acaso la afirmación más apropiada sería que las universidades invierten fondos públicos provenientes del 6% en investigación. Pero el Estado no asigna recursos adicionales como lo hacen los CONACYT en el resto de países latinoamericanos.

Tampoco es una práctica común en Nicaragua que la empresa privada patrocine o financie investigaciones de las universidades, lo que sí sucede en muchos países industrializados. Más recientemente ha venido ocurriendo que las empresas subcontratan a las universidades para algunos servicios de diagnósticos y consultorías de su interés. No obstante, esta relación de compraventa no está exenta de dificultades. Aunque en primeros términos esta relación tiene el atributo de proveer recursos líquidos a las universidades, estas consultorías tienen enormes limitaciones en cuanto a su alcance y profundidad, lo que no es conveniente para las universidades. Algunos de los llamados centros e institutos de investigación han cedido a la oportunidad de obtener dinero por venta de servicios dejando en un segundo plano la investigación científica. Esto también podría explicar su bajo rendimiento en cuanto a publicaciones científicas.

Por otra parte, la empresa privada por lo general resuelve sus problemas importando tecnologías y contratando técnicos del extranjero por considerarlos de mejor calidad que los nacionales. El interés filantrópico de la empresa privada hacia el tema de educación, que es de data reciente, se enfoca apenas en la educación primaria.

EL MODELO LINEAL NO FUNCIONA

La otra fuente importante que utilizan las universidades nicaragüenses para financiar la investigación es la que proviene de la cooperación internacional, en particular del apoyo de Suecia a través de la Agencia Sueca para el Desarrollo y la Cooperación Internacional (Asdi/SAREC). También contribuyen significativamente Dinamarca, Noruega y Japón.

El modelo de formación de capacidades en ciencia y tecnología seguido por las universidades nicaragüenses se basa en la premisa de que el desarrollo en materia de ciencia y tecnología debería partir de la formación de recursos humanos con grados de maestrías y doctorados y de la recomposición de una infraestructura básica. Al final de las investigaciones los resultados se revertirían en la sociedad. Este modelo lineal de formación de capacidades ha demostrado ser insuficiente y no ha proporcionado los resultados esperados.

Según un informe de 2004, tras 20 años de cooperación sueca, apenas tres docentes habían conseguido el doctorado en ciencias (Ph.D.) y, mientras otras dos docenas aún estaban en proceso, es sabido que algunos nunca logran concluir. En su artículo “Lecciones desde Nicaragua”, la experta brasileña, Lea Velho, al referirse al rol de las agencias de cooperación en la formación de capacidades, afirma que los modelos existentes requieren urgentemente de una revisión que considere la innovación como un proceso no lineal y que involucre diferentes actores y formas de conocimiento. Que considere, además, la relevancia y la responsabilidad social.

EN EL PAPEL Y EN LA REALIDAD

Aunque “en el papel” es notable que la mayoría de las investigaciones se justifiquen como “relevantes a la realidad nacional” y aunque la mayoría propone resolver “problemas urgentes”, en la práctica el modelo seguido para asignar los recursos no necesariamente se traduce en la esperada utilidad y retorno de la inversión. En primer lugar, desde el diseño mismo de la investigación existe un claro divorcio entre los generadores de conocimiento (investigadores) y los usuarios de los resultados, a quienes debería llegar el impacto (sociedad en su conjunto). Y en segundo lugar, la evaluación de los resultados de la investigación es apenas atribución de los investigadores.

También hay ejemplos positivos. Los trabajos que lleva¬ron a la formulación de la recién aprobada “Ley de paternidad y maternidad responsable” incluyeron elementos de investigación y acción que contaron con el apoyo financiero de Holanda, entre otros. Por el alcance de la ley, nadie podría imaginar que el punto de partida de esta Ley fue una reunión informal, hace años, entre Carmen Largaespada -entonces titular del Ministerio de la Familia-, un funcionario de la cooperación internacional, el Procurador de la niñez y la adolescencia, y un investigador de la UCA. Para que algo de tal envergadura e impacto nacional se realizara exitosamente tuvo que involucrarse a diversos sectores de la sociedad, incluyendo a la universidad para apoyar en investigaciones de filiación por ADN. Sin embargo, a pesar de los logros aún queda por realizarse una evaluación pormenorizada del programa, así como el necesario seguimiento y aplicación de la ley.

LA CIENCIA, LA TECNOLOGÍA Y LA INNOVACIÓN
PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS

El apoyo recibido de la cooperación externa ha servido para afianzar el modelo lineal de financiación de la investigación pública. Un reporte de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (2007), que evalúa la cooperación del Banco Mundial, argumenta que los programas están desconectados y que la coordinación entre los recursos humanos en ciencia, tecnología e innovación y en los proyectos de desarrollo del sector es frágil. Se aclara, además, que los países requieren más apoyo en la formulación e implementación de políticas realistas. En este contexto, se ha venido implementando un nuevo modelo de apoyo a la formación de capacidades en ciencia, tecnología e innovación.

El nuevo modelo considera que el foco de la cooperación es la formación de capacidades para la solución de problemas concretos del país. En otras palabras, el foco no es la ciencia per se sino la ciencia para resolver los problemas. No es apoyar al investigador de la universidad sino al ciudadano y a la comunidad. De esto se desprende que en el diseño de los programas se debería incluir a los beneficiados y al conjunto de actores involucrados.

En países empobrecidos como Nicaragua, el sector científico-técnico es tan pequeño que sería absurdo pensar que, desde nuestras limitadas capacidades, se pueda hacer frente a todos los problemas del desarrollo y la pobreza. Una dificultad adicional es que, al no existir un plan de desarrollo de nación, no es fácil establecer políticas institucionales que aporten al desarrollo.

CÓMO ESTABLECER PRIORIDADES:
UN DIFÍCIL EQUILIBRIO

Contribuir eficientemente a satisfacer las crecientes necesidades de la población representa entonces un enorme desafío casi imposible de atender. Esto obliga a dar prioridad a las actividades de innovación científico-técnica sobre las actividades de creación de conocimiento, y a promover programas de formación de capacidades útiles para explotar, utilizar y difundir conocimiento en todos los niveles. Sin embargo, el establecimiento de prioridades, no significa que se deba excluir la construcción de conocimiento de nivel básico y universal. Sería un grave error que empeoraría más la situación. Se trata, más bien, de lograr un equilibrio razonable pensado desde las necesidades urgentes.

Este equilibrio tiene que ser definido por el propio país. Y esto exige que los interlocutores locales tengan la suficiente dignidad e inteligencia para negociar bien con la cooperación externa y los investigadores contrapartes, quienes no necesariamente encontrarían en esta negociación suficiente aliciente para sus propios intereses. Además, siempre habrá “buscadores de fortuna” procurando una nueva “fiebre del oro”.

También hay que reconocer que los investigadores de los países cooperantes podrían tener desconfianza respecto al rigor de las investigaciones realizadas por los nacionales y desconocimiento de la problemática nicaragüense que hay que enfrentar. La falta de publicaciones en revistas internacionales de prestigio como credencial del nivel académico de los investigadores nicaragüenses, así como el poco interés de los nuestros por participar en investigaciones multi¬nacionales no motiva a los extranjeros y, más bien, los im¬pulsa a actuar por cuenta propia.

¿QUIÉN Y CÓMO SE ESCOGEN LOS PROYECTOS?

El desarrollo de las capacidades nacionales en ciencia, tecnología e innovación pasa necesariamente por una profunda revisión de la gestión de la investigación y por un replanteamiento de las formas de garantizar una aceptable calidad de la investigación que se realiza en las universidades.

Si bien las principales universidades nicaragüenses cuentan con actividades y programas de fomento de la investigación, la calidad aún debe mejorar mucho. Convendría que los informes trimestrales enviados por las universidades al CNU fuesen analizados y retroalimentados, convirtiendo el proceso en un aprendizaje importante.

La evaluación de pares calificados no es una práctica habitual en lo que concierne a investigación. Tendría que volverse una práctica obligatoria que la selección de proyectos se hiciera no por cuotas sino por los méritos científicos, su pertinencia e impacto social. Una reciente asignación de fondos hecha “a quemarropa” -acaso para compensar alguna subejecución presupuestaria- con la participación de funcionarios de las direcciones de investigación de las universidades llevó a que una antropóloga evaluara proyectos de biotecnología. A falta de tiempo, pero lejos de procurar la ventaja de un equipo evaluador interdisciplinario, este “comité” se arrogó conocimientos sobre cualquier disciplina, desde la agricultura, pasando por la medicina, hasta la biotecnología. ¿Debería esperarse que los proyectos escogidos bajo una modalidad así cumplieran con criterios de calidad y pertinencia?

MUCHO RUIDO... Y MUY POCAS NUECES

Frecuentemente se realizan conferencias y jornadas académicas en donde las metas parecen ser más numéricas que cualitativas. Un alto número de carteles y ponencias puede impresionar en el informe a los donantes, pero un examen cuidadoso de la calidad de los trabajos aparecería insatisfactorio.

En el segundo congreso científico del CNU realizado en diciembre pasado -haciéndolo coincidir con el VII Foro Iberoamericano de Ciencia y Tecnología (CYTED-IBEROEKA), en el que le tocó a Nicaragua servir de sede- se anunciaron récords asombrosos como el haber superado al evento anterior realizado en Buenos Aires -Argentina es uno de los punteros en ciencia de la región-, se dijo que se habían superado las metas en más de 200% y que los académicos nicaragüenses se habían puesto de “tú a tú” con los representantes de una veintena de países. En un país que no cuenta ni siquiera con 60 investigadores de nivel de Ph.D. -cifra inferior a la de una sola universidad de Brasil- no se pueden hacer semejantes aseveraciones. Esas exageraciones retóricas podrán inflar el orgullo y alegrar momentáneamente el espíritu de los participantes, pero distorsionan gravemente la verdad, la cruda realidad nacional y hacen que Nicaragua pierda credibilidad ante la comunidad cooperante.

¿TAMBIÉN “PANDILLAS” EN LA ACADEMIA?

La consolidación de la evaluación de la investigación debe procurar el uso adecuado de nuestros escasos recursos, el cumplimiento de los objetivos propuestos y la mejor relación costo-beneficio. La evaluación de la calidad también debe tomar en cuenta los aspectos éticos en el desempeño del quehacer investigativo. El incremento del fraude -individual e institucional- en la ciencia a nivel mundial significa también una preocupación para los países en vías de desarrollo, en donde los fondos de investigación son escasos. Como consecuencia de la carencia de un sistema bien estructurado y transparente, podría caerse en la penosa situación de que los fondos públicos se manejasen como botín de algunos feudos y “pandillas” de la academia. (Tomo prestado el término “pandilla”, utilizado por Andrés Pérez Baltodano cuando afirma que en Nicaragua, más que partidos lo que hay son “pandillas políticas”).

Para empeorar las cosas, en 2007 se conformó un Consejo de Evaluación y Acreditación para evaluar la calidad de la educación que -en palabras del reconocido educador Rafael Lucio Gil- no se puede comparar con la experiencia de otros países en los que dichos Consejos se conforman con criterios del más alto prestigio académico, conocimiento y experiencia en educación. A pesar de que se hayan establecido requisitos académicos básicos para la integración del Consejo, el hecho de que sean los diputados en la Asamblea Nacional quienes nombren a los miembros arriesga que la selección ocurra como resultado de “pactos” y negociaciones políticas.

El tema de la calidad en la investigación no puede considerarse inmutable, dados los constantes cambios sociales y las crecientes necesidades de la mayoría de la población. Los resultados de los procesos de evaluación deberían hacerse públicos, respondiendo a una creciente demanda social de información sobre la educación, en general, y sobre la inversión del 6% en particular.

LOS POLÍTICOS NO PARECEN COMPRENDER

Los casos de la evolución darwiniana de peces en lagunas cratéricas y el invento del lenguaje de señas que hicieron nuestros niños podrían servir de alerta sobre el tesoro desaprovechado de la diversidad de recursos materiales y de la creatividad de los nicaragüenses. De contar con mejor apoyo, los investigadores podrían sacar inventos hasta de las desgracias, convirtiéndose en expertos en huracanes, en epidemias y en vulcanología. A fin de cuentas, los conocimientos tendrían que conducir a resultados tangibles: manejo, monitoreo y mitigación de desastres, control y eliminación de vectores de epidemias… Todo esto contribuiría al bienestar de la población. Pero, sin un programa congruente y sostenido, estas aspiraciones no tienen ninguna posibilidad de concretarse.

Los Estados modernos, aun los más pobres, procuran reforzar sus sistemas de investigación e innovación y fomentar la cooperación entre el sector académico y el privado. Durante muchos años, Nicaragua ha sufrido crisis políticas, económicas y éticas, que también se reflejan negativamente en sus capacidades científico-técnicas. No es de extrañar que un análisis concienzudo de los resultados de la inversión nacional o de la cooperación externa resulte desalentador. Lo inusitado, sin embargo, es que en estos tiempos de globalización económica y social del siglo XXI, nuestros políticos no parecen comprender aún que ningún país puede salir de la postración económica si no se dota de programas científicos y de innovación tecnológica, y que invertir en ciencia es invertir en desarrollo.

LAS UNIVERSIDADES
TIENEN LA RESPONSABILIDAD

Ante todas estas condicionantes, las universidades, como agentes importantes del desarrollo, tienen que apropiarse de nuevas formas de gestión y financiamiento de la investigación. La gestión del sistema de investigación para orientar los esfuerzos y recursos tiene que incluir planeación, organización, mando, ejecución, control y evaluación del sistema.

La planeación de la investigación universitaria no ha tenido en Nicaragua una relevancia significativa. En un diagnóstico de 2006 sobre la investigación en Nicaragua, Edmundo Torres Godoy señala que en muchas universidades que reciben fondos del 6% los procesos de determinaciones presupuestarias no incluyen proyecciones acerca de cual será la inversión en investigación. El solo hecho de que las universidades no cuenten con planes concretos de financiación de la investigación refleja la subordinación de la investigación a otras funciones de la universidad y limita la transformación de una universidad profesionalizante en una universidad investigadora.

A falta de una política científica sólida y sin un organismo de coordinación que inspire respeto, recae en las universidades la responsabilidad de impulsar el desarrollo científico-técnico del país. Para esto se requiere construir una agenda propia de investigación de cara a las necesidades del país y que garantice un retorno a la sociedad. Hace falta convencer a los tomadores de decisiones con datos en mano de la relevancia de la investigación, no sólo para resolver problemas acuciantes sino también para prepararnos ante los retos venideros que se plantean con la globalización. Las universidades mismas -y no sólo sus directivos, sino también sus catedráticos y administrativos- son las primeras personas que tendrían que convencerse del rol de la investigación y en consecuencia, rescatar al quehacer investigativo de la marginación para que la ciencia encuentre el lugar adecuado.

INNOVAR CON PLANES AUTÓCTONOS

Para poder asumir estos desafíos, la universidad tendría que disponerse a emprender una serie de innovaciones en su modelo organizativo y métodos de trabajo y, como dice Carlos Tünnermann en “La Universidad necesaria para el siglo XXI”, se debería procurar una transformación que permita instalar una universidad de innovación con pertinencia social. Otra arista del asunto es que para garantizar que la investigación científica responda a las necesidades y carencias del país, el público tiene que conocer lo que hacen los investigadores.

Dada la situación de pobreza y subdesarrollo y frente al inquietante contexto de reducción de la cooperación externa, nunca antes fue tan necesario que el diseño y financiación de la investigación provinieran de un plan absolutamente autóctono, lo cual implica que los fondos primarios tienen que provenir de los presupuestos centrales y, en un segundo término, de un nuevo bolsón de fondos nacionales concursables. Puesto que a corto plazo Nicaragua no podrá levantarse sin ayuda extranjera, hará falta procurar también cambios en el modelo de cooperación para promover la cultura científica en general y garantizar que se priorice el desarrollo de la infraestructura de investigación, incluyendo la formación de doctores, pero en el país.

También las organizaciones científicas pueden contribuir proporcionando la necesaria credibilidad internacional. La solicitud de apoyo para el CONICYT incitada en noviembre de 2007 por la Asociación Científica Nicaragüense ante el Centro para el Desarrollo Internacional de Canadá, IDRC, es un buen ejemplo de lo que se puede hacer.

CARENCIA DE CULTURA CIENTÍFICA,
CARENCIA DE DEMOCRACIA

Inmersos en la dinámica de integración y convivencia de culturas universales, es imposible pensar una adecuada participación democrática de la nación nicaragüense sin educación y cultura, incluyendo la cultura científica. Carentes de una cultura científica, funcional al menos, los grupos sociales menos favorecidos se encuentran impedidos de alzar su voz en la toma de decisiones relacionadas con temas de ciencia y tecnología, como las pruebas de ADN para probar la paternidad, el genoma, los alimentos transgénicos y el cultivo de tilapias en el Lago Cocibolca, por mencionar algunos temas de interés aparecidos reciente y masivamente en los medios de comunicación.

El caso de la penalización del aborto terapéutico, utilizado como recurso politiquero y de manipulación religiosa en la campaña electoral de 2006, es un ejemplo claro de la necesidad que tiene la población de contar con conocimientos e información básica en temas de la ciencia. Además de proveer fundamentos para formarse una opinión propia y debidamente informada, contar con una cultura científica mínima permitiría al ciudadano común participar correctamente en los debates sobre éste y tantos otros temas.

La falta de una política de Estado sobre el tema de la investigación y la ausencia de voluntad para la construcción de una cultura científica, unida al continuismo retrógrado que emula la ignorancia y la superstición, demuestran una falta de respeto al pueblo nicaragüense y a sus más urgentes necesidades.

DIRECTOR DEL CENTRO DE BIOLOGÍA MOLECULAR DE LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA (UCA) DE MANAGUA.

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