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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 296 | Noviembre 2006

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América Latina

Un retrato del gobierno de Chávez

Tras la victoria de Daniel Ortega en Nicaragua abundan los análisis que inscriben su gobierno a la derecha o a la par del de Hugo Chávez en Venezuela. ¿Tiene esto fundamento en la realidad? ¿Pueden compararse las realidades nicaragüenses con las venezolanas? ¿Cuál es la naturaleza del gobierno de Hugo Chávez?

Enzo del Búfalo

En el actual contexto mundial y latinoamericano están surgiendo nuevas expresiones políticas. ¿Cuál es su naturaleza? Dos elementos clave nos permiten explorarlas y entenderlas.Uno es el cambio de retórica, que nos indica un camino de reflexión. Otro es la diferencia entre proyecto social y proyecto político.Desde esa perspectiva, podemos preguntarnos cuál es la naturaleza del gobierno de Hugo Chávez en la Venezuela bolivariana.

LA IRRUPCIÓN DE CHÁVEZ
Y LA AVALANCHA DE LOS DESCONTENTOS

Para poder comprender la naturaleza del gobierno Chávez, hay que entender las causas del colapso del antiguo orden social y económico basado en el modelo rentista petrolero. Gracias al petróleo, Venezuela tuvo en los úl¬timos cincuenta años un gran desarrollo social y eco¬nó¬mico y pudo instau¬rar, a partir de finales de los años 50, un sistema político democrático con alterna¬bi¬li¬dad, más o me¬nos regular, entre dos partidos mayores y con una peque¬ña¬ minoría de izquierda, bien establecida y políticamente im¬¬portante, además de con una organización sindical activa, aun¬¬que controlada por los partidos mayores, en particular uno¬ de ellos.

Este sistema, que inicialmente permitió un considerable ascenso social basado en la redistribución del ingreso petrolero a través del Estado, permitió el crecimiento de la clase media y la urbanización en la base de un sistema político estable. Esto cambió a partir de los años 80 como consecuencia de las dos crisis petroleras, que desarticularon el mecanismo de crecimiento y de ascenso social que había existido hasta ese momento. La inversión en Venezuela comenzó a estancarse y a decrecer, y lo mismo pasó con el salario real. Fueron prácticamente veinte años de descenso sistemático y permanente. La renta petrolera era cada vez menos efectiva en el sostén de toda la economía, puesto que iba disminuyendo en términos absolutos y, sobre todo, por la creciente complejidad de la economía y la sociedad venezolanas. Además, a partir de los 80, el proceso de industrialización sustitutiva se estancó, por razones que son parecidas a las de otros países.

El modelo basado en la distribución de la renta petrolera se fue resquebrajando en la medida en que el Estado era ca¬da vez menos capaz de satisfacer las demandas clien¬te¬la¬res. Esto se reflejó en la pérdida progresiva de atractivo po¬lí¬tico de los partidos mayores, lo que culminó con la crisis¬ de final de los 90. En ese período, se fueron agregando a los mar¬gi¬na¬dos de siempre nuevos marginados prove¬nientes de una clase media baja en descenso, que per¬die¬ron¬ to¬do interés en la política en la misma medida en que los par¬ti¬dos tradicionales eran incapaces de hacerles lle¬gar las mi¬ga¬jas de la renta petrolera. A la margi¬na¬ción eco¬nómica y social se agregó la exclusión política hasta que la frustra¬ción¬ se generalizó y alcanzó también a las reducidas clases m¬e¬dias.

En este ambiente aparece el fenómeno Chávez, que no llega al poder por propios méritos, sino que es simplemente el efecto de rebote producido por el colapso del viejo sistema. Frente a la corrupción e ineptitud de los viejos partidos, Chávez era una imagen antipartido generada por la televisión y vista por millares de personas que actuaban cada vez más como telespectadores que como ciudadanos, una imagen que a raíz del golpe de 1992 se había vuelto familiar, una imagen sin consistencia a la que todo el mundo pudo atribuirle sus deseos y sus esperanzas. Cuando esta imagen salió de la pantalla chica para recorrer los barrios se formó un movimiento de avalancha con toda esa gente decepcionada del viejo sistema que quería un cambio.

EL “GRAN” CAMBIO DE CHÁVEZ:
SUSTITUIR EL VIEJO CLIENTELISMO POR OTRO

En virtud de este origen, una vez en el poder, el nuevo gobierno de Chávez, sin ningún programa preciso, no podía ser más que un gobierno que fuese más allá de la crítica al viejo orden con una fuerte retórica antineoliberal, donde neoliberal pasaba a ser cualquier cosa que no fuese del agra¬do¬ del líder.¬

Así pues, siendo un movimiento aluvional de descontentos no es de extrañar que los primeros dos o tres años del gobierno de Chávez son, desde el punto de vista económico, más de lo mismo, una política económica caracterizada por la “reducción de la inflación”. En un ambiente de confusión se decía que “la reducción de la inflación permite aumentar el PIB”, e incluso se llegó a cuantificar los puntos de reducción del desempleo por cada punto menos de inflación. Este argumento chapucero, que ningún neoliberal serio estaría dispuesto a suscribir, era el eje de la política económica del nuevo gobierno antineoliberal.

La continuación, por ignorancia, de la vieja política económica y la carencia de políticas sociales, aunada a la política de cambios constitucionales, revelaban la verdadera naturaleza del proyecto político chavista: un cambio en los sectores políticos dirigentes. Lo que se quería era que otros grupos asumieran el control del país. Todo lo demás estaba en función de este único objetivo. En la medida en que este recambio social se pone en marcha afectando a los grupos dirigentes tradicionales, especialmente a los grupos económicos, estos sectores, que lo habían apoyado -incluso parte de los grandes empresarios-, se ponen en su contra. Romper los mecanismos tradicionales del viejo clientelismo fue el único verdadero cambio del nuevo gobierno, aunque sólo para reemplazarlo con otro tipo de clientelismo.

“CON HAMBRE Y SIN EMPLEO,
CON CHÁVEZ ME RESTEO”

Chávez eliminó el viejo sistema de gerencia del poder detrás de bambalinas, con reuniones, cenas, etcétera, donde se discuten las cosas, donde “se corta el bacalao”. Ése fue efec¬tivamente el verdadero cambio radical que significó el inicio del enfrentamiento que llevó a partir de diciembre de 2000, y después con la primera huelga en diciembre de 2001, a todo ese proceso que se conoce como el golpe de Estado del 11 de abril de 2002.

Hasta esta fecha no hubo cambios significativos en la política económica, que siguió siendo la misma, pero acompañada de una retórica antiprivatización. No hubo ninguna política social, salvo la eliminación de los programas de asistencia focalizados, lo que agravó la situación de los más pobres. En estos primeros años, el apoyo de los sectores populares a Chávez estuvo basado exclusivamente en un factor de identificación sicológico-cultural. Chávez hablaba y actuaba como uno de ellos por eso -se decía- con hambre y sin empleo con Chávez me resteo.

Esta misma percepción es la que causa la creciente hostilidad de un sector importante de la clase media, que no quería un presidente “marginal” cuyo lenguaje y actitudes la escandalizaba. Al golpe de Estado se llega porque la retóri¬ca de Chávez por televisión empieza a generar una oposición¬ cada vez más radical, incluso histérica, de la clase media, que se ve traicionada, económica y culturalmente por Chá¬vez, un señor que no parece tener ninguno de sus valores. Sobre esta masa opositora -que toma las calles en un contex¬to de estancamiento económico y de frustación, al sentirse trai¬cionada por el hombre por el que habían votado- se cons¬tru¬ye toda esa estrategia para tumbar a Chávez desde detrás del poder y que concluye en el golpe de Estado de abril de 2002.

CON MISIONES, CON INCOMPETENCIA
Y CON LA RUPTURA DE UN TABÚ

A partir de aquí las cosas cambian, porque como reacción al intento de golpe, Chávez empieza a improvisar una política social: con la ayuda cubana pone en marcha las Misiones, la primera de las cuales fue “Barrio adentro”, llevando médicos residentes a las zonas marginales para prestar sus servicios a una población totalmente desasistida hasta entonces. En verdad, ya había habido un ensayo previo de este tipo de asistencia, recién instalado el gobierno, con el Plan Bolívar 2000, pero después de unos meses de gobierno eso había caído en el olvido.

De este modo empieza a diseñarse un programa de gobierno constituido fundamentalmente por una lógica reac¬tiva: frente a cada acción de la oposición por derrocar a Chá¬vez el gobierno reacciona con programas sociales, que resultan exitosos, lo que le permite a Chávez -que hasta abril de 2002 había venido cayendo en las encuestas- recuperar popularidad¬ a medida que va desarrollando programas del tipo Misión hacia otros sectores, hacia la educación y con otros temas.¬

Otra ayuda indispensable para el gobierno de Chávez -cuya incompetencia gerencial y administrativa excede toda imaginación -ha sido la torpeza y estupidez igualmente excesiva de la dirigencia de la oposición y ese cretinismo ram¬pante que se está convirtiendo en el rasgo típico de la clase me¬dia globalizada y que en la Venezuela petrolera parece ser aún más agudo que en otras partes.

El mejor ejemplo de esto fue la huelga petrolera, que desencadenó una histeria colectiva en los sectores de la oposición y le dio la oportunidad a Chávez de intervenir la industria petrolera, un mundo que se suponía, incluso para el chavismo, absolutamente intocable. Fue la oposición la que, al utilizar el instrumento petrolero como clave política, rompió el tabú y le abrió las puertas a Chávez para reestructurar y tomar las riendas de la industria e iniciar una nueva política petrolera. Con ella, el país petrolero Venezuela se convirtió en la pulpería de Chávez.

UNA CONSIGNA VACÍA:
“EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI”

A partir de ese momento el gobierno comienza a tener una cierta política económica, se empieza a hablar de desarrollo endógeno, de diversificación, de integración con América Latina. Empieza a haber ciertos elementos que se podrían llamar de política económica, pero siempre supeditados a la razón política basada en una visión de reivindicación nacionalista, que se conceptualiza a sí misma como la culminación de un proceso de independencia inacabado que, por lo tanto, implica la emancipación de las clases marginadas y desposeídas.

El mismo Chávez ha dicho siempre en el caso de la integración, por ejemplo, que ésta tiene que ser primero política y luego económica. Siempre ha considerado que la actividad económica tiene que estar en función de objetivos políticos. Por lo tanto, nunca estructuró lo que podríamos llamar una estrategia o un plan económico más o menos coherente, para lograr objetivos específicos.

Hoy en Venezuela la cuestión social está supeditada a la cuestión nacional. Y a mi modo de ver, la conjunción de ambos conceptos siempre es aberrante. La falta de una comprensión cabal de los problemas económicos del país, así como la carencia de un verdadero sujeto social que sea capaz de romper con el viejo orden y tenga una necesidad constitutiva de crear una sociedad libre de relaciones de sumisión ha sido encubierta con una consigna vacía: el socialismo del siglo XXI. El resultado hasta ahora ha sido que, por la propia inercia de los acontecimientos, el modelo rentista petrolero no ha sido modificado, no ha sido desplazado, ni aunque sea parcialmente, sino más bien ha sido reforzado. De manera que si uno evalúa la política económica de Chávez de cara al reto histórico del problema estructural de la economía venezolana -que es el cambio del modelo-, uno diría que no sólo no ha habido cambio, sino que ha habido un reforzamiento de la misma tendencia negativa.

ESPACIOS POLÍTICOS NUEVOS
PARA UN MOVIMIENTO SOCIAL

También, es verdad que este proceso político ha abierto espacios interesantes. Aunque el único verdadero cambio se ha dado en el aspecto político-institucional, en un recambio de los participantes a la clase dirigente, estos cambios conllevan un relajamiento de las normas y una modificación de las instituciones que abren espacios políticos en los cuales las bases sociales pueden adquirir una nueva dinámica eman¬cipadora y un desarrollo de construcción de su subjetividad autónoma muy interesante.

En el trasfondo del movimiento chavista oficial, hay también un movimiento social que apunta hacia un cambio social distinto. Y en este sentido, el gobierno de Chávez está impulsando efectivamente un movimiento social, que por el momento se adhiere al chavismo oficial, pero que a mi juicio tiene una dinámica que tarde o temprano lo llevará por una senda muy distinta a la del chavismo oficial. Es un movimiento constituido fundamentalmente por grupos que están en su fase de acumulación originaria y que más temprano que tarde empezarán a reclamar otras cosas.

¿UN GOBIERNO REVOLUCIONARIO?

Si yo tuviera que resumir la evaluación del gobierno actual de Chávez, diría que no ha hecho ningún cambio radical en el modelo económico y que sí ha hecho un cambio parcial en la dirigencia política de ese modelo, con un cambio sustancial de personajes y de actores. Ha permitido una cierta movilización social que, a lo mejor, apunta hacia una sociedad nueva. Y en ese sentido, le puede caber la denominación de “revolucionario”. Pero, en lo general, encuentro que es un gobierno relativamente conservador y que ciertamente se parece mucho a los gobiernos anteriores en cuanto a asumir la transformación inmediata que reclama la sociedad venezolana: el cambio del modelo rentista petrolero.

Comparado con otros gobiernos progresistas de América Latina, Chávez quizás tiene características más radicales. Eso nos plantea el problema de la disyuntiva que tienen los movimientos sociales en América Latina. Unos parecen deslizarse hacia posiciones cada vez más de tipo tradicional y convencional, de reformismo suave, hoy en día muy coloreado por el neoliberalismo y, por lo tanto, terminan siendo más de lo mismo. Otros, en el camino al que parece apuntar ahora Chávez, tienen un radicalismo retórico y un comportamiento nómada y transgresor del orden constituido por el proceso de globalización, sin que ello signifique la construcción de una sociedad nueva de personas libres de todas las formas de despotismo.

Desde este crucial punto de vista, el chavismo no es un movimiento populista, sino que cae en el ámbito de esos movimientos que expresan los malestares viejos y nuevos frente a los males del neoliberalismo y la globalización, pero que reaccionan con ideologías y prácticas sociales viejas. Por eso deben ser llamados mejor “neoarcaísmos”.

ECONOMISTA, SOCIÓLOGO Y CATEDRÁTICO VENEZOLANO.

ESTE TEXTO ES SU COLABORACIÓN EN EL LIBRO “LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS EN DEBATE”,
PUBLICACIÓN DE CLACSO (CONSEJO LATINOAMERICANO DE CIENCIAS SOCIALES), JULIO 2006.
EDICIÓN DE ENVÍO.

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