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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 296 | Noviembre 2006

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Nicaragua

La clave: una derecha dividida política y socialmente

Mientras el FSLN manejaba una campaña electoral light, rosada y llena de amor, la derecha repitió la estrategia que ocupa desde hace 10 años: alimentar el miedo al Daniel Ortega de los años 80. Pero estaba dividida. En las zonas rurales, prevaleció el liberalismo de tradición: el PLC. En las zonas urbanas, la ALN “pegó”. Divide y vencerás: el poderoso Daniel Ortega de estos últimos años regresó al gobierno.

Equipo Nitlápan-Envío

A pesar de los cinco años de confusión política y empobrecimiento creciente que precedieron las elecciones de 2006, éstas fueron algo diferentes a las tres anteriores.¬ En 1990, 1996 y 2001 todo fue polarización bipartidista y el electorado se fraccionó entre sandinismo y ntisandinismo. Izquierda y derecha: era más sencillo elegir. En las elecciones de 2006, la crisis que fue acumulando el pacto Alemán-Ortega produjo un cambio: la aparición de dos fuerzas “emergentes”: una en la derecha, otra en la izquierda.

OTRO LIBERALISMO

El 5 de noviembre, el liberalismo anti¬san¬dinista se expresó y participó con dos opciones y con dos banderas rojas. Con la consigna ¡Primero Nicaragua!, el PLC, un partido con tradición histórica y voto cautivo leal, con perfil rural y de clases medias que, bajo la conducción del ex-alcalde de Managua y ex-presidente de Nicaragua Arnoldo Alemán, se fue haciendo cada vez más prebendario y que, por los actos de corrupción de Alemán, cayó en desgracia ante el gobierno de Estados Unidos y ante el gran capital nacional, pasando a ser objetivo en su mirilla. Buscando seguridad jurídica para jugar con las reglas del mercado y no con las de las mafias chapiollas, el gobierno de Bush y el empresariado nicaragüense se hastiaron de apoyar al liberalismo arnoldista.

Como expresión de la decisión de Estados Unidos de “sanear” a la derecha antisandinista y de dar continuidad al gobierno neoliberal y pro-norteamericano de Enrique Bolaños “emergió” otra opción liberal y roja, antisandinista, pero no alemanista: la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), que lanzó como candidato al banquero y ex-ministro de Alemán y de Bolaños, Eduardo Montealegre. Su consigna: Sembrando oportunidades. A la ALN se sumó el grueso del Partido Conservador, el otro partido histórico tradicional con un voto cautivo reducido, pero leal. Salvadas las distancias, la ALN apareció en el escenario nicaragüense llamada a jugar un papel similar al que con tanto éxito ha jugado ARENA en El Salvador para consolidar el modelo neoliberal.

OTRO SANDINISMO

El sandinismo participó también dividido. Desde el poder y aspirando al gobierno, el FSLN, controlado por Ortega y su grupo, para miles de mujeres y hombres aún referente de la gesta de Sandino y sobre todo, de la revolución de los 80, a pesar de que en estos años el FSLN se transformó en un partido clientelista, con una lógica política prebendaria, que activa periódicamente una muy organizada maquinaria electoral.

Nutriéndose de dos canteras -los sandinistas de tres generaciones, frustrados ante este FSLN desvirtuado; y una juventud urbana, no necesariamente sandinista, que no conoció la guerra, busca otros referentes y no compra la polarización sandinismo-antisandinismo-, y con un programa de centro-izquierda, emergió el movimiento que el alcalde sandinista de Managua Herty Lewites comenzó a forjar a inicios de 2005. Compitió ocupando la casilla electoral y la bandera anaranjada del Movimiento Renovador Sandinista, un partido que nació en 1995 como primera expresión de rechazo organizado al FSLN danielista.

LIBERALES “MODERNOS”

La competencia a cuatro bandas, con estas cuatro opciones, configuró un escenario electoral más novedoso, aunque sólo fuera porque rompía la bi-polarización de comicios anteriores. Se podía votar liberal y rojo, pero apartándose de los liderazgos tradicionales, y de la corrupción tan notoria y probada de Alemán. Se podía votar por Montealegre y por la ALN en busca de un liberalismo más moderno.

Un buen sector de los votantes liberales, sobre todo los urbanos y los más jóvenes, captaron por fin lo más ana¬crónico del alemanismo -su lenguaje, sus personajes-, a la par que la dirigencia de la ALN -proveniente del capital financiero y del capital centroamericano ya globalizado- se apartaba definitivamente del PLC, considerándolo infuncional para sus intereses económicos.

Sin embargo, es prudente relativizar el significado de “moderno” en este nuevo partido. Mientras jóvenes y dirigentes se deslumbran por la última tecnología y se mueven orientados por el marketing político, el conservadurismo cultural campea en sus conciencias y en sus declaraciones. Por poner un solo ejemplo: la Presidenta del Partido Conservador, aliado de la ALN, Azalia Avilés -ahora electa diputada- afirmó en plena campaña y en un debate sobre el papel de las mujeres en los espacios públicos, que lo que las mujeres debían esperar de los hombres era lo que ella misma esperaba: que cumplieran con las tres pe y fueran procrea¬dores, proveedores y protectores.

SANDINISTAS
QUE YA “NO CIERRAN FILAS”

En el otro lado, los sandinistas tenían en el MRS una opción que los alejaba del danielismo que ha ido descomponiendo al FSLN en estos años neoliberales. Se podía ser sandinista y no verse forzado a votar por Ortega elección tras elección. Ya no era necesario “cerrar filas” en las urnas, tal como venía sucediendo con el pueblo sandinista en los comicios generales y municipales desde hacía años.

Aunque en la Alianza MRS el activismo electoral se impuso sobre la necesaria y urgente reflexión sobre lo que significa rescatar y renovar el sandinismo, un entusiasmo creciente -iniciado cuando Herty Lewites desafió a Daniel Ortega en su terreno, en su propio “piñal”- primero entre profesionales y jóvenes de Managua, y después en grupos organizados de todo el país fue uniendo vigores dispersos en torno a la candidatura de el Feo que quiere una Nicaragua linda y de Carlos Mejía Godoy, el sandinista más querido y de mayor consenso en el país.

Fueron muchos los que vivieron en esta campaña electoral su propio y definitivo proceso de ruptura con el FSLN, mientras los más jóvenes se iniciaban en la política. Resultado: un voto más consciente, un voto de más calidad, que al final resultó ser el de menor cantidad, el más reducido por efecto del voto útil anti-Ortega.

EL MIEDO AL FANTASMA

A pesar de que el abanico electoral se había ampliado, el país volvió a polarizarse y al final se decidió por el voto útil (= votar “contra”), que se impuso de nuevo, como en elecciones anteriores, sobre un terreno donde el miedo a Daniel Ortega es parte ya de la identidad de la mayoría de los votantes nicaragüenses. Tal vez la victoria de Ortega contribuya a reducir a su justa medida a este fantasma: ni el promotor de nuevas guerras ni el destructor de la economía ni tampoco el revolucionario que hará justicia a los pobres. Simplemente, un político oportunista más, como tantos otros que Nicaragua ha encontrado en su camino.

¿QUIÉN ES EL MÁS GALLO?

A medida que la campaña llegaba a su fin, los dos partidos liberales dejaron de hablar de programas y propuestas para fomentar el voto útil, útil sólo para derrotar a Ortega. Todo lo demás dejó de ser importante en sus mensajes. Tanto Rizo como Montealegre, al más puro estilo machista, se desafiaban a diario.

En su mensaje televisado para cerrar su campaña, en la noche del 2 de noviembre, costosísimo y en cadena en todos los canales, Eduardo Montealegre habló sólo de Daniel Ortega y de su capacidad para derrotarlo. El domingo anterior, José Rizo gastó una millonada para llenar con 300 mil personas,¬en su mayoría campesinos, una plaza en Managua y así mostrar su “músculo”, asegurando que sólo un partido fuerte podía derrotar a Ortega, y ése era el PLC. En esa disputa encarnizada por fomentar el miedo y darle “utilidad” al voto, confundieron a gran parte del electorado: a quién apostar, quién sería el gallo ganador.

Hoy se lamentan. Hoy evocan el empecinamiento de Somoza al no aceptar la salida que se le ofrecía con “el somocismo sin Somoza”, lo que le abrió de par en par las puertas al FSLN en 1979. Y hoy, tras la fanfarria electoral, tratan de acomodarse aceleradamente a la nueva situación, dándole todos a Daniel Ortega “un voto de confianza” o “el beneficio de la duda”. ¿Para conjurar el miedo o pensando en negociar con el FSLN, ahora en control casi total del Estado, viejos pactos, nue¬vos pactos, privilegios, inmunidades?

ANTE DOS CAMINOS

El 60% o más de la población votante de Nicaragua rechaza a Daniel Ortega y ha afirmado consistentemente desde hace años en los sondeos de opinión que votará por cualquier candidato con tal de impedir que Ortega regrese al gobierno. Lo probó en 1996 eligiendo a Alemán, ya conocido como ladrón en su cargo de Alcalde de Managua. Y lo probó en 2001 eligiendo al impopular Enrique Bolaños.

El 5 de noviembre, al salir de su casa, esa mayoría se encontró con dos señales rojas que apuntaban en dos direcciones: unos, más rurales, más tradicionales, pensaron que “sólo Rizo le gana a Daniel”, como decía una desagradable canción de campaña del PLC. Y otros, más de ciudad, más pegados a la televisión, más “modernos”, pensaron que Montealegre era “el hombre” por tener mejor apariencia, muchísimo dinero y por ser el ungido de Estados Unidos. La señal anaranjada, la del MRS, no les pareció suficientemente competitiva para impedir el regreso de Ortega al gobierno. A 154 mil 224 votantes sí les pareció el mejor camino, el más útil, para empezar a cambiar algunas cosas. Fueron minoría.

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