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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 295 | Octubre 2006

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Nicaragua

Cuando la memoria y la historia viajan en tren

El año 2006 viajó por Nicaragua un experimento innovador: el Tren Cultural. Salió al rescate del acontecimiento educativo más importante de la historia nacional: la Cruzada Nacional de Alfabetización del año 1980. El Tren, un proyecto movido por el esfuerzo y la imaginación, no será una empresa efímera: seguirá circulando por el país con ideas, valores y memorias.

María López Vigil

En agosto 2005, Jan Kees de Rooy, un chele nica-holandés que siempre piensa en grande, me llamó para contarme de un sueño que se estaba fraguando en el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la UCA. Me ofrecía participar en la aventura. De entonces a febrero de 2006, cuando aquel sueño se había hecho realidad en un Tren Cultural que hace memoria de aquel otro sueño puesto en pie de realidad que fue la Cruzada de la Alfabetización en los años 80, tuve la certeza de que el espíritu de Fitzcarraldo se paseaba por Nicaragua.

FITZCARRALDO: TODO POR UN SUEÑO

A finales del siglo XIX, un chele peruano hijo de irlandés, que pensaba siempre en grande, llamado Brian Sweeney Fitzgerald, y que terminó pasando a la historia como Fitz¬carraldo, se empeñó en construir en Iquitos, en medio de la selva amazónica peruana, un palacio de la ópera para que allí cantara el gran Enrico Caruso. Ofrecer a los loretanos de aquel perdido rincón del mundo un espectáculo artístico inolvidable -él amaba la ópera- encandiló su mente. El sueño de este chele era costosísimo, pero nada lo detuvo. Ni los mosquitos ni las fiebres ni el calor. La cima de su quimera fue hacer “navegar” por sobre montañas de casi quinientos metros de altura y durante dos largos meses un barco, el “Contamama”, trasladándolo hasta donde edificaría su sueño. En 1982 el alemán Werner Herzog llevó la historia de esta hazaña al celuloide, otra empresa loca, que según Herzog, fue uno de los trabajos más difíciles y desesperados de la historia del cine, de tal manera que a su lado el “Apocalypse Now” de Coppola fue un juego de niños.

Sueños que son locuras o locos soñando el futuro, más de veinte años después, en el que bautizó como Encuentro Intergaláctico, el Subcomandante Marcos evocó en Chiapas “el barco de Fitzcarraldo” como una metáfora del “otro mundo posible” en el que tantos soñamos embarcarnos hasta despejar la espesa e imposible selva neoliberal.

A LOS 25 AÑOS, UNA EVIDENCIA

Entre marzo y agosto de 1980, cien mil muchachas y muchachos de las ciudades o semiciudades de Nicaragua se regaron por todas las zonas rurales de Nicaragua en una aventura cuya meta era enseñar a leer y a escribir a quienes no sabían, casi la mitad de sus compatriotas. En meses lograron abatir los niveles de analfabetismo del 52% al 12%. La UNESCO premió esta epopeya.

Tras el paso agitado y conflictivo de los siguientes diez años revolucionarios y el desgaste de los quince años neoli¬berales llegamos en 2005 al aniversario de la Cruzada de Alfabetización, comprobando que aquella empresa educativa era prácticamente la única iniciativa de la revolución sandinista que parecía haber logrado un consenso nacional, que la Cruzada era esa especialísima hebra de plata que en un momento estelar de su historia había logrado unir a toda Nicaragua. La conmemoración y esta evidencia prendieron la chispa del sueño: destruido inexplicablemente en los años 90, el Museo de la Alfabetización, un museo con ruedas, un “barco de fitzcarraldo” debía navegar por Nicaragua para rescatar la memoria de esta gesta.

DE LA CARNE AL ESPÍRITU

Entre febrero de 2006 -cuando se inauguró- y septiembre, el Tren Cultural fue visitado por unos 20 mil jóvenes. Permaneció cinco meses en Managua -en un basurero que la Alcaldía transformó en parque-; viajó a Estelí, donde estuvo un mes visitado incansablemente, y después se instaló durante tres semanas en Jinotega. Con la intención de salir de Managua -donde siempre se hacen las inversiones culturales- no pudo “navegar” más tiempo en esta su primera etapa ni ir más allá por las limitaciones que ningún soñador logra disipar en un país como Nicaragua. Pero, pasadas las elecciones de noviembre e iniciando el curso escolar en febrero 2007, volverá a rodar.

El Tren Cultural son tres largos furgones que al llegar a su destino se ensamblan en torno a una tarima y un toldo, desplegándose como una ruta que se abre e invita a ser recorrida. Los furgones están climatizados, alfombrados, bellamente organizados y equipados con tecnología de punta para que ahí dentro los muchachos y muchachas de hoy se encuentren con la juventud que alfabetizó en 1980.

Antes de ser las tres estaciones de un tren-museo estos furgones transportaban carne de los mataderos a los mercados. Margarita Vannini, directora del Instituto de Historia y uno de los cerebros de este sueño, recuerda la angustia que sintió al verlos cuando, después de evaluar alternativas, concluyeron que eran la mejor y más barata opción para construir un museo rodante: Estaban impregnados del tufo a carne, manchados de sangre, sarrosos… Me afligí. ¿Cómo íbamos a hacer para transformarlos en lo que queríamos? En unos meses nadie hubiera reconocido en el espíritu del Tren la carne de sus orígenes.

Ya con los furgones limpios, el desafío no desapareció. Rodrigo Castillo, el productor del sueño, recuerda: Para toda la gente que participó, desde el carpintero, el electricista y el soldador hasta toditos los demás, fue difícil entender lo que íbamos a hacer, que aquellos tres espacios tan angostos serían un museo. Trabajar en función de una estética, con cuidado hasta en los más mínimos detalles, fue difícil, un reto tremendo. Ningún trabajador había tenido nunca una experiencia así. Jan Kees, el director artístico del “barco”, fue un gran incomprendido: Sólo al final, cuando todo estaba listo -cuenta-, uno se acercó a mí y me dijo: Disculpame por todas las trabas que he puesto, nunca pensé que esto que veo era lo que decías.

LA HISTORIA ES UNA CASA
EN LA QUE DEBEMOS ENTRAR

El Tren quería hacer memoria de la gesta de la alfabetización, pero no una memoria institucional ni ideologizada, mucho menos un recuerdo propagandístico. El objetivo de la exposición era conectar a la juventud de hoy con la juventud de entonces. Conectarla con la historia, la de su país, la de sus padres, la de quienes tuvieron la edad que ellos y ellas tienen ahora.

Chacko, uno de los personajes centrales de esa apasionada y apasionante novela de la escritora india Arundhati Roy, le explica así a sus sobrinitos gemelos Estha y Rahel qué es la historia: La historia es como una casa vieja durante la noche. Con todas las lámparas encendidas. Y con los antepasados susurrando dentro. Para comprender la historia, debemos entrar y escuchar lo que dicen. Y mirar los libros y los cuadros que hay en las paredes. Y oler los olores.

Con ese espíritu se organizó esta casa-tren. Con ese aliento se buscaron, se seleccionaron, se ordenaron y se presentaron en las paredes transformadas de los furgones fotografías, películas, relatos testimoniales, rostros, mensajes escritos, imágenes animadas y los objetos mismos de la Cruzada: la cotona, la mochila, la cantimplora, las botas, la cartilla, fragmentos de los diarios de los alfabetizadores…En un momento hasta se soñó con incorporar al segundo furgón un “museo de olores” de la Cruzada: olor de tortilla y de café, aroma de sacuanjoche, tufo de bosta de vaca, olor de tierra mojada…Limitaciones tecnológicas insuperables lo impidieron. También Fitzcarraldo tiene que ceder.

“LEER ES PODER”

Durante varios meses, de la mañana hasta el caer de la tarde, y a un promedio de 250 diarios, muchachos y muchachas de 82 colegios e institutos de Managua y sus alrededores, de Estelí y de Jinotega, acompañados de sus profesores y maestras, entraron en esta “casa” de la historia, prestaron oído atento a los susurros de sus antepasados y escucharon y miraron lo que había en las paredes. Olieron el olor de una aventura que muchos no conocían. Encontramos la forma mágica -dice Jan Kees- de jugar con el tiempo. Con esa magia, los chavalos no sólo vieron una exposición interesante y bonita, sino que se identificaron con un mensaje. En apenas cuarenta y cinco minutos dos generaciones saltaron 25 años en el tiempo. Sólo en el arte se puede dar este encuentro.

Después de un recorrido de 45 minutos, quince en cada furgón -el primer furgón informativo, el segundo testimonial y el tercero el de la reflexión y el compromiso-, los jóvenes dejaron escritas sus impresiones. Mezcladas con mensajes más detallados, donde expresan la conmoción que sintieron al asomarse al alma de la juventud generosa de aquellos años, o al darse cuenta de la importancia que tiene hacer algo colectivamente por los demás y por el país, o la fuerza con la que comprendieron que sin lectores no hay desarrollo -“leer es poder” es el lema del Tren, escrito en paneles gigantes en los furgones-, los jóvenes han acumulado adjetivos entre interjecciones en los cuadernos de visita: salvaje, tuanis, super-maravilloso, canallada, emocionante, inolvidable, búfalo, excelente, fantástico, pijudo, pijudísimo, super-pijudo…

Una gran cantidad de los estudiantes se quejó por lo corto que se les hizo el recorrido. Nadie se aburre. Hubieran querido más tiempo y no pudieron verlo todo. Y a una gran cantidad la emoción les hizo perder el cálculo del tiempo y los cuarenta y cinco minutos les parecieron apenas diez.

ESCALANDO LAS MONTAÑAS
DE UN PAÍS DE IMPOSIBLES

Fueron varias las montañas que el tren tuvo que escalar para lograr llegar hasta el corazón y la mente de tantos miles de jóvenes. La primera, la montaña financiera. En Nicaragua, un país donde los recursos escasean porque se los distribuyen los altos funcionarios del gobierno que reciben megasalarios y una minoría que ha decidido vivir en este rincón del Cuarto Mundo con los privilegios del Primero sin renunciar a ninguno, esta iniciativa cultural, como tantas otras, fue posible sólo con la solidaridad de la cooperación internacional. Las alcaldías de Managua, Estelí y Jinotega colaboraron con todo lo que pudieron: el terreno, la electricidad, su personal, su entusiasmo... Mucho trabajo voluntario y la colaboración de todos los que iban captando de qué se trataba el proyecto hicieron el resto.

La siguiente montaña fueron los malabarismos que hubo que hacer con los generosos fondos recibidos para que se estiraran como chicle. Fitzcarraldo siempre es ambicioso y el presupuesto se fue quedando corto en la medida en que el tren iba adquiriendo su ambicioso perfil.

También fue montaña hallar la varita mágica de la tecnología que comunicara de la forma más convincente y bellamente posible las ideas: se necesitaban materiales que no existen en Nicaragua y que hubo que comprar fuera, se apostó a innovaciones poco empleadas en el país, se experimentó… Equipar técnica, tecnológica y estéticamente el museo fue reto de retos.

LA MONTAÑA DE LOS PREJUICIOS

La más escarpada de todas las montañas fue la ideológica. Cuando se le presentó el proyecto a los delegados departamentales del Ministerio de Educación (MED), hubo un rechazo inicial. Muchos directores de colegios reaccionaban también así al recibir la invitación para que sus alumnos llegaran al Tren. Temían una “propaganda sandinista”. Por el tema y sobre todo, porque era año electoral. Aunque la Cruzada de Alfabetización ha alcanzado un amplio consenso nacional, las formas en que ha sido recordada oficial y monopólicamente por el FSLN a lo largo de todos estos años han alimentado anticuerpos en algunos sectores.

La propuesta metodológica del Tren esfumó muy pronto los prejuicios. Rodrigo Castillo, que ha acompañado el Tren durante todo su recorrido, cuenta un caso entre muchos: El día de la inauguración en Estelí, llegó la delegada del MED y me dice: Estoy aquí sólo porque me invitó el alcalde, pero este proyecto yo no puedo apoyarlo porque es partidista. Le enseñé el libro con las impresiones escritas de los jóvenes que ya lo habían visitado en Managua. Me dijo: Sí, ya sé que su contenido impacta a los muchachos, pero es pura manipulación. Estaba bien cerrada. Le dije que entrara al Tren, que después seguiríamos hablando. Al salir, estaba emocionada y llegó a pedirme disculpas. El día que viajábamos a Jinotega, ella fue la que presidió el acto de despedida. Y en su discurso le dijo a todo mundo que el Tren era una “cátedra de historia” y que nos felicitaba porque era metodológicamente novedoso, impactante y eficiente para transmitir un mensaje muy positivo. Y grandes reconocimientos y grandes abrazos.

CON PROTAGONISMO FEMENINO

El proyecto se pensó para la juventud que tiene hoy la edad de los alfabetizadores de ayer. A excepción de Rodrigo, Jan Kees, Margarita y alguna más, todos los que trabajaron en el desarrollo de su concepto fueron también gente joven. Y los visitantes fueron mayoritariamente jóvenes. En grupos de catorce, estudiantes de entre quince-dieciocho años entraban al primer furgón y cuando, tras 15 minutos de recorrido, pasaban al segundo, otro grupo de catorce iniciaba el tour hacia el pasado.

Tres guías con coloridas camisetas del Tren Cultural recibían a cada grupo, les daban la bienvenida, los acompañaban explicando, dando respuestas, formulando preguntas, motivándolos a la reflexión final, encendiendo las “lámparas” de la historia. Una intuición validada por la experiencia fue decidir que las guías fueran muchachas. Es también una voz femenina, la de una muchacha alfabetizadora, la que surge del “túnel del tiempo” en la primera sala para relatar a los visitantes “la experiencia más importante de mi vida”…

Después, en la segunda sala son mitad muchachas y mitad muchachos quienes hablan desde las computadoras. Curioso: maestras rurales y bastantes visitantes de los tres puntos que tocó el Tren no reconocían que las pantallas planas de esa segunda sala fueran computadoras, y eran muchos los que no sabían cómo usar el mouse.

Fueron mayoritariamente muchachas las que en la tercera sala asumen el liderazgo del grupo visitante hasta concretar el compromiso de despedida al que los invita el padre Fernando Cardenal, director de la Cruzada en 1980. En un país tan machista, el proyecto buscó dar protagonismo a las mujeres. Y ellas se lo dieron a sí mismas.

ALEJANDRITO: POR SIEMPRE ALFABETIZADOR

En la primera sala, la “estrella” es Alejandrito, en inolvidables escenas de una película filmada por Jan Kees en los años 80 en las montañas de Quilalí. En un país de niños y niñas, pero de arraigada cultura adultista -como ahora se dice-, Alejandrito, un niño de once años, que se fue a la montaña a enseñar a leer a campesinos adultos sin permiso de su familia y que al inscribirse mintió sobre su edad para que lo dejaran participar, entrega el protagonismo a los más pequeños de aquellos héroes del lápiz y las letras. Todos los jóvenes visitantes del Tren son más viejos que él.

Alejandro Lacayo tiene ahora 37 años, vive en Australia y es ingeniero en ciencias exactas, una mente brillante. Nadie sabía con exactitud qué había sido de este niño hasta que unos primos suyos que visitaron el Tren lo reconocieron y el Instituto de Historia hizo contacto con él. Por la magia del cine ha seguido alfabetizándonos, ya no en la montaña, sino en este museo de la memoria.

RECUPERAR EL RECUERDO
EN EL PAÍS DEL OLVIDO

En el recorrido del Tren, se repitió algo no previsto por los creativos del proyecto y de enorme importancia: el papel que iban a jugar los maestros y profesoras que entraban con los grupos de estudiantes. Muchos de ellos habían alfabetizado en 1980. Y si para los alumnos y alumnas el Tren era el hilo que los conectaba con la juventud de enton¬ces,¬ para los profesores y maestras, el Tren fue un re-encuen¬tro con su propia memoria, con el muchacho o la muchacha que fueron. Era muy frecuente que de la primera sala la maestra saliera impresionadísima. Terminaban con un torozón en la garganta, viviendo un proceso interno, muy personal, así los observaba yo, cuenta Rodrigo. Después, ya en la segunda sala, se reían siempre con los testimonios. Y cuando en esa misma sala veían la cotona que ellos usaron, la cartilla, los diarios de campo... entonces se obraba el prodigio: se convertían en guías de sus alumnos. Y sus alumnos descubrían que su maes¬tra, que su profesor, había sido también uno de aquellos jóvenes valientes.

Esto pasó muchas veces. A Margarita aún se le humedecen los ojos recordando el caso de una maestra que al terminar el recorrido salió del Tren y se quedó ahí, al descampado, hablando más de cuarenta minutos con sus alumnos, con sus alumnas, que la seguían pendientes de cada palabra. Era impresionante -dice- ver con qué orgullo contaba ella sus aventuras en la Cruzada. Pero lo que más me conmovió fue escuchar a una de las alumnas cuando le dijo al final: ¿Y por qué nunca nos había hablado de eso? ¿Por qué hasta ahora nos lo cuenta? Como un reclamo.

Nicaragua es el país del olvido. La historia de muchos heroísmos personales y colectivos ha sido borrada por sus mismos protagonistas. Por vergüenza, por miedo, por la necesidad de sobrevivir. Porque la cultura del olvido también se aprende. Una de las mayores alegrías que el Tren nos ha dado es romper con ese olvido, dar permiso para recuperar recuerdos, para rescatar la memoria dice Margarita. Esto se logra porque el Tren Cultural encaja en lo que se conoce como un museo emocional. En el recorrido está presente la tensión dramática: la presentación, el nudo, el desenlace. Hay picos emocionales, hay humor y emoción, se ríe y se llora. Son herramientas del alma que logran quebrar veinticinco años de olvidos.

¿POR QUÉ HASTA AHORA?

Cuenta Jan Kees: En 2004, cuando en ocasión del 25 aniversario de la revolución, hicimos el Festival de Cine, proyectando toditas las películas nacionales y extranjeras que se hicieron en los años 80, convivimos durante seis días centenares de adultos y jóvenes. Sobre todo, jóvenes. Recuerdo que el último día, 200 estudiantes veían la película de Susan Meiselas. Al final se hizo un silencio tremendo. Después, varios jóvenes se levantaron. Llorando nos dijeron que por qué no les habían contado nunca esas historias, que por qué en sus estudios de primaria y secundaria les convirtieron la historia de la revolución en una página negra. Ese reclamo, “por qué no nos lo contaron”, inspiró este Tren.

Recuperando la memoria y la historia, se recupera también identidad, sentido. La Cruzada de Alfabetización marcó a una generación, es una fibra vital del corazón de Nicaragua. Pero años de cambios, de decepciones, también de traiciones, fueron nublando sueños, esperanzas y aspiraciones hasta que reinó la desmemoria. Y en los dominios de una sociedad que olvida entran y salen fantasmas de toda especie, los sombríos de la “noche oscura” y los fútiles de la “reconciliación” rosada.

Como la lucha contra el poder es también la lucha de la memoria contra el olvido, el Tren cumplió una importante misión política al desbloquear recuerdos en muchos. Rodrigo disfruta con esta historia de Estelí: Una señora que hizo el recorrido se impresionó mucho y me dice: Quiero venir mañana con mi marido y con toda la familia, pero dígame una hora en que no haya muchos estudiantes. ¿Por qué?, le digo. Es que él padece del corazón, se va a emocionar mucho, yo voy a traerle las pastillitas por cualquier cosa, pero no quiero que le pase algo delante de los estudiantes. Al día siguiente le apartamos un rato sólo para él y su familia, y tuvimos lista una camioneta por si le pasaba algo.

Cuando el señor salió de la primera sala temblaba de emoción. Le dieron su pastillita. Le dije: No se preocupe, que en la siguiente sala se le va a bajar la tensión. Y efectivamente, estuvo atacado en risa, lloraba de risa. Ya en la sala tres se creció. Algo dormido despertó en él y comenzó a hablarle a su familia de todo lo que él había hecho hacía 25 años, de la responsabilidad con Nicaragua, del compromiso con la patria. Todo un discurso, todo un líder. Algo muy hermoso. Toda la familia escuchándolo admirada, sorprendida. Al final, lo mismo. Le dice un sobrino: Tío, ¿y por qué no nos ha hablado así nunca antes, por qué hasta ahora?

UN TREN PARA PENSAR EL HOY
Y PARA CONSTRUIR EL MAÑANA

Con el Tren -dice Margarita- el Instituto de Historia de la UCA descubrió una metodología para transmitir valores enseñando historia y descubrió cómo enseñar historia de forma lúdica, jugando. Además, reconoce que el Tren sacó al Instituto del recinto universitario y le permitió llegar por primera vez a miles de jóvenes que nunca visitarían una exposición dentro de la Universidad.

Resalta también que el Tren estuvo a finales del mes de septiembre en Managua, en la Feria iNicaragua, dedicada a mostrar las nuevas tecnologías de la Informática y la Comunicación. Allí, en todo ese pomposo despliegue de tecnología -dice- llamamos la atención sobre el tema esencial y no resuelto de la alfabetización. Pusimos el dedo en esa llaga, porque qué “sociedad del conocimiento” podemos construir en Nicaragua si el cincuenta por ciento de nuestra población no sabe leer ni escribir y, si es que sabe, no lee ni escribe nunca nada.

Después de esta experiencia tan desafiante y novedosa, el Tren quiere seguir viajando por Nicaragua. Conectó a tantos con su propia historia y su memoria y mostró a tanta juventud que hay futuro si reconocemos el pasado, ese ayer en el que hubo tantos esfuerzos y sueños compartidos, que el Tren quiere seguir rodando. No faltarán fitzcarraldos dispuestos a que así sea.

Para Jan Kees lo más importante de la experiencia -para nosotros una sorpresa, dice- fue descubrir en la metodología del Tren un instrumento pedagógico útil para la educación no formal en otros temas sociales, culturales, históricos. Ése ha sido el éxito más grande: hemos descubierto una metodología exitosa integrando tecnología y arte. Y cuando en el desarrollo del concepto descubrimos esto, re-pensamos todo para que el Tren no fuera sólo para esta ocasión y para este tema, sino que se quedara con nosotros como una herramienta pedagógica de largo plazo. El largo plazo podrían ser, para el Tren que ya existe, diez años.

¿Y qué mensaje llevará este tren…u otros trenes? Los propios jóvenes ya han sugerido todo tipo de temas: derechos humanos, ecología, derechos ciudadanos, qué es desarrollo, derechos de las mujeres... Han propuesto también temas históricos. Quieren saber más -y mejor- de la Guerra Nacional, de la gesta de Sandino, de lo que pasó en los años 80, del Descubrimiento, la Conquista y la Colonización... Quieren entrar de nuevo en la casa de la historia para oír el susurro de sus antepasados.

Estamos seguros que seguiremos viajando por Nicaragua enseñando. Enseñando y aprendiendo, dicen los creadores del Tren. Y como sueñan en grande serán capaces de volver a escalar montañas.

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