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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 291 | Junio 2006

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Honduras

Nadie espera nada del nuevo gobierno

Cuatro meses después de llegar al poder por un golpe de suerte, nadie espera ya nada del gobierno de Mel Zelaya. Su desgaste y su descrédito iniciaron de inmediato y, de no cambiar su errático rumbo, hay dos salidas: un caos a corto plazo o un pacto bipartidista.

Ismael Moreno, SJ

Lo único que ha cambiado el gobierno en cuatro meses ha sido la hora”, se escucha con sarcasmo en las aceras de Tegucigalpa. El gobierno que preside Manuel “Mel” Zelaya Rosales, cumplió sus primeros siempre simbólicos 100 días, y cumplió ya su cuarto mes, con una pérdida de credibilidad demasiado alta para tan corto tiempo en la administración pública. Una funcionaria pública del Partido Liberal se atreve a confesar: “Apenas estamos comenzando y parece que ya nos estamos yendo”. Es tal el ambiente de desgaste. Y esa frustración se respira: poca gente expresa confianza
en un Presidente que fracasó en sus primeras clases en la universidad, y cada vez es más la gente que se horroriza pensando en la nueva insensatez con la que adornará su próxima intervención pública. Mucha gente está convencida de que su evidente falta de inteligencia la cubre con su capacidad para saber rodearse de colaboradores y asistentes dóciles y gracias a ese olfato animal que aprendió en las haciendas de su familia en el oriental departamento de Olancho. Una anécdota que expresa el poco respeto que le tiene la gente por su impericia mental, lo acuñó un taxista
al colocar en su vehículo un rótulo que decía “Mel: prestame el gobierno por un rato”.

No hay duda de que el gobierno inaugurado el 27 de enero nació con más escepticismo que expectativas, con más dudas que oportunidades, con más sospechas que confianzas. Pero cuatro meses después, cualquier esperanza de mejoría anda ya por los suelos y nadie espera nada de un gobierno que apenas está comenzando.

FRÁGILES Y ARROGANTES

El gobierno liberal de Mel Zelaya ganó las elecciones en noviembre 2005 por un golpe de suerte. Más por un error político de último momento de su contrincante, que por méritos propios. Algunos colaboradores cercanos al gobierno actual han confesado que ni ellos mismos se creían el triunfo, y los jerarcas del Partido Liberal ya tenían montado el dispositivo para saldar cuentas con el equipo de trabajo de Zelaya y para poner en marcha una nueva maquinaria partidaria sin ellos, cuando supieron que habían ganado y que esto ya no sería necesario.

Tras los apretados resultados electorales, el equipo de colaboradores del Presidente electo pasó de un extremo a otro: de la duda al triunfalismo y de la sobriedad a la soberbia. Con el trofeo presidencial en la mano, se olvidaron de cómo lo obtuvieron, borraron de su mente que sólo la mitad de la población votante asistió a las urnas y que de quienes votaron un 10%lo hizo en blanco o anuló su voto. Olvidaron que sólo el 23% de la escasa población que votó lo hizo a favor de Zelaya. Sin embargo, con la toma de posesión, el último domingo de enero, embriagados de poder se elevaron
al Olimpo de los dioses.

Con esa falta de perspectiva y la poca pericia para manejarse en el poder, el gobierno liberal comenzó a hacer agua por todos los costados. Restando importancia a la fragilidad con la que asumieron el poder, se dedicaron a gobernar como si todo el país estuviera a sus pies y olvidaron que heredaban una acumulación de conflictos no resueltos que no les darían tregua. El gobierno comenzó sin tiempo de gracia: el encarecimiento de los combustibles esperaba una respuesta inmediata; los gremios magisteriales esperaban agazapados, listos al ataque en la primera oportunidad para defender el estatuto del docente apenas postergado por las negociaciones con el gobierno anterior; y los taxistas esperaban el cumplimiento de las promesas de campaña. Estaban también pendiente el problema de los bosques
y la ley de agua, y las represas y la ley de minería y la tierra...

GRAVE ERROR EN EL ARRANQUE

Mel Zelaya y su equipo cometieron un error político de arranque: siendo un gobierno débil -el más frágil de las siete administraciones de los últimos 25 años de procesos electorales ininterrumpidos-decidieron gobernar con el círculo cerrado del Partido Liberal, repartiendo los ministerios entre las diversas corrientes que habían participado en el proceso electoral, sin dar cabida a un diálogo y a la búsqueda de consensos con sectores sociales fuera del ámbito de los partidos políticos tradicionales. Se armó así un gobierno que más parece una estructura política de campañas internas del Partido Liberal que una administración pública puesta al servicio de los problemas nacionales.

Atrapado en esta confusión, propia de un partido que se ha ido sumergiendo en un laberinto de intereses de grupos
y corrientes internas, con un orden establecido en los desórdenes, tanto de amistad como de enemistad que cada grupo interno desarrolla con los demás grupos, el país va a la deriva.

Este error está en la base de todos los errores subsiguientes y explica el desproporcionado desgaste del nuevo gobierno en tan corto tiempo. Tras elecciones con el 50% de abstención y con una victoria diferenciada en menos del 5% con el candidato del Partido Nacional, era obvio que Zelaya no podría gobernar con sus propias fuerzas y estaba en la obligación de abrirse a otros sectores para buscar consensos mínimos. Pero el gobierno decidió gobernar sólo con su partido. De ahí derivaron nuevos errores.

Zelaya calculó que el gobierno sería la plataforma donde unir a las diversas corrientes de su partido. Pero el Partido Liberal es una especie de federación de partidos, con corrientes que son en sí mismas partidos políticos que se sitúan bajo el paraguas del liberalismo, pero que están en clara confrontación con otras corrientes. Zelaya abrió las puertas a todas estas corrientes para que se repartieran los ministerios. Resultado: cada corriente ha convertido sus ministerios en plataformas, desde las que fortalecer el poder de sus miembros y en trampolín para la próxima contienda electoral. La decisión de unir al partido repartiéndose el gobierno ha hecho perder el rumbo al gobierno, desprovisto de líneas comunes y convertido el ejercicio del poder en canibalismo.

Detrás del reparto de cuotas de poder se confirma la concepción patrimonialista que el bipartidismo tiene del Estado: un botín cuyos recursos se reparten entre los allegados a cambio de obediencias y fidelidades. La lógica de capitalizar más poder para invertirlo luego en una futura contienda política es lo que en definitiva moviliza a líderes, funcionarios y corrientes internas del Partido Liberal. Los funcionarios liberales del gobierno invierten sus energías fundamentales en la búsqueda de espacios internos y en soterradas luchas intestinas, lo que distancia al gobierno de la gente y de sus necesidades.

UN GOBIERNO BOMBERO

Atrapado en su propia trampa y allí despedazado, el gobierno de Mel Zelaya perdió en muy pocas semanas la capacidad de dar respuestas coherentes a los conflictos heredados de gobiernos anteriores, que se han ido convirtiendo en problemas mayores. Por la ausencia de rumbo y porque cada corriente busca avanzar en cuotas de poder dentro del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, el equipo más cercano a Mel Zelaya decidió dar respuestas demagógicas, improvisadas y casi siempre provisionales. Como bomberos se dedican a apagar fuegos. No sería negativo si los fuegos se apagaran, resolviendo bien los conflictos. Pero los apagafuegos no trabajan en equipo,
sino individualmente y el “agua” de sus respuestas la toman irresponsablemente de un presupuesto limitado, lo que podría significar el desvío de los fondos destinados a la Estrategia para la Reducción de la Pobreza (ERP) o nuevos endeudamientos externos e internos por asignar dineros que el Estado no tiene.

El Presidente Zelaya trata de salir del atolladero que él ha creado: convoca a cada uno de los sectores que se manifiestan públicamente dándoles respuestas que en lo inmediato los satisfacen. Pero estas respuestas no sobrevivirán a la coyuntura y resulta un suicidio político continuar dando indefinidamente respuestas que más que sustentadas en la realidad del Estado se apoyan en la ilimitada demagogia personal del Presidente.

La ERP tiene el mérito de ser la única política pública que ha logrado mantenerse a través de varios gobiernos. Formulada en el gobierno de Carlos Flores Facussé sobrevivió entre asfixias y ahogos en el gobierno de Ricardo Maduro. Pero cuando Mel Zelaya cumplía cien días en el gobierno ya había sido prácticamente enterrada. Hoy es un instrumento al servicio de los caudillos políticos del bipartidismo político para fortalecer las estructuras partidarias en los municipios, cooptando a las organizaciones comunitarias de base con la genérica y vaga propuesta del “Poder Ciudadano”, que no es otra cosa que la propuesta de un sector del Partido Liberal para fortalecer las bases del liberalismo y así encarar con éxito el próximo y aún lejano proceso electoral.

UN CAUDILLO EN SU HACIENDA

Mel Zelaya se formó en el más puro linaje de caudillos. Procedente en línea directa de protagonistas poderosos de la Colonia española, Zelaya ha trasladado su hacienda y su don de hacendado a Casa Presidencial. No había cumplido los dos meses de gobierno cuando recibía la primera renuncia de uno de sus fieles colaboradores, el Director de la cuestionada Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), Juan Bendeck. Razón: el Presidente le tocó el amor propio al hacerle una crítica y desautorizarlo en público sobre decisiones aparentemente inconsultas. Al cumplirse los cuatro meses de gobierno llamó “mentiroso” a su Ministro de la Presidencia, Yani Rosenthal, cuando compareciendo ambos en conferencia de prensa, el Presidente negó que hubiese comprado un seguro internacional para salvaguardar a la población hondureña ante el alza de los combustibles. Esa misma mañana Rosenthal había anunciado que el gobierno había efectuado la controvertida compra. La improvisación, el excesivo personalismo, sus respuestas folklóricas y la falta de respeto a sus colaboradores ha sido la tónica que ha definido al Presidente haciéndole perder rápidamente
el respeto de sus conciudadanos.

EN RÍO REVUELTO...

Se van viendo ya quiénes serán los pescadores que ganan en el río revuelto por los liberales. En primer lugar, el Partido Nacional que tiene en bandeja el capitalizar las confusiones y ausencia de rumbo del gobierno. En segundo lugar, algunas corrientes internas del propio Partido Liberal, interesadas en sacar ventaja de la ceguera política del grupo o los grupos más cercanos a Mel Zelaya. Y en tercer lugar, los poderes ocultos, que podrían estar aprovechando los vacíos de poder para controlar esferas del gobierno, especialmente el Ministerio de Seguridad, el Ministerio Público, la Corte Suprema y un sector importante del Congreso Nacional.

La oposición desde los sectores sociales y populares es tan dispersa como son intensos sus descontentos. En los 120 primeros días del nuevo gobierno ha quedado en evidencia que el país no cuenta con un movimiento social
y popular capaz de aprovechar los desaciertos del gobierno, y menos aún, de articular una respuesta coherente
y propositiva que contribuya a definir un rumbo alternativo para salvar al país de una ingobernabilidad en la que toda la sociedad saldría perdiendo.

En este río revuelto, un primer posible escenario es un mayor debilitamiento del gobierno y el aumento del descontento
y de los conflictos: desestabilización política con peligro de ingobernabilidad. En un escenario así los sectores beneficiados a lo inmediato serían el Partido Nacional y los poderes ocultos. El movimiento social y popular podrían moverse en dos caminos. Jugar un papel fundamental para conducir el descontento. O ser instrumentalizados como piezas de desestabilización, sirviendo a intereses ajenos y a los poderes ocultos. Ante la pérdida de control del gobierno, el grupo más cercano a Zelaya tendería a refugiarse en respuestas autoritarias.

La pérdida de credibilidad del gobierno ante los diversos sectores populares, ante los grupos políticos y económicos con poder y ante los organismos financieros internacionales sería creciente. Y la inestabilidad social
y política también lo sería, llevando al país al caos en un corto plazo.

¿UN PACTO BIPARTIDISTA?

Otro posible escenario es que se produzca un pacto de gobernabilidad del bipartidismo político, encabezado por los líderes más fuertes del Partido Liberal y del Partido Nacional. Partirían del convencimiento de que un gobierno repartido entre corrientes internas y confuso no le resulta útil a nadie, y ha dejado de ser funcional. Para que este escenario suceda, deberán emerger los liderazgos fuertes: hombres como Carlos Flores Facussé en alianza con sectores vinculados con Rafael Leonardo Callejas podrían salvar la estabilidad política del país y la gobernabilidad en función de intereses mayores, puestos en peligro por un gobierno tan endeble como el que ha mostrado ser el de Mel Zelaya.

Este pacto supondría la apertura del gobierno a otros sectores de la sociedad, particularmente a las centrales obreras, a algunos de los gremios magisteriales y a algunas ONG que trabajan en la Estrategia para la Reducción de la Pobreza. No se excluiría de tajo el recurso a respuestas autoritarias ante los descontentos no controlados. Pero sólo serían válidas si antes se ha logrado crear un ambiente básico de consensos, en los que tampoco se descartarían acuerdos mínimos con alguno de los sectores con mayor peso dentro de los poderes ocultos.

CON DEBATE, CON PRESENCIA
Y CON ACOMPAÑAMIENTO

Ante la pérdida del rumbo político es necesario abrir espacios nacionales de debate y de generación de pensamiento en la búsqueda de caminos y de respuestas. Debe ser un debate que desconfíe de los análisis preconcebidos y que aborde de manera directa las preguntas sobre la viabilidad del actual modelo que sostiene el capital, que a su vez sostiene al TLC. Un debate que valore las alternativas y la construcción política de las mismas y que reflexione sobre el papel de la sociedad civil, los movimientos sociales y los partidos políticos en estas alternativas.

Es importante también la presencia y el acompañamiento de los procesos sociales, comunitarios y regionales,
para que contribuyan a vertebrar el descontento actual. Presencia y acompañamiento a partir de las realidades y necesidades de la población estructuradas desde la organización comunitaria de base, y no tanto desde temáticas generales como “la lucha contra el TLC”, “el neoliberalismo y sus privatizaciones”, desafíos que siendo reales, no le dicen nada a la gente sencilla, afligida por necesidades más inmediatas.

UNA RUPTURA NECESARIA

La vertebración de una propuesta nacional -tan necesaria para crear una oposición coherente en el país- pasa por un tercer desafío: romper con la concepción gremialista del movimiento popular, que ha sido entendido como la suma de organizaciones gremiales, definidas por su debilidad. Las organizaciones gremiales -especialmente las sindicales obreras de izquierda y las magisteriales- le dan sustento a las organizaciones populares unitarias, como el Bloque Popular y la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular. Sin embargo, estas instancias reúnen en su interior fundamentalmente a organizaciones gremiales que luchan primordialmente por su propia sobrevivencia en este oscuro mundo neoliberal que ha reducido a los sindicatos y a los gremios a su mínima expresión. Su lucha se reduce a sus demandas gremiales y su participación en las instancias unitarias está en plena correspondencia con la búsqueda del cumplimiento de esas demandas.

La reducción del movimiento popular a las organizaciones gremiales le impide abrirse a las realidades de la población que no está inscrita en las organizaciones convencionales o tradicionales, y que en un país como Honduras es la mayoría de la sociedad. Por ser representante de las organizaciones gremiales, el movimiento popular se define por su elitismo organizativo y político. La vertebración del descontento tendría que pasar por la ruptura histórica y hasta epistemológica con una concepción y un modelo de movimiento popular. No se podrá nunca vertebrar el descontento traduciéndolo en una oposición nacional mientras el movimiento popular no rompa con el gremialismo y mientras no exista una apertura estratégica y permanente hacia la construcción de un movimiento social desde la organización comunitaria de base.

UNA AGENDA
DESDE LOS MUNICIPIOS

Por esto, priorizar las propuestas municipales es un urgente y necesario desafío. Y desde los municipios, explorar -mucho más allá de la indescifrable propuesta de “poder ciudadano”, eslogan infecundo del gobierno-, las articulaciones y la conformación de instancias válidas entre autoridades municipales, organizaciones no gubernamentales, sectores de Iglesia y organizaciones comunitarias de base.

Para lograrlo, es preciso que desde los municipios se definan agendas comunes. Poco a poco desembocarán en una agenda nacional del movimiento social con capacidad de propuestas y de movilizaciones. Temas vitales como la defensa del medio ambiente y la distribución de la tierra, el fenómeno migratorio, los derechos humanos y la vigilancia social parecen ser resortes que desde los municipios podrían articular instancias que generen procesos reales de participación y de desarrollo de ciudadanía. Lo que hay que hacer está aún por hacer.

CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.

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