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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 182 | Mayo 1997

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Nicaragua

La crisis de los tranques

"O cede... ¡o se va!", "Alemán, ¡acordate de Bucaram!", se gritó en los tranques. La crisis de los tranques coronó los primeros 100 días del gobierno liberal y abrió un sinfín de interrogantes.

Equipo Nitlápan-Envío

Cien días: se ha generalizado en la mas reciente tradición política el evaluar a los nuevos gobiernos cuando cumplen sus primeros 100 días de gestión. Aunque se trata de un espacio de tiempo totalmente insuficiente para medir adecuadamente logros o errores, se entiende que 100 días bastan para apreciar con claridad las tendencias, para saber "por dónde sopla la brisa".

Poco antes de cumplir sus primeros 100 días, en las propias vísperas de la evaluación que iban a hacerle amigos y adversarios, comentaristas y analistas de todo signo, Arnoldo Alemán fue evaluado en las carreteras del país por miles de productores, campesinos, cooperativistas y pobladores, en una jornada nacional de protesta que duró cinco días y que obligó al Presidente a prometer cambios en la dirección que llevaban las huracanadas "brisas" de su gobierno.

Desempleo: primera señal

Un acumulado de decepciones, confusiones y preocupaciones en la comunidad popular, en la comunidad empresarial y en la comunidad internacional precedió a las jornadas de protesta. La gente no veía llegar "el cambio" prometido -que algunos esperaron casi mágico-, los grandes capitales encendían luces rojas de zozobra ante la llegada de Miami y de Centroamérica de capitales allegados al Presidente y la comunidad internacional estaba desconcertada por el exceso de irresponsabilidad y por el vacío de interlocutores válidos que apreciaba en el nuevo gobierno. Una de las razones de mayor peso por las que un importante sector del pueblo nicaragüense votó por Alemán fue la pro mesa de generar 100 mil nuevos empleos en el primer año de gobierno.

Transcurrida la cuarta parte de ese plazo, no sólo no existían señas de nuevos trabajos sino que la "escoba" liberal y el anunciado "plan de austeridad" había despojado a más de 5 mil personas de sus empleos en el Estado. Escoba para todos, desde choferes hasta secretarias ejecutivas. Escoba a todos los niveles del gobierno: el central, el departamental y el local. Escoba para, fundamentalmente, colocar en cargos donde se había acumulado experiencia y profesionalismo a inexpertos amigos, familiares o correligionarios políticos del Presidente o de su círculo más íntimo. Este desempleo fue el primer paso que dio el gobierno y que alertó a casi todos. En el horizonte, se anunciaban ya los recortes de empleos estatales ordenados por el FMI y que podrían dejar sin trabajo a otros 7 mil.

Sobre el complejo problema de la propiedad que crea inseguridad a la mitad de los nicaragüenses Alemán arrancó cuestionando despectivamente toda la legislación anterior, a la vez que comenzaban a ejecutarse desalojos en las ciudades y en el campo y el Presidente ponía en su mira personal a las empresas agroindustriales privatizadas en el gobierno Chamorro, amenazando así a antiguos y nuevos todos ellos poderosos grupos económicos. A las puertas del ciclo agrícola, los productores recibieron con mucho retraso el anuncio de medidas, insuficientes para su crisis, y los que estaban endeudados escucharon de la "muerte de la Cobra" mientras la veían reptando viva por sus campos, embargándoles sus tierras y su ganado.

100 frentes de confrontación

En cien días el gobierno abrió cien frentes de confrontación. Se enfrentó con los niños y niñas que venden en los semáforos de Managua cuestionando su derecho al trabajo y haciéndoles bellas promesas que no puede cumplir. Se enfrentó con los medios de comunicación no liberales centralizando toda la información oficial y negándoles la publicidad estatal, mientras alardeaba de libertad de expresión. Confrontó a los evangélicos alentando el uso de libros de texto católicos en las escuelas públicas, a pesar del laicismo constitucional. Confrontó a los ONGs promoviendo una ley que establecería un control estricto sobre todos sus proyectos y una lupa oficial sobre sus fondos. Confrontó al movimiento de mujeres con la creación del Ministerio de la Familia, sustentado en una filosofía arcaica y machista. Confrontó a otros muchos sectores sociales y económicos.

Desde el primer momento, el Presidente ofendió la frágil institucionalidad del país, enviando señales en todas direcciones de que Estado es equivalente a Ejecutivo, versión moderna de "el Estado soy yo". Lo hizo, entre otras muchas vías, al irrespetar las reformas constitucionales organizando a su arbitrio los ministerios de Estado, nombrando para altos cargos a 24 extranjeros (nicaragüenses que hace años renunciaron a su nacionalidad), creando por decreto inconsulto una nueva Contraloría sumisa al Ejecutivo, reduciendo drásticamente las asignaciones presupuestarias a los poderes municipales, reduciendo sensiblemente el presupuesto del Poder Electoral hasta impedirle completar la cedulación ciudadana, insistiendo en convertir al Poder Legislativo en una sucursal del Ejecutivo, al abusar del trámite de urgencia y de la compra de voluntades.

Los medios ponen "tranques"

En los primeros 100 días hubo falta de consulta, de búsqueda de consenso y de realismo, mientras sobraban los golpes de efecto, las sonrisas sarcásticas y los vehementes llamados al estado de derecho. Se fue haciendo evidente que, a pesar de todos sus laudables propósitos de favorecer a los pequeños y medianos productores agropecuarios y de enfrentar los privilegios de los capitales monopólicos de la oligarquía, Arnoldo Alemán no se sabe mover en democracia porque es autoritario y no se sabe mover en el nuevo marco de las reformas constitucionales porque es super presidencialista. Tampoco se sabe mover en la Nicaragua de los 90 porque piensa que es la de los 60.

Se fue haciendo evidente que el gobierno Alemán era, más que liberal, un gobierno arnoldista, con el definido plan político de garantizarse el poder por los próximos 50 años. Un gobierno sin plan económico definido, tentado de venderle el país al turbio y avasallador capital cubano somocista centroamericano (guatemalteco) que le financió su campaña.

Para muchos nicaragüenses, especialmente para aquellos de más de 35 años, cada nueva jornada de estos 100 días trajo un nuevo gesto, una nueva actitud, risas, movimientos, palabras y estilos que evocaban algo viejo y demasiado conocido: Alemán reeditaba a Anastasio Somoza. Pero no se puede reeditar a Anastasio Somoza 30 años después. Ni el mundo ni Nicaragua son los de entonces. Por muchísimas razones. Apuntemos sólo una de ellas: los medios de comunicación social.

A pesar de sus limitaciones profesionales, los medios no alemanistas jugaron en estos primeros 100 días un papel importante: todos los pasos que el nuevo gobierno daba en lo oscuro los sacaron inmediatamente a la luz. Y todos los que daba a plena luz eran desmenuzados en su oculta intencionalidad. El autoritarismo con vocación de aplanadora de Arnoldo Alemán encontró en dos diarios, varias emisoras, un canal de televisión y un grupo de periodistas independientes insertos en medios oficialistas un obstáculo importante. Con valor, con profundidad, con ironía, con humor, con aciertos y desaciertos, le fueron colocando tranques y más tranques al gobierno, antes que los tranques populares aparecieran en las carreteras y calles de Nicaragua.

"O cede o se va"

El 10 de abril se empezó a conocer que se preparaba "algo" para frenar a Alemán, para hacerle dar un giro, para abrirle los ojos, para forzarlo a negociar consultar concertar sus políticas. Daniel Ortega dijo que era mejor "hacer algo" ahora y no después, para "evitar que lo saquen a balazos".

¿Por qué la protesta en ese momento? Se acercaba la llegada del FMI para firmar un nuevo acuerdo ESAF, ya estaban embargadas por "la Cobra" 21 mil manzanas de fincas sólo en Chontales, iba a iniciar el ciclo agrícola... La copa estaba rebalsando. "Una de dos: o Alemán cede o Alemán se va", dirían días después algunos manifestantes en los tranques de las carreteras. La "jornada nacional de protesta" así se llamó inició al amanecer del lunes 14 de abril. La precedieron 48 horas de intensa campaña de los medios de comunicación favorables al gobierno, que buscaron alarmar a la población apremiados por escribir la crónica anunciada de una violencia sandinista sin control, una nueva "asonada", palabra mágica de múltiples contenidos destinada a infundir temor.

El Presidente Alemán pidió al Cardenal Obando para el domingo 13 una homilía "con mensaje" y esa misma noche, con un desconocido tono de retórica lacrimosa, se dirigió a la nación en cadena radial y televisiva "...para invitarles a que, en el recogimiento sereno del hogar, meditemos juntos con el más elevado espíritu patriótico, de madurez y responsabilidad ciudadana, sobre las graves e imprevisibles consecuencias que podrían derivarse de apasionados e irreflexivos actos de violencia tumultuaria, que una vez provocados generan una dinámica desordenada, que fácilmente se escapa y envuelve en su vorágine a las mismas ocultas manos que encendieron temerariamente su explosivo detonante..."

Tranques por todo el país

Productores pequeños y medianos, campesinos y cooperativistas protagonizaron la protesta. Fueron ellos los que primordialmente salieron a detener el tráfico en las carreteras. En el tercer día sumaban casi 10 mil y representaban a muchísimos otros que seguían los acontecimientos expectantes ante las pantallas de TV. Los reclamos eran múltiples. El principal, el respeto a las leyes que crearon miles de nuevos propietarios en los años 80 y 90.

El método de la protesta, fue, fundamentalmente, cerrar con troncos de árboles, enormes piedras y, vallas humanas de campesinos y pobladores desarmados las carreteras del país en decenas de puntos neurálgicos, "trancar" la circulación de los vehículos para afectar así el transporte de personas y mercancías y el normal abastecimiento de las ciudades.

El trastorno se hizo sentir rápidamente y al cabo de cuatro días, cuando Arnoldo Alemán y Daniel Ortega iniciaron conversaciones, la alarma por las pérdidas económicas era preocupante. El FSLN estuvo delante, detrás y a los lados de esta protesta nacional. Como principal fuerza de oposición y como el único grupo político y con representación social capaz de organización y movilización nacional, masiva y rápida, el FSLN supo vanguardizar el descontento creciente de sandinistas y no sandinistas y supo capitalizarlo a favor de intereses de los que no se habla públicamente. Supo demostrarle a Alemán que si su antisandinismo le ayudó a ganar las elecciones, ese antisandinismo no lo dejará gobernar.

Un factor clave: el "momento"

La protesta era riesgosa: ¿habría una respuesta suficientemente significativa para hacer reflexionar al gobierno? Era osada: ¿hasta dónde llevar la protesta si el gobierno no cedía o si respondía con violencia? Pese a todos los pronósticos y a los deseos ocultos de algunos, y descontando algunos incidentes propios de una acción de este tipo, la protesta transcurrió en orden, en una tranquilidad que nunca tuvieron similares iniciativas durante el gobierno Chamorro. Hubo madurez en los "protestantes" así se les llamaba y hubo una permanente y ostensible actitud constructiva de los casi 6 mil agentes de la Policía Nacional que hicieron presencia en calles, carreteras y tranques de todo el país a excepción de una gran extensión de la Costa Atlántica , lo que contribuyó de forma determinante al cívico desarrollo de los acontecimientos.

En muchos del más del centenar de tranques ondeaba la bandera de Nicaragua y no la rojinegra, como símbolo de que la protesta era nacional y no partidaria. Sin embargo, los que custodiaban los tranques reclamaban que el gobernante Arnoldo Alemán se sentara con Daniel Ortega a negociar cambios en sus políticas. Se veían representados en el FSLN. "¿Y si no, quién? decía uno . Aquí hay 20 partidos, pero sólo el Frente es oposición".

Es indudable que el FSLN se fortaleció grandemente en la jornada de protesta sabiéndola organizar con eficiencia, conduciéndola con habilidad, y deteniéndola en el momento más conveniente a sus intereses políticos y seguramente a intereses económicos de sectores de la dirigencia sandinista. Sólo el tiempo podrá decirnos a cabalidad el por qué inició en ese "momento", el por qué se detuvo en ese otro "momento".

Daniel y Alemán hablan

Al segundo día de las protestas, Daniel Ortega planteó que éstas se hacían en busca de un diálogo para llegar a un "acuerdo nacional" que garantizara gobernabilidad al país y al que se debía "invitar" a representantes diplomáticos de la comunidad internacional, no como mediadores ni como garantes, sino como "acompañantes". Ortega habló de "recomponer" el Grupo de Países Amigos de Nicaragua (Suecia, Canadá, España, Holanda, México).

Al día siguiente, Alemán reiteró, conciliador, una de sus frases habituales "Soy puente y no pared", y descartó la posibilidad de presencia internacional en el asunto, porque "los nicaragüenses somos mayores de edad y los tiempos de recurrir a mediaciones internacionales están superados". Al cuarto día de mantenerse y multiplicarse los tranques, el Presidente Alemán y Daniel Ortega tuvieron los dos solos un encuentro de dos horas y media en casa de Alemán con el fin de levantarlos, pues ya estaban perjudicando la estructuralmente perjudicada economía del país y, según un permanente discurso oficial, "la imagen" de Nicaragua y con ello, la posibilidad de inversión extranjera.

¿Cede Alemán o acuerdo de cúpulas?

Finalmente, el día 18, El Presidente y su gabinete y Daniel Ortega y una docena de representantes de los sectores involucrados en la protesta productores, transportistas, retirados del Ejército y de la Resistencia, trabajadores, sindicalistas, cooperativistas, etc. dialogaron durante cinco horas. Como resultado, el Presidente dio marcha atrás en varias cosas: suspender los desalojos de propiedades durante tres meses, renegociar los plazos para el pago de las propiedades privatizadas por la CORNAP a favor de grupos de trabajadores o de ex militares, ampliar los plazos para restructurar deudas a los productores en mora, no anular títulos de reforma agraria, etc.

Se crearon también cinco "mesas de trabajo", en las que el gobierno y la oposición que se siente representada por el FSLN, junto a sectores no sandinistas porque los tranques les abrieron paso a otros deben dialogar y llegar en 30 días a consensos en cinco temas de fondo. Las mesas debatirán sobre: producción agropecuaria, transporte, problemas sociales, propiedad reformada y sobre el problema de la propiedad en sentido global.
Conocidos estos acuerdos, Daniel Ortega pidió "un alto" a los protestantes y los tranques en las carreteras se levantaron.

¿Qué va a pasar?

La crisis de los tranques cerró con broche de incertidumbre los primeros 100 días del gobierno Alemán. Las negociaciones surgidas de esa crisis abren una nueva etapa. Y sólo el tiempo nos dirá lo que ella significará para el país, para el rumbo de las políticas gubernamentales, para el sandinismo y su frágil unidad entre dirigentes y bases. Y no habrá reposo. La nueva etapa inició de inmediato con una nueva crisis, abierta por el Ejecutivo al entregar de urgencia al Legislativo una polémica Ley de Justicia Tributaria, que no consultó con ningún sector político, empresarial o popular.

En 30 días deben verse resultados en las cinco mesas donde el gobierno ha cedido, al menos, al admitir que deben debatirse y consensuarse soluciones a temas extremadamente sensibles.

¿Y si no hay resultados? ¿Y si vuelve la aplanadora liberal a ponerse en marcha? Si no hay rectificaciones de fondo y si se mantiene el autoritarismo y el estilo excluyente, hay quienes plantearon públicamente, en ocasión de la protesta, que le tocaría a la Asamblea Nacional destituir legalmente a Arnoldo Alemán. Tan lejos fue el descontento al cumplir el gobernante sus primeros 100 días de gestión.

¿Y si el populismo arnoldista logra aliarse con el populismo de un sector de la dirigencia sandinista? ¿Y si son los intereses de los grupos económicos, en guerra en estos momentos, los que determinarán, en último término, el futuro de los intereses de los más pobres?

Hay demasiados interrogantes, tantos como tranques en la semana de la crisis. Aunque son una excusa simbólica para empezar a evaluar a un gobernante, en el caso de la Nicaragua liberal, los 100 días marcaron una clara frontera en la recién iniciada historia del nuevo gobierno. Habrá un antes y un después de la crisis de los tranques. Para entender un poco mejor el por qué de la crisis y lo que hubo antes de esa frontera, preparamos este número especial de Envío.

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