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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 176 | Noviembre 1996

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Nicaragua

Las raíces de la crisis electoral

El "fraude" fue esto: elecciones tan poco transparentes que impiden ver con claridad cuál fue en verdad la voluntad de los nicaragüenses en varios puntos del país.

Equipo Nitlápan-Envío

En la última encuesta de la Cid-Gallup, realizada antes de las elecciones, el 61% de los nicaragüenses expresaba que tenía confianza en el Consejo Supremo Electoral (CSE) y creía que las elecciones del 20 de octubre serían limpias y no habría fraude. La pregunta sobre el fraude es habitual en este tipo de encuestas pre-electorales. En las elecciones nicaragüenses de 1996 tenía un especial sentido. El candidato Alemán y los medios de propaganda liberales no dejaron de denunciar durante meses y meses el fraude que estaban preparando los sandinistas a partir del proceso de cedulación y desde los diversos cargos técnicos que ocupan -con probada experiencia y desde hace muchos años- en los distintos niveles del CSE.

La insistencia fue permanente. Incluso, pocos días antes de las elecciones, Arnoldo Alemán anunció una gigantesca marcha cívica en la que se denunciaría este fraude. A la par, los liberales no dejaron de solicitar la destitución de estos técnicos.

Fraude: múltiples víctimas

El otro candidato que se refirió con alarma y en una ocasión a un posible fraude del FSLN fue Sergio Ramírez, del MRS, cuando en agosto sugirió que si el CSE entregaba el trabajo de impresión de las boletas electorales a la imprenta El Amanecer -propiedad del FSLN-, este partido podría marcar de previo las boletas en la casilla del FSLN con una tinta invisible que apareciera impresa después y así, esas boletas serían contadas como votos a su favor.

La realidad mostró que ni el equipo técnico del CSE ni el FSLN iban a ser verdugos sino algunas de las múltiples víctimas del extenso conjunto de irregularidades que propiciaron la compleja y dolorosa crisis electoral que tanto daño ha hecho a Nicaragua y a su pueblo.

Fraudes electorales: larga historia

Durante el somocismo, el fraude marcó con su sello todas las elecciones nicaragüenses. El mecanismo electoral -en el que confluye la democracia participativa y la democracia representativa- quedó así profundamente desprestigiado en la conciencia popular, que asociaba las elecciones a trampas, desórdenes, presiones, violencia, licor y pleitos.

Fue la revolución sandinista la que rescató el proceso electoral del basurero a donde había ido a parar después de casi medio siglo de dictadura. El gobierno del FSLN tuvo que empezar de cero: legalización de otros partidos que no fueran las paralelas históricas -conservadores y liberales-, creación y organización del Consejo Supremo Electoral, nueva Ley de Partidos, nueva Ley Electoral...

Las elecciones de 1984 (7 partidos participantes, 6 de ellos con libres campañas proselitistas de abierta crítica al FSLN, 500 observadores internacionales, mil periodistas, un 75% de participación ciudadana) pusieron a prueba nuevas estructuras, leyes y personas. Y retaron la confianza de la población. Bastaron aquellas primeras elecciones de la historia nacional, tan bien y limpiamente organizadas, para inaugurar una nueva conciencia, de aprecio por el proceso electoral. Sin duda, éste fue uno de los aportes más revolucionarios de la revolución a la historia de Nicaragua.

Las elecciones del 84 fueron una especie de referéndum sobre la continuación del proceso de transformaciones revolucionarias, que ya enfrentaba serias contradicciones internas y la decidida agresión militar, diplomática y económica del gobierno Reagan. El resultado de aquellas elecciones - avaladas por todos los grupos de observadores internacionales que a ellas asistieron - nunca fue reconocido como legítimo ni por el gobierno de Es- tados Unidos ni por la derecha nicaragüense que en 1990 creó la UNO y hoy sigue a Arnoldo Alemán.

En 1990, y en una situación de guerra y desgaste económico aún más crítico, el FSLN en el poder organizó de nuevo unas elecciones que fueron más complejas y que volvieron a ser transparentes. Los sandinistas pensaban que ganarían esas elecciones, pero las perdieron y aceptaron los resultados adversos, marcando a la hora de su derrota un hito histórico para la izquierda en América Latina.

También un hito quedó establecido en la conciencia de los nicaragüenses, que experimentaron que su participación y sus votos habían decidido un cambio tan trascendental. Tu voto vale dejó de ser una frase hueca. Los votos, cada voto de cada nicaragüense, había sido tan valioso que había apartado del gobierno al poderoso FSLN y había puesto fin a la guerra.
1990: elecciones que marcan un hito

Los procesos electorales de 1984 y 1990 impactaron profundamente en la población por su organización, justicia y limpieza. Borraron las negativas imágenes pasadas e hicieron nacer en la conciencia política del pueblo nicaragüense una fe casi ciega, una confianza casi pura, en esta herramienta de la democracia. Tanto en el 84 como en el 90 las juntas receptoras de votos se convirtieron, por razón de esta fe, en casi templos, en recintos religiosos. Decir el voto es sagrado tal vez no sea más que retórica vacía en el resto de los países de América Latina -donde reina la abstención, el escepticismo, la suspicacia ante trampas que todos conocen o el fraude en vivo y directo-. En Nicaragua no. En Nicaragua el voto era realmente sagrado.

Ningún nicaragüense se conforma con que hoy le digan: Bueno, para un país tan pobre, estas elecciones, aunque tengan fallas, estuvieron buenas. Nicaragua no compara las elecciones de 1996 con las desordenadas elecciones de Haití o con las fradulentas elecciones mexicanas o con las poco participativas elecciones de Guatemala. Este país es muy pobre pero tiene dónde comparar. Las compara con sus propias elecciones de hace unos años. Al menos en eso, Nicaragua tenía un patrón de calidad como los del Primer Mundo. Y porque los nicaragüenses ya sabían cómo son unas elecciones buenas, es tan grave lo ocurrido esta vez.

Señales de "el día después"

Con esa experiencia y con esas imágenes positivas en la mente y en el corazón, más de 2 millones de nicaragüenses amanecieron el domingo 20 de octubre decididos a votar bien temprano en las casi 9 mil juntas receptoras de votos (JRV) de todo el país. En las vísperas hubo, especialmente en Managua, muchas señales preocupantes que presagiaban el día después. Pero prevalecía la confianza, precisamente por la experiencia de estas dos elecciones previas.

¿Qué señales eran preocupantes? Como se esperaba -como toda persona sensata temió que pasaría- el proceso de cedulación llegó a convertirse en los últimos días en un verdadero laberinto para el CSE y para muchos ciudadanos que, como buenos nicaragüenses, dejaron la recogida de su documento de votación para el último momento. Después de varios días de mucha tensión, y a pesar de una docena de prórrogas, en la madrugada del día 20 aún había largas filas de personas reclamando -a gritos y tumultuosamente- sus cédulas o sus documentos supletorios o exigiendo cualquier otro papel con el que poder votar. El deseo de votar se manifestó imperioso.

La realidad es que el CSE fue rebasado por el complicadísimo proceso de cedulación-elaboración del registro civil. Ambos procesos fueron coincidentes en el tiempo y -tal vez erradamente-se hicieron coincidir con el ya complejo proceso electoral. Se calcula que 200 mil personas o más podrían haberse quedado sin votar, perdidas en el laberinto de la cedulación.

Hubo otras señales preocupantes en Managua. Una mayoría de ciudadanos no supo hasta 24 horas antes dónde tenía que ir a votar. El padrón electoral -que según la ley debe ser entregado a los partidos 60 días antes de las elecciones- apenas fue conocido una semana antes y no por todos los partidos. Los votantes -que también tienen derecho a conocerlo- lo ignoraron hasta llegar a las mesas de votación. También se retrasó y complicó, en filas con tumultos y pleitos, la entrega de credenciales a los fiscales de los partidos. El viernes y el sábado, incluso el mismo domingo, se cambió la dirección de muchas juntas y se trasladó sin razón aparente de una a otra junta a los miembros que las integrarían y a los fiscales que estarían en ellas.

Por poco no hay elecciones

Más grave aún otra señal. Todavía en la madrugada del domingo se seguían imprimiendo boletas para las elecciones de Managua en la imprenta INPASA -elegida por el CSE para hacer este trabajo tras una tensa polémica-. El alarmante retraso de la imprenta, previsto y anunciado, provocó desórdenes increíbles y constituyó una violación de los plazos de la Ley Electoral y de los términos del contrato que firmó esta empresa con el CSE.

Nadie lo dice, pero las elecciones estuvieron a punto de suspenderse porque el material no estaba a tiempo en casi ningún lugar. Si no hubiera sido por el sobresfuerzo hecho por los cadetes y oficiales del Ejército, empacando y distribuyendo, aquí no hubiera habido elecciones, cuenta abrumado un técnico del CSE.

En este ambiente de desorden que hubo en todo el país, especialmente notable en Managua, empezaban a asomar su oreja por todos lados las inconsistencias. Lo único consistente fue el deseo de votar de la inmensa mayoría, la voluntad de participar con los votos para cambiar las cosas y salir de una vez del desgobierno y miseria de los años chamorristas.

¿Fiesta cívica?

La voluntad popular se puso a prueba. La mayoría de las juntas receptoras de votos de todo el país abrió tarde. Por varias razones, todas ellas encadenadas. No fueron puntuales o no llegaron nunca algunos de sus miembros o fiscales -¿irresponsabilidad, deserción política, boicot, confusión?-. No se recibieron completos y a tiempo los materiales: urnas, boletas, actas. Este retraso fue generalizado, marcando desde la primera hora de los comicios una notable diferencia con las puntualísimas elecciones del 84 y del 90.

El CSE no dio a conocer el volumen exacto de estas irregularidades, que tuvieron graves consecuencias y que pueden haber influido en los niveles de abstención. El retraso en abrir fue, en promedio, de unas dos horas y llegó a veces hasta seis horas o más.

Fue notable cómo la gente se mantuvo en las largas filas, esperando paciente o impacientemente, pero esperando. Aun sin retrasos, el proceso mismo de votar se alargó por causa de las seis boletas. El cansancio que se generaba en las interminables filas ayudaba incluso a confundir al votante en el último momento, el más crucial, el de marcar en las boletas por su candidato o su partido favorito.

¿Votar cruzado o chorreado?

El famoso voto cruzado (marcar por diferentes partidos en las seis distintas boletas) no fracasó solamente, como dicen muchos, porque se impuso la férrea disciplina partidaria que orientaron liberales o sandinistas. Después de diez agotadoras horas de espera era más seguro votar igual en todas las boletas para no equivocarlas, lo que, además, era extremadamente fácil. A no ser en las boletas de Presidente y Alcalde de Managua -que llevaban fotografías de los candidatos- distinguir una boleta de otra dependía de poder leer con prisa y a veces en la penumbra unos letreros muy parecidos y pequeños -apenas medio centímetro-, colocados en la parte superior izquierda de cada boleta. Toda una hazaña para la mayoría. Por seguridad, mucha gente votó chorreado, o en cascada, siempre en la misma casilla.

Votar fue más que una fiesta cívica, como decían canciones y mensajes, un sacrificio cívico. La mayoría de los nicaragüenses aguantó calor, hambre, sed, lluvia y cansancio, de pie durante cuatro, seis, diez y hasta doce horas.

La complejidad de estas elecciones, las dificultades del transporte de los materiales y las personas por las lluvias torrenciales de esos días y los retrasos de todo tipo hicieron que mientras en la mañana del lunes 21 se daban los primeros resultados, en varios puntos del país mucha gente estuviera aún votando.


Alemán se autoproclama ganador

Las JRV debían cerrarse oficialmente a las 6 de la tarde para dar paso al también prolongado escrutinio de los votos en las seis urnas. Este proceso -conteo y elaboración de las actas- tardaba, cuando menos, cuatro horas. Como tantas JRV atrasaron su apertura, se retrasó también su cierre, y por lo tanto se retrasó en extremo el anuncio de los primeros resultados. En la noche, gran parte del país estaba ya en tensa expectativa, pendiente de los canales de televisión o de la radio, dispuesto a no dormir.

No fue hasta las 3 de la madrugada del 21 de octubre que la Presidenta del CSE, Rosa Marina Zelaya, anunció los primeros resultados que habían llegado al centro de cómputos de Managua vía telegrama. Con el 2.7% de las JRV escrutadas -unos 50 mil votos- la tendencia inicial favorecía a Arnoldo Alemán: 18 mil votos contra 15 mil de Daniel.

Al conocer estos primerísimos datos, Arnoldo Alemán se autoproclamó Presidente de la República en la casa de campaña de la Alianza Liberal, donde se dio inicio a una fiesta celebrando su triunfo. Algunos cohetes dispersos se escucharon en una Managua agotada. Los canales internacionales de la TV recogieron de inmediato la noticia: Alemán era el nuevo Presidente de Nicaragua. Enseguida, el cansancio dejó paso a la perplejidad: ¿Qué significado tenía ese atropellado triunfalismo?

A las 9 de la mañana, y sin nuevos resultados públicos, Daniel Ortega convocó a una improvisada rueda de prensa. Vemos con preocupación -dijo- el hecho de que la Alianza Liberal haya salido precipitadamente a cantar victoria... Nosotros tenemos un conteo paralelo y a estas horas tenemos recontados más de 300 mil votos, más de los que maneja el Consejo Supremo Electoral, y en ese recuento, el Frente Sandinista aparece un punto arriba de la Alianza Liberal. Aquí todavía no está dicha la última palabra.

Ambas actitudes -el triunfalismo precipitado de los liberales y la desconfianza pública de los sandinistas- establecieron la pauta de la crisis que se abrió a partir de ese momento. ¿Qué había pasado, qué estaba pasando en el recuento de los votos? Pronto, la pregunta saltó un poco más atrás: ¿qué había sucedido durante las votaciones, en las que todos sin excepción fuimos testigos de alguna irregularidad?
Siguieron 33 días que conmovieron a Nicaragua.

60 mil votos desaparecidos

A las 11 de la mañana del día 21, Rosa Marina Zelaya -sin hacer ninguna referencia ni al triunfalismo liberal ni a las dudas sandinistas, que ya estaban creando una alta tensión política- ofreció resultados del 30% de las JRV escrutadas. La tendencia favorable a los liberales se mantenía, ahondándose la brecha con el FSLN: 48.4% vs 39.3% . En cualquier elección del mundo, un 30% de votos escrutados marca ya una tendencia irreversible. Pero, habiendo habido tanto desorden, ¿sería ésta una muestra confiable, representativa? A las 2 de la tarde, el conteo ofrecido por el CSE era del 46% de las juntas y permanecía la misma tendencia: 48.2% vs. 39.1%
Dos horas después, Daniel Ortega volvió a dar declaraciones.

Esta vez fue más concreto. Explicó que el conteo propio del FSLN y el que estaba dando el CSE diferían. Sólo el FSLN y la Alianza Liberal tuvieron capacidad de tener fiscales en todas las JRV. A esas horas, una mayoría de fiscales sandinistas ya había hecho llegar copia de sus actas de escrutinio a la dirección del FSLN, lo que permitía comparar resultados. Sobre sus fiscales, sus propias actas y sus propios conteos jamás dio ninguna explicación la Alianza Liberal.

Daniel Ortega dijo que había 60 mil votos favorables al FSLN que estaban desaparecidos en el conteo oficial del CSE. Por esta razón, deducía que los telegramas que estaban siendo enviados desde todo el país al CSE llegaban con datos alterados. En base a esa sospecha, Ortega sugería implícitamente al CSE que no siguiera dando más resultados vía telegramas y solicitó explícitamente que el recuento se hiciera a partir de las actas de escrutinio.

Este reclamo, totalmente legal, tuvo consecuencias políticas enormes. El país entero se tensionó y empezaron a correr y a rodar todo tipo de especulaciones. Muchos empezaron a atar cabos, a recabar datos, a escuchar historias de fiscales, de presidentes de juntas, de votantes. En todas ellas se documentaba -exagerándolas los sandinistas y minimizándolas los liberales- el sinfín de irregularidades ocurridas el día 20. Fue entonces, cuando apareció en el horizonte la palabra fraude.

En declaraciones a varios periodistas extranjeros que aún quedaban en el país, voceros del FSLN comentaron que según el conteo paralelo que tenía en su poder el Frente, el resultado real de las elecciones presidenciales era de 44.4% para Alemán y 43% para Daniel. El ajustado y temido resultado previsto. El desafío de una segunda vuelta, también temida por el exceso de crispación política en que podría sumir al país.

Los votos en la basura

A la hora del segundo reclamo del FSLN, Nicaragua entera ya había contemplado en la pantalla de la TV -que no se apagaba- un caos inolvidable. Más de dos mil personas se agolpaban al mediodía frente a las oficinas del Centro Electoral Departamental (CED) de Managua. Eran presidentes de JRV o miembros de ellas, fiscales, policías electorales... Habían amanecido en la calle. Buscaban cómo y a quién entregar la valiosa documentación electoral en la que constaban las votaciones del día anterior. Cargaban urnas deshechas y bolsas repletas de boletas. Algunos las habían usado como almohadas o cobijas para dormitar en las aceras o sobre el pavimento. Algunos no habían comido ni dormido desde hacía tres días. Muchos de ellos reclamaban, además de que les recibieran el material, que el CSE les pagara el escaso salario (40 u 80 córdobas diarios según los casos, 5-10 dólares) por aquellos tres días de trabajo. El CED de Managua no tenía preparadas las condiciones para recibir nada ni para pagar nada ni para resolver nada.

Este caos -provocado por desidia intencional o causado por omisión- se tradujo en hechos más lamentables aún. Desde ese día y durante varios días más estuvieron apareciendo en cauces, baldíos y basureros de la capital cientos y cientos y cientos de actas de escrutinio y boletas marcadas y sin marcar. Las elecciones en la basura. ¿Por qué este caos, que tanto impacto político tuvo? ¿Irresponsabilidad de los que eran responsables de entregar el material a las autoridades electorales de Managua y que, desesperados por la larga espera, eligieron la vía de deshacerse del material y huir? ¿O irresponsabilidad de estas autoridades electorales de Managua, que no hicieron bien su trabajo? ¿O todo el caos de Managua, incluido el menosprecio por el material electoral, fue una más de las maniobras fraudulentas que acompañaron el proceso? Por aquello de que en río revuelto, ganancia de pescadores...

Un complicado rompecabezas

Fuera quien fuera el responsable, lo cierto es que una imagen vale más que mil palabras. Las muchas e impactantes imágenes de los votos botados en la basura, pateados, ensuciados en letrinas, perdidos, desconocidos, empezó a sumar a la crisis política una crisis emocional colectiva, especialmente entre los managuas y especialmente entre quienes votaron por el FSLN. ¿Dónde estará mi voto, a dónde habrá ido a dar?, se preguntaban muchas y muchos, verdaderamente angustiados. ¿Me habrán contado mi voto?
¡Ocho horas haciendo fila para esto!

Así, con mucha pasión y mucho desorden, se iniciaba la tarea de reconstruir el rompecabezas electoral: saber lo que había ocurrido y por qué había ocurrido. Porque cada nicaragüense no fue sólo un votante, sino que también se sintió un fiscal del proceso electoral, se han podido ir reconstruyendo mejor las piezas de este colosal conjunto de irregularidades, comentó un ex-funcionario del CSE.

En un primer momento armar el rompecabezas pareció fácil: hubo fraude y los liberales se robaron las elecciones. Pero la historia no era tan sencilla. Mientras más se buscaba más se averiguaba. Pronto todos fuimos dándonos cuenta de que descubrir la verdad sería una tarea ingente, tal vez inalcanzable. Porque el rompecabezas tenía diez mil piezas y había muchos ladrones. Descubrir la verdad exige tiempo y un equipo de rastreo muy especial: sistemático, totalmente honesto, paciente. Virtudes escasas en un país de inconsistencias.

Mientras más aclarabas, más oscuro te aparecía todo. La verdad es que el reclamo del FSLN más que para aclarar lo ocurrido sirvió para abrir ante la nación y ante todo el que lo quiera ver una caja de amargas verdades. En ese sentido fue útil. Por aquello de que sólo sobre cimientos de verdad se puede edificar con solidez.

CSE: orden de revisión y recuento

A pesar de tantos pesares, la Presidenta del CSE continuó el día 22 y el 23 dando resultados preliminares elaborados en base a los cuestionados telegramas. El CSE convocaba a los medios -que cubrían en directo los informes- y a los observadores internacionales que se habían quedado en el país, buscando también algunos de ellos claridad sobre lo ocurrido. Zelaya no hacía referencia a la tensión política, a las imágenes del caos de Managua, a las declaraciones que iban y venían en todos los sentidos, y con una frialdad cada vez más preocupante minimizaba los problemas: Sí, hay algunas inconsistencias. Sí, a veces en el telegrama dos más dos no son cuatro sino cinco. Sí, tenemos telegramas con incidencias, pero éstos los rechaza la computadora. En el anuncio del viernes 23, hecho aún con el procedimiento de los telegramas y con el recuento del 87% de los votos, Alemán continuaba arriba: 49.3% vs 38%.

¿Por qué durante 72 horas se siguieron dando resultados preliminares en base a los inconsistentes telegramas, resultados que asentaban una versión de los hechos, obviando la tensión política creada y tratando de dar la impresión de que todo -incluidas las anomalías- era normal y correcto?

Hay quien dice que el día 21, dos de los mil 200 observadores internacionales, dos de los de renombre, Oscar Arias y Jimmy Carter, negociaron con Alemán: él debía moderarse en su triunfalismo y no seguir celebrando su victoria y a cambio, el CSE seguiría dando resultados que se la confirmaban.

El día 24, ante la avalancha de dudas y evidencias que daban cuenta de cada vez más graves anomalías en varios puntos del país -especialmente en Managua, Matagalpa y Jinotega, no por casualidad los departamentos donde eran liberales quienes dirigieron los CED- y estando pendiente de respuesta el reclamo formulado por el FSLN, en apego a la Ley Electoral, de hacer el recuento a partir de las actas, el CSE dio orden de emprender esa tarea en todo el país. Sería un recuento aritmético de los votos, comparando los telegramas con las actas de cada JRV.

Se entró así a otra fase de la crisis, que arrojó nuevas y más preocupantes evidencias del desorden en el que se desarrollaron las elecciones.


Alemán: Es absurdo acusarnos

En la tarde del día 24, Alemán convocó a una rueda de prensa para hacer una segunda autoproclamación de su triunfo, esta vez menos festiva. Incluso, habló en un tono dramático. Se refirió a que en cualquier país del mundo ya lo hubieran proclamado Presidente y a la injustificable incertidumbre creada, y desmintió categóricamente el tener nada que ver con lo que había ocurrido y estaba ocurriendo: Es un absurdo que pretendan atribuirnos irregularidades gratuitas, manejos y supuestos actos fraudulentos. No tuvimos ni tenemos capacidad ni recursos ni participación para cometerlos, en un proceso cuya ley, nombramiento de autoridades principales y control del aparato administrativo, operativo y logístico ha estado completamente fuera de nuestras manos. Ni hicimos las leyes ni hicimos los nombramientos ni controlamos el referido aparato ni contamos los votos.

Al final, afirmó en tono conciliador: No hay ganadores ni perdedores. Vamos todos a salvar a Nicaragua. Celebremos, como verdaderos hermanos reconciliados, sin triunfalismo pero con alegría... A aquellas alturas de la crisis, alegría era lo que menos había en Nicaragua, ni entre sandinistas ni entre liberales.

La realidad virtual

Aunque fuera para lavarse las manos, Alemán se había referido a lo que los medios afines al alemanismo o ansiosos de que se legalizara la victoria liberal, no se referían. En la primera semana de la crisis electoral -y aún después- los mismos poderes económicos y sociales que polarizaron con un irracional antisandinismo al país en víspera de las votaciones continuaron haciéndolo a través de los medios de comunicación.

Mientras los medios sandinistas documentaban los pasos irregulares y fraudulentos que se iban descubriendo -en algunos casos con sensacionalismo exagerado, en otros con objetividad e invitando a la reflexión-, otros medios ignoraban absolutamente todo. Como si no pasara nada. Como si hubieran dos países: el del fraude y el de la transparencia. Publicaban campos pagados felicitando a Alemán por su victoria. Coleccionaban declaraciones de cualquier personalidad en la que se afirmara que las elecciones habían sido transparentes. Y descalificaban el reclamo legal del FSLN afirmando que era una maniobra sandinista para disputar por debajo de la mesa cuotas de poder, o era la rabieta de malos perdedores incapaces de aceptar su derrota, o era un solapado llamado a la violencia para incendiar el país.

Lo más contradictorio de todos estos mensajes era que, aunque siempre iban acompañados de grandes elogios al pueblo nicaragüense por su voluntad democrática y por su civismo, se olvidaban de que un gran porcentaje de ese pueblo admirable y admirado, nada menos que un 38%, había votado sandinista.

En la calle y en los medios se vivió durante tensos y alargados días una lucha sin cuartel, en la que todos se disputaban la interpretación de una situación tan compleja. Se puso de moda el hablar de el virtual Presidente electo, para referirse a Alemán. Nicho Marenco, director del canal 4, comentó con ironía: Estamos viviendo en dos mundos. El mundo real, en el que hablamos de la triste realidad que hemos vivido todos. Y el mundo liberal, el de la realidad virtual, donde no pasa nada. Buscando el simplificar los hechos para entenderlos, el país se dividió en blanco y negro, lo que profundizó la polarización pre-electoral.

No tristes, sino afrechos

Las declaraciones de varios observadores internacionales de fama (Arias, Carter, Gaviria, etc.) que, por haber observado durante unas horas las ejemplares filas que hicieron los nicaragüenses, declararon apresuradamente que los comicios también habían sido ejemplares, daban base a los medios que se movían en la realidad virtual. Las evidencias de las irregularidades, que afloraban por todos lados, daban base a los medios que informaban de la realidad real. (El importante tema de la observación internacional lo abordamos en otro artículo de este mismo envío).

La principal base para que de nuevo el gran capital cerrara filas felicitando a Alemán y arrinconando a los sandinistas, tratando de tapar el sol de las anomalías con el dedo de sus intereses, la daba tanto la masiva y ejemplar participación del pueblo en las votaciones, como el ejemplar autocontrol de los votantes sandinistas, que mostraron una gran madurez para administrar políticamente las confusas noticias y su indignación. En 1990, el sandinismo vivió un paralizante trauma con la derrota electoral. Entonces perdimos, ahora nos robaron, entonces estábamos tristes, ahora estamos arrechos, decía la gente en las calles.


¿Para qué sirvió el recuento?

El recuento de los votos hecho en todos los departamentos del país se inició el 24 de octubre y fue terminando escalonadamente. En algunos departamentos, donde hubo bastante desorden, pero también bastante transparencia, fue un proceso bastante rápido. En Boaco, Carazo, Chontales, Managua y Matagalpa hubo resistencia de las autoridades electorales departamentales a hacer el recuento. Esta fase de la crisis concluyó el 8 de noviembre.

La realidad es que el agotador proceso de revisar las actas y, en muchos casos, de recontar los votos no alteró mucho los resultados que ya se conocían a partir de los telegramas. Sólo alguna alcaldía y alguna diputación más para el FSLN, y algunos votos más para los partidos de centro, que apenas tenían nada antes del recuento. La ventaja de los liberales se mantuvo y en la elección presidencial incluso se profundizó: la diferencia se estableció en 13 puntos.

Está claro que el recuento no sirvió -como se esperó en algún momento- para cambiar los resultados ni para probar el fraude del que hablaban los sandinistas. ¿Para qué sirvió entonces? Tal vez únicamente para probar -o imaginar- el conjunto de fraudulencias y para demostrar la complejidad de algunos patrones de comportamientos irregulares, muchos rayanos en el delito electoral. Sin recuento, esto no se hubiera conocido nunca. El precio que pagó el país fue altísimo. Durante el recuento, la tensión continuó, la polarización aumentó y la economía entró en una real parálisis, a la espera de los resultados definitivos.

Un fraude localizado

El recuento sirvió para localizar el fraude. En la mayoría de los departamentos el recuento transcurrió en paz y en orden y las irregularidades que afloraron fueron sólo los múltiples atrasos ya señalados y algunos problemas en algunas JRV. Pronto se demostró que las maniobras tenían nombres y direcciones. En Managua, Matagalpa y Jinotega -y en menor medida en Chontales y Boaco- el recuento fue turbulento y plagado, en un nuevo capítulo, de anomalías, tensiones, irregularidades y delitos.

Revisar y recontar no fue sólo descubrir los errores cuantitativos sino, sobre todo, las graves anomalías cualitativas que se dieron durante el proceso de votaciones, muchas de ellas no impugnadas en su momento -por los fiscales de los partidos- o no atendidas en su momento -por las autoridades electorales locales- y por esto, ya irremediables. Tantas y tantas las anomalías que uno concluye que el fraude de las elecciones de 1996 fue eso: elecciones nada transparentes, que impiden ver con claridad cuál fue en verdad la voluntad de los votantes en lugares determinados.

Una caja de Pandora

El recuento y sus múltiples incidencias e inconsistencias -también sus bandidencias- contribuyó a complejizar la comprensión e interpretación de los hechos. Desgastó y desbordó la capacidad de reflexión y análisis de la mayoría. No está de más decir aquí que este número de envío sale doble y con retraso por esta razón.

René Vivas, de la Dirección Nacional del FSLN, lo explica así: En la mañana del 21 de octubre, cuando Daniel habló, pensábamos que todo el problema estaba en las irregularidades numéricas de los telegramas. Por eso exigimos una revisión junta por junta a partir de las actas: las de apertura, las de cierre y las de escrutinio. Porque el telegrama es un simple medio de transmisión de datos, pero la base legal de los datos está en las actas. Pero cuando se empezaron a revisar las actas descubrimos que existían tres tipos de actas en los lugares más conflictivos. Actas originales que ya no existen porque no aparecen o porque fueron a dar a los basureros. En Managua son unas 300, en Matagalpa, otras 300.

Hay otras actas que no cumplen los requisitos de la ley: les faltan firmas, tienen enmiendas visibles, etc. Son actas no confiables. Sólo en Managua descubrimos mil 600 de estas actas. Otro tipo son las actas que tienen inconsistencias aritméticas de mayor o menor cuantía. Estas son innumerables por todo el país. Entonces, al ver que ni los telegramas ni tampoco las actas garantizaban la veracidad, se dio la orden de abrir las bolsas de boletas. ¡Y fue como abrir la jaula de Pandora! No coinciden los números de seguridad en el reverso de las boletas de una misma junta, no coinciden las boletas con las actas, aparecen en las bolsas montones de boletas enrolladas y no dobladas, por lo tanto no usadas, y todas marcadas en la casilla de los liberales..."

El fraude en Managua

¿Cómo se organizó el fraude en Managua? Básicamente, y según los datos que se iban hilvanando, el fraude fue organizado desde las juntas receptoras de votos, una vez concluida la votación, cuando se cerraron los recintos electorales y empezó el conteo de votos.

Habrían sido varias las tácticas seguidas por los presidentes de JRV. Se calcula que el 70% de ellos eran liberales. Cuando el fiscal sandinista o fiscales de otros partidos que no eran liberales querían hacer una impugnación, el presidente de la junta sencillamente no aceptaba la impugnación y no la registraba en el acta de escrutinio. Esto es lo que más dificulta ahora el documentar legalmente el montón de anomalías ocurridas. Otra táctica. El presidente del CED de Managua, César Membreño, de la Alianza Liberal, decidió 48 horas antes de las votaciones cambiar a la mayor parte de presidentes de las JRV que no eran de su partido. Decidió cambiarlos, pero no informó del cambio hasta la mañana del sábado, víspera de las elecciones. Esto provocó un caos colosal.

Otra táctica fue enviarles tardíamente a la gente designada la información de que debían presentarse porque tenían lista su credencial de fiscal o de miembro de junta. Se las llegaron a dejar a la medianoche del sábado, al amanecer el domingo. Así, toda esa gente ya no se presentaba a su junta. Y como no llegaban, los liberales tenían preparada ya a una tal Asociación de Fiscales Desempleados, de la que seleccionaban gente para colocarla en puestos supuestamente vacantes. Deliberadamente crearon esa confusión. Con éstas y otras tácticas fue como llegaron a controlar la presidencia del 70% de las juntas, poniendo al frente de ellas a personas que no fueron capacitadas en talleres electorales y que eran leales incondicionalmente al liberalismo.

Hay más. Muchos de estos presidentes de JRV liberales se negaron a entregar copias de las actas de escrutinio a los fiscales de los partidos. Alegaban que no había papel carbón, que estaban cansados, que para qué. Cualquier cosa, pero no las entregaban. Hubo otro paso. Después de hacer el conteo y el acta de escrutinio, se suponía que había un vehículo destinado por el Consejo Supremo Electoral y con una ruta fijada de antemano, en el que debía transportarse el material electoral -urnas, actas y bolsas con las boletas- y en el que había que ir hasta la sucursal de ENITEL más cercana para poner un telegrama con los resultados dirigido al centro de cómputos del CSE. Pero donde los presidentes de juntas eran liberales, decidieron no montarse en esos vehículos sino en otros que la Alianza Liberal tenía listos. No dejaban montar con ellos a ningún fiscal.

Buscaron un golpe de efecto

El itinerario entre las juntas y las sucursales de ENITEL fue variado a última hora. A la hora de poner el telegrama tampoco dejaban entrar a fiscales que no fueran liberales. En estos vehículos suyos, se perdían hasta dos horas, probablemente para alterar actas o telegramas y hasta después llevaban el material electoral a su destino. En el trayecto, acumularon boletas marcadas en la casilla sandinista y actas de escrutinio favorables al FSLN que fueron botando en basureros, baldíos y por los más diversos lugares de Managua.

¿Qué objetivo se perseguía con la adulteración de los telegramas, si al revisar las actas eso se podía comprobar? Según algunos analistas, se trataba de dar la impresión de que Alemán iba ganando, aunque no fuera así, y ganar tiempo para poder alterar actas de escrutinio, en el caso de que pudiera hacerse. Se buscó dar un golpe de efecto ante la opinión pública que hiciera irreversible la victoria liberal y apurara el reconocimiento internacional, en primer lugar el de las misiones de observadores que estaban en el país. Eso haría más difícil a los magistrados del Consejo Supremo Electoral el revertir los resultados. Eso crearía una situación de hecho, que exigiría de los magistrados del CSE mucha valentía, mucha entereza y una honestidad a prueba de todo para revertir la situación.

Esta descripción de la organización del fraude es un intento de reconstrucción de los hechos. Puede haber otros. En cualquier caso, de ninguna de estas situaciones la Alianza Liberal dio nunca alguna explicación o interpretación que no fuera la negativa del propio Alemán a reconocer, no sólo un posible fraude, sino cualquier responsabilidad de los liberales en el caos.

¿Se puede o no hablar de fraude?

Fraude es una palabra legal, con la que se describe un delito que debe ser juzgado y probado. Fraude fue la palabra, que por más breve y más sencilla, usó la mayoría durante estos días. ¿Fraude? ¿Esto ha sido realmente un fraude?, le preguntamos a Julián Corrales, ex-magistrado del CSE. Y respondió así:

"Para entender qué es un fraude hay que manejar dos variables básicas: la voluntad de hacerlo y la estructura para hacerlo. Si tienes voluntad de hacerlo, toda la organización y planificación de la estructura que montas está en función del fraude: antes del voto (a través de un padrón falso, por ejemplo), durante el voto (haciendo votar a gente que no existe) y después del voto (en el conteo). El caso opuesto es la voluntad de la transparencia y una estructura totalmente orientada a una elección transparente. Con esto el fraude no es imposible, pero lo puedes detectar. Ambas variables se pueden mezclar: tener voluntad de transparencia pero no tener la estructura organizativa, en lo administrativo y en lo técnico, para garantizar esa transparencia. A mi juicio, ése ha sido el caso. No hubo voluntad de fraude en el CSE, pero tampoco hubo en el CSE capacidad administrativa y técnica para cerrar todos los resquicios al fraude".

Según algunos analistas, Alemán y los liberales somocistas no se quisieron arriesgar a una segunda vuelta. Las encuestas daban una elección cerrada, nadie se atrevía a dar un pronóstico final. Ellos, en su cálculo, vieron que podían ganar o perder. Y las trampas que hicieron fue para asegurarse la mínima diferencia para ganar y para no tener que ir a una segunda vuelta. Managua, Matagalpa y Jinotega les aseguraban los puntos para asegurarse el triunfo en la primera vuelta. Alemán no tenía ni la organización ni la capacidad para hacer un fraude nacional.

Managua y Matagalpa: la clave

Mientras los sandinistas trataban de entender y de explicar, los liberales de negar, minimizar u ocultar, y el resto de partidos o callaba, o saludaba a Alemán buscando espacios políticos o trabajo en su nuevo gobierno, o se unía al reclamo del FSLN tratando de rescatar algún voto más, el recuento concluía en Bluefields, Estelí, Madriz, León, Nueva Segovia, Río San Juan...
Los medios sandinistas se llenaban a diario con todo tipo de historias. Siempre las más conflictivas ocurrían en los mismos lugares: Managua y Matagalpa, Matagalpa y Managua...

También Jinotega. Todas las pistas llevaban allí. La localización de la crisis electoral es una clave para entender lo que pasó. Clave trascendental para cualquier alteración o distorsión de los resultados, porque Managua y Matagalpa suman casi el 50% de los votantes nicaragüenses.

No dijo verdad Alemán al afirmar que los liberales no tuvieron ninguna participación en la organizacion de las elecciones. En Managua dirigió el proceso electoral como Presidente del Consejo Electoral Departamental, César Membreño, nuevo dirigente del PLC -el partido de Alemán-, cobrador judicial de la Alcaldía de Managua y hombre cercano y leal políticamente a Roberto Cedeño, candidato de los liberales a la Alcaldía de Managua. En Jinotega, el cafetalero Roberto Castellón es otro conocido militante liberal. En Matagalpa, aunque Alberto Blandón es sólo un simpatizante más de los liberales, es tan ardiente su simpatía que resultó más activo que cualquier militante o dirigente.

Una crisis anunciada

Según funcionarios del equipo técnico del CSE, en la preparación de todo el proceso electoral y desde hace meses, tanto Membreño como Blandón o Castellón, venían demostrando una notable incapacidad para conducir adecuadamente las elecciones. No sólo por sus claras lealtades políticas o por sus no ocultas desconfianzas políticas hacia quienes no eran liberales, sino también por su ineficiencia, dedicación parcial al trabajo, desorganización, incapacidad para entender o aceptar sugerencias o recomendaciones técnicas y para establecer buenas relaciones con sus equipos, etc. etc.

En la torpeza y extrema parcialización hacia el liberalismo de estos tres dirigentes de estructuras electorales claves venía gestándose la crisis. También por esta razón, todo lo sucedido después del 20 de octubre no ha sido más que la crónica de una crisis anunciada.

Preguntas claves

Descubrir lo ocurrido es una tarea tan compleja como la tarea de dar cuenta de ello. El rompecabezas de mil piezas no es la única metáfora que nos sirve. También puede compararse lo vivido estos días en Nicaragua al desafiante laberinto de pistas en que nos enreda siempre una buena novela policíaca. Y en ese sentido, hay hipótesis y preguntas claves que pueden llevarnos o acercarnos al lugar del crimen y que pueden revelarnos a uno o varios de los responsables.

Si Membreño, Blandón y Castellón son elementos claves para entender el desorden y las irregularidades en estos tres puntos del país, una pregunta estratégica y no respondida adecuadamente es ésta: ¿Por qué los magistrados del CSE asignaron a estas tres personas, y no a otras más capaces, la conducción del proceso, precisamente en territorios que son decisivos para inclinar en uno o en otro sentido los resultados electorales?

Claves también estas otras preguntas: ¿Por qué, si desde hace meses -prácticamente desde que fueron nombrados- se empezó a tener pruebas de su parcialidad a favor del liberalismo y sobre todo, de su deficiente manejo del proceso, los magistrados del CSE no los sustituyeron por otras personas que garantizaran eficiencia y transparencia? ¿Por qué, consumados ya los hechos, no fueron removidos de sus cargos, al menos durante el recuento de los votos, proceso en el que fue obvio y público que su proceder creó innumerables problemas, desprestigió al CSE y a la propia Alianza Liberal y perjudicó a toda la nación agravando las tensiones?

Los padrinos y sus ahijados

Técnicos de gran experiencia en el CSE tienen algunas pistas para aclarar las posibles respuestas a estas preguntas. Señalan que la elección de quienes iban a ocupar la presidencia de los Consejos Electorales Departamentales se hizo sin criterios claros, y como resultado de prolongadas y muy reservadas negociaciones. Indican también que algunos de los magistrados del CSE actuaron como auténticos padrinos de algunos de quienes fueron elegidos para dirigir CED. Y consideran que lo más grave fue que este padrinazgo no condujo a los "ahijados" ni a ser más eficientes ni los motivó, al menos, a atender con docilidad sugerencias técnicas que se les hacían. El padrinazgo sólo se tradujo en tolerancia y convirtió a algunos presidentes de CED en intocables. En el caso de Blandón, su padrino en el CSE fue el magistrado Roberto Rivas.

La raíz más profunda

Si hay preguntas claves para intentar esclarecer lo ocurrido, hay también antecedentes de los que hemos hablado una y otra vez desde hace muchos meses en estas mismas páginas. Conviene recordar algunos a la hora de adjudicar responsabilidades.

La raíz más profunda de esta crisis hay que buscarla tan lejos como en el año 1994, cuando una mayoría de legisladores decidió poner en marcha un importante conjunto de reformas a la Constitución. Desde el Parlamento, los diputados desafiaron justamente el presidencialismo de la Constitución de 1987, que Antonio Lacayo, Ministro de la Presidencia del gobierno Chamorro, había convertido en un hiper-presidencialismo autoritario.

La gestación de la crisis

Después de muchas tensiones, obstáculos y debates, las reformas fueron aprobadas. Irresponsablemente, el Ejecutivo las desconoció y durante seis meses Nicaragua tuvo dos Constituciones y vivió una ácida e interminable crisis de Poderes, que era obviamente una descarnada crisis por el poder. En estos meses rondó permanentemente como un fantasma recurrente la idea de una salida no-electoral a esa crisis: postergar o incluso suspender las elecciones del 96 era una idea que iba y venía. Iba y venía, entre otras cosas, por el temor que despertaba en la derecha no-somocista el que se veía como inexorable triunfo de Arnoldo Alemán.

A mediados de 1995, con las presiones de los países que cooperan económicamente con Nicaragua -especialmente de Estados Unidos, que dijo: Si no hay elecciones, se corta toda ayuda- y con la mediación del Cardenal Obando, se puso fin al conflicto de las dos Constituciones, promulgando la reformada y creando la Ley Marco, un auténtico adefesio jurídico que postergaba la puesta en práctica de las reformas más sustantivas, las que daban más poderes al Legislativo, sustituyendo esas reformas por decisiones que debían tomarse por consenso entre el Ejecutivo y el Legislativo.

El país entró entonces en otra interminable cadena de nuevas crisis entre los dos Poderes en busca de esos consensos. Se inició a la par un auténtico mercado político en la Asamblea Nacional, donde nombramientos, leyes, consensos, disensos y acuerdos, se compraban y vendían como si fueran sacos de papas o cajas de whisky. En este torbellino político empezó a gestarse la crisis electoral. Por eso nacieron las elecciones como niño maltrecho y con cara tan fea.


Ley Electoral : madre de la crisis

Reformada la Constitución, había que reformar otras leyes, entre ellas la Ley Electoral. Los diputados decidieron hacer una nueva. El debate se inició en octubre y su aprobación se postergó una y otra vez, afectando desde entonces un correcto cumplimiento del calendario electoral. Además, a poco de entrar en vigencia la Ley Marco, Ejecutivo y Legislativo tuvieron que consensuar la elección de los nuevos magistrados del Consejo Supremo Electoral, porque se vencían los plazos de los anteriores. Esta elección fue una expresión más de las luchas por el poder y de los trueques en el agitado mercado político.

En las reformas constitucionales, en la elección de los nuevos magistrados y en la elaboración y el debate de la nueva Ley Electoral confluyeron varios intereses y prioridades. Algunos diputados de la Asamblea buscaban cerrar el paso a ciertos candidatos presidenciales. Otros diputados estaban empeñados únicamente en obstaculizar al máximo las posibilidades electorales del FSLN. Otros querían asegurarle a sus propios partidos pequeños esas posibilidades. Todo esto causó una modificación sustancial del contenido y fines de la Ley Electoral con la que se habían preparado las transparentes elecciones de 1984 y 1990, buscando ajustar el nuevo texto a las aspiraciones políticas de los diputados y de sus partidos. Los que resultaron en definitiva afectados fueron los electores.

Cuando todo esto ocurría, el FSLN tenía sólo 8 diputados en la Asamblea -el resto de la bancada del FSLN, más de 20 diputados, pertenecían ya al MRS- y esto influyó en que no resultara elegido ningún militante o simpatizante del FSLN como nuevo magistrado del CSE. Esto no quiere decir, sin embargo, que el FSLN se mantuviera puro y al margen de las permanentes y a veces turbias negociaciones que tenían lugar en la Asamblea para la aprobación o la postergación de las leyes.

La realidad es que para integrar el CSE fueron elegidos nuevos Magistrados con nula experiencia en el trabajo electoral, que requiere no sólo honorabilidad sino experiencia técnica. Para suplir este vacío fue reelegido y continuó como Presidente del CSE, Mariano Fiallos, que sí tenía mucha experiencia después de doce años al frente del Poder Electoral.


Los primeros responsables

La aprobación de la nueva Ley Electoral, imprescindible para que el CSE empezara a preparar las elecciones más complejas de la historia nacional -6 elecciones simultáneas, 40 partidos, más de 50 nuevas asociaciones de suscripción popular, el doble de JRV que en 1990 y el proceso de cedulación llevado a la par- se retrasó hasta lo indecible. En el último trimestre de 1995 los legisladores convirtieron a la trascendental Ley Electoral en una ley muleta, con la que sólo caminaban cuando entraban en crisis los debates de la Ley de la Propiedad o de la Ley de Privatización de TELCOR, ambas extremadamente conflictivas y ahora, puestas ambas en cuestión por el nuevo Presidente Arnoldo Alemán.

Por fin, la Ley Electoral fue aprobada el 5 de diciembre, pero para mayor retraso y asombro del CSE, no fue publicada hasta finales de enero. Todos estos retrasos y maniobras fueron un acto de enorme irresponsabilidad de la Asamblea Nacional porque afectaron gravemente toda la organización de las elecciones. Es por esto que en el Poder Legislativo hay que buscar a los primeros responsables de la crisis electoral.

Sin olvidar que fraguaba también la crisis el propio Poder Ejecutivo que, con sostenida irresponsabilidad, era totalmente remiso en la entrega al CSE de los fondos correspondientes, tanto para el pro- ceso de cedulación ciudadana como para la organización de las elecciones.

Pero no sólo eran los retrasos. También el contenido de la Ley. Los expertos hablan de que en la nueva Ley Electoral existen casi 60 irregularidades e imprecisiones. Uno de sus contenidos aparecía -y ahora se demostró- particularmente grave. En nombre de un antisandinismo irracional o de un pluralismo político insensato, una mayoría de legisladores decidió politizar al organismo electoral, echando por la borda doce años de experiencia técnica. Una increíble muestra de atraso, porque el subdesarrollo, más que falta de carreteras o de teléfonos, es la incapacidad para acumular experiencia.

El 26 de enero de 1996, al publicarse la nueva Ley, Mariano Fiallos renunció sorpresivamente a la Presidencia del CSE. Expresó su rechazo a varias disposiciones de la ley, especialmente a ésa, a la que politizaba al Poder Electoral estableciendo que el CSE no podría ya nombrar directamente a los Presidentes de los Consejos Electorales

Departamentales, sino que tenía que limitarse a elegirlos de listas que le presentaran los partidos políticos. La nueva ley entregaba también a estos Presidentes de CED, políticos más que técnicos, el poder de nombrar a los presidentes de las juntas receptoras de votos en su departamento.

Un CSE politizado

Al elegir la politización por sobre la experiencia y por sobre la profesionalización, continuaron los legisladores incubando la crisis electoral. Sin esta disposición, personas tan cuestionadas y cuestionables como Membreño, Blandón o Castellón no hubieran dirigido el proceso en Managua, Matagalpa y Jinotega.

Responsables también los partidos políticos. Muchos partidos propusieron a los presidentes de CED por razones personales o por lealtades políticas. No seleccionaron a las personas más capaces técnicamente y más creíbles humanamente. Y el CSE tuvo que seleccionar a quienes iban a tener la importantísima tarea de dirigir los CED de entre gente que no tenía precisamente ni intereses nacionales ni intereses técnicos. Por eso, los políticos que modificaron la Ley Electoral y los partidos que nombraron a personas incapaces para dirigir el proceso son los mayores responsables de todo lo que ocurrió.

Está claro, pues, que Alemán no dijo la verdad el 24 de octubre cuando quiso lavarse las manos por cualquier responsabilidad de su partido y de los liberales en la crisis.
Renuncia Fiallos: señal de alarma

Fiallos renunció. Sólo una estructura administrativa apropiada garantiza la transparencia de las elecciones. Y esta actual estructura no es apropiada y yo no puedo trabajar con ella, dijo, justificando su decisión. Fue esa estructura inapropiada la que llevó adelante las elecciones de 1996, elecciones que él ya había anunciado como no transparentes.

La renuncia de Fiallos provocó una conmoción política. Pareció que las elecciones volverían a caer en un agujero negro, susceptibles de ser suspendidas. John Maisto, embajador de Estados Unidos, presionó lo indecible para que Fiallos rectificara. Muchos otros presionaron, aunque Maisto iba a la cabeza.

Cuatro días después, Fiallos retiró su renuncia, pero no de gratis. A cambio, solicitó a la Asamblea Nacional, respaldado por el CSE en pleno, que reformara 15 artículos de la Ley. El Ejecutivo apoyó a Fiallos y solicitó también estas reformas.

Pero esta solicitud jamás fue atendida. Los diputados de la Asamblea preparaban ya frenéticamente sus propias campañas electorales -muchos de ellos competían como candidatos a presidente, a diputado, a alcalde-. Se preocupaban con celo y con lupa de determinados aspectos políticos de la Ley y permanecieron inconscientes -o tal vez demasiado culpablemente conscientes- de los problemas técnicos de la misma.

Avizorando un horizonte electoral nada transparente, Fiallos renunció de nuevo el 13 de febrero a la Presidencia del CSE, esta vez de forma irrevocable e irretirable. La Ley no reformada -dijo- es un escollo para la buena marcha del proceso electoral y él había llegado a la conclusión de que con esa ley, no podré ejercer exitosamente el cargo de Presidente del CSE.

La dramática renuncia de Fiallos, que se había extenuado señalando el conjunto de limitaciones técnicas, jurídicas y financieras que enfrentaba el proceso electoral, fue una señal de alarma para toda la sociedad: el conjunto de incongruencias e insensateces políticas y legales era tal que, por acción u omisión, todos los nicaragüenses podríamos terminar participando en un fraude o asistiendo impotentes o perplejos ante él.

De hecho, eso fue lo que ocurrió. Y no sólo el 20 de octubre. Después también, durante el recuento. También al final, cuando tras una nube de inconsistentes y nada transparentes negociaciones, todos -incluidos dirigentes políticos de todos los colores- siguieron acomodando los números para asignar los escaños de la Asamblea. Así, el fraude terminó donde comenzó: en las cúpulas políticas y en la Asamblea Nacional.


Rosa Marina Zelaya: un estilo

Por recomendación de Mariano Fiallos, fue elegida en abril como Presidenta del CSE quien hasta entonces era Secretaria Ejcutiva del Poder Electoral, Rosa Marina Zelaya, con muy probada experiencia en los aspectos técnicos del proceso desde las elecciones de 1984.

Este cambio tuvo una enorme influencia en lo que después ocurrió. El estilo de conducción de Zelaya, innecesariamente centralizador por exceso de protagonismo y de desconfianza, fue determinante en que el CSE perdiera el ya débil control que tenía sobre todos los aspectos del proceso electoral. Esto, a su vez, fue determinante en que el río electoral llevara aguas cada vez más revueltas y permitiera a los más vivos o a los más sucios de los pescadores pescar en él.

Los graves problemas técnicos, los continuos atrasos en el calendario y la sobrepolitización, que afectaban ya tan seria- mente el proceso electoral, fueron manejados por Zelaya hacia afuera buscando tener la primera y la última palabra en cualquier cuestión que se presentara y a la vez, buscando proyectar con esa palabra la imagen de que no había por qué preocuparse porque todo iba a salir no sólo bien sino perfecto. Hacia adentro, permitiendo que las crisis se acumularan indefinidamente sin enfrentarlas ni resolverlas, dejando hacer y dejando pasar.

¿Cuánto pesó en la crisis electoral y en este estilo de conducción la simpatía y estrecha cercanía de Rosa Marina Zelaya con la dirigencia del MRS, despiadada en su crítica al FSLN antes de las elecciones y después de la crisis, incapaz de dominar esta tendencia, que parece ser su señal de identidad? Rosa Marina es la esposa de Jorge Samper, principal asesor legal de la bancada del MRS en la Asamblea Nacional durante estos años, jefe de campaña en Managua del MRS y tras un polémico y poco transparente recuento de residuos electorales, diputado electo por el MRS.

Opiniones de gente muy cercana al Consejo Supremo Electoral van en este sentido: El Consejo que condujo las elecciones de 1996 estuvo marcado por la arrogancia. Y eso le impidió asumir a tiempo y con humildad sus errores, sus fallas, sus limitaciones. Hasta el final, y a pesar del cúmulo de anomalías que se presentaron y se probaron, continuó insensible, sin admitirlas. Este ha sido un Consejo Supremo que tiene la concepción de que es perfecto y de que no se equivoca. Es un Consejo que tampoco supo constituir equipo. Y preparar elecciones no es tarea de una persona, por capaz y perfecta que sea o se crea esa persona. Es una labor coletiva, de organismo, en la que todos deben participar.

Es verdad que la historia no la hacen las personas. Pero también es verdad que cuando las instituciones son aún débiles y en las leyes hay vacíos e incoherencias, la personalidad de quienes dirigen las instituciones e interpretan las leyes se vuelven determinantes. Esta es una de las enseñanzas que deja la crisis electoral.

¿Ingenuidad o desorganización?

El FSLN no es el único perdedor en la crisis electoral. La principal perdedora es Nicaragua entera, su institucionalidad, su legalidad, la población toda, especialmente ese 20% de votantes jóvenes que en 1996 votaron por primera vez.

La erosión que esta crisis ha producido en la confianza de los ciudadanos hacia las instituciones, las leyes, los mecanismos democráticos, y también hacia muchos de los dirigentes, deja un saldo peligroso y triste. No se curará esta herida tratando de esconderla.

Perdedores en la crisis son también otros partidos, que en el río revuelto pueden haber perdido nunca se sabrá cuántos votos. Perdedora también la ganadora Alianza Liberal, porque su triunfo quedará para siempre cuestionado por las evidencias de suciedad o por las dudas. El rojo sin mancha del que habló la Alianza Liberal durante toda su campaña, quedó salpicado de suciedades.

Teniendo en cuenta todo esto, y partiendo de que el conjunto de anomalías e ilegalidades habría tenido como objetivo político prioritario el romper el empate técnico e impedir el regreso del FSLN al poder, el FSLN resulta ser el principal perdedor de la crisis electoral. ¿Cómo se han comportado estos perdedores? En el discurso de los sandinistas las posiciones van hoy desde los que, sin sombra de duda y con indignación, afirman: Ganamos las elecciones, incluida la Presidencia, pero los liberales, con la complicidad de muchos más, nos la robaron hasta los que con más realismo dicen: Jamás sabremos qué fue lo que ganamos porque todo fue turbio.

¿Qué responsabilidad le cabría al FSLN en la falta de transparencia o en el permitir ese robo? Muchos dirigentes sandinistas insistieron durante los días de la crisis en la gran cuota de ingenuidad con la que dirigentes y bases del FSLN entraron a la recta final de las elecciones, sin pensar siquiera en la posibilidad de un fraude. Aunque esto resulte punto menos que increíble, tiene alguna lógica. Las elecciones de 1984 y de 1990 -también las de la Costa en 1994- no sólo impactaron positivamente a la población, sino que marcaron a la dirigencia del FSLN.

En el 84 los sandinistas ganaron, en el 90 perdieron y aceptaron, en el 94 perdieron en la Costa y volvieron a aceptar. Quedaron marcados, como toda la sociedad. Todos entendimos que el mecanismo electoral funciona así: a veces se gana, a veces se pierde. En 1996 los sandinistas se prepararon más para ganar que para impedir el robo, con algo de ingenuidad por exceso de confianza en el proceso y con bastante negligencia por largos años de un débil trabajo con la base.

La desarticulación-desorganización del FSLN en estos años acentuó cualquier ingenuidad, haciéndola rayar con el descuido culpable. Muchos fiscales del FSLN no estaban preparados para hacer bien su difícil tarea. Se eligió a los más leales y no a los más capaces. Se eligió a gente sin experiencia, sin malicia política y sin mucha abnegación. Y hubo bastantes fiscales sandinistas que llegaron tarde a las juntas, otros que fueron comprados por fiscales liberales y otros que actuaron irresponsablemente con el material electoral.

Después, abierta ya la crisis, los sandinistas fueron más capaces de denunciar el fraude y de reclamar cada voto en el recuento, que de organizarse para documentar mejor ese fraude, para ampliar la defensa legal en otros terrenos con el apoyo de organismos de la sociedad civil o para movilizar creativamente a sus bases a partir de la crisis.

Desconocer, reclamar, cuestionar

Ante el cúmulo de anomalías, y en la medida en que éstas se iban conociendo, la dirigencia del FSLN fue evolucionando en su reclamo legal. Primero, declaró que desconocía los resultados preliminares que estaba dando el CSE. Después, pidió un recuento en base a las actas. Desbordada por las inmanejables anomalías que el recuento mostraba, solicitó formalmente, y con más de 600 folios de documentación y pruebas, la anulación de las elecciones en Managua y Matagalpa. Posteriormente, aunque ya fuera del plazo fijado por la ley, también solicitó la anulación de las elecciones en Jinotega.

Después de anunciar que solicitaría la anulación de las elecciones en estos departamentos, el FSLN convocó a los managuas a una manifestación el 8 de noviembre. Para defender el voto y para conmemorar el 20 aniversario de la caída en combate del fundador del FSLN, Carlos Fonseca. El anuncio de esta marcha puso a temblar a la derecha que, a la vez que temía y denunciaba la violencia que iba a desatarse, parecía estar deseando que se desatara para poder descalificar los alegatos legales del FSLN.

Legalidad y legitimidad

Esa noche en la plaza no hubo violencia. Hubo orden y tristeza. A esas alturas de la crisis, mucha gente empezaba a perderse en una maraña de cifras y argumentaciones legales y ya intuía que muy poco o nada iba a cambiar: las elecciones no iban a volverse a celebrar -¿con qué dinero?-, los resultados no iban a alterarse -faltaban pruebas y voluntad- y sería con nuevos acomodos políticos, de los que ya había señales, con los que se diseñaría el nuevo mapa político de Nicaragua.

Esa noche en la plaza, Daniel Ortega anunció entre aplausos sandinistas: Si el CSE no responde a nuestras demandas de anulación, nos reservamos el derecho moral y político de cuestionar la legitimidad de las elecciones. Estamos obligados a denunciar lo que no es legítimo aunque el Consejo Supremo Electoral lo haga legal.

El 22 de noviembre, el CSE no respondió a la demanda de nulidad de las elecciones y anunció los inapelables resultados definitivos, proclamando a los electos. Las primeras respuestas del FSLN las dieron Daniel y Humberto Ortega. Daniel Ortega evocó la historia: Somoza también hacía elecciones legales, pero su gobierno no era legítimo. La comunidad internacional sabía esto, pero lo toleró durante 40 años, hasta que por fin lo deslegitimó. Ortega anunció que el FSLN diferenciaría entre legalidad y legitimidad y que presentaría una Propuesta de gobernabilidad. Este documento fue hecho público el 26 de noviembre y plantea 14 puntos que deben ser urgentes en la elaboración de la agenda para lograr gobernabilidad en Nicaragua.

Por su parte, Humberto Ortega, en un documento personal, ponderado y de múltiples significados, solicitó la renuncia de las autoridades del Poder Electoral como un primer paso para alcanzar esa gobernabilidad que el país siempre ha necesitado, pero del que está más necesitado ahora, tras la crisis electoral.

¿Y el papel de Estados Unidos?

¿Jugó algún papel el gobierno de Estados Unidos en lo ocurrido? No sobra en el análisis esta pregunta. Una larga historia de más un siglo de intervenciones nos indica que no sobra. La historia, aún fresca, de estos últimos 20 años la hace imprescindible e inquietante.

Durante las crisis institucionales de 1994, 1995 y 1996 -cuando ya las elecciones aparecían en el cálculo de todos los políticos-Estados Unidos jugó un papel muy activo, a través de su embajador en Nicaragua, John Maisto, que había llegado al país en 1993, diplomático en acción en otras crisis: la de Filipinas cuando la caída de Marcos, la de Chile cuando la caída de Allende, la de Panamá cuando la caída de Noriega.
Maisto cayó muy bien en Managua. Estaba presente en toda reunión política, fuera formal o informal, y desde que bajó del avión se sintió con derecho a dar su personal opinión sobre todo cuanto ocurría. Decía siempre que las crisis de los nicaragüenses deben resolverlas los nicaragüenses, pero nunca dejó pasar ocasión para indicarle a los nicaragüenses cómo creía el gobierno de Estados Unidos que esas crisis debían ser resueltas.

Para el gobierno de Estados Unidos las elecciones del 96 eran muy importantes. Serían como un segundo paso hacia la transformación de la Nicaragua revolucionaria de los 80 en una democracia de mercado y para estabilizar a Nicaragua en este nuevo modelo. La gran meta de Maisto fue el que esas elecciones se celebraran. Cómo se celebraran, a costa de qué o de quiénes esa celebración, parece haber sido para él un asunto más secundario.

Durante meses, Maisto no dejó de apretar y de forzar todas las clavijas para que la maquinaria electoral no se detuviera. Cuando había cualquier pegón, cualquier problema, fuera cual fuera, el embajador Maisto llegaba al Consejo a visitar a la doctora Zelaya. Maisto fue su gran apoyo, su respaldo en todas las crisis, cuentan trabajadores del CSE.

El 7 de octubre, en su último discurso en Nicaragua, en el que resume la filosofía con la que trabajó aquí durante tres años, dijo Maisto: Se me pregunta a menudo cuál es el candidato que apoyan los Estados Unidos. Les voy a dar la respuesta definitiva a esta pregunta: mi gobierno no tiene candidato, nosotros apoyamos fervientemente el proceso y esperamos trabajar con el gobierno que el pueblo nicaragüense escoja en unas elecciones libres, justas y transparentes. A continuación, y fiel a su tendencia injerencista, le rayó el cuadro a ese gobierno que los nicaragüenses íbamos a escoger.

¿Desnacionalización del CSE?

A través de la AID, Estados Unidos entregó al gobierno de Nicaragua, respondiendo a su petición, 9 millones de dólares en asistencia técnica y material para las elecciones. Otros países aportaron mucho más. Parte de la ayuda estadounidense se destinó a poner al servicio del CSE a un grupo de asesores internacionalmente reconocidos por su profesionalismo y experiencia a través de CAPEL (Centro de Asesoría para la Promoción Electoral), que forma parte del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), financiado también por la AID.

Hay que decir que el 20% de los 9 millones de dólares aportados tan generosamente por los Estados Unidos se dedicó a financiar la propia oficina y los asesores de CAPEL en Nicaragua. Estos asesores ganaban por ayudar al CSE 250 dólares diarios más 150 dólares diarios de viáticos.

En medio de las tensiones y de las pesquisas para descubrir el fraude, las radios sandinistas hicieron pública el 31 de octubre una conversación escuchada al captar una comunicación entre los teléfonos celulares de dos de estos asesores de CAPEL, los costarricenses Víctor Rojas y Eduardo Núñez. Al conocerse el contenido y sobre todo, el tono de esta extensa plática, la tensión política subió al extremo. En la conversación se constataba la conciencia que había en los más altos niveles del CSE de la nube de anomalías electorales en Managua, el temor ante lo inmanejable de la situación y la urgente necesidad de encontrarle una salida a la crisis por la vía de una determinada interpretación de la Ley Electoral.

Los asesores no hablaban ni de haber planificado un fraude ni tampoco de encubrirlo. Pero bastó que hablaran con acento extranjero de los problemas internos de Nicaragua, para que la imaginación colectiva los convirtiera en los cerebros del fraude. Sobre todo, porque detrás de ellos estaba CAPEL y detrás de CAPEL, el gobierno de los Estados Unidos.

Varias personas que conocen a fondo el Consejo Supremo Electoral dan a entender que, así como la Ley Electoral desarticuló al CSE y debilitó su necesario control sobre las distintas etapas del proceso electoral, no puede descartarse que la activa participación del organismo CAPEL en la preparación de las elecciones de 1996 haya sido un factor desnacionalizador del Poder Electoral de Nicaragua.

CAPEL en la mira

CAPEL fue fundado en 1983, en los años en que desaparecían los represivos regímenes militares de la seguridad nacional en América Latina -todos ellos apoyados firmemente por los Estados Unidos- y el continente transitaba hacia la democracia.

CAPEL llegó a Nicaragua para las elecciones de 1990. Llegaron a espiarnos -dice un técnico viejo del CSE-. Y el doctor Fiallos nos aconsejó que fuéramos huraños con ellos. Así fueron. Pero, después de las elecciones de 1990 y en razón de sus resultados, CAPEL estrechó sus vínculos con el CSE e incluso llamó a Fiallos a ser asesor de este organismo, cuyo fin es apoyar procesos electorales en toda América Latina.

En 1996, CAPEL instaló su oficina en Nicaragua. En el 90 vinieron a meter las narices. Ahora era claro que venían a querer dirigir. Y algo de eso lograron. CAPEL quiso influir en los contenidos de los talleres de capacitación que daba el CSE. Fue frenado. CAPEL pretendió cuestionar las habilidades de los técnicos del CSE. Algo consiguió. CAPEL se apropió de proyectos e ideas del CSE. No se le impidió. Uno de los personajes más hábiles y oscuros mencionado en la conversación celular, el argentino Daniel Zovatto, director de CAPEL durante doce años y hasta agosto de 1996 y ahora consultor del IIDH, era conocido en el CSE como la sombra de la doctora Zelaya, por su amistad, cercanía e influencia sobre ella.

Intervenciones electorales

No asignar ningún papel al gobierno de Estados Unidos -a través de cualquiera de sus instancias de poder- en la crisis electoral y en su resolución a favor de Alemán y del encubrimiento de la falta de transparencia del proceso, sería renunciar al derecho a pensar a partir de la experiencia que nos deja la historia. Sería una ingenuidad culpable.

Si en nombre de la democracia, Estados Unidos violó la ley internacional patrocinando la guerra en Nicaragua durante años, si fomentó el consumo entre la población negra estadounidense de una droga tan destructiva como el crack para financiar esa guerra, no hay que ser comunista para pensar cuánta participación no habrán tenido ellos en nuestra crisis electoral, actuando, como siempre, en nombre de la democracia.

El caso de las elecciones de Nicaragua de 1996 debe ser motivo de reflexión para todos los que conservan algún decoro en este mundo indecoroso, que sólo sabe hablar de dinero. Existe una nueva encrucijada y se abre un círculo angustioso en los países del Sur, carentes de recursos y sobrantes de necesidades, en los que existen movimientos populares con real fuerza política. Necesitamos la democracia para avanzar, la democracia necesita de elecciones para ponerse a prueba, las elecciones necesitan de dinero y de cada vez más recursos para realizarse... ¿Cómo salir de este círculo con recursos propios y decisiones nacionales, con soberanía y autodeterminación?

Para el gobierno de Estados Unidos, parece ya superado el tiempo de las intervenciones militares en América Latina. Pero las democracias de mercado que fomentan sus embajadores por todo el continente, requieren cada vez más de las intervenciones electorales. ¿Habrá sido éste el caso en Nicaragua?

Una tarea imposible

Al llegar las fiestas de la Purísima y de la Navidad, los nicaragüenses saben ya que armar el rompecabezas de mil piezas que fue la crisis electoral no es un juego. No es una tarea divertida. Tampoco es posible. A ese rompecabezas le faltan demasiadas piezas. Se perdieron, las perdieron, las esconden. Y el tiempo apremia.

Además, aún teniendo todas las piezas, no sabemos con certeza la imagen que debemos formar con ellas: ¿un fraude desde abajo? ¿desde arriba? ¿con qué patrón? ¿o con cuántos patrones? ¿quien lo orientó? ¿o no fue nadie y lo propició el clima de crisis nacional pre-electoral? ¿un fraude bendecido por quién aquí dentro? ¿o por quiénes allá afuera? ¿un sofisticado fraude de baja intensidad? ¿o tan burdo que dejó huellas por todos lados? ¿un fraude decidido desde cuándo? ¿o a última hora sólo para romper el famoso empate técnico? ¿un fraude por comisión de delitos? ¿o un fraude por omisión de responsabilidades? ¿un fraude primitivo? ¿o algo también de ese fraude moderno que no deja huellas, un fraude computarizado e informático? ¿un conjunto de inconsistencias aritméticas? ¿o una descomunal inconsistencia política?

En estas páginas hemos reunido algunas piezas. El desafío de saber, querer o poder acoplarlas queda abierto.

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Observando a los observadores

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Envío Revista mensual de análisis de Nicaragua y Centroamérica
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