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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 123 | Enero 1992

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El Salvador

"En el 94 sabremos quién ganó en la negociación"

Rubén Zamora

Envío entrevistó a Rubén Zamora, dirigente del Movimiento Popular Socialcristiano y de la Convergencia Democrática, Vicepresidente de la Asamblea Legislativa y representante de la Convergencia en la COPAZ, nacida de los acuerdos.

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- Con la firma de los acuerdos de paz, El Salvador entra en una nueva etapa ¿Cómo la describirías?

ZAMORA

- Parafraseando aquel famoso dicho de Regis Debray sobre "la revolución en la revolución", yo diría que en esta etapa lo que hay es "una transición en la transición". La complicación consiste precisamente en eso: coinciden una transición de tipo histórico, más estructural, y la transición más inmediata, de la guerra a la paz.

La transición estructural es el marco. En El Salvador llevamos 60 años en los que la arena política ha sido dominada por el militarismo. Los militares han sido el eje de nuestra vida política. Para modificar esta realidad, se dieron en estos 60 años cuatro coyunturas de democratización anteriores a la actual. Del 44 al 48 la primera. La segunda del 59 al 61. Del 71 al 72 la tercera y la cuarta del 79 al 81. Como se ve, se trata de ciclos decenales, muy breves. Y muy breves, por la gran polarización desigualdad social que se basa todo el esquema de dominación que padecen las mayorías salvadoreñas.

En estas cuatro coyunturas de democratización encontramos características comunes. La primera, que en torno a ellas se logró articular una amplia movilización popular en la que se superan las diferencias y se consigue el consenso. En el 44-48 esto se expresa en la huelga de brazos caídos. En el 59-61, en la lucha contra Lemus, en el 71-71 en el surgimiento de la UNO y en el 79-81 en el Foro Popular. Más singular aún es que en todas estas coyunturas se dan golpes de Estado de los sectores militares más abiertos, golpes que después fracasan. Esto es muy típico de la política salvadoreña: en nuestro país el golpe de Estado ha jugado el papel de "mecanismo mercenario de democratización". La sociedad civil, incapaz de quitarse de encima a los militares, recurre a un sector de la fuerza armada para que le haga el trabajo. Finalmente, en tres de estas cuatro coyunturas se dieron cambios en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, que desestabilizaron el poder de los militares. En el 44-48, la reestructuración de alianzas que trajo la Guerra Mundial, en el 59-61 la Alianza para el Progreso y en el 79-81 la política de derechos humanos de Carter.

Estamos hoy en la quinta coyuntura histórica de democratización. La precedieron diez años de guerra civil, se cumple el ciclo decenal. Desde 1990, cuando se inicia propiamente esta coyuntura, fue en ascenso la movilización popular, caracterizada por el empeño de todos en superar la diferencia y alcanzar puntos de consenso. Por otra parte, la política norteamericana hacia El Salvador cambió, aunque la raíz del cambio está en dos hechos determinantes ocurridos en 1989 en nuestro país: la ofensiva de noviembre-que demostró a Estados Unidos que era imposible una victoria militar- y el asesinado de los padres jesuitas - que les demostró que las Fuerzas Armadas a las que apoyaban eran incorregibles-. La gran diferencia de esta quinta coyuntura está en que el golpe de Estado es innecesario y de darse, sería de signo anti-democrático. Once años de guerra construyeron un instrumento alternativo para la desmilitarización del país: la negociación. Si uno analiza lo que se ha negociado y acordado, en un 80% es una agenda para la desmilitarización de nuestra sociedad.

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- Este es el marco más amplio de la transición histórica. ¿Cómo caracterizarías la otra transición, la más visible?


ZAMORA

- Estamos transitando de la guerra a la paz. El énfasis va a pasar de los instrumentos militares a los políticos, sociales, cívicos y jurídicos. Desde el punto de vista militar la guerra civil salvadoreña no tuvo vencedores ni vencidos y por eso hubo que negociar. Pero en la negociación no se negoció el problema estructural del país, su esquema socio-económico. El precio de la paz salvadoreña ha sido político y no socioeconómico. La transición de la guerra a la paz es una transición de los instrumentos militares a los instrumentos políticos, lo que supone reconversiones, readecuaciones y reacomodos políticos en muchísimos aspectos. En lo socioeconómico hay nuevas dimensiones, pero no son las más acentuadas.

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- ¿Cuál es la perspectiva de esta quinta coyuntura? Es evidente que la desmilitarización está aún en el papel. ¿Se alcanzará en esta oportunidad la democratización de El Salvador?


ZAMORA

- A esta coyuntura entramos desde 1990, cuando se inicia en Ginebra el proceso negociador. La fase culminante se ha dado con la firma de los acuerdos de paz, tan largamente negociados. Pero la coyuntura no termina aquí. Los acuerdos formalizaron la nueva correlación de fuerzas a partir del corte que se dio a la guerra. Pero esta nueva correlación no queda ni institucionalizada ni consolidada con los acuerdos. Lo primero, naturalmente, es que todo lo acordado se cumpla. Para lograrlo son esenciales todos los mecanismos de vigilancia y de verificación creados en los mismos acuerdos, pero tan esencial como ellos será la movilización popular. Y para consolidar más definidamente la nueva correlación de fuerzas que surge de esta guerra, sin vencedores ni vencidos, resultan esenciales las elecciones generales de marzo del 94. El período más crítico se dará en este año 92, entre el 1 de febrero y el 31 de octubre, que son los meses para la implementación de la mayoría de los acuerdos. Pero después nos queda aún pendiente el resultado de las elecciones.

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- ¿Por qué poner tanto el acento en el resultado electoral? Hay quienes creen válido y más realista para las fuerzas de izquierda el que privilegien el ir poco a poco contribuyendo "desde abajo" a la transformación de la sociedad más que el acceder tan pronto al poder?


ZAMORA

- A nuestro juicio no se puede separar la lucha negociadora de estos años de la lucha negociadora de estos años de la lucha popular que debe darse en 92 y 93 para que se cumpla lo acordado ni de la lucha electoral que culminará en 1994.

Pretender separar la lucha negociadora, la lucha popular y la lucha electoral y posponer un posible gobierno de izquierda para el año 2 mil o para más tarde es un error. La elección del 94 no es cualquier elección. Verla como un hecho aislado es peligroso. Las elecciones del 94 son parte del proceso de negociación.

Y es un desafío para la izquierda el ganar esas elecciones. Ahí veremos en definitiva quién ganó esta negociación, allí se va a decidir quién ríe mejor, si ríe la derecha o si ríe la izquierda. Porque el triunfo supremo de la actual derecha neoliberal no es ya liquidar la fuerza política de la izquierda sino ubicarla en un papel subordinado. Reducirla, convertirla en una "izquierda bonsai", minúscula, colocada en el jardín de una "democracia" totalmente orientada a sus intereses empresariales. Por eso debemos jugar con inteligencia en las elecciones del 94.

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- ¿Y cómo sería ese juego? ¿Ya tienen algún diseño?


ZAMORA

- Es complejo. Nosotros lo vemos así. En primer lugar, la izquierda debe ir unida. El FMLN -con ése o con otro nombre- y la Convergencia Democrática debemos hacer sólo al final de la contienda una coalición electoral. Segundo, creo que en el 94 no debemos plantear la elección en términos de izquierda vs. derecha. Esto polarizaría el país. Hay que plantear la elección en términos de oposición vs. gobierno. Y desde esta perspectiva el problema fundamental a resolver por la izquierda es el de la Democracia Cristiana.

Nosotros creemos que para la izquierda, la gobernabilidad del país pasa por gobernar en alianza con la DC. Porque, aún ganando las elecciones, en un período tan cercano a la guerra, un gobierno sólo de izquierda sería fácilmente desestabilizado por la burguesía y por los norteamericanos. Nuestra percepción es que del 94 al 99 las dos tareas centrales que debe tener un gobierno progresista en El Salvador son la ampliación de la democracia y la reconstrucción socioeconómica del país.

Los acuerdos nos dan un marco democrático, pero tendremos que ampliarlo en la práctica diaria. Porque la concepción que ARENA tiene de la democracia es restrictiva. Para ellos la democracia no es más que una concesión que hacen a la izquierda "subordinada". Si ARENA, si la derecha, gana las elecciones, el marco de los acuerdos tenderá a reducirse. Para la otra tarea, la reconstrucción económica y social del país, es necesaria una concertación amplia. Entonces, es una realidad objetiva que tenemos que hacer una alianza y que en las elecciones tenemos que ganar el gobierno pero ganando a la par la gobernabilidad depende de la alianza de la izquierda con la DC. Naturalmente, una alianza en la que la hegemonía no la tenga la DC sino la izquierda.

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- Conociendo a la DC salvadoreña, su renuncia a una hegemonía demócrata-cristiana en favor de una hegemonía de izquierda parecería la cuadratura del círculo...

ZAMORA

- Para intentar resolverla, nosotros proponemos una fórmula que llamamos el "pacto de segunda vuelta". El sistema electoral salvadoreño nos lo permite porque tiene dos vueltas. Si en la primera, ninguno de los candidatos o coaliciones gana la mayoría absoluta, se va a una segunda vuelta con los dos candidatos que hayan conseguido mayor número de votos.

A la primera vuelta irían ARENA (o la derecha con otro nombre, si se lo cambian como quieren algunos), la DC, y la coalición de izquierdas. Partimos del supuesto -y creo que es una hipótesis realista- que ninguna de estas tres fuerzas ganaría en una primera vuelta. El pacto se haría entonces antes de la primera vuelta entre la izquierda y la DC y consistiría en que quien gane menos votos en la primera vuelta pasaría en la segunda a apoyar con todos sus votos al que haya sacado más. Hay líderes de la DC que han expresado ya su aprobación a este tipo de compromiso.

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- ¿Puede calcularse cuantitativamente, electoralmente, la fuerza de la izquierda?


ZAMORA

- El resultado de las pasadas elecciones no es una señal adecuada. El país va a ser otro en 1994. Cuantificar electoralmente a la izquierda es una incógnita sobre la que hay todo tipo de especulaciones. La presencia política abierta del FMLN obliga a la Convergencia y a toda la izquierda y en general al resto de fuerzas a un reacomodo interno. Vienen nuevos inquilinos y eso va a modificar la casa. Por ejemplo, muchos de quienes lucharon electoralmente con nosotros en la Convergencia tiene ahora su casa a donde ir.

En nuestro partido, el MPSC, estamos en lo que llamamos "la separación de aguas". En cualquier caso, nosotros creemos que en El Salvador es válido el pacto de segunda vuelta y no lo sería lo que algunos están proponiendo, tanto dentro como fuera del país: la llamada tesis chilena. La tesis chilena plantea aglutinar a toda la oposición democrática y de izquierdas contra el gobierno bajo la hegemonía de la DC. Pero comparar la situación chilena con la salvadoreña es una locura política. Porque en Chile la izquierda fue derrotada política y militarmente. Y porque en los 17 años de dictadura de Pinochet, la DC chilena logró convertirse en el partido hegemónico de toda la oposición.

En El Salvador la izquierda no ha sido derrotada ni militar ni políticamente y en la oposición, la DC salvadoreña no tiene la hegemonía política y mucho menos la social. Desde 1985 está en un claro descenso de hegemonía y también de votos. Por todo eso creemos que la izquierda tiene derecho, capacidad y posibilidades para disputar la hegemonía a la DC en un pacto electoral y después en un cogobierno. Todo esto hay que estudiarlo bien, decidirlo bien, es un tema clave. El tema electoral - las alianzas, la coalición de izquierda - son desafíos que nos toca enfrentar con clarividencia en esta compleja coyuntura.

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- Y además de estos desafíos más estrictamente político-electorales, ¿cuáles son los principales retos de la izquierda para esta etapa histórica?


ZAMORA

- Desde un punto de vista político más amplio, yo veo cuatro problemas fundamentales. El primero es que en el pueblo se va a dar, tal vez muy pronto, una clara y fuerte contradicción entre las expectativas que tenía sobre la paz y lo que la paz les puede dar en la realidad. Han sido años y años achacándole todos los males del país a la guerra. Y la mayor parte de los males de nuestro país tienen sus raíces en la estructura social injusta, llena de desigualdades. Y esta paz no puede resolver esos males. Es más, la paz podría incrementar algunos de ellos. Por ejemplo, el de la seguridad ciudadana. Los miles de desmovilizados de las dos partes, la crisis económica y la presión que va existir sobre el comportamiento de la nueva policía podrían traer en lo inmediato mayor inseguridad.

El primer desafío que tenemos es ése: cómo hacemos para que esta contradicción entre expectativas y realidad no degenere en una frustración y se desvalorice la paz y no se aprecie en su justa medida lo que significa el fin de la dominación militar y en consecuencia, se empiece a añorar el "orden" impuesto históricamente por los militares. La izquierda debe enfrentar ya este desafío con realismo porque será a las fuerzas democráticas y progresistas alas que nos va a tocar pagar el costo de esta frustración. La derecha no es la que va a pagar. Ellos van a decir: ya lo decíamos nosotros. Y en su propaganda nos harán aparecer como los responsables del desgaste o de la devaluación de la paz.

El segundo gran desafío es la reconversión política de la izquierda. Esta nueva etapa se caracteriza también por la incorporación al terreno político de la fuerza más organizada y numéricamente más grande de la izquierda, el FMLN que tiene una probada experiencia militar de 20 años. Pasar de lo militar a lo político implica una reconversión en el FMLN y en la izquierda en su conjunto. El FMLN tiene también un gran desafío en mantener su cohesión.

Porque el FMLN no es un solo partido, son 5 partidos distintos. El FMLN debe seguir cohesionado, pero en la oposición política y en circunstancias muy especiales. En nuestra reconversión hay que incluir también todo este complejo desafío político-electoral, el de la coalición de izquierdas, el de las alianzas, del que ya hablamos.

La reconversión abarca problemas de estructuras, de liderazgos, de lenguaje. Creo que el gran desafío del FMLN es el de pasar de ser, sin discusión, el partido mas organizado del país, el que es capaz de poner a 100 mil militantes en la plaza de un día para otro, a ser un partido nacional, por el que vote el joven o el ama de casa que jamás irán a una plaza y que han debido durante años en la propaganda del gobierno un temor irracional a la izquierda, asociándola a violencia y terrorismo.

El tercer desafío es la estructuración de un planteamiento económico-social nuestro, de izquierda. En este momento, la izquierda salvadoreña no tiene elaborado ese planteamiento. Hay ideas, pero incipientes. Y no sólo se trata de elaborar un planteamiento económico alternativo, se trata también de elaborar un nuevo planteamiento social. Los dos van estrechamente vinculados. En nuestra estrategia de organización social para estos dos próximos años, ¿vamos a seguir amarrados a los sindicatos como eje central de la organización social, cuando ya el gobierno reconoce que un 51% de los salvadoreños no tiene empleo fijo y por tanto no pueden estar en ningún sindicato? Hay muchas nuevas preguntas que debemos responder en lo económico-social. Nosotros no aceptamos el modelo neoliberal, pero como izquierda no tenemos modelo alternativo. Estamos en un limbo: no tenemos nuestro cielo y no queremos caer en el infierno de ellos. El cuarto gran reto que veo para esta etapa es combatir a la derecha desestabilizadora, la que no ha aceptado los acuerdos ni acepta la nueva situación. La experiencia del sandinismo en Nicaragua, como la nuestra a partir de ahora, es muy especial.

Estamos en nuevas situaciones políticas, que son producto también de nuestras decisiones -el FSLN promovió elecciones, el FMLN firmó acuerdos-, pero en estas nuevas situaciones estamos en la oposición, una oposición que aceptó unos límites. Cómo hacemos para combatir a la derecha recalcitrante sin a la vez convertirnos nosotros, la izquierda, en elemento de desestabilización de lo que nosotros mismos contribuimos a crear? Porque lo que hoy hay en El Salvador es el producto ganado con mucha sangre por la izquierda en todos estos años de esfuerzo, pero no es un gobierno de izquierda. Seguimos en la oposición.

Todos estos enormes retos los tenemos que enfrentar, no totalmente pero sí muy a fondo, en sólo dos años, los que nos separan de las elecciones del 94, que serán definitorias. El tiempo es corto y hay que actuar con decisión y urgencia. Se ha cerrado el 16 de enero la última página de un libro escrito durante 60 años con demasiada sangre. Hoy empezamos a escribir uno nuevo. Nosotros queremos hacerlo con muy buena letra, queremos que sean páginas realmente nuevas. Ese es el desafío histórico que tenemos entre las manos.

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