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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 262 | Enero 2004

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Centroamérica

Después de la firma del TLC: los días que vienen

¿Cómo será Centroamérica después del TLC con Estados Unidos? La propaganda oficial en Nicaragua celebra con júbilo que hemos levantado “un puente hacia el futuro”. ¿A dónde nos conduce ese puente? “¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?”, podemos hoy preguntarnos con Rubén Darío.

Amaru Barahona

El 17 de diciembre del 2003 sólo cuatro países firmaron el acuerdo del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Centroamérica y Estados Unidos: Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Costa Rica no firmó en ese momento y solicitó una suspensión temporal de las negociaciones. Los argumentos oficiales de los negociadores costarricenses para no firmar fueron: que a esas alturas el país no había alcanzado un equilibrio satisfactorio con Estados Unidos, que el tiempo no era suficiente para abordar con serenidad algunas cuestiones sensibles, y que necesitaban un espacio para consultas y replanteamiento de posiciones.

Estados Unidos aceptó la solicitud de Costa Rica, pero Robert Zoellick, representante comercial estadounidense, se apresuró a declarar públicamente: No vamos a esperar mucho tiempo a Costa Rica... Costa Rica es una buena democracia, pero no estamos dispuestos a concederle mayores privilegios que a los de los otros países, porque sería injusto. Las negociaciones Costa Rica-Estados Unidos se reiniciaron muy pronto, el 7 de enero. Nadie en Costa Rica, ni dentro ni fuera del gobierno, dudaba que el acuerdo bilateral se firmaría, como efectivamente sucedió a finales de enero.

GOLPE DE TAMBOR EN LOS PLAZOS
ESTABLECIDOS POR ESTADOS UNIDOS

En el curso de la negociación la casi totalidad de las poblaciones centroamericanas no tuvo acceso a los borradores aprobados. Más de un mes y medio después de la firma del 17 de diciembre -fecha en que redactamos este análisis- tampoco era posible obtener el texto definitivo del acuerdo final para conocer los detalles sobre lo acordado, lo que continuaba siendo un acto de fe. Acto de fe en lo que dicen gentes que gozan de poca credibilidad entre las poblaciones centroamericanas: negociadores, ministros de comercio y presidentes.

Con la breve resistencia de Costa Rica se impuso el golpe de tambor en los plazos establecidos para la firma por los gobiernos de nuestra región. Los plazos se han cumplido con rigor porque Estados Unidos está urgido de que se firme el tratado. El TLC -CAFTA lo llaman ellos- es el puente para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y hoy más que nunca Estados Unidos ve en el ALCA su tabla de salvación. Para su déficit comercial, el más elevado del planeta; para sus enormes excedentes agrícolas, que necesita exportar; para su déficit fiscal, también el más elevado del planeta -déficit creciendo por el mal negocio que resultó la guerra de Irak-; para su economía en onda larga de lento crecimiento y frecuentes crisis. También está urgido porque le preocupa lo que está sucediendo en América del Sur: el bloque de resistencia contra el ALCA que se está formando entre Brasil, Argentina, Venezuela y Paraguay, al que puede sumarse Bolivia. La declaración de Miami a raíz de la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), y las disonancias en la cumbre de la OEA de Monterrey son expresiones de esta resistencia.

Después del golpe de tambor para los gobiernos, vendrá el todo o nada para los parlamentos. Y como sucedió en los casos de México y Chile, a los parlamentarios centroamericanos se les formulará una disyuntiva apocalíptica: o ratifican todo el paquete del acuerdo o nos quedamos sin acceso a mercados de exportación. TLC o muerte.

CENTROAMÉRICA NO NEGOCIÓ UNIDA

Aunque no sepamos los detalles, bandas más, bandas menos, plazos más, plazos menos, a estas alturas tenemos suficientes elementos como para prever los resultados generales del TLC y la orientación que va a imprimir a las sociedades centroamericanas. Y a la nicaragüense en particular.
Conocemos que Estados Unidos elaboró el modelo de los textos y por ende, definió el marco conceptual y las pautas del proceso. Conocemos los antecedentes de los TLC firmados con México y Chile. Conocemos la carta que el representante comercial estadounidense, Robert Zoellick, envió al Congreso estadounidense, explicando los objetivos de su país con la firma del TLC. Conocemos las banalidades y mentiras expresadas por los negociadores centroamericanos a los medios. Conocemos los propósitos del viaje de Zoellick por Centroamérica. Y por último, como podía pronosticarse, conocemos que no hubo una negociación de una Centroamérica unida. Lo que se llamó “negociación en bloque” fue en realidad una puja entre los centroamericanos para serrucharse el piso los unos a los otros, apostando cada país a mejor satisfacer a Estados Unidos en sus demandas. Conociendo todo esto, podemos hacer ya una síntesis de lo que serán los resultados del TLC, un adelanto de los días que vienen.

EL ACCESO AL MERCADO ESTADOUNIDENSE
NO SE INCREMENTARÁ

El nivel de acceso inmediato de los productos centroamericanos al mercado estadounidense alcanzará con dificultad el nivel actual, el nivel de exención tarifaria que ya teníamos con la IPC (Iniciativa para la Cuenca del Caribe). A su vez, este nivel de acceso histórico se verá deteriorado por otras vías no arancelarias: un endurecimiento de las normativas gringas de carácter sanitario y fitosanitario (SFS), que serán aplicadas con más rigor; y el último invento del proteccionismo imperial, las normativas contra el “bioterrorismo”.

El equipo estadounidense aplicó dos tácticas primitivas, pero eficaces. Una: divide y vencerás. La otra: con gobiernos vasallos, entre más matonería mejores resultados. Robert Zoellick es un halcón petulante que fue director de la Enron -la corporación que se robó miles de millones de dólares-, pero hay que reconocerle que alcanzó, al pie de la letra, los objetivos que expuso ante el Congreso gringo. Con rostro de iluminado, Zoellick se paseó por Centroamérica repartiendo sentencias apachurrantes: Un TLC con USA no es algo a lo que alguien tiene derecho, es un privilegio... Hay que convertir la IPC, de un regalo unilateral y revocable en un contrato de responsabilidad recíproca... Ante semejantes palabras, afloró de inmediato el síndrome colonial de nuestras oligarquías. Y todos, negociadores, gobiernos y empresarios le hicieron genuflexiones.

CONDENADOS A SER LO QUE SOMOS
Y SIN SOBERANÍA ALIMENTARIA

Estados Unidos conseguirá en el corto y mediano plazo el acceso a la región de un 80% de sus productos, tanto industriales como agropecuarios, sin aranceles. La introducción de sus bienes industriales elimina, de tajo, la posibilidad de que Centroamérica desarrolle encadenamientos productivos internos que permitan, alguna vez, una industrialización con mercado interior expansivo. Nos condena a ser lo que ahora somos: productores primarios y de maquila, receptores de turistas y, cada vez más, exportadores de mano de obra.

Los bienes agrícolas que entrarán en la región serán los que Estados Unidos subsidia para su propia producción de consumo interno: granos básicos (maíz, frijoles, arroz, trigo, centeno), papas, cebollas, tomates, verduras y frutas subtropicales, azúcar, algodón, soya, semillas comestibles, semillas para cultivos (incluyendo semillas transgénicas), aceites comestibles, carnes vacuna y porcina, carnes de ave, lácteos, etc. Y todos los procesados, derivados y envasados de estos bienes.

Esta libre introducción terminará por devastar la agricultura centroamericana para el consumo de sus poblaciones. Quizá algunos productos que están en manos de grandes productores en el istmo -azúcar, carne bovina, arroz, aves o lácteos- consigan plazos de protección, pero no serán muy largos y, más tarde o más temprano, no podrán resistir la competencia de la producción gringa, que combina subsidios con alta tecnología. Así, con el TLC, Centroamérica renuncia a la soberanía alimentaria de sus habitantes, y los convierte en conejillos de indias para el consumo de alimentos genéticamente manipulados.

OPOSICIÓN CENTROAMERICANA A LOS SUBSIDIOS:
SÓLO UNA MUECA

Los negociadores gringos, con Zoellick a la cabeza, disiparon cualquier duda sobre algo que ya se sabía: Estados Unidos no eliminará los subsidios a su producción agropecuaria, que actualmente rondan los 171 mil millones de dólares al año. Los negociadores centroamericanos hicieron una mueca de oposición a estos subsidios. Pero como ya se sabía también, no pasó de ser una mueca y terminaron aceptándolos como invariantes de la realidad. En esto de los subsidios, como en toda la negociación, una verdadera joya para el museo del vasallaje fue la conducta de los responsables nicaragüenses.

Mario Arana, el flamante ministro del Ministerio de Fomento, Industria y Comercio (MIFIC) pensaba hasta hace unos años con cerebro propio. Ahora, en la cabeza le quedó un micrófono, que le sirvió para darle volumen a los argumentos de Robert Zoellick: No se puede discutir en el TLC lo de los subsidios, porque la Unión Europea y Japón también subsidian... Eso de los subsidios lo vamos a plantear en la OMC, que es el escenario más adecuado. Un micrófono mentiroso: en la reunión de la OMC en Cancún, Nicaragua fue uno de los países más serviles y se alineó con Estados Unidos en contra del Grupo de los 20, quienes con Brasil a la cabeza plantean precisamente la eliminación de los subsidios en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

Deplorable la actitud de Costa Rica: son palabras de Carlos Sequeira, el jefe de los negociadores de Nicaragua. Se refería a la resistencia del gobierno tico a firmar aceleradamente el 17 de diciembre. Sequeira le puso especial esmero al cuidado de las corbatas, los pañuelitos en la solapa, y los contoneos alrededor de Regina Vargo, la jefa negociadora de Estados Unidos -que ni siquiera sabe hablar español- buscando salir siempre en las fotos junto a ella, exhibiendo una sonrisa de misericordia.

LUZ VERDE: A LOS “NO TRADICIONALES”
Y A LA PRODUCCIÓN DE MAQUILA

En un plazo inmediato, dos tipos de bienes centroamericanos tendrán potencial competitivo para ingresar sin tarifas al mercado estadounidense. Uno, los productos agropecuarios que por razones especialmente climáticas, se producen escasamente en Estados Unidos. Son los agropecuarios hoy llamados no tradicionales: melón, piña, yuca, chayote, pitahaya, flores, plantas ornamentales, maní, ajonjolí, mariscos, etc. Y todos los envasados de estos productos. Dos, los bienes de la maquila industrial, a pesar de la tenaz oposición de los sindicatos estadounidenses, que, con razón, argumentan que las maquilas del Sur, a bajísimo costo de mano de obra, les incrementan la desocupación y precarización laboral, y tienden a bajarles los salarios. Como excepción, y producto de una deferencia muy especial con la poderosa familia Pellas, de Nicaragua, también podrá entrar, seguramente, uno que otro bien industrial no maquilado, como el ron.

Entre todos los países de la región, el único que ha logrado en gran parte una reconversión agropecuaria hacia los no tradicionales es Costa Rica. El resto sigue dependiendo esencialmente de una producción agropecuaria tradicional en crisis (café, banano, azúcar o carne), sin potencial futuro de competitividad ni en Estados Unidos ni en ningún otro mercado. En este contexto apareció la gran carta bajo la mesa de los geniales negociadores centroamericanos: pedirle a Estados Unidos ayuda para el financiamiento de la reconversión productiva hacia los no tradicionales. Ilusiones de mucamos imperiales que han perdido la identidad y el cerebro. Estados Unidos no está dispuesto a regalar un céntimo, mucho menos en esta coyuntura de su propia crisis financiera. Lo que dará, si es que da, serán créditos que servirán para aumentar el endeudamiento impagable y eternizar las crisis fiscales.

NO CONSTRUIREMOS UN MERCADO INTERNO,
NO SEREMOS COMPETITIVOS

Más allá de este tipo de ilusiones, tanto los bienes agropecuarios no tradicionales como los bienes que producen las maquilas, ya los tenemos con mayor o menor peso en la región, y constituyen una versión reformulada de los antiguos enclaves (banano, minas, palma, caucho, maderas), organizados en el pasado por el capital estadounidense. Ambos procesos ya están, y serán cada vez más controlados, por el capital transnacional, especialmente estadounidense: los agropecuarios no tradicionales vía financiamiento, paquete tecnológico y redes de comercialización. Y las maquilas, no sólo vía control técnico financiero y capacidad vertical, sino también vía control directo del ciclo productivo.

Como los antiguos enclaves, ambos procesos no inducen a la construcción de eslabonamientos productivos internos capaces de generar un mercado interior extensivo. Esto es cierto incluso en la versión de maquila sofisticada, como es el caso de INTEL en Costa Rica: mientras la producción de INTEL hacía crecer en un 2% el PIB costarricense, el ingreso nacional disponible disminuía y aumentaba la desocupación. Ambos procesos son, además, intensivos en fuerza de trabajo y no tienen potencial para absorber el crecimiento de la desocupación que provocará la devastación del agro tradicional. Ni siquiera en las condiciones que tenderán a imponerse: mayor reducción en el nivel de los salarios y control esclavista de la mano de obra.

Es también previsible la pérdida de viabilidad competitiva de ambos procesos productivos, tanto el de los agropecuarios no tradicionales como el de las maquilas. Por las mismas razones que la perdieron los productos de exportación que hoy pasaron a llamarse tradicionales (café, banano, algodón, carne, azúcar). Porque se trata de una especialización impuesta por el Norte al Sur y cada vez más países ingresan al mercado compitiendo con el mismo recetario. Porque la mayoría de bienes agrícolas, hoy no tradicionales, pueden ser producidos, y ya están produciéndose, con subsidios y usando técnicas de invernadero, en los países del Norte. Y porque, además de China, que ya está quebrando las maquilas mexicanas, entrarán al mercado de Estados Unidos otros países con producción maquilera, vía OMC o vía otros TLCs.

COSTA RICA, LA EXCEPCIÓN REGIONAL,
SUCUMBIRÁ A LA PRIVATIZACIÓN

Además de las bandas y los plazos para las tarifas, un aspecto que adquirió importancia en la última etapa de la negociación fue el de la privatización de los servicios estatales aún no privatizados -en la jerga eufemística a esto se le llama “apertura de los monopolios estatales”-. La importancia era especialmente para un solo país, Costa Rica, porque en los demás países queda ya muy poco por privatizar. El aire, y uno que otro servicio, especialmente en Honduras. Costa Rica es la excepción porque un importante sector de servicios públicos (banca pública, telecomunicaciones, energía, procesamiento de petróleo, seguros, acueductos y parte de las pensiones) aún resiste esta lógica.

Al comienzo de la negociación, Costa Rica fue el único país que manifestó no estar interesado en discutir dentro del TLC la apertura de los activos estatales. Después, las cosas cambiaron mucho. En su viaje imperial por la región, Zoellick visitó la casa presidencial costarricense y le dijo al Presidente y a los periodistas: O nos abren los activos estatales, o firmaremos el tratado sólo con cuatro países. La oligarquía y sus voceros políticos e ideológicos hicieron coro: “Hay que abrir los activos estatales”.

En el contexto de las rondas de diciembre del 2003, la posición del gobierno fue variando sustancialmente: aceptaba incluir en la discusión el asunto de los “monopolios estatales”, y sostenía que “no habría privatización, pero sí habría apertura”, un gastado juego de significantes con el mismo significado. Aún así, el gobierno estaba pensando en un proceso gradual de privatización que le permitiese conjurar un conflicto social interno.

La reserva costarricense de firmar el 17 de diciembre se explica por la desmesura en las exigencias de Estados Unidos en cuanto a los plazos y por la amplitud del sector objeto de privatización. Además de las telecomunicaciones, piden los seguros y hasta se habla, incluso, de los servicios financieros. Sin subestimar la importancia de esta escaramuza de resistencia, todo apunta lamentablemente a que las demandas imperiales serán satisfechas y ya se integran comisiones legislativas para reformar las leyes que regulan las telecomunicaciones y los seguros.

Aunque un cambio en la posición del gobierno tico provocará seguramente, una importante resistencia popular, consideramos -ojalá nos equivoquemos-, que otro resultado del TLC será la eliminación radical de lo poco que queda en Centroamérica de servicios en manos del Estado. Pasarán a manos de las transnacionales, sobre todo estadounidenses. Centroamérica será homogeneizada con respecto a la ortodoxia neoliberal, poniendo al día al país más rezagado, Costa Rica. Vamos hacia una homogeneización de la barbarie social que impera en el istmo, y de la cual todavía Costa Rica constituye la excepción.

EN MANOS DE LA VOLUNTAD Y DE LAS LEYES
DE LAS TRANSNACIONALES

Después de todas las legislaciones promulgadas a raíz de los programas de ajuste estructural, es difícil avanzar más en Centroamérica, en cuanto a facilidades para proteger la inversión del capital transnacional. Sin embargo, si todavía queda algún resquicio jurídico para satisfacer el interés de las transnacionales, con el TLC será satisfecho en todos sus extremos. Después del TLC ningún país podrá demandar a las transnacionales por incumplimiento de normas estatales y cláusulas de contratos, y las transnacionales podrán demandar a los países cuando consideren que no se doblegan a su voluntad.

Las mayores garantías al capital transnacional conllevarán una menor capacidad de los gobiernos para la recolección de sus impuestos, y a su vez, esta capacidad se verá afectada por la eliminación de los aranceles que exige la apertura. Esto significa que los países centroamericanos se dirigen hacia una profundización más insoluble de sus crisis fiscales y desequilibrios financieros y, por ende, a una mayor dependencia del endeudamiento externo.

NUESTRA BIODIVERSIDAD
HA SIDO ENTREGADA EN BANDEJA

En el campo de las patentes y derechos de propiedad intelectual, Estados Unidos endureció su posición buscando para sus transnacionales beneficios que sobrepasan los alcanzados vía tratados de propiedad intelectual, y vía OMC. Ya se sabía con esto, que está en riesgo la continuidad de la producción centroamericana y/o la compra de genéricos en medicamentos o agroquímicos en toda la región. En el escenario más optimista, Estados Unidos pudo haber reducido sus exigencias en el campo de los genéricos para medicamentos. No creemos que haga lo mismo en el caso de los agroquímicos.

Está en juego algo más estratégico que el asunto de los genéricos. Con el TLC se entregará en bandeja a las transnacionales gringas nuestra mayor riqueza: la biodiversidad centroamericana -agua incluida-, que es más rica que la estadounidense y constituye uno de los mayores tesoros que existen en el planeta. Mediante las normativas de patentes y propiedad intelectual, las transnacionales gringas podrán monopolizar la explotación y comercialización de ese tesoro que es nuestra biodiversidad. Y nos quedarán los escombros. Como ha sucedido en el pasado con los minerales, la madera, el caucho y el banano.

NORMAS AMBIENTALES Y LABORALES:
MANOS ARRIBA Y SALARIOS ABAJO

El relleno de las negociaciones del TLC fue la cuestión laboral y la ambiental, a las que los negociadores centroamericanos apenas prestaron atención. En este ámbito, Estados Unidos se presentó como una fuerza progresista, lo que asustó a sectores de las oligarquías regionales. Estados Unidos planteó que se hagan valer efectivamente las legislaciones centroamericanas en materia laboral y ambiental, planteamiento que no pasa de ser una formulación retórica con un doble propósito. Uno, responder a las protestas de los sindicatos estadounidenses. Otro, aparecer como un actor más avanzado que las oligarquías nativas.

Los negociadores gringos sabían que la legislación ambiental de Estados Unidos -aún con la negativa de Bush de firmar el protocolo de Kyoto- es más progresista que las centroamericanas. Sabían también que en nuestras sociedades impera desde hace tiempo la llamada “flexibilización” del trabajo. En estas condiciones, el meollo de la cuestión jurídica laboral está en el nivel de los salarios, cuya distancia entre Estados Unidos y Centroamérica es abismal.

Lo que realmente exigió Estados Unidos es que las legislaciones laborales y ambientales de la región no se vuelvan tan rigurosas como para incomodar al capital estadounidense. Estaban conscientes de que a las oligarquías no se les iba a ocurrir, por ejemplo, demandar a la inversión estadounidense en la región una homogeneización de los salarios hacia arriba. Ni siquiera se les iba a ocurrir una homogeneización tomando como parámetros los salarios ticos, los más altos del istmo. Todas las oligarquías centroamericanas están buscando cómo bajar salarios. La más preocupada es la tica, por tener Costa Rica el nivel más elevado. En este campo, la migración nica resulta una verdadera dicha porque ayuda a resolver la preocupación.

Tanto en lo referente al ambiente como al trabajo, Estados Unidos sostuvo que quienes deberán responder por el incumplimiento de las normas no serán las transnacionales. Aunque las transnacionales provoquen las catástrofes y expriman la mano de obra. Serán los Estados los que respondan por no asumir su responsabilidad de fiscalizadores en el cumplimiento de las leyes. Esta tesis viene a complementar las normativas sobre inversión extranjera y patentes/propiedad intelectual. Y otorga una absoluta impunidad a las transnacionales en su empeño por depredar nuestros recursos y estrujar nuestra fuerza de trabajo.

ES EL FIN DE LOS PROYECTOS DE DESARROLLO
EN ESTADOS NACIONALES

Habrá que afrontar retos y oportunidades, habrá ganadores y perdedores: éstas han sido frasecitas de lugar común muy repetidas por los políticos y sus tecnócratas para describir sus expectativas sobre la realidad centroamericana después del TLC. En realidad, como comunidades políticas los países centroamericanos no tendrán ni oportunidades ni ganadores. Los proyectos que alguna vez existieron, para consolidar Estados nacionales y salir del subdesarrollo, perderán cualquier viabilidad histórica. Pasaremos a formar parte de los Estados anexados de Centroamérica, una de las modalidades de protectorados coloniales que están floreciendo en el siglo XXI.

¿Ganadores? El capital transnacional, especialmente el gringo, que controlará hasta la médula un modelo productivo que ya conocemos, y que se consolidará. Un modelo basado en enclaves agropecuarios y maquila industrial para la exportación, complementado con servicios públicos privatizados y actividad turística. Un modelo asentado en el endeudamiento externo, la dependencia alimentaria, los bajos salarios, la exportación de trabajadores migrantes y la expoliación de los recursos naturales.

Desde luego que habrá minorías nativas que se mantendrán a flote: los asociados y subordinados al capital financiero transnacional; los asociados y subordinados al capital transnacional que controla la producción agropecuaria no tradicional y la producción maquilera; los asociados y subordinados al capital transnacional que controla la actividad turística; los importadores y servidores para el consumo de élites; y las burocracias políticas y las tecnocracias con funciones al servicio del imperio.

MINORÍAS CON CIUDADANÍA IMPERIAL
Y MAYORÍAS DE COLONOS PAUPERIZADOS

Estas minorías ya no serán “nacionales” en el sentido tradicional de este concepto. Pasarán a formar parte de una suerte de ciudadanía imperial de segunda, tercera o cuarta categoría. Todos los imperios de la historia jerarquizaron los derechos de sus súbditos.

El resto mayoritario de las poblaciones pasaremos a formar parte del estamento de los colonos: una diáspora de sobrevivientes pauperizados y miserables. Algunos sobreviviremos como guettos culturales, porque hemos tenido la posibilidad de aportar a la creación de esa potencia cultural que es hoy América Latina. El aporte nicaragüense a la construcción de esa potencia ha sido especialmente significativo. Sin embargo, para construirnos una ciudadanía política y poder acceder a los beneficios de la civilización económica, tendremos que cambiar radicalmente nuestra perspectiva de lucha: tendremos que hacerlo en el marco y en coordinación con las luchas de todos los colonos y excluidos de la Tierra. De todos los que hoy resisten al proyecto imperial de colonización barbarizada del mundo.

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