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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 261 | Diciembre 2003

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Nicaragua

Crónica de doce días atrapados en un triángulo fatal

No es posible que el destino de Nicaragua esté vinculado a la impunidad de Arnoldo Alemán. Pero el PLC arnoldista lo vincula. No es posible que el destino de Nicaragua esté vinculado a Daniel Ortega y a sus aspiraciones presidenciales. Pero el FSLN danielista lo vincula. Tampoco es posible que el destino de Nicaragua esté vinculado a los intereses de Estados Unidos. Pero el gobierno de Enrique Bolaños lo vincula. En ese triángulo fatal se desarrolló la última gran crisis política nacional.

Equipo Nitlápan-Envío

Durante doce tensos y largos días -26 de noviembre al 7 de diciembre- la crisis política alcanzó en Nicaragua cimas espectaculares. Los hechos que se sucedieron a ritmo vertiginoso en esa docena de días -hechos complejos en los que los tres grupos de poder en conflicto, bolañistas en el gobierno, arnoldistas en el PLC y danielistas en el FSLN, buscaron imponer sus lógicas sobre las de los demás- sumieron a la población, muy especialmente a la población sandinista, en la indignación, la incertidumbre y la perplejidad, sin ninguna salida de corto plazo a la vista.

26 DE NOVIEMBRE:
ALEMÁN EXCARCELADO

El miércoles 26 de noviembre, muy de mañana, el ex- presidente Arnoldo Alemán, reo acusado por gravísimos delitos de corrupción y en vísperas de recibir sentencia, fue trasladado, por orden judicial, de la cárcel especial en la que permanecía desde mediados de agosto, a su hacienda, recibiendo el insólito privilegio de un “arresto municipal”, con derecho a desplazarse libremente por los más de 200 kilómetros cuadrados del municipio en donde ésta ubicada su finca.

Al instante, una interminable caravana de vehículos de lujo -diputados, contralores, magistrados, políticos, incluso el vicepresidente José Rizo- llegaron a felicitar a Alemán. La fiesta con parlantes, cervezas y toldos de feria duró varias horas. Los hechos dejaron estupefacto al país. “Por las vísperas se sacaba el día”: Alemán, el más grosero exponente del saqueo al Estado, sería declarado inocente, quedaría impune y retornaría al escenario político. Por más que la orden de trasladar a Alemán a su domicilio la dio la jueza sandinista que llevó el caso, Juana Méndez, no quedó duda para nadie con un dedo de frente que la decisión la tomó Daniel Ortega. La había tomado días antes en un arreglo bis a bis con el propio Alemán.

La excarcelación de Alemán culminó tanteos previos de Ortega para iniciar una negociación de fondo con el PLC, y de hecho la inició, dejando sin margen de maniobra legal al Presidente Enrique Bolaños. De nuevo, se cernía sobre el país la sombra de un nuevo pacto entre Ortega-Alemán. De inmediato se le llamó re-pacto. Y sin conocer claramente sus alcances, de inmediato quedó claro que significaría un nuevo reparto, como ya había sucedido en el pacto del año 2000.

7 DE DICIEMBRE:
ALEMÁN CONDENADO A 20 AÑOS

Tras doce días de turbias negociaciones a dos y a tres bandas entre los tres grupos de poder -con avances, rupturas, desmentidos, presiones, falacias, simulaciones, golpes de efecto, amenazas de golpe de Estado, medias verdades y una colosal montaña de intereses económicos en juego- la crisis quedó -de momento- “cerrada” con un giro espectacular: la condena de Alemán.

El domingo 7 de diciembre, fiesta mayor del país, día de la Gritería, en la tarde, poco antes de comenzar el tradicional jolgorio que Nicaragua dedica a la Virgen María -un escenario calculado por el FSLN que rozó con la blasfemia y que buscó echar leñas emotivas a los fuegos de las crisis que están por venir-, la jueza Juana Méndez dictó sentencia de 20 años de cárcel contra Alemán.

Fue la sentencia más drástica que se podía esperar. Alemán fue condenado por el delito de lavado de dinero y por los delitos conexos de malversación de fondos públicos, defraudación, peculado, instigación y asociación para delinquir. También por delitos electorales. Se le decretó también “muerte política y civil”, al suspendérsele por 20 años -más tres años extra- sus derechos ciudadanos y sus derechos políticos -lo que lo saca del juego político, cargos y candidaturas incluidas-, y hasta se le quitó la patria potestad sobre su hija de tres años. Causó estupor que Byron Jerez, el otro procesado por idénticos delitos en este caso -el caso de “la guaca”-, fuera declarado inocente.

La dureza de la sentencia contra Alemán -aunque merecida, y con base legal- fue también decidida por Daniel Ortega, tras dar marcha atrás en el reparto que había iniciado en el re-pacto con Alemán. El insólito fallo de inocencia para Jerez quedó como pieza clave de la próxima crisis.

EN EL MOMENTO PROPICIO

Esta crisis requiere de diferentes puntos de vista para ser mejor analizada. El momento y el ámbito internacional también la explican: estalló en vísperas de llegar Nicaragua al punto de culminación de la condonación del 80% de su impagable deuda externa en la iniciativa HIPC, y explotó poco después que el gobierno de Estados Unidos enviara a Nicaragua a su Canciller, Colin Powell, y a uno de sus Vicecancilleres, Dan Fisk, para dar órdenes de acción al Presidente Bolaños y a las fuerzas políticas antisandinistas, y órdenes de rendición al Ejército de Nicaragua.

Tras trece años de ajuste estructural de consecuencias sociales devastadoras para poder llegar finalmente, el 19 de diciembre, a esa etapa final en la HIPC, el Fondo Monetario y la comunidad internacional exigía a Nicaragua que los diputados aprobaran, en pocos días antes de acabar la legislatura, la ley del presupuesto 2004 con un techo fijo y dos leyes más. Este condicionamiento -en un calendario tan estrecho- y el mismo calendario jurídico del caso Alemán -tocaba dictar sentencia antes de fin de año- sirvieron de excelente pivote para que los diputados del PLC leales a Alemán confeccionaran un escenario a la medida de los cálculos de Daniel Ortega, quien decidió re-aliarse abiertamente con Alemán, ocupándolo como escudo con el que defenderse de los cada vez más explícitos proyectos antisandinistas de Estados Unidos. Y ocupándolo como pieza de negociación con Bolaños.

TRES LEYES CON AUREOLA

En su prioridad por recuperar credibilidad internacional para Nicaragua
-algo estratégico para un país extremadamente dependiente de préstamos, donaciones y proyectos internacionales-, la aprobación de estas tres leyes y la entrada en la HIPC eran fundamentales no sólo para Nicaragua, sino para el Presidente Enrique Bolaños. Estaba en juego el resto de su gestión, su prestigio y su ego, lo que convertía esas leyes en apetecida pieza para que danielistas y arnoldistas lo presionaran. “Chantaje” fue la palabra más escuchada en los días de esta crisis. Las tres fuerzas políticas se chantajeaban y cada grupo se esforzaba, casi por horas, en calcular el chantaje de más peso contra el otro. En esta ceremonia de confusiones, la población también se sentía chantajeada.

No fue sencillo conseguir consenso en torno a las tres leyes, pero parecía haberse logrado. La propaganda gubernamental distorsionaba la realidad, y eso era también una forma de chantaje. Presentaba a la HIPC como la entrada al paraíso, siendo así que no es otra cosa que la entrada de Nicaragua al club de los 41 países más miserables e insolventes del planeta, el reconocimiento internacional de una tragedia nacional. Ni los diputados del PLC ni los del FSLN querían cargar con el costo político de aparecer como responsables de no haber aprobado las aureoladas “leyes de la HIPC”. Tampoco le conviene a ambos partidos, en cualquiera de los escenarios que construyan tras ésta o cualquier otra crisis, tener pendiente de solución tan complejo problema macroeconómico. El 20 de noviembre, la misión del FMI que visitó Nicaragua se fue satisfecha por cómo marchaba todo en el país. Según ellos, todo iba sobre ruedas.

UNA LEY CON EXPLOSIVO

Era pura apariencia, las ruedas se iban a descarrilar muy pronto. Si la prioridad del Presidente Bolaños era la aprobación de esas tres leyes en tiempo y en forma, la de los diputados del PLC era, como ha sido desde hace un año, conseguir la libertad de su “máximo líder”. A que Alemán saliera de la cárcel totalmente limpio, declarado inocente, lo venían hipotecando todo. Seguramente, porque se lo deben todo. Calculadamente, los liberales del PLC sumaron a las tres leyes exigidas, una cuarta, la Ley de Carrera Judicial, introduciendo su propio dictamen, y en él un artículo explosivo: al aprobarse la ley, entraría de inmediato en vigor, y eso paralizaría durante meses el Poder Judicial, ya que obligaría a salir de sus cargos a todos los magistrados, jueces y funcionarios judiciales que pertenecieron a órganos de represión (entendiendo por ellos los órganos de seguridad de los años de la revolución) y que se hubieran beneficiado con bienes estatales por los que el Estado tuvo que pagar indemnización (en clara alusión a casas o tierras “piñateadas”).

El proyecto de ley tenía dos objetivos: barrer a buen número de jueces y juezas sandinistas que calzarían en esta tipificación. Y por eso, provocar una negociación con el FSLN que diera por resultado la liberación definitiva de Alemán.

DONDE ESTÁ EL PODER

Se calcula que actualmente un 80% de los jueces en Nicaragua son de origen sandinista. No está claro cuántos serían barridos de aprobarse la propuesta de ley de los arnoldistas. Sí está claro el control que ejerce Daniel Ortega y su grupo -control no sólo ideológico, corre siempre mucho dinero en los tribunales- sobre las estructuras del Poder Judicial, desde la Corte Suprema hasta los juzgados.

Esto le garantiza a Ortega sentencias y todo tipo de actuaciones “legales” siempre favorables en todos los casos que resultan estratégicos a los intereses personales, políticos o económicos del grupo que hoy domina al FSLN. El tiempo lo viene demostrando. Perder el control del Poder Judicial sería para el FSLN perder el mayor poder que conserva desde que perdió el gobierno en 1990.

LA PATADA Y LA CUCHILLADA

El explosivo colocado en la ley arnoldista funcionó: el FSLN reaccionó a la defensiva y buscó el “escudo” del Presidente Bolaños -la ley era desestabilizadora por su carácter revanchista-. Ortega creyó encontrarlo, tras un año de continuas alianzas exitosas con el mandatario, incluida la última, la del 17 de noviembre, cuando en cuatro tensas horas de encuentro ambos decidieron no suspender las elecciones municipales, objetivo que compartían el FSLN y el GUL, el débil partido de Bolaños.
Pero, tras este encuentro, que parecía haber concluido en un nuevo acuerdo FSLN-Gobierno, Bolaños -que hasta reconoció en esta ocasión que el FSLN jugaba de forma democrática- fingió o fue mal asesorado -¿ingenuidad, torpeza, insensatez, inexperiencia?- o la presión antisandinista de Es-tados Unidos prevaleció sobre toda otra consideración, y el Presidente comenzó a apoyar días después el explosivo proyecto arnoldista.

Ortega se sintió amenazado. Y pasó a amenazar. Se reunió el sábado 22 de noviembre con la hija de Alemán para diseñar la “hoja de ruta” que liberaría a Alemán. Al día siguiente, en una reunión partidaria con dirigentes del FSLN en Estelí, calificó a Bolaños como lamebotas de los gringos, y tras declarar que el Presidente lo había utilizado y ahora llegó la hora no sólo de pegarnos una patada sino de meternos una cuchillada por la espalda, anunció -sin respaldo de la mayoría de los presentes- que el FSLN establecería un acuerdo nacional con el PLC. Justificó el acuerdo en la necesidad de luchar conjuntamente contra el injerencismo yanki. Rompiendo sus previas alianzas con el Presidente, optó por Alemán. Dos días después, el día 26, iniciaba la nueva alianza: de ser reo en vísperas de sentencia en una cárcel llena de comodidades, Alemán pasó a ser rehén de Ortega y a dirigir el repacto desde su hacienda. ¿Reacción desesperada ante la presión de Estados Unidos, mensaje al gobierno para que entendiera que debía volver a “respetar” al FSLN, locura política de un caudillo enfermo de poder?

POR “OBEDIENCIA DEBIDA”

En vísperas de la sorpresiva excarcelación de Alemán, el proceso judicial contra el ex-Presidente por lavado de dinero y otros delitos en perjuicio del Estado, llegaba a su fin y tocaba a la jueza Méndez dictar sentencia. Durante el mes de noviembre el escenario judicial presentó a la ciudadanía “platos fuertes”, aunque a esas alturas la opinión pública ya había perdido capacidad de reacción y de asombro, decepcionada por los continuos y turbios cálculos políticos que han mezclado en la “lucha contra la corrupción” las tres fuerzas políticas. Lo que en los primeros meses del año 2002 prometía ser una escuela de moralización nacional y de esperanza en el cambio, ya estaba siendo visto por la gente como un pintoresco sainete de cuarta categoría, poco creíble.

En las escenas finales del juicio de “la guaca”, el abogado defensor de Alemán solicitó a la jueza Méndez tomara declaración a 45 altos funcionarios del gobierno Alemán -algunos, actuales funcionarios del gobierno Bolaños-, para preguntarles si habían recibido alguna vez alguna orden indebida del Presidente. Encabezados por el propio Bolaños -vicepresidente durante cuatro años de Alemán- todos desfilaron declarando no haber recibido nunca ese tipo de órdenes ni haber visto nunca ninguna irregularidad.
En el desfile, la declaración de Byron Jerez fue el plato más fuerte. Jerez sí lo admitió todo: por “obediencia debida”, él sí había realizado todas las operaciones de las que se le presentaron las pruebas y que incriminaban a Alemán, que le daba las órdenes. ¿Sinceridad que es señal del acuerdo que el hábil capo ha logrado al amparo de la justicia de Estados Unidos, para que le rebajen penas a cambio de “hundir” a Alemán? ¿Qué otro “amparo” lo liberó de todos los cargos en la sentencia del 7 de diciembre? Las declaraciones de Jerez contra Alemán dieron sustento de la sentencia de Méndez el 7 de septiembre para concluir que Alemán lavó dinero de fondos públicos. Y es a Jerez a quien los arnoldistas responsabilizaron de la draconiana sentencia que se dictó contra su máximo líder.

SOLO ANTE EL PELIGRO

El histórico juicio de “la guaca”, abierto en agosto 2002, llegó a su momento final con dos únicos reos: uno -Jerez admitiendo los delitos del gran reo, su socio Alemán- y 45 funcionarios exonerando al gran reo, que continuaba negándolo todo. Alemán quedó solo ante el peligro. El período probatorio del caso terminó el 23 de noviembre. Fue en esos momentos cuando Ortega lo excarceló para negociar con él.

La defensa de Alemán, que nunca aportó pruebas para demostrar su inocencia, sino que durante un año sólo presentó excusas para justificar que no debió ser apresado, jugaba sus últimas cartas en una agotadora estrategia destinada a liberarlo. Después del desfile de testigos, el defensor y la familia de Alemán -a la cabeza su esposa María Fernanda- adujeron que la unanimidad expresada en los 45 testigos al decir que no vieron, no oyeron y no supieron era la prueba de que no había pruebas; descalificaron totalmente las declaraciones de Jerez; solicitaron que el Cardenal Obando declarara como testigo sobre la buena conducta de Alemán -el Cardenal aceptó de muy buen grado, pero la jueza no lo consideró necesario-; solicitaron se extendiera el período de pruebas; y persistieron en que fuera declarada la nulidad de todo el proceso, alegando con diversas “pruebas” que en Nicaragua -a diferencia de las leyes de Estados Unidos- el delito de lavado de dinero sólo existe vinculado al delito de narcotráfico y no es aplicable a los delitos de fraude al Estado.

ARNOLDO ALEMÁN,
LIBRE POR “VALETUDINARIO”

El tiempo ya venía demostrando que en el caso de Arnoldo Alemán, tan jurídico como político desde su inicio, el desenlace dependería de la correlación entre las tres fuerzas políticas en juego en el escenario.

El más afectado con un veredicto de inocencia era Bolaños. El más beneficiado, Alemán, naturalmente. Que daba Daniel Ortega como gran decisor, por tener el control de la jueza. Cualquiera que fuese su decisión, era menester envasarla legalmente.

La justificación “legal” con que la jueza Méndez excarceló a Alemán en la mañana del 26 de noviembre fueron tres dictámenes médicos de hace tres meses que establecían la condición de “valetudinario” del ex-Presidente, por padecer de varias enfermedades crónicas, derivadas todas ellas, menos una -prótesis de cadera-, de su colosal exceso de peso, causado por su conocida falta de control ante los alimentos. Estas enfermedades, a juicio de Méndez, tenían a Alemán al borde de un infarto silencioso y era humanitario preservar su derecho a la vida. Así, por incapaz de valerse por sí mismo, por achacoso y decrépito, Alemán regresó a su hacienda.

A UN FUJIMORAZO,
UN BOLIVIANAZO

El acuerdo que Ortega le ofreció a Alemán al excarcelarlo, era de envergadura: Alemán podría volver a la arena política, la Constitución sería reformada, el período de Bolaños podría ser recortado... “Hay que negociarlo todo”, dicen que dijo Alemán al regresar, satisfecho, a su finca. Bolaños quedó en una situación legal muy difícil, con un margen de maniobra estrechísimo, al contar con apenas ocho diputados ante los ochenta diputados con que cuentan danielistas y arnoldistas en la Asamblea Nacional, con poderes para legalizar “todo” lo que los dos caudillos negociaran.

Algunos clamaron porque el Presidente declarara el Estado de Emergencia y lo acompañara con un “fujimorazo”. Más fueron quienes consideraron que la disolución de la Asamblea y del resto de poderes del Estado implicaría concederle al Presidente un grado de representación de los intereses nacionales del que hoy ya carece. Y sólo traería más inestabilidad y caos, lo que favorecería los intereses de los dos caciques, probados ya como buenos pescadores en los ríos que ellos mismos revuelven. Desde el primer momento, el Ejército afirmó que respaldaría el orden constitucional.

En los días que siguieron a la excarcelación de Alemán, Daniel Ortega se mostró desafiante, crecido, seguro: el viernes 28 no sólo justificó las razones de la excarcelación, alegando con un inaudito cinismo que nada tenía que ver él en la decisión. Nadie le creía. Advirtió a Bolaños que habría un “bolivianazo” si decretaba la emergencia; ordenó a la jueza Méndez reactivar el juicio por delitos electorales que ella había vinculado desde agosto 2002 al juicio de “la guaca” -precisamente, también por declaraciones de Byron Jerez-; amenazó a Bolaños: podría
caer preso por ser uno de los procesados por delitos electorales, caso archivado hasta ese día por Méndez y Ortega como pieza de chantaje. El domingo 30, Ortega calificó a Alemán como marrullero y tramposo (Todo lo que se pueda acordar con él yo siempre lo reviso con pinzas) y anunció que los diputados liberales y sandinistas, con mayoría casi absoluta en la Asamblea Nacional podrían cambiarlo todo en el país. Entre otras cosas, volvió a plantear su confusa idea de transformar el actual régimen presidencialista en un régimen parlamentario. Aparecía como dueño del escenario político, con rango de protagonista. Tanto poder lo mareó.

“¿QUIÉN DIJO MIEDO?”

Esta notoria exhibición de poder del caudillo del FSLN logró el propósito de intimidar al gobierno y a toda la comunidad internacional y provocó de inmediato nuevos acercamientos entre bolañistas y arnoldistas, bajo la mirada apremiante de Estados Unidos. Una señal de este acercamiento la dio Bolaños destituyendo de su cargo, de forma intempestiva y muy mal justificada, al Procurador de la República, Francisco Fiallos, decisión que tomó aduciendo falta de coordinación entre la estrategia de Fiallos en la lucha contra la corrupción y la suya. Fiallos había anunciado horas antes que la Procuraduría acusaría también a la esposa de Alemán y a su suegro, el padre de María Fernanda, por lavado de dinero, de lo que había pruebas contundentes. Bolaños mandó a su gente a excusarse con la familia Alemán. Inde-ciso, y sin margen de maniobra ante la crisis institucional que anunciaba el re-pacto, su “estrategia” giraba de nuevo hacia el arnoldismo.

En la primera fase de la crisis, el Presidente apareció débil, con una pasividad rayana en lo temerario, jactándose de su capacidad, de su prestigio internacional, restando importancia a los hechos preocupantes que el país vivía y buscando desesperadamente en las presiones de la comunidad internacional la brújula, el rumbo y la salida. ¿Quién dijo miedo?, fue la consigna esgrimida por el mandatario para proyectar calma. No tuvo éxito.

EL RE-PACTO EN MARCHA

El primer acuerdo concreto y visible de la negociación FSLN-PLC fue la introducción de un proyecto de reforma constitucional para suspender las elecciones municipales de noviembre 2004 para juntarlas con las elecciones generales de noviembre 2006. De esta iniciativa -montada por el repacto y desmontada por su fracaso, cuestionada ampliamente por la comunidad internacional y por diversos sectores políticos y sociales y minimizada por el propio Presidente Bolaños- hablamos más en detalle en la página 18 de este mismo número.
La primera reacción del gobierno de Estados Unidos ante el acercamiento entre arnoldistas y danielistas fue calificar de corrupto al Poder Judicial de Nicaragua y de decisión política manipulada la excarcelación de Alemán, lo que coincidía plenamente con el sentir de una mayoría de la población. Unidos danielistas y arnoldistas en una posición “antiimperialista”, magistrados de ambos partidos en la Corte Suprema de Justicia ripostaron, calificando de injuriosa, desacertada e injerencista la declaración del gobierno estadounidense. Y el gobierno estadounidense replicó recortando proyectos de respaldo técnico, capacitación y asesoría a las instituciones del Poder Judicial, advirtiendo privadamente a los arnoldistas que se aliaran a los sandinistas para perjudicar a Bolaños que les serían canceladas a ellos y a todos sus parientes las visas de entrada a Estados Unidos.

Mientras los arnoldistas recorrían embajadas -la primera, la embajada americana-, asegurando a los representantes de la comunidad internacional, y a quien quisiera escucharlos, que con el re-pacto con el FSLN no pretendían ni obstaculizar la iniciativa HIPC ni provocar ingobernabilidad en el país, las comisiones negociadoras del FSLN y del PLC continuaban negociando: la nueva composición de la Corte Suprema de Justicia -sin presidencia ni salas constituidas desde hace más de dos meses-, la nueva directiva de la Asamblea Nacional a partir de enero 2004, la recomposición del poder electoral, reformas a la ley electoral, reformas institucionales... La pieza mayor en las negociaciones para Ortega era la libertad de Alemán. La mayor para los liberales era la amenaza de la ley-escoba en el Poder Judicial.

BOLAÑOS COSECHA

La comunidad internacional, habituada a las impredecibles, recurrentes y desgastantes crisis políticas en Nicaragua, continuó apostando férrea y unánimemente al liderazgo de Bolaños, considerado el único capaz de garantizar gobernabilidad en un país tan irredento. Embajadores y acreedores internacionales advirtieron en diversos tonos que si “tocaban” a Bolaños habría consecuencias económicas, en primer lugar la no entrada de Nicaragua a la HIPC, lo que para entonces ya era sinónimo de “traición a la patria”. Daniel Ortega, aferrado a su estrategia, restó importancia en discursos y declaraciones a la cooperación internacional, a las ONG, a la sociedad, civil y a la opinión pública, que llovía un aguacero de críticas y repudios certeros y crecientes contra él.

La crisis evidenció que de fuera viene lo que al Presidente más sostiene, lo que es perfectamente comprensible en un país tan dependiente de la comunidad internacional. También evidenció la pérdida de respaldo interno que afecta a Bolaños. El nuevo partido promovido desde el Ejecutivo, el GUL, trató de capitalizar la crisis, llamando a los sandinistas indignados con la actitud de Ortega y a los liberales hastiados de las jugadas de Alemán a fortalecer esa nueva alternativa política, a movilizarse en las calles, a descalificar a los pactistas.
Pero no tuvieron eco. No creció el GUL, no hubo movilizaciones callejeras -¿qué liderazgo realmente autónomo y creíble podría convocarlas, convirtiéndose en cauce del rechazo a toda la clase política?- y en bastantes de los comunicados que aparecieron en los medios se señaló claramente la responsabilidad que tenía el Presidente en la crisis: por ser excesivamente complaciente ante órdenes y señales de Estados Unidos, por el insensible equipo de tecnócratas con que ha querido rodearse, por sus incoherencias en la lucha contra la corrupción -que sólo centró en Alemán y en Jerez por razones políticas-, por sus propuestas económicas ajenas a la realidad nacional y carentes de sensibilidad social, por su megasalario y su megapensión...

Por primera vez, el Presidente cosechaba en abundancia de palabras lo sembrado con decisiones ambiguas o poco acertadas en sus dos años de gestión.

UN “COMBO” DE CORRUPCIÓN

El mayor costo de la crisis lo estaba pagando, sin duda, el FSLN, el danielismo y el propio Daniel Ortega. También el sandinismo, que aunque lleva años tomando distancia del danielismo, se veía también salpicado por la incalificable y cínica actitud de Ortega al negociar con Alemán, símbolo de la corrupción y el latrocinio, traicionando así, y nuevamente, todos y cada uno de los principios de la revolución.

Para demostrar esto aún más escandalosamente, la excarcelación de Alemán ocurrió dentro de una especie de “combo de corrupción judicial” orquestado por el danielismo: en 72 horas sucedieron los tres hechos. Alemán fue excarcelado por la jueza Méndez en la mañana y el mismo día, en la noche, Silvio Conrado, asesor económico de Ortega, fue declarado inocente por la jueza Ileana Pérez -otra de las juezas leales al danielismo, constantemente elogiada estos doce días por Ortega-, tras ser acusado, con pruebas suficientes, de haber abusado sexualmente, de forma continuada, de niñas muy pobres en un motel de Managua. Tercera pieza del “combo”: dos días después, Henry Ruiz, el legendario Comandante “Modesto” fue sentenciado a un año de cárcel por tratar de defender la institucionalidad y la transparencia en la mayor de las ONG del país, la FACS, junto a sus otros directivos. De este caso habla más ampliamente el propio Henry Ruiz en la página 24 de este mismo número.
Tan gran ola de indignación no se veía desde hacía mucho tiempo entre el pueblo sandinista. Especial conmoción causó la sentencia contra “Modesto”, que al calor de la crisis confesó que había renacido en él la pasión por retornar a la lucha, tras largos años de silencio y enclaustramiento.

MARCHA ATRÁS

El costo político que estaba pagando Daniel Ortega mostrando a la nación su complicidad con Alemán y su total falta de principios era demasiado alto. El mensaje con el que estaba defendiendo sus posiciones era indigerible para propios y extraños: negaba cínicamente cualquier influencia en el Poder Judicial y en las decisiones de la jueza Méndez y justificaba su alianza con Alemán en el deber de unirnos para frenar la injerencia yanqui y buscar la estabilidad y profundos cambios para lograr una democracia participativa. Amenazaba al Presidente Bolaños con echarlo preso y a la nación con cambiar instituciones, leyes y hasta la propia Constitución con los votos de sus desprestigiados diputados y los de los más desprestigiados diputados arnoldistas.

La irritación causada por la sentencia judicial contra la directiva de la FACS -en el control de la FACS se juega mucho dinero, que el FSLN necesita para sus campañas electorales-, y especialmente contra Henry Ruiz, comenzó a alertarlo del peligro. Desde su círculo de hierro en el partido le llegaron mensajes de advertencia: estaba arriesgando demasiado. Se estaba arriesgando a sí mismo -su candidatura- demasiado. Sus aliados de la Convergencia -uno de los ropajes electorales con los que decora hoy Ortega al FSLN- también se lo advirtieron.

En el otro turbio escenario -la negociación con Alemán- las cosas no se desarrollaban tan fluidamente como Ortega había diseñado. Alemán quería una sentencia de absolución total y eso era políticamente inviable en los cálculos de Ortega. Pasaban los días y más allá de la suspensión de las elecciones, no llegaban ambos a ningún acuerdo ni para recomponer la Corte Suprema de Justicia, ni para repartirse los cargos en la directiva de la Asamblea Nacional ni para otras transacciones básicas. En este contexto, el 4 de diciembre, Ortega convocó a una rueda de prensa para dar marcha atrás. Y el 5 de diciembre, acuerpado por los políticos y políticas de la Convergencia declaró que la libertad de Alemán era innegociable, que en todo lo ocurrido nadie había tenido en cuenta al pueblo y que la solución era dejar a la justicia actuar -en el caso de Alemán- y someter las reformas institucionales a un plebiscito o referéndum. El re-pacto estaba desmontado.

INTERCAMBIO DE MENSAJES

Tres horas después de la marcha atrás de Ortega, el Presidente Bolaños “le respondía” en un mensaje a la nación. Por primera vez en la crisis reflejando firmeza, y -también por primera vez en un mensaje de este tipo- flanqueado por el Alto Mando del Ejército y de la Policía, Bolaños menospreció la politiquería de los dos caciques, se puso al lado del pueblo y anunció que el próximo año, enviaría iniciativas de ley para reformar el Poder Judicial y el Poder Electoral, advirtiendo que si se las engavetaban, organizaría una consulta popular vinculante para aprobarlas.
Media hora después de hablar Bolaños, la jueza Méndez anunciaba que la sentencia contra Alemán se dictaría en la tarde del día más alegre del calendario festivo nicaragüense.

UNA SENTENCIA
QUE ES RESPUESTA

En esa sentencia estaba contenida la respuesta de Ortega a Bolaños y a Alemán y su “salida” de la crisis: para Alemán rechazo total, la condena más drástica que se podía esperar. Para Bolaños, una espada de Damocles sobre la cabeza. Porque la jueza Méndez vinculó el lavado de dinero que llenó “la guaca” al delito electoral, porque en la lista de quienes pueden ser encausados, procesados y condenados por esos delitos electorales está en primera fila Enrique Bolaños y un buen número de sus funcionarios.
Y porque Byron Jerez, el testigo clave -aun siendo reo- para sentenciar a Alemán, fue también quien en 2002, con sus primeras declaraciones en los juzgados, introdujo en el caso de “la guaca” el delito electoral. Jerez podría convertirse también en el testigo clave que detalle y explique a la jueza Méndez cómo se realizó el lavado en el delito electoral que llevó a Bolaños al poder...

DE ESAS AGUAS VIENEN
ESTOS LODOS

Si con la excarcelación de Alemán, Daniel Ortega inició su estrategia, con la absolución de Jerez inició una nueva estrategia para la que las fiestas navideñas y del año nuevo sólo servirán de paréntesis. Tras la sentencia del 7 de diciembre, se cerraron algunas incertidumbres para abrirse otras muchas. Los vertiginosos y preocupantes episodios de esta crisis, administrada entre tres fuerzas políticas erosionadas ante la opinión pública por diversas y muy justificadas razones, continuará presente y tendrá contenidos y resultados aún imprevisibles en el momento en que tenemos que poner un punto final al esfuerzo de documentarla de forma sintética.

Estos lodos en que hunde periódicamente a Nicaragua la clase política vienen de aguas muy viejas, y ya demasiado contaminadas, en las que nadie se quiere bañar. Es la cultura política -cortoplacista, machista, autoritaria, dominada por el síndrome del figureo- la que está en el origen de estos lodos y la que amenaza con generar nuevas oleadas periódicamente.

UN HOMBRE
MIRANDO AL NORTE

Esta crisis, que no es independiente de inestabilidades anteriores, en un país en donde las reglas del juego vienen cambiando abruptamente desde hace 25 años sin que se logre un verdadero consenso nacional, tiene una lógica. Más exactamente, tiene varias lógicas encadenadas unas con otras. Se trata también de una crisis con responsabilidades compartidas.
El gobierno de Estados Unidos tuvo una enorme responsabilidad en la crisis. Afirmar esto no es un consigna, un cliché. Y no aludimos a esa responsabilidad histórica que a Estados Unidos le corresponde por tanto de lo que sucede en Nicaragua. Es algo más reciente. En el actual gobierno de Bush hijo -plenamente dominado por el militarismo y la codicia y por una ideología expansionista que atropella los derechos de todos los demás pueblos- están en muchos cargos de poder varios personajes de los años 80 que aún anhelan vengarse de todo lo que significó la revolución en Nicaragua. Ni entendieron entonces ni olvidan ahora.

Desde su llegada al gobierno en enero 2002, el Presidente Bolaños y su equipo comenzaron a dar muestras de que su proyecto era actuar como diligentes administradores de los planes y prioridades de Estados Unidos para Nicaragua y para la región: el tratado de libre comercio, la reducción de las fuerzas militares, el control de armamentos, la uniformización de las leyes nacionales con las gringas, la “guerra contra el terrorismo” con todas sus injusticias y arbitrariedades y con su altísima cuota de terrorismo de Estado...

Incluida estaba en ese paquete la lucha contra la corrupción, orientada fundamentalmente no a satisfacer prioritariamente las necesidades morales nacionales sino los intereses políticos, económicos y de seguridad nacional de Estados Unidos. Enrique Bolaños se propuso como abanderado y “líder centroamericano” de todas estas causas. Y al llegar a la Presidencia colocó todas sus brújulas apuntando al Norte.
Carente de respaldo en las instituciones del Estado -el resto de poderes estaba, por el pacto Alemán-Ortega en manos de danielistas y arnoldistas-, carente de respaldo en el partido que le llevó al poder -por priorizar el desplazamiento de Alemán del liderazgo del PLC-, y perdiendo muy pronto el respaldo popular con el que llegó al gobierno por su insensibilidad social y su arrogancia, Bolaños, un hombre siempre mirando al Norte, lo apostó todo a ser sostenido desde el Norte.

LOS “MÉRITOS” DE ALEMÁN

Desde 1990, la prioridad de Estados Unidos en Nicaragua pasa por liquidar al sandinismo. Los “halcones” que dominan hoy el gobierno estadounidense no hacen ninguna diferencia entre sandinismo y FSLN. Ni saben hacerla ni tienen voluntad de hacerla. Y aunque es cierto que el secuestro que del FSLN ha hecho Daniel Ortega y su banda dificulta hacer diferencias -y no sólo a los gringos-, para el gobierno de Estados Unidos, absolutamente todo lo que tenga vínculos con lo ocurrido en los años 80 -dirigentes, partido, ejército, fuerzas policiales, organizaciones, personas, movimientos, medios, expresiones culturales...- tiende a ser echado todo en un mismo saco, con el fin de ser desechado.

USA: PROYECTO ESTRATÉGICO

El proyecto político estratégico de Estados Unidos en Nicaragua es consolidar un antisandinismo viable y duradero que garantice la erradicación del sandinismo. Como el cortoplacismo domina el mundo político en todo el planeta, la erradicación debe ser rápida, acelerada, al ritmo no de la vida, sino al de la tecnología. Es la configuración de ese antisandinismo y la erradicación del sandinismo la esencia del proyecto estratégico de Estados Unidos para Centroamérica, su traspatio histórico.
Arnoldo Alemán hizo méritos en esa dirección desde la Alcaldía de Managua (1990-96) y por eso llegó después a la Presidencia de la República, respaldado plenamente por Estados Unidos. Ya era corrupto, ya trabajaba con Byron Jerez, pero pesaba más en la balanza del Norte su antisandinismo. Pronto Alemán se le fue de control a Estados Unidos: institucionalizó tal grado de hipercorrupción que no garantizaba reglas de juego seguras al capitalismo global y que amenazaba la seguridad estadounidense. Peor aún, al pactar con Daniel Ortega en 1999 el reparto de las instituciones del Estado oxigenó al FSLN.

LA LUCHA CONTRA
UN SOLO CORRUPTO

Enrique Bolaños era la alternativa. Antisandinista de toda la vida y empresario ya “modernizado”, Bolaños cumpliría con la misión estratégica. Para esto era indispensable desplazar totalmente a Alemán del liderazgo antisandinista que se había construido y del enorme liderazgo que tenía dentro del PLC. Sus flagrantes actos de corrupción permitían el desplazamiento, envasando toda la operación en la “lucha contra la corrupción”.

Esa lucha -hoy vemos que, en cuanto a lucha ofensiva y respondiendo a justas vindictas, se trataba únicamente de la lucha contra un corrupto- fue la primera misión que se le encomendó a Bolaños. Desde su inicio, el caso del Estado de Nicaragua versus Arnoldo Alemán fue un caso tan jurídico como político. Además de ser un ladrón, Alemán era un estorbo político dentro de un proyecto mayor diseñado desde el Norte.

Durante todo un año, el año 2002, en el enfrentamiento Bolaños-Alemán y en las disputas dentro del liberalismo por causa del cerco jurídico tendido en torno a Alemán se centraron las energías políticas del nuevo gobierno liberal. El ganador neto era el FSLN y el grupo de Ortega, que veían crecer su influencia y su posibilidad de determinar políticas favorables a sus intereses. Bolaños los necesitaba para enfrentar las resistencias de su propio partido al ver cómo caía en desgracia su líder. Y la alianza Bolaños-Ortega, de la que se ufanaban ambos enardecía a los liberales y preocupaba a Estados Unidos. Significaba más oxígeno para el FSLN.

UNA GRAN ESCUELA

Un factor fundamental a tener en cuenta para entender la actual frustración de la población, de esa mayoría excluida de las lógicas de los tres grupos de poder enfrentados en esta crisis, es que la “lucha contra la corrupción” -más allá de las intenciones políticas de Bolaños y de Estados Unidos- encontró un terreno abonado por pioneros como Mónica Baltodano y Agustín Jarquín y por incansables constructores de conciencia ciudadana en los medios de comunicación social, lo que permitió abrir de par en par las puertas de una gran escuela cívica, donde los nicaragüenses comenzaron a entender los males ligados a ese mal que es la corrupción.

LOS MAESTROS
DE ESA ESCUELA

Y admitidos a esa novedosa escuela, la gente soñó nuevos sueños: el poder de la justicia, el valor de la ley, lo que se podría hacer al recuperar los bienes robados, también el castigo, el justo castigo... Los verdaderos emblemas de esa lucha, héroe y heroína -Alberto Novoa y Gertrudis Arias- permitieron atisbar una utopía legal y jurídica inédita en el país. Después, el profesionalismo de un joven abogado, Iván Lara, procurador penal, a nombre del Estado, en el caso de “la guaca”, mostraría también caminos de esperanza a la nueva generación.

Un amplio sector de la población empezó a entender más claramente que nunca antes el vínculo que existe entre el enriquecimiento de los gobernantes y el empobrecimiento de los gobernados, nueva conciencia que afecta hoy al propio Enrique Bolaños, percibido como “corrupto”, no tanto porque saquee las arcas del Estado como su predecesor -no las saquea y evita que otros lo hagan abiertamente-, sino por el mal ejemplo que da enriqueciéndose con un desmesurado salario, que defiende con uñas y dientes como legal y legítimo, en un país al borde de la ruina habitado por una mayoría de gente empobrecida.

EN TIERRA DE CACIQUES

Varios de los cálculos hechos en las oficinas del Norte -también en las de Nicaragua- para que Bolaños ganara la partida sobre Alemán fallaron. Y eso también explica la crisis de este final de año. Por una parte, la cultura política de Nicaragua no ha evolucionado al mismo ritmo que las leyes e instituciones propuestas -a veces impuestas- por la comunidad internacional. La democracia tiene ya en Nicaragua una cierta expresión electoral, pero sus expresiones institucionales son aún muy incipientes. Más atraso hay aún en la cultura democrática, que comienza en el hogar, continúa en la escuela, habita en la conciencia de la gente y se expresa en actitudes cotidianas.

LA FALTA DE DEMOCRACIA

Los hogares son los espacios más antidemocráticos que actualmente existen en Nicaragua y las conciencias están aún muy necesitadas de autoritarismo-sumisión y de líderes-caciques a los que venerar y agradecer favores, incluido ese Dios entendido por tantos como Gran Cacique, al que se le atribuyen en los cultos los mismos vicios de los malos políticos. La modernidad apenas ha rozado a Nicaragua y en este clima, el estilo de Alemán -populachero, dicharachero, peleonero, generoso con los bienes ajenos y los bienes públicos de la colectividad- tiene aún una gran demanda entre la población. Alemán -y todo lo que él representa- cuenta aún con un notable respaldo , no sólo institucional sino popular, liderazgo que Bolaños no logra sustituir ni personal ni partidariamente.

LA MAZORCA NO SE DESGRANÓ

El Norte y Bolaños calcularon mal: creyeron que Alemán tendría menos tenacidad y fortaleza de las que ha demostrado en este año, al caer sobre su humanidad tantas desgracias en menos de un año: acoso legal, despojo de su cargo, vilipendio y escarnio en todos los medios de comunicación, la cárcel, y la muerte de tres de sus familiares más queridos.

Esta tenacidad agravó la crisis y augura nuevos capítulos de la misma. Porque no puede descartarse que Alemán quede en libertad -la apelación de la sentencia, el recurso de casación en la Corte Suprema permiten nuevas maniobras y negociaciones, y los ríos de dinero seguirán corriendo por los pasillos de la política- con su liderazgo prácticamente intacto y hasta crecido moralmente.

EL GUL NO SE CONSOLIDÓ

Calcularon también mal desde el Norte y desde las oficinas de la Presidencia de la República al pensar que, ante la evidencia de que Alemán ya estaba descartado por Estados Unidos, las presiones y los perdones por sus conocidas complicidades en los actos de corrupción en los que participaron con Alemán, lograrían que los diputados del PLC abandonaran al “máximo líder” y la mazorca del PLC se iría desgranando, pasando los granos al granero de Bolaños.

No sucedió así. Y esto ha agudizado al extremo la crisis, ha permitido a Daniel Ortega tener un papel protagónico y augura dificultades para el Presidente Bolaños, que en dos años no logró ganarse más que a ocho diputados liberales, los primeros en separarse del PLC para integrar la bancada Azul y Blanco. Tampoco tiene Bolaños el éxito calculado con la creación del nuevo partido Gran Unidad Liberal. La fortaleza política de la iniciativa partidaria del Presidente se pondrá a prueba en las elecciones municipales de noviembre 2004 y mucho debe cambiar el panorama político para que los liberales bolañistas salgan airosos de esta prueba.

EL EFECTO POWELL

La debilidad política del Presidente Bolaños, expresada en su continua necesidad de aliarse con Ortega para manejar entre ambos el caso de Alemán y para aprobar varias de las leyes necesarias al proyecto pro-estadounidense del Ejecutivo no podía durar sin preocupar seriamene al gobierno de Estados Unidos.
Tras la visita de Colin Powell (3-4 de noviembre) y tras los perentorios mensajes políticos que dejó -unión de todos los liberales para cerrar todo espacio al FSLN, no más alianzas gobierno-FSLN que oxigenen a los sandinistas, “rendición política” del Ejército con destrucción de su armamento, y libertad de Alemán, con tal de que salga del país con alguna condena a la espalda-, el escenario político empezó a cambiar aceleradamente. Ahí se fraguó esta crisis.

El efecto Powell se hizo evidente no más salir este señor por el aeropuerto de Managua. Pero sus mensajes, cargados de la prepotencia habitual, no dejaron satisfechos a nadie.
Aunque el FSLN era, de las tres, la fuerza política más afectada, no fue la única molesta por la arrogancia imperial. La libertad de Alemán -con sentencia de culpable o de inocente- representaba un durísimo revés para el prestigio de Bolaños. Y la salida de Arnoldo Alemán del escenario político por la puerta trasera era inaceptable no sólo para el tenaz Alemán sino para el PLC, que nunca había dejado de defender su inocencia, su liderazgo, y hasta su posible nueva candidatura presidencial.

LOS DOS GALLOS

Tanto disgusto y rechazo, que quince días después de Powell tuvo que venir de visita el Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Dan Fisk para reiterar las órdenes. Esta vez el mensaje central venía dirigido al PLC, y de rebote, de nuevo al FSLN. Fisk habló tajante, para que no quedaran dudas: Así como Daniel Ortega es inaceptable para Estados Unidos, un futuro político con Arnoldo Alemán en Nicaragua es inaceptable. Las fuerzas democráticas (en lenguaje del gobierno estadounidense, son cualquier partido, autoritario o antidemocrático, grande o pequeño, con arraigo o sin él, siempre que se oponga al FSLN y al sandinismo) necesitan entender que estamos hablando de construir instituciones. No estamos hablando de tener un contra-caudillo opuesto a Daniel. Arnoldo es una figura política del pasado de Nicaragua. Algún día los sandinistas se darán cuenta de que Daniel es también una figura del pasado. Los diputados del PLC con los que yo hablé entienden claramente la posición de Estados Unidos y entienden claramente que el PLC debe pasar por una transición de liderazgo y que lo tienen que hacer para el 2006 (elecciones presidenciales). ¿Cómo van a lograr esto? Lo que se entendió es que hay que hacer esa transición.

La arrogancia suele cometer crasos errores. Esta vez ocurrió. El mensaje resultó inaceptable para quienes Fisk creyó lo habían entendido todo. Si la fortaleza de Alemán en sus sombríos momentos personales y políticos no estaba incluida en los cálculos, la lealtad de sus diputados tampoco lo estaba. Volvieron a cerrar filas. También en este caldo emocional siempre espeso y riesgoso del orgullo herido, del reto machista a ver “quien manda aquí”, quién habla más fuerte, quién puede más, quién saca más pecho, quién es el gallo más gallo en la gallera, se cocinó el re-pacto Ortega-Alemán. Los dos caciques, calificados como inaceptables por Estados Unidos, consideraron inaceptable la injerencia extranjera en los asuntos internos de Nicaragua. Esa “herida” sigue abierta en la piel de los dos gallos.

EL ENVASE NACIONALISTA

Naturalmente, para toda la población y para la cultura política nacional resultó ofensiva la arrogancia imperial, que no respeta, no dialoga y no tiene más razones que la exhibición de su fuerza. Ofensiva porque quienes siguen a ambos caudillos -y son la mayoría de la población- se sintieron ofendidos al verlos a ellos descalificados. Ofensiva también para todos porque en ningún caso corresponde al gobierno de Estados Unidos calificar o descalificar a quienes actúan en el país, y más aún si con esos mensajes se trataba de entronizar a Bolaños como única alternativa. Por eso, el re-pacto, aunque na-da tenía que ver con la nación sino con intereses personales y de cúpulas partidarias, logró envasarse en un discurso nacionalista y hasta enarboló la bandera anti-imperialista.

EL SUICIDIO ÉTICO DEL FSLN

Cuando el FSLN perdió el gobierno, varios de sus dirigentes, hoy en la cúpula del FSLN, ya venían pervirtiendo los principios de la revolución con toda clase de vicios personales e institucionales desde los abusos sexuales hasta la apropiación de bienes del Estado en formas similares al “lavado” por el que ha sido sentenciado Arnoldo Alemán, pasando por lujosos estilos de vida, ofensivos en un país tan pobre. Con la pérdida del gobierno, este proceso de descomposición se aceleró y se extendió en las estructuras que conservaron más poder dentro del FSLN.

Si con la llegada al gobierno de Violeta Chamorro el FSLN decidió hacerse potable a Estados Unidos y a la comunidad internacional apoyando la “gobernabilidad” que se le exigía a Nicaragua, desmontando o manipulando cualquier movilización popular que surgiera en cualquier punto del país en defensa de una causa justa, este proceso se agudizó al extremo con la llegada al gobierno de Arnoldo Alemán. Han sido muy largos los años en los que el FSLN, golpe a golpe, traición a traición, abandono a abandono, día a día, caso a caso, se fue desvinculando de sus bases, del sandinismo y de los principios de Sandino: justicia social y soberanía nacional.

LA LÓGICA DEL FSLN

Privaron los intereses personales y de grupo, donde esos fines justificaron cualquier medio y fue así cómo el FSLN conservó un poder determinante en la política nacional: enquistando a los dirigentes más leales al grupo Ortega en las instituciones del Estado y transformándose en un partido orientado exclusivamente a ganar votos en las elecciones para conservar esos espacios y, de vez en cuando, capaz de armar cualquier samotana violenta en el centro de Managua. El discurso “a favor de los pobres” se mantuvo intacto, de ahí tan grandes confusiones aún vigentes en las bases sandinistas. El discurso anti-imperialista se desempolvaba o se guardaba según las ocasiones. Sin principios, sólo había finales: dinero y cuotas de poder a conservar. Esta ambigüedad, expresada de maneras tan hábiles en las diversas coyunturas de los últimos trece años, le ha permitido al FSLN sobrevivir en el escenario político con mucho poder y mantener secuestrada la conciencia de buena parte del sandinismo.

El FSLN llega a esta hora, la hora de Bush y de su expansionismo militar, la hora de Bolaños y de su poner orden al Estado y de su pro-americanismo, la hora de la globalización del TLC, demasiado corrupto, demasiado desgastado tras todo tipo de trampas para mantener el poder de una red de caudillos que siguen al caudillo mayor, sin proyecto, sin estrategia propia, sin principios, sin capacidad de liderazgo nacional, sin nada de lo que lo que fue su distintivo en los años de la utopía revolucionaria, sin ninguna carta limpia que jugar en un tablero tan complejo.

Tras su suicidio ético en los 90, en esta desnudez de ahora, con los tiempos políticos agotados en vísperas de elecciones municipales, se evidenció que el único escudo que tenía ya el FSLN de Daniel Ortega para enfrentar los avasallantes planes militares y económicos de Estados Unidos -rendir políticamente al Ejército nacido del sandinismo por la vía de reducir su armamento y descabezar a su alta oficialidad, instalar una base militar en Nicaragua, llenar con el “libre comercio” el país de zonas francas y de productos agrícolas importados que terminarán de quebrar la economía rural-, su único escudo, su única carta de presión era Arnoldo Alemán. Sólo aliándose con Alemán y garantizándole impunidad y pervivencia en el escenario político podría sobrevivir Ortega, la dirigencia de su partido y el partido, ya destrozado por la corrupción, pero aún poderoso en el escenario nacional, también por la corrupción.

Ésta fue la lógica del FSLN en el re-pacto. Y con esa misma lógica, pero ahora ya con otra estrategia -también sin principios- Ortega desmontó el re-pacto para montar nuevas crisis. Las trataremos de analizar el próximo año. Para sólo doce días fue demasiado.

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