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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 254 | Mayo 2003

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Internacional

"La Era de la Información" ¿En qué mundo estamos viviendo?

La guerra de Estados Unidos contra Irak no ha sido sólo una sinrazón ética. Fue también expresión del empleo arrogante de los viejos métodos de una sociedad que ya es obsoleta, expresión de una total falta de imaginación para hacer uso, creativa y constructivamente, de los nuevos métodos de la Era de la Información.

Juan Hernández Pico, SJ

Hasta septiembre de 2001, cinco años después de su publicación, se habían hecho ya doce reimpresiones en inglés de la obra en tres volúmenes del sociólogo catalán residente en Estados Unidos Manuel Castells titulada La Era de la Información: economía, sociedad y cultura, traducida ya o traduciéndose a diecinueve idiomas, en este orden de aparición: castellano, chino, francés, portugués, japonés, coreano y ruso. A Castells le llevó doce años investigar para escribir esta obra, publicada entre 1996 y 1998. La dedica a su esposa Emma Kiselyova-Castells, compañera de vida y de investigación y puerta para algunos mundos a través de idiomas desconocidos para él. También la dedica a Irene Castells Oliván, a quien llama “historiadora de utopías”, y a su hija Nuria “alegría de mi vida”. Es ésta la obra de un hombre que tiene su vida iluminada por la luz de tres estrellas. A mí me llevó dos años la ardua lectura de esta obra, de la que intento hacer un resumen, sólo de vez en cuando comentado. Un resumen que no obvia una invitación a su lectura completa. Aseguro que se trata de una aventura productiva.

EL EJE DE LA PREPOTENCIA: SIN IMAGINACIÓN Y ATRAPADOS EN LA CÓLERA

Leer La Era de la Información es sentirse inevitablemente atravesado por su clarividencia ante la crisis que ha sacudido al mundo. La gran contradicción en la decisión del eje de la prepotencia (Bush-Blair-Aznar) de desencadenar la guerra contra Irak estuvo en mantener los viejos métodos de la sociedad de las enemistades congeladas, de la sociedad de la guerra fría, en una época cuya nueva ventana tecnológica permite inventar métodos nuevos para construir una sociedad de vibrantes alianzas, la sociedad de la paz calurosa. La falta de imaginación para afrontar creativamente la polarización entre los dinamismos globalizadores de la cultura de la virtualidad uniforme y los dinamismos identitarios de las múltiples experiencias personales, familiares y culturales -y eso ha sido esta guerra- está llevando a la ciudadanía de esta aldea global a una catástrofe humanitaria y moral de proporciones dantescas. Se desprecia la imaginación para usar la tecnología de la información en nuevas acciones y operaciones de comunicación y diálogo, y se insiste en seguir utilizándola para crear bombas inteligentes capaces de aniquilar cualquier comunicación interhumana.

El terrorismo del 11 de Septiembre -que fue un crimen contra la humanidad- no suscitó un proceso de reflexión y humildad en la conciencia colectiva del imperio. En su lugar, ha provocado en los gobernantes imperiales una cólera ciega y sorda, incapaz de ver y escuchar las nuevas razones, no las razones de Estado, sino las razones de Humanidad. Para los nuevos halcones estadounidenses, británicos y españoles, multiplicar los enemigos fue más importante que recrear la convivencia humana.

Una sociedad que vive del temor y de la hostilidad que éste produce está llamada a la derrota, no sólo de la unidad de las naciones en la búsqueda de una nueva humanidad, también de la misma humanidad del imperio. Definir como eje del mal a tres gobiernos del mundo -¿quién garantiza que este eje no abarcará mañana con flexibilidad paranoica a otros más?- es proyectar en ellos la propia mala conciencia de ser único país que lanzó sobre otro la bomba atómica. Lejos de ser un juicio imparcial -en donde el acusado es inocente hasta que no se pruebe su culpabilidad- es definir la culpabilidad por anticipado, no dejando así ningún espacio para la defensa del acusado.

HIROSHIMA, MON AMOUR BAGDAD, MY LOVE, MI AMOR

Y todo esto es lo que ha ocurrido contra Irak. El tiempo negado a los inspectores de Naciones Unidas para completar su trabajo fue el tiempo negado a la defensa de un gobierno declarado culpable sin apelación posible, y sobre todo, a la protección de un pueblo. O Irak tiene armas de destrucción masiva o... las tiene: no hubo espacio para abrir un verdadero dilema y comprobar lo contrario. La primera víctima fue la búsqueda de la verdad. La guerra preventiva no es más que una sofisticada versión de que “la mejor defensa es un buen ataque”.

La retórica estadounidense sobre “la paz” no se sostiene frente a una ofensiva como nunca se ha visto en la historia de la humanidad, en palabras de Rumsfeld. Donde prevalecen los intereses nacionales -mayor control sobre el petróleo, estreno de nueva tecnología de guerra para ir preparando la siguiente, o simplemente falta de valor para retirar barcos, aviones y tropas sin usarlas- no hay espacio para los nuevos estadistas del Estado-red de la Era de la Información, de ese nuevo Estado buscador y respetuoso de consensos multilaterales.

Ante esta injusticia, y por vez primera en la historia humana, vimos también en tiempo real simultáneo la colosal protesta de la humanidad contra la guerra. Millones y millones de personas protestaron contra la guerra el histórico 15 de febrero, antes de que la guerra estallara. Después de su estallido, marchas y vigilias siguieron produciéndose por todo el planeta. La humanidad proclamó con voz de tempestad: ¡La guerra no es respuesta! ¡No a la sangre a cambio de petróleo! ¡Todos somos irakíes! La globalización de la solidaridad humana con las víctimas inocentes de esta guerra ha engendrado una esperanza nueva. Después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki pasaron bastantes años antes de que se formara una coalición antinuclear pacifista y antes de que esta conciencia se expresara en el arte del siglo XX: Hiroshima, mon amour. Hoy, gracias a la tecnología de la información, la chispa de la solidaridad, la solidaridad preventiva, se propagó con la velocidad de la luz y en los “escudos humanos” de tantos países, en banderas y en marchas, se expresó una nueva cultura: Bagdad, my love, mi amor.

Mucho de lo que está ocurriendo hoy, mucho de lo que puede ocurrir, tiene un marco de interpretación en la obra de madurez de Manuel Castells que vamos a resumir.

UN NUEVO CLÁSICO DE LA SOCIOLOGÍA

La tesis XI de Marx contra Feuerbach decía: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. De la misma opinión era Durkheim, entre los clásicos de la sociología, si bien desde una posición conservadora. Weber, en cambio, no sólo se ubicaba entre quienes pretenden interpretar el mundo científicamente dejando a otra gente el oficio de conservarlo o transformarlo políticamente, sino que además exigía del ejercicio de la sociología un trabajo de interpretación independiente de los valores éticos y políticos del intérprete.

Castells se sitúa en la tradición “del compromiso moral y político del intelectual”, cercano por esto a Marx y a Durkheim. Pero, al contrario de ellos, piensa que los intelectuales harían mejor en no tratar de responder a la pregunta por qué hacer, sino que deberían trabajar arduamente para interpretar el mundo de manera crítica, apegados a observar los acontecimientos con libertad frente a las teorías y las ideologías, y dejando que otras gentes -entre ellas, las mujeres intelectuales, como ciudadanas-, construyan su práctica “atendiendo a su propia experiencia y utilizando cualquier información o análisis de que dispongan, de diversas fuentes”. Porque “cada vez que un intelectual ha intentado responder la pregunta del qué hacer, y se ha puesto en práctica seriamente su respuesta, se ha producido una catástrofe”, se trate de Lenin, de Von Hayek o de Milton Friedman y sus Chicago Boys.

Comparo a Castells con los clásicos de la sociología. Varios autores actuales lo han hecho. Alain Touraine aventura que su obra será un clásico del siglo XXI. Y Anthony Giddens opina que no sería exagerado comparar este trabajo con la obra de Max Weber “Economía y Sociedad”, escrita hace casi un siglo. Janet Abu-Lughod hace notar que al incluir a la cultura en su subtítulo, Castells va incluso un tema más allá de Max Weber. Y el finlandés Markizu Wilenius piensa que la investigación de Castells sobre el capitalismo informacional tendrá que convertirse en un clásico de referencia en la misma manera en que lo fue la obra de Marx sobre el capitalismo industrial. El politólogo y ex-Presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso afirma que este libro tendrá un enorme impacto en las ciencias sociales. Y hasta en el Wall Street Journal se ha llegado a decir que Adam Smith explicó cómo funcionaba el capitalismo y Marx explicó por qué no funcionaba. Ahora Manuel Castells ha captado las relaciones sociales y económicas de la Era de la Información.

LA FASCINACIÓN CON EL CAMBIO SOCIAL: EL PARADIGMA TECNOLÓGICO DE LA INFORMACIÓN

¿De qué se trata en realidad en la obra de Castells? Probablemente, su origen está en la fascinación de su autor ante el cambio social. Una transformación de la sociedad que nunca había sido tan rápida, tan acelerada, tan sorprendente, tan compleja, tan apasionante y tan global como en el último tercio del siglo XX.

Tomemos como ejemplo el cambio que da título a su obra y que es su hilo conductor: la información. “La información -así lo precisa Castells- como comunicación del conocimiento, ha sido fundamental en todas las sociedades”. Lo que Castells observa desde 1968 es “una forma específica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que surgen en este período histórico”. Por eso la llamará “sociedad informacional”, y la va a considerar como la sucesora de la sociedad industrial.

En el paradigma tecnológico industrial “la sociedad se orienta hacia el crecimiento económico, es decir hacia la maximización del producto”, mientras que en el paradigma tecnológico informacional, la sociedad “se orienta hacia la acumulación de conocimiento y hacia grados más elevados de complejidad en el procesamiento de la información”. Esta conceptualización -dice- tendrá que ir desplegando “su contenido real mediante la observación y el análisis. Éste es precisamente el objetivo de este libro”.

¿CUÁLES SON LAS TRANSFORMACIONES EXPERIMENTADAS EN EL PLANETA?

¿Cuáles son las transformaciones sociales que, además del surgimiento del nuevo paradigma tecnológico informacional, fascinan a Castells? Señala varias. La interconexión e interdependencia a escala global de las economías de todo el mundo. El derrumbe del estatismo soviético, y de todo el mundo ideológicamente concatenado a él, por el fracaso de la perestroika y la incorporación gradual de Rusia y del mundo ex-soviético al mercado global.

El proceso de profunda reestructuración del capitalismo con la flexibilización de su gestión y la descentralización e interconexión de las empresas, así como con el aumento de poder del capital frente al trabajo y el declive de los sindicatos, con una “división del trabajo basada más en las capacidades individuales de cada persona que en la organización de las tareas”. La incorporación masiva de las mujeres al trabajo retribuido, por lo general en condiciones discriminatorias. Los intentos de desmantelar, o de no permitir que se desarrolle, el estado de bienestar. La intensificación de la competencia económica global y de la diversificación de los escenarios para la acumulación y gestión del capital. Y la integración global de los mercados financieros.

¿Consecuencias de todas estas transformaciones? El auge de la Costa Asiática del Pacífico como nuevo centro económico global dominante. La construcción de la unidad europea. El surgimiento de una economía regional norteamericana, y es de eso de lo que se trata en el Plan Puebla Panamá, los Tratados de Libre Comercio y el Área de Libre Comercio de las Américas, el ALCA. Y la diversificación y desintegración del Tercer Mundo, con la invención del Cuarto Mundo. A todo esto añade el surgimiento y consolidación del capital y del comercio global delincuenciales; y el crecimiento de un nuevo sistema de comunicación con un lenguaje digital universal, homogeneizador e individualizador de la cultura, así como multiplicador de la comunicación interactiva.

A la vez, destaca Castells otros “cambios sociales” igualmente “espectaculares”. El proceso de minado del patriarcado, con la conversión de las relaciones de género “en un dominio contestado, en vez de ser una esfera de reproducción cultural”, y con la consiguiente redefinición de las relaciones entre generaciones, de la familia, de la sexualidad y de la personalidad. Además, “el reverdecimiento del yo” con el auge de la conciencia ecológica. Y al lado de estos dos grandes cambios, “la crisis estructural de legitimidad” de los sistemas políticos y partidarios. Y también, el auge de los fundamentalismos religiosos y de los movimientos nacionalistas -xenófobos o no-, étnicos y comunales, como fuentes de identidad.

OPOSICIÓN GLOBALIZACIÓN-IDENTIDADES,
OPOSICIÓN ENTRE LA RED Y EL YO

Existe una oposición bipolar entre la red -la estructura de la globalización informacional- y el yo -las relaciones de experiencia y cultura en las identidades-. Dice Touraine: La defensa del sujeto, en su personalidad y en su cultura, contra la lógica de los aparatos y de los mercados, es lo que reemplaza hoy la idea de la lucha de clases. Ejemplos fundamentales de esta oposición los encontramos en el desmembramiento de la ex-URSS, en la construcción de la unidad europea, en las guerras en la ex-Yugoslavia, y también en el proceso de construcción y desarrollo del Foro Social de Porto Alegre.

Para Castells, todos estos acontecimientos de transformación social, que son el origen de su obra, y que están formando “un nuevo mundo”, se pueden resumir en “tres procesos independientes”. La revolución de la tecnología de la información. La crisis económica, tanto del capitalismo como del estatismo, con resultados históricos muy diferentes por ahora: la globalización del capitalismo y la decadencia del estatismo. Y el florecimiento de movimientos sociales y culturales: el antiautoritarismo, la defensa de los derechos humanos, el feminismo y el ecologismo.

Lo importante es que Castells propone “la hipótesis de que todas las tendencias de cambio que constituyen nuestro nuevo y confuso mundo están emparentadas y podemos sacar sentido a su interrelación”. Y afirma que “la interacción de estos procesos y las reacciones que desencadenaron crearon una nueva estructura social dominante, la sociedad red; una nueva economía, la economía informacional/global; y una nueva cultura, la cultura de la virtualidad real”. De hecho, Castells sintetiza nuestra época proponiendo que nuestras sociedades se estructuran cada vez más en torno a esa oposición bipolar entre la red y el yo.

Para Castells, “una red es un conjunto de nodos interconectados. Un nodo es el punto en que una curva se intersecta a sí misma. Lo que un nodo es concretamente depende del tipo de redes”. Por ejemplo: en la red del tráfico de drogas una red con nodos va desde los campos de coca y amapola hasta las instituciones de blanqueo de dinero. El yo es en Castells prácticamente intercambiable con la identidad, entendida como “el proceso mediante el cual un actor social se reconoce a sí mismo y construye el significado en virtud sobre todo de un atributo o conjunto de atributos culturales determinados, con la exclusión de una referencia más amplia a otras estructuras sociales”. Por ejemplo, un yo construido en virtud de ser mujer, o de ser quechua o maya, o de ser pacifista o ecologista, o joven o adulta o anciano, o católica o evangélico o musulmán o practicante del candomblé...

LA HERRAMIENTA TEÓRICA: PRODUCCIÓN, PODER Y EXPERIENCIA

¿Con qué armazón teórica levanta Castells su investigación? Hay que tener en cuenta que para Castells “la teoría social es una herramienta para comprender el mundo, no un fin para el autodisfrute intelectual”. Precisamente por ello es difícil resumir su obra porque su riqueza está en la inmensa cantidad y calidad de la información que aporta, fruto de su observación multicultural del mundo. “El método que he seguido -escribe- pretende comunicar una teoría mediante el análisis de la práctica”. En cualquier caso, advierte que no comparte, según la tradición marxista, “la opinión tradicional de una sociedad edificada por niveles superpuestos, cuyo sótano es la tecnología y la economía, la planta baja es el poder, y la cultura, el ático”.

En cambio, Castells plantea una perspectiva teórica donde se postula que “las sociedades están organizadas en torno a procesos humanos estructurados por relaciones de producción, experiencia y poder determinadas históricamente”. En la definición de producción no es innovador. En las otras dos sí. “La experiencia es la acción de los sujetos humanos sobre sí mismos, determinada por la interacción de sus identidades biológicas y culturales y en relación con su entorno social y natural. Se construye en torno a la búsqueda infinita de la satisfacción de las necesidades y los deseos humanos”. “El poder es la relación entre los sujetos humanos que, basándose en la producción y la experiencia, impone el deseo de algunos sujetos sobre los otros mediante el uso potencial o real de la violencia física o simbólica”.

La trascendencia teórica de esta herramienta es la incorporación de las relaciones de género y sexo y de la institución familiar, además de otro tipo de relaciones culturales, no sólo a la economía y a la cultura, como lo hacían los marxismos, sino también a la esfera del poder, de manera que el poder es una respuesta organizacional no sólo a las relaciones de clase y a su traducción en dinero -en riqueza y pobreza-, sino también a las relaciones de género y generacionales y a otras relaciones culturales y étnicas y a sus traducciones en roles dentro de la institución patriarcal de la familia y de otras instituciones jerárquicas como las iglesias, la escuela, los hospitales, las cárceles, la universidad, los territorios y barrios segregados, etc.

Escribe Castells: “La producción se organiza en relaciones de clase”, “la experiencia se estructura en torno a la relación de género/sexo, organizada en la historia en torno a la familia patriarcal”, y “el poder se fundamenta en el Estado y su monopolio institucionalizado de la violencia” y en “lo que Foucault etiqueta como microfísica del poder, encarnada en instituciones y organizaciones”. En este marco teórico, la cultura no queda como un compartimento segregado, sino que se integra con las identidades, y aparece también menos especializada puesto que emerge -con su contenido comunicativo, simbólico y territorial o geográfico- de las relaciones de interacción entre naturaleza, producción, experiencia y poder. Escribe Castells: “La comunicación simbólica entre los humanos, y la relación entre éstos y la naturaleza, basándose en la producción -con su complemento, el consumo-, la experiencia y el poder, cristalizan durante la historia en territorios específicos, con lo que genera culturas e identidades colectivas”.

EL SURGIMIENTO DE LA INFORMACIÓN Y LA SUPERACIÓN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

Aquí introduce Castells la distinción entre modos de producción y modos de desarrollo. “La revolución de la tecnología de la información -afirma- es un acontecimiento histórico al menos tan importante como lo fue la revolución industrial del siglo XVIII, inductor de discontinuidad en la base material de la economía, la sociedad y la cultura”. Se refiere al capitalismo y al estatismo como los “dos modos predominantes de producción” en el siglo XX. Y los distingue entre sí señalando que “el capitalismo se orienta hacia la maximización del beneficio, es decir hacia el aumento de la cantidad de excedente apropiado por el capital”, mientras que “el estatismo se orienta a la maximización del poder, es decir hacia el aumento de la capacidad militar e ideológica del aparato político para imponer sus metas a un número mayor de sujetos y a niveles más profundos de su conciencia”.

Además de estos dos modos de producción, Castells afirma que hay que contar con los modos de desarrollo. De acuerdo a los grados de productividad dentro del modo de producción capitalista, Castells distingue dos modos de desarrollo: el industrial y el informacional. En el industrial “la principal fuente de productividad es la introducción de nuevas fuentes de energía y la capacidad de descentralizar su uso durante la producción y los procesos de circulación”. En el informacional, “la fuente de la productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos”.

La nueva tecnología de la información conforma “un nuevo paradigma tecnológico” que permite el surgimiento de la globalización. “Las nuevas tecnologías de la información, más potentes y flexibles, hacen posible que la misma información se convierta en el producto del proceso de producción”. Así, en el proceso de producción capitalista actual, “los productos de las nuevas industrias de la tecnología de la información son aparatos para procesar la información o el mismo proceso de la información y actúan así en todos los dominios de la actividad humana”. Dentro del proceso productivo, “surge una economía interconectada y profundamente interdependiente que cada vez es más capaz de aplicar su progreso en tecnología, conocimiento y gestión a la tecnología, el conocimiento y la gestión mismos. Este círculo virtuoso debe conducir a una productividad y eficiencia mayores, siempre que se den las condiciones para unos cambios organizativos e institucionales igualmente espectaculares”.

Afina Castells la distinción entre los dos paradigmas tecnológicos: el industrial y el informacional. En el industrial, “la sociedad se orienta hacia el crecimiento económico, es decir hacia la maximización del producto”. En el informacional, “se orienta hacia el desarrollo tecnológico, es decir, hacia la acumulación de conocimiento y hacia grados más elevados de complejidad en el procesamiento de la información”. “Lo que ha cambiado -escribe Castells- no es el tipo de actividades en las que participa la humanidad, sino su capacidad tecnológica de utilizar como una fuerza productiva directa lo que distingue a nuestra especie como rareza biológica: su capacidad superior para procesar símbolos”.

LA ECONOMÍA GLOBAL E INFORMACIONAL DESPLAZA A LA VIEJA ECONOMÍA MUNDIAL

La economía global, posibilitada por el nuevo paradigma tecnológico informacional no es ya la vieja “economía mundial”, aquella “en la que la acumulación de capital ocurre en todo el mundo” y que “ha existido en Occidente al menos desde el siglo XVI”, según los estudios de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein y Eric Wolf. La actual economía es “una economía con la capacidad de funcionar como una unidad en tiempo real (es decir, simultáneamente) a escala planetaria”.

Es una economía “informacional porque la productividad y competitividad” de las empresas, redes de empresas, regiones o redes de naciones y naciones, “depende fundamentalmente de su capacidad para generar, procesar y aplicar con eficiencia la información basada en el conocimiento. Es global porque la producción, el consumo y la circulación, así como sus componentes (capital, mano de obra, materias primas, gestión, información, tecnología, mercados), están organizados a escala global...Y ha surgido en el último cuarto del siglo XX porque la revolución de la tecnología de la información proporciona la base material indispensable para esa nueva economía”.

Castells estudia todos los diversos procesos y elementos de la nueva economía global. “El capital se gestiona las veinticuatro horas del día en mercados financieros globalmente integrados”. “Los mercados laborales no son verdaderamente globales, excepto para un pequeño pero creciente segmento de profesionales y científicos”. Y el trabajo es un recurso global, al menos de tres modos: las empresas pueden escoger su ubicación en el mundo para encontrar la fuerza de trabajo según su calificación, costo o control; las empresas pueden solicitar mano de obra muy calificada de cualquier parte del mundo con tal que la paguen y ofrezcan condiciones laborales competitivas; y lenta pero irresistiblemente la fuerza de trabajo de todo el planeta emigrará a donde encuentre trabajo.

“La ciencia, la tecnología y la información también están organizadas en flujos globales”: de capital, de información, de tecnología, de imágenes, sonidos y símbolos. “Los mercados de bienes y servicios cada vez se globalizan más”, aunque aún los mercados internos en los países desarrollados “suponen la parte más considerable del PIB”, y los mercados informales en los países en desarrollo “constituyen el grueso del empleo urbano”, mientras que los servicios públicos y las instituciones gubernamentales se ubican fuera de la globalización. “La mayor transformación -piensa Castells- atañe a la gestión de la producción y distribución y al proceso de producción mismo”, que trabaja en forma de redes transnacionales con una ubicación muy variable y una forma de gestión muy flexible.

ESPACIO DE LOS FLUJOS Y TIEMPO ATEMPORAL

Castells observa y analiza la evolución de la empresa hacia “la empresa red”, la transformación del trabajo, y “la cultura de la virtualidad real”. Pero tal vez de lo más provocativo en la investigación de Castells es el impacto que atribuye a la nueva tecnología de la información en “el significado social de espacio y tiempo, las dimensiones materiales fundamentales de la vida humana”. En la investigación sociológica de Castells, el espacio no es ya, como parecía imponer nuestra experiencia empírica, un “espacio de los lugares”, sino el “espacio de los flujos”. Esto significa que ya no vivimos socialmente en el lugar en que habitamos o trabajamos sino en todos aquellos espacios con los que nos conectamos a través de la tecnología de la información y de la comunicación.

El tiempo es observado, y explicado también, no como “tiempo lineal, irreversible, medible y predecible”, sino como “tiempo atemporal”, “a la vez eterno y efímero”, donde se quiebra “el orden secuencial de los fenómenos, produciéndose “instantaneidad” o “discontinuidad aleatoria”. Que la mayoría de la gente no trabaje para la economía informacional/global o le compre a ella, no impide que todos los procesos económicos y sociales que afectan a toda la gente se relacionen hoy con la lógica estructural dominante de la economía. Tampoco este nuevo tiempo “atemporal” es el de la experiencia social más frecuente de la gente, pero sí es el dominante socialmente.

Castells plantea la hipótesis de que el nuevo “espacio de los flujos” es el que “organiza el tiempo en la sociedad red”. La experiencia de la vida y de la muerte, del ciclo humano vital, que construyó pagodas y catedrales -tan llenas de niños y ancianos, de nacimientos y sepulcros-, no domina ya. Lo que domina es la experiencia del “espacio de los flujos”, la derrota de la distancia, la que rompe el yugo “de la cultura del reloj”, y -me parece- construye, además de tumbas personales, paredes marmóreas interminables con nombres “anónimos” como monumento a los muertos, así en Washington para los 50 mil muertos en Vietnam.

LAS IDENTIDADES EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DESAFÍAN LA GLOBALIZACIÓN

Hacia el fin del segundo milenio comenzó a desarrollarse una transformación de la sociedad que nunca antes había sido tan acelerada y sorprendente y a escala planetaria, lo que nos llevó a bautizarla “globalización”. “En un mundo como éste, de cambio incontrolado y confuso, la gente tiende a reagruparse en torno a identidades primarias: religiosa, étnica, territorial, nacional... En un mundo de flujos globales de riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad, colectiva o individual, atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social. Mientras que, por otra parte, las redes globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan individuos, grupos, regiones o incluso países según su importancia para cumplir las metas procesadas en la red. De ello se sigue una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y universal y las identidades particularistas de raíces históricas”, es decir, entre una de las vías más transitadas por la modernidad y las identidades, tanto las premodernas como las postmodernas.

“En esta condición de esquizofrenia entre función y significado, los grupos sociales y los individuos pueden llegar a romper la comunicación mutua y a alienarse y ver al otro como un extraño, y al final como una amenaza”. Es preciso analizar las identidades, polo opuesto de la globalización. Después de analizar el nuevo desarrollo del capitalismo, global e informacional, pasa Castells a observar esta transformación de la sociedad y a analizar el otro de los polos de la oposición entre “globalización e identidad”, lo que llama “la marejada de vigorosas expresiones de identidad colectiva”. Lo hace desde un punto de vista multicultural porque está convencido “de que el proceso de globalización tecnoeconómica que está moldeando nuestro mundo está siendo desafiado, y acabará siendo transformado, desde una gran diversidad de fuentes, según culturas, historias y geografías diferentes”. Se trata de identidades que se hacen presentes generalmente desde “el corazón de grandes movimientos sociales”, que Castells define como “acciones colectivas conscientes cuyo impacto, tanto en caso de victoria como de derrota, transforma los valores y las instituciones de la sociedad”.

“Como no existe un sentido de la historia que no sea la historia que sentimos, desde una perspectiva analítica”, para Castells, estos movimientos no son “‘buenos y malos, progresistas o regresivos. Todos son síntomas de quiénes somos y caminos de nuestra transformación, ya que la transformación puede conducir por igual hacia una gama completa de cielos, infiernos o infiernos celestiales”.

Las identidades con cauce en los movimientos sociales pueden ser “legitimadoras”, como las que se asentaban en los gremios, sindicatos o partidos políticos, que desde la sociedad civil “se construyeron en torno al estado democrático y al contrato social entre capital y trabajo”. Pueden ser también identidades “de resistencia”, que encuentran cauce en movimientos sociales proactivos, como los feministas o los ecologistas; o reactivos, como los fundamentalistas o los zapatistas, por ejemplo, aunque todos ellos pueden evolucionar hacia movimientos proyectivos, con un nuevo proyecto de sociedad que enfrente los proyectos individualistas y narcisistas que emergen de la sociedad informacional.

Para Castells, “los nuevos movimientos sociales son los sujetos potenciales de la era de la información” y actúan a través de “profetas, personalidades simbólicas que dan un rostro a una sublevación simbólica” y hablan en su nombre, o a través de “redes” interconectadas y descentralizadas, “productoras y distribuidoras reales de códigos culturales”, a veces en campañas de gran éxito sobre la autonomía de pueblos indígenas, sobre el sida, contra la guerra, en defensa de la Amazonia, por la supresión de la tortura o contra el abuso sexual, entre otras muchas.

FUNDAMENTALISMOS, NACIONALISMOS, TERRITORIALISMOS Y RECHAZO AL ORDEN GLOBAL

Estudia Castells “los paraísos comunales”, los que se ubican alrededor de los fundamentalismos religiosos -cristianos o islámicos-, los que se ubican en la reivindicación nacional frente al Estado o contra él, o los que se ubican alrededor del “control del espacio” en la reacción regional o local frente al cosmopolitismo: movimientos de poder municipal, suburbios protegidos de clase alta, barrios o colonias populares, espacios peleados por pandillas juveniles y santuarios religiosos de cualquier fe. Estudia también los “movimientos sociales contra el nuevo orden global”: los zapatistas, las milicias y patriotas norteamericanos ultraderechistas, y el Aum Shinrikyo japonés, que usan la nueva tecnología de la información y de la comunicación y adquieren mucha parte de su importancia del hecho de mantenerse en la primera plana de los medios.

Castells los engloba a todos en el “gran rechazo” “a la fantasía neoliberal de crear una nueva economía global, independiente de la sociedad, mediante el empleo de la arquitectura de redes informáticas”. Aunque Castells terminó su obra antes de Seattle, Washington, Génova y Porto Alegre, los movimientos estudiados por él aparecen como precursores de una gran oleada de reacciones contra “el gran plan exclusionista” del capitalismo informacional, la oleada de los excluidos contra los exclusores.

Se detiene Castells en el rostro múltiple de los movimientos ecologistas, desde los conservacionistas y los defensores del espacio propio, pasando por el ecofeminismo y Greenpeace, hasta llegar a la política verde. Y piensa que el hilo objetivo que los vincula es la conciencia de que “cuanto más sabemos, más percibimos las posibilidades de nuestra tecnología y más nos damos cuenta de la gigantesca y peligrosa brecha que existe entre el incremento de nuestras capacidades productivas y nuestra organización social primitiva, inconsciente y, en definitiva, destructiva”.

CONTRA EL PATRIARCADO DOMINANTE Y POR LA CONSTRUCCIÓN DE LA FAMILIA IGUALITARIA

Tal vez lo más brillante y lo más importante en el estudio de Castells sobre las identidades sea el análisis que dedica al fin del patriarcado, como “estructura básica de todas las sociedades contemporáneas”, que “se caracteriza por la autoridad, impuesta desde las instituciones, de los hombres sobre las mujeres y sus hijos en la unidad familiar. Para que se ejerza esa autoridad, el patriarcado debe dominar toda la organización de la sociedad, la producción, el consumo, la política, el derecho y la cultura. Las relaciones interpersonales y, por tanto, la personalidad, están marcadas por la dominación y la violencia patriarcales”.

Dentro del estudio de las identidades femeninas en proceso conflictivo con la sociedad patriarcal, una parte crucial en la obra de Castells es la observación de la incorporación de las mujeres al trabajo fuera del hogar. Castells señala tres razones importantes para la masividad de este fenómeno: “la posibilidad de pagar menos por un trabajo similar” al de un varón; la capacidad de las mujeres “de relacionarse, cada vez más necesaria en una economía informacional, donde la administración de las cosas queda en segundo plano frente a la gestión de la gente”; y “su flexibilidad como trabajadoras”, porque “las mujeres representan el grueso del empleo a tiempo parcial y temporal”. Una consecuencia importante es que “la contribución financiera de la mujer se vuelve decisiva para el presupuesto familiar”, aumentando así “el poder de negociación femenino en el hogar”.

Castells trata de dar razón de la riqueza multifacética del movimiento feminista brindando una amplia y variada tipología del mismo: movimientos en defensa de los derechos de las mujeres contra el Estado o el capitalismo patriarcal; feminismo cultural que pretende construir instituciones alternativas; feminismo esencialista en la liberación frente al modo masculino de ser o suprimiendo la dicotomía hombre-mujer, considerándola creada por la sociedad patriarcal; feminismo lesbiano, no tanto como orientación sexual sino más como revolución contra la heterosexualidad patriarcal y la “destrucción de la clase de mujeres dentro de la cual los hombres se apropian de ellas”; identidades específicas de mujeres que apuestan por el poder de la identidad frente a la uniformidad del feminismo; y feministas prácticas, que luchan por su supervivencia, su dignidad y sus derechos tal vez sin conciencia clara de oponerse al patriarcado.

LAS IDENTIDADES GAY Y LESBIANA

Igualmente importante es su análisis sobre las identidades gay y lesbiana. Destaca también la comprensión de las causas del sida en “las redes de contacto, que incluían el contacto sexual pero comprendían muchas otras formas”, de manera que “la desconexión de esas redes” -a través de “educación, organización y responsabilidad, respaldadas tanto por las instituciones de salud pública como por la conciencia cívica”- era el camino hacia el debilitamiento de la propagación del virus y no, en cambio, la mitificación de la enfermedad como propia de la relación homosexual. Castells considera que los movimientos sociales de identidad sexual desencadenan “una crítica corrosiva de la normalización sexual y de la familia patriarcal”.

Resumiendo su observación, concluye Castells que “la dificultad de desempeñar” los numerosos roles de ambos miembros de la pareja “al mismo tiempo, una vez que ya no están fijados en una estructura formal institucionalizada como la familia patriarcal, explica la dificultad de mantener relaciones sociales estables dentro del hogar basado en la familia”. Y piensa que “la huida a la libertad en la sociedad red abierta llevará a la ansiedad individual y a la violencia social, hasta que se encuentren nuevas formas de coexistencia y responsabilidad compartida que unan a las mujeres, los hombres y los niños en una familia igualitaria reconstruida”.

DECLIVE DEL ESTADO Y CRISIS DE LA DEMOCRACIA

Escribe Castells: “La capacidad o incapacidad del movimiento feminista y los movimientos de identidad sexual para institucionalizar sus valores dependerá esencialmente de su relación con el Estado, el aparato que ha constituido el último recurso del patriarcado a lo largo de la historia”. Hay que destacar que todas esas demandas se están planteando a un Estado disminuido en su poder por las redes multinacionales y supranacionales, agentes de la globalización.

Castells agudiza la dificultad de esta contradicción relacionando el ascenso de la Era de la Información con el declive de la democracia. “Los medios electrónicos se han convertido en el espacio privilegiado de la política”. No en el sentido de que determinen la opinión pública, sino en el sentido de que ninguna política puede hacerse fuera de ellos: “La política de los medios no es toda la política, pero toda la política debe pasar a través de los medios para influir en la toma de decisiones”, quedando fundamentalmente encuadrada por la lógica inherente, sobre todo, a los medios electrónicos -incluida la prensa, hoy un medio tan electrónico como otros por su inserción en Internet- y amenazada, más que en la época de la prensa amarillista, por “la política del escándalo”.

La crisis del Estado-nación, que consiste sobre todo en la erosión de la legitimidad que supone el socavamiento del Estado de bienestar y la ruptura del pacto social entre Estado, capital y trabajo, y la crisis del sistema político y de la democracia representativa, tienen delante los esbozos de “democracia informacional” propuestos por Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Greenpeace, Oxfam, Food First, etc., aun cuando son todavía solamente relámpagos premonitorios.

UN NUEVO PAISAJE HISTÓRICO: EL DERRUMBE DEL COMUNISMO SOVIÉTICO

Castells “explora algunas macrotransformaciones, intentando explicarlas como resultado de la interacción entre los procesos que caracterizan a la Era de la Información: informacionalización, globalización, interconexión, construcción de la identidad, crisis del patriarcado y del Estado-nación”. Y piensa que las tendencias del cambio social que analiza, “constituyen un nuevo paisaje histórico”.

En ese nuevo paisaje, estudia primero el derrumbe del comunismo soviético, “uno de los más extraordinarios ejemplos de cambio histórico inesperado”, tanto más porque “la Revolución rusa de 1917 y el movimiento comunista internacional que puso en marcha han sido el fenómeno político e ideológico dominante del siglo XX”. Castells piensa que en las raíces de este derrumbe está “la incapacidad del estatismo para gestionar la transición a la era de la información”. Y explica así lo que quiere decir: “Paradójicamente, un sistema construido bajo la bandera del desarrollo de las fuerzas productivas no pudo dominar la revolución tecnológica más importante en la historia humana. Porque las características del informacionalismo, la interacción simbiótica entre el procesamiento de información y la producción material, determinados por la sociedad, se hicieron incompatibles con el monopolio de la información por parte del Estado y con el confinamiento de la tecnología dentro del ámbito militar.” El avance en el terreno militar y en el espacial no se derramaron hacia los otros sectores de la economía, en parte por la paranoia de la seguridad y la perspectiva única de la competencia con Estados Unidos, la otra superpotencia. Esta explicación es coherente con el rasgo fundamental del estatismo que, para Castells, es la maximización del poder.

El verticalismo en la organización empresarial, implicado en la planificación de la economía centralizada burocráticamente, hizo mucho más difícil en la URSS que en Occidente la transición a estructuras flexibles de gestión y a la interconexión en red. Con el agravante de que los gestores, burócratas y empresarios soviéticos “sí descubrieron la flexibilidad y el funcionamiento en red como forma organizativa, pero la aplicaron al desarrollo de la economía sumergida”, socavando “desde dentro la economía dirigida”. Más aún, según Castells, “la sociedad informacional no es la superestructura de un nuevo paradigma tecnológico”, sino que “se basa en la tensión histórica entre el poder material del procesamiento abstracto de la información y la búsqueda por parte de la sociedad de una identidad significativa”. Lo que sucede es que “el estatismo no sólo sofoca la capacidad de innovación tecnológica, sino que se apropia y redefine identidades con arraigo histórico para disolverlas en el proceso primordial de afirmar su poder”.

TRABAJADORES INDISPENSABLES Y MANO DE OBRA DESECHABLE

“El fin del comunismo soviético -escribe Castells- y la adaptación apresurada del comunismo chino al capitalismo global han dejado al capitalismo solo por fin en su ámbito planetario. La reestructuración del capitalismo en los años setenta y ochenta demostró la versatilidad de sus reglas de funcionamiento y su capacidad de utilizar con eficacia la lógica de las redes de la era de la información para inducir un salto espectacular en las fuerzas productivas y el crecimiento económico. Pero también mostró su lógica excluyente, ya que millones de personas y grandes zonas del planeta están quedando marginadas de los beneficios del informacionalismo, tanto en el mundo desarrollado como en los países en vías de desarrollo”.

Se trata de un dinamismo elitista que es inherente al capitalismo y que Castells observa al estudiar la creciente diferenciación entre los “trabajadores genéricos”, incluso cualificados -su cualificación termina pronto con la actual acumulación vertiginosa del conocimiento-, y los “productores informacionales o “trabajadores autoprogramables” -capaces, por su educación, de reprogramarse para las demandas nuevas de su trabajo o para otros trabajos-. También los llama “mano de obra nuclear” y “mano de obra de sechable”. Para Castells, “la educación es el proceso mediante el cual las personas, es decir los trabajadores, adquieren la capacidad de redefinir constantemente la cualificación necesaria para una tarea determinada y de acceder a las fuentes y métodos para adquirir dicha cualificación”.

SÓLO QUEDAN EL PRIMER MUNDO Y EL CUARTO MUNDO

Durante muchos años estuvimos acostumbrados a analizar el mundo que surgió de la Segunda Guerra Mundial como constituido por un Primer Mundo, el mundo capitalista industrializado que tenía por líder a los Estados Unidos; un Segundo Mundo, el mundo del socialismo realmente existente, en vías de rápida industrialización y, en algunos sectores de la economía, por ejemplo, en el militar y en el espacial, tan avanzado como el Primer Mundo o más, y liderado por la Unión Soviética, aunque escindido en los primeros años 60 del siglo XX por la ruptura entre la URSS y la República Popular China; y un Tercer Mundo, el mundo de los países en vías de desarrollo, de lenta y asimétrica industrialización, en cuyo seno se formó el Movimiento de los Países No Alineados, liderado por la India, Egipto e Indonesia, y en realidad siempre oscilante políticamente entre el Primer y el Segundo Mundo y dependiente económicamente de uno u otro.

Hablábamos también de un Cuarto Mundo, cuyo concepto osciló entre países irremediablemente sumidos en el empobrecimiento como la mayoría de los del África Subsahariana, y zonas de extrema pobreza en las grandes ciudades del Primer Mundo. Hoy no se puede ya analizar así el mundo.

En el nuevo mapa del planeta no existe ya un Segundo Mundo. Se trata verdaderamente del reverso de la medalla del fin de la guerra fría. Y según, Castells, “la capacidad diferencial de los países y de los agentes económicos para vincularse a los procesos informacionales y competir en la economía global” revela en el antiguo Tercer Mundo “vías para el desarrollo cada vez más divergentes, que de hecho acaban con la misma noción de Tercer Mundo”. Así, el mundo está hoy compuesto básicamente por el Primer Mundo y por el Cuarto Mundo, que para Castells comprende “buena parte del Africa Subsahariana y las zonas rurales empobrecidas de América Latina y Asia. Pero también está presente en cada país y en cada ciudad, en esta nueva geografía de exclusión social”. Ha surgido así el Cuarto Mundo, por antonomasia el mundo de la exclusión y de los excluidos.

EL PROCESO DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL EN PERSONAS Y EN TERRITORIOS DEL PLANETA

Señala Castells varias dinámicas propias del capitalismo. Algunas, como la desigualdad, la polarización, la pobreza y la miseria, son “relaciones de distribución/consumo, o de la apropiación diferencial de la riqueza generada por el esfuerzo colectivo”. Otras, como la individualización del trabajo -contraria a los contratos colectivos-, la sobreexplotación, la exclusión social y la integración perversa, son “relaciones de producción” que “tienen consecuencias fundamentales para la desigualdad, la polarización, la pobreza y la miseria”.

Castells afirma que “el proceso de exclusión social en la sociedad red afecta tanto a personas como a territorios”. En las personas significa básicamente no ser capaces de “acceder a un trabajo remunerado relativamente regular al menos para un miembro de una unidad familiar estable”. En los territorios, la exclusión significa que “bajo la nueva lógica dominante del espacio de los flujos, las áreas que no son valiosas desde la perspectiva del capitalismo informacional”, económica o políticamente, “son esquivadas por los flujos de riqueza e información, y acaban siendo privadas de la infraestructura tecnológica básica que nos permite comunicarnos, innovar, producir, consumir e incluso vivir en el mundo de hoy”.

Basándose en los conocidos estudios del PNUD y de la OIT, Castells afirma que “el ascenso del capitalismo informacional global se caracteriza por el desarrollo y subdesarrollo económicos simultáneos y la exclusión e inclusión sociales... Existe polarización en la distribución de la riqueza a escala global y un aumento sustancial de la pobreza en la mayoría de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Sin embargo, los modelos de exclusión social y los factores que los explican requieren un análisis cualitativo de los procesos que los inducen”. Castells los estudia en el Africa Subsahariana, en las ciudades de los Estados Unidos, y en la situación de la infancia.

Según él, las trayectorias de entrada en “los agujeros negros” de la exclusión social “dependen de acontecimientos específicos: un dictador rapaz en el Zaire; o la decisión de la policía de dejar ciertos barrios en manos de traficantes de drogas; o el agotamiento de las minas; o la devaluación de los productos agrícolas de los que vivía una región”. De modo que “para estos territorios y para la gente atrapada en ellos, opera una espiral descendente de pobreza, luego de miseria y por último de irrelevancia hasta, o al menos, que una fuerza contrarrestadora, incluida la revuelta de la gente contra su condición, invierta la tendencia”. Castells afirma que en todas partes aumenta además “la nueva geografía de exclusión social, a medida que el criterio selectivo del capitalismo informacional y la quiebra política del Estado del bienestar intensifican la exclusión social. En el contexto histórico actual, el ascenso del Cuarto Mundo es inseparable del ascenso del capitalismo informacional global”.

LA “INTEGRACIÓN PERVERSA”: LA ECONOMÍA CRIMINAL GLOBAL

Castells es uno de los primeros en incorporar dentro de una investigación sociológica global multicultural, el fenómeno de “la conexión perversa”, es decir de la “economía criminal global”, que hace años analicé como capital delincuencial en el contexto de El Salvador y Guatemala. Se trata del “delito global, la interconexión de poderosas organizaciones criminales y sus asociados en actividades conjuntas por todo el planeta..., un nuevo fenómeno que afecta profundamente a la economía, la política y la seguridad nacionales e internacionales, y en definitiva, a la sociedad en general”.

Y traza Castells su quién es quién: “La Cosa Nostra, la mafia estadounidense, los cárteles de Colombia y de México, las redes criminales nigerianas, los yazukas japoneses, las Tríadas chinas, la constelación de mafias rusas, los traficantes de heroína turcos, las cuadrillas armadas de Jamaica”, y mil expresiones más, unidas “en una red global diversificada”.

También se puede trazar el qué es qué de sus negocios: drogas, armas y “todo lo que recibe valor añadido precisamente por su prohibición: material radioactivo, órganos humanos e inmigrantes ilegales; prostitución; juego; usura; secuestro; fraude y extorsión; falsificación; asesinos de alquiler; tráfico de información delicada; tecnología u objetos de arte; ventas internacionales de objetos robados; o incluso vertidos de basura ilegales de un país en otro”. Y por supuesto, “en el núcleo del sistema, el blanqueo de dinero por cientos de millones -quizá trillones- de dólares”, vinculándose con la economía formal legal “a través de complejos planes financieros y redes comerciales internacionales”. Castells observa el funcionamiento de estas redes en Rusia y en América Latina, especialmente en Colombia.

Descubre su estrategia, que “consiste en ubicar sus funciones de gestión y producción en zonas de bajo riesgo, donde poseen un control relativo del entorno institucional, mientras que buscan sus mercados preferentes en las zonas de demanda más rica, a fin de cobrar precios más altos”, con alianzas estratégicas entre sí que se asemejan “a la lógica organizativa de la empresa red, característica de la era de la información”.

A propósito del narcotráfico, se pregunta Castells: “¿Por qué Colombia?” Y contesta: “Por la combinación original de unas redes latentes de narcotráfico de marihuana vinculadas con los Estados Unidos, la existencia de una clase empresarial marginada por la industrialización fallida de América Latina y el vigoroso arraigo en sus culturas locales de unos contrabandistas relativamente educados y con movilidad social ascendente”. Además, “esta fórmula afortunada” se apoyó en la tradición de La Violencia de los años 50, así como en “la crisis perenne de legitimidad y control del Estado” y en su corrupción.

La tecnología de la información permite en esta conexión, por muy perversa que sea, como en las demás, que “lo realmente importante, es decir, el dinero, circule seguro en los flujos de las transacciones financieras informatizadas, gestionadas desde bases bancarias distantes”. Sobre todo, “las redes criminales probablemente llevan la delantera a las compañías multinacionales en su capacidad decisiva de combinar la identidad cultural y la empresa global”.

¿HACIA LA ERA DEL PACÍFICO EN ASIA?

La penúltima transformación importante en el umbral del nuevo milenio que estudia Castells es la del Pacífico Asiático. Su principal tesis analítica es que “no existe una región del Pacífico como entidad distinta o integrada y, por lo tanto, no habrá una Era del Pacífico, debido sobre todo a que el proceso de desarrollo ha sido y es fomentado por nacionalismos paralelos, que no están dispuestos a minimizar su identidad”.

El dato fundamental que está presente, tanto en Japón como en los Cuatro Tigres (Singapur, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong) y en China, es la presencia del Estado desarrollista, cuya legitimidad no se basa en la representación de la sociedad civil -como no se basa en ella la legitimidad de ningún estado revolucionario-, sino en un proyecto social.
Castells “propone la hipótesis” de que “cuando el proyecto social respeta los parámetros más amplios del orden social -por ejemplo, el capitalismo global-, pero aspira a transformaciones fundamentales de orden económico -prescindiendo de los intereses o deseos de la sociedad civil- estamos en presencia del Estado desarrollista”. Todos estos Estados en Asia practicaron la represión -lo cual en otros países del antiguo Tercer Mundo no ha ayudado mucho “a la movilización de sus sociedades por la senda del desarrollo”- pero además “las tradicionales clases dominantes fueron destruidas, desorganizadas o quedaron subordinadas al Estado”, especialmente en Taiwán y Corea del Sur con la reforma agraria.

Paradójicamente, escribe Castells, “el éxito de los Estados desarrollistas en el Este asiático acabó conduciendo a la desaparición de sus aparatos y al final del milenio, son sus ciudadanos los que determinan sus proyectos históricos reales”. Añade Castells que hoy “lo común a todos ellos es que sus economías han sido ya profundamente penetradas por los flujos financieros globales y, por tanto, han pasado a ser dependientes, como el resto del mundo, de movimientos de capitales más que de exportaciones de mercancías”. Precisamente por eso, “la principal razón de la crisis asiática de 1997-98 es el éxito de su proceso de crecimiento económico y su plena integración en la economía global”. Tanto es así que “el país menos afectado por la crisis, China, es precisamente aquel que menor grado de integración tiene en los circuitos financieros mundiales”.

La República Popular China es el país de más alto índice de crecimiento económico y tal vez el de desarrollo humano más sostenido. Y sin embargo, estas culturas “mantienen su especificidad histórica”. Esto “significa que hemos entrado verdaderamente en un mundo multicultural”, que se desvanece el concepto de “Occidente” -puesto que incluye a Japón y a los Cuatro Tigres y a China-, que “se difumina definitivamente el significado de “Norte” en la economía global” -puesto que incluye al Este rico-, así como también se desintegra y diversifica el Sur, hasta el punto de poderse hablar, también desde esta otra perspectiva, del fin del Tercer Mundo.

Para Castells, “el surgimiento del capitalismo de crecimiento rápido del Pacífico Asiático es, junto con el fin del imperio soviético, y el proceso de unificación europea, uno de los cambios estructurales más importantes que están ocurriendo en el mundo al terminar el siglo”.

LA UNIFICACIÓN EUROPEA: GLOBALIZACIÓN, IDENTIDAD Y EL ESTADO RED

Al proceso de unificación europea dedica Castells el último de los apartados sobre las transformaciones sociales en el mundo de hoy. Según él, “la integración europea es, al mismo tiempo, una reacción al proceso de globalización y su expresión más avanzada”. En este sentido piensa que la unidad europea no se edifica sobre la difuminación de las nacionalidades y la construcción del federalismo, sino sobre la consolidación de las nacionalidades y la construcción de una confederación, aunque ambas pueden predominar en campos diversos.

La globalización informacional hace peligrar sobre todo al Estado de bienestar, como lo muestra la dirección política comenzada en Europa por el thatcherismo. Castells piensa que no se trata de una tendencia determinista y frente a lo que Touraine llama la ideología de la globalización, que la considera una fuerza natural, reduciendo las sociedades a economías, las economías a mercados y los mercados a flujos financieros, “existe una amplia reacción popular contra la reducción y desmantelamiento potencial del Estado de bienestar y contra la flexibilización de los mercados laborales a expensas de las vidas estables de los trabajadores, que suele expresarse en términos del pueblo contra los políticos, la nación contra el Estado europeo”.

La Unión Europea está esbozando una respuesta a la crisis del Estado-nación y a los retos de la globalización cuando construye lo que Castells llama el Estado-red, que es “un Estado caracterizado por compartir la autoridad a lo largo de una red”, sin que ningún gobierno nacional, “ningún nodo, ni siquiera el más poderoso” de la red, pueda “pasar por alto al resto, ni aun a los más pequeños, en el proceso de toma de decisiones”.

Castells termina afirmando que, en esta dialéctica entre globalización e identidades, “no existe una identidad europea, pero podría construirse como complemento de las identidades nacionales, regionales y locales. Se trataría de un proceso de identidad proyecto”, es decir, un programa de valores sociales y objetivos institucionales, que incluiría: “la defensa del Estado de bienestar; la preocupación por los derechos humanos universales y por la situación precaria del Cuarto Mundo; la reafirmación de la democracia; la vitalidad de las culturas, expresadas a menudo en la lengua, sin rendirse a la cultura de la virtualidad real. La mayoría de los ciudadanos europeos probablemente apoyarían estos valores”, que supondrían “cambios extraordinarios en la economía y en las instituciones”. Ahora bien, escribe Castells, “una identidad proyecto es precisamente esto: no una proclamación utópica de sueños, sino la lucha por imponer modos alternativos de desarrollo económico, sociabilidad y gobierno”.

UNA FORMA ENDURECIDA Y FLEXIBLE DE CAPITALISMO VS. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

En su conclusión, Castells afirma que vivimos hoy globalmente en “un capitalismo diferente del de la revolución industrial o del keynesianismo económico y el Estado de bienestar”. Se trata de “una forma endurecida de capitalismo en cuanto a fines y valores, pero incomparablemente más flexible que cualquiera de sus predecesores en cuanto a medios. Es el capitalismo informacional, que se basa en la producción inducida por la innovación y la competitividad orientada a la globalización, para generar riqueza y para apropiársela de forma selectiva. Más que nunca, está incorporado en la cultura y en la tecnología. Pero esta vez, tanto la cultura como la tecnología dependen de la capacidad del conocimiento y la información para actuar sobre el conocimiento y la información, en una red recurrente de intercambios globalmente conectados”.

Concluida su investigación, Castells puede añadir, adelantándose a la posible objeción de determinismo tecnológico contra su obra, que “las sociedades no son sólo resultado de la transformación tecnológica y económica ni cabe limitar el cambio social a crisis y adaptaciones institucionales”. Se refiere entonces al surgimiento de todo el conjunto de movimientos sociales que engendraron la Revolución cultural de 1968, en la cual fue actor él mismo desde su ayudantía sociológica en el campus de Nanterre de la Universidad de París. Surgieron estos movimientos “en los Estados Unidos y Francia, luego en Italia, Alemania, España, Japón, Brasil, México y Checoslovaquia. Eran en esencia movimientos culturales, deseosos de cambiar la vida más que de tomar el poder. Sabían de forma intuitiva que el acceso a las instituciones del Estado coopta el movimiento, mientras que la construcción de un nuevo Estado revolucionario lo pervierte”.

LAS SEMILLAS FECUNDAS DE MAYO DEL 68 DIERON SUS FRUTOS

Cree Castells que lo que significaban estos movimientos era “una reacción multidimensional contra la autoridad arbitraria, una revuelta contra la injusticia y la búsqueda de experimentación personal”. Observa que “fueron derrotados en la política, pero se marchitaron con una elevada productividad histórica”, ya que de ahí “brotaron las ideas que serían la fuente del ecologismo, del feminismo, de la defensa constante de los derechos humanos, de la liberación sexual, de la igualdad étnica y de la democracia de base”. “No fueron reacciones a la crisis económica, sino a la sociedad de consumo”.

Una observación muy importante de Castells es que en la mayoría de los movimientos sociales surgidos a partir del 68, “la tecnología estaba en buena parte ausente de sus valores y críticas, si se exceptúan los llamamientos contra la deshumanización del maquinismo y su oposición a la energía nuclear”. Y sin embargo, influyeron en la decadencia de los sindicatos, en la crisis de “los rituales democráticos” y, con “su apertura cultural” estimularon “la experimentación tecnológica con la manipulación de símbolos”, que “evolucionaría a la cultura de la virtualidad real”.

¿UNA NUEVA SOCIEDAD? NUEVAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN

Desde su marco teórico, Castells afirma que “una nueva sociedad surge siempre y cuando pueda observarse una transformación estructural en las relaciones de producción, de poder y de experiencia, que conllevan una modificación igualmente sustancial de las formas sociales del espacio y el tiempo y la aparición de una nueva cultura”.

¿Cómo se ve esto en las relaciones de producción? La productividad y competitividad en el capitalismo informacional dependen de la innovación y de la flexibilidad. La tecnología de la información y la capacidad cultural para utilizarla junto con la nueva forma de organización y gestión en la empresa red se vuelven esenciales. Se redefine el papel del trabajo, con la distinción entre “trabajadores genéricos”, los desechables, y “trabajadores autoprogramables”, los indispensables, siendo la educación, es decir, la capacidad de incorporar conocimiento e información, la clave de la diferencia. La flexibilidad -“trabajadores en red y a tiempo flexible”- conduce a “la descentralización coordinada del trabajo y a su individualización”.

Castells propone que “la economía informacional/global es más capitalista que ninguna otra en la historia: pero el capital está tan transformado como el trabajo”. Por supuesto, “la regla sigue siendo la producción en aras de la ganancia y para la apropiación privada de la ganancia, sobre la base de los derechos de propiedad que, son la esencia del capitalismo”. Por supuesto, también, los accionistas, las familias propietarias y los empresarios individuales se apropian de las ganancias, y también los grandes ejecutivos. Donde aparece una transformación novedosa es en el terreno del capital financiero, que en el informacionalismo funciona, gracias a la nueva tecnología, superando el “espacio y el tiempo por medios electrónicos”, de tal manera que Castells propone que “los mercados financieros globales y sus redes de gestión son el capitalista colectivo real, la madre de todas las acumulaciones”, aunque esto no significa “que los capitales financieros dominan al capital industrial, una antigua dicotomía que no encaja con la nueva realidad económica”.

UN CASINO GLOBAL, MÁS QUE UN MERCADO GLOBAL

En el capitalismo industrial, las empresas, la banca, el comercio, eran fuentes dispersas de acumulación que competían por el predominio de sus diversas fracciones del capital en procesos diversos y a veces no vinculados de acumulación. Hoy, “empresas de todo tipo, productores financieros, así como gobierno e instituciones públicas” e inversionistas individuales, ahorrantes, jubilados, etc., “utilizan las redes financieras globales como depositarias de sus ganancias y como fuente potencial de mayores beneficios. Es en esta forma específica en la que las redes financieras globales son el centro nervioso del capitalismo informacional”, que se parece más a un “casino global” que a un “mercado global”. Porque sus movimientos “no siguen una lógica de mercado. El mercado sube y baja, es manipulado y transformado por una combinación de maniobras estratégicas realizadas por ordenador, sicología de masas de fuentes multiculturales y turbulencias inesperadas, causadas por cada vez mayor complejidad en la interacción de los flujos de capital a escala global”. Los economistas fabrican modelos para controlar este casino y no lo logran porque “los magos de las finanzas” juegan de nuevo en las computadoras con esos modelos “para obtener nuevas ventajas competitivas de este conocimiento innovando sobre los modelos de inversión ya conocidos”.

PRODUCCIÓN HORIZONTAL EN RED FRENTE A PRODUCCIÓN VERTICAL EN SERIE

El cambio fundamental en la organización ha consistido en “el paso de las burocracias verticales a la gran empresa horizontal”. La tecnología de la información ha contribuido a este paso. Pero no ha sido el único factor. El otro factor, igualmente importante, ha sido la invención de una nueva lógica organizacional. Las burocracias son aquellas organizaciones “para las cuales la reproducción de su sistema de recursos se convierte en su principal fin”. Las empresas son aquellas organizaciones “en las que los fines y su cambio moldean una y otra vez la estructura de los recursos”.

Lo nuevo surge de “un proceso fundamental: el proceso de desintegración del modelo organizativo de las burocracias racionales verticales, característico de las grandes empresas en las condiciones de una producción en serie estandarizada y mercados oligopólicos”. “La integración vertical de los departamentos dentro de la misma estructura empresarial” es sustituida por “la desintegración vertical de la producción en una red de firmas”. Así se origina un nuevo paradigma organizativo, cuyos elementos son: redes empresariales, herramientas tecnológicas nuevas, un ambiente de competencia global y el Estado, que puede ser desarrollista, agente de incorporación, coordinador o mensajero orientado a una misión.

De la cooperación de estos elementos surge la empresa red. La empresa red está conformada por unidades que son propias de ella y por otras que son autónomas respecto de ella y pueden ser parte de otras redes. Por eso, su capacidad de conexión -para facilitar la comunicación sin interferencias entre sus componentes- y su consistencia -el grado en que se comparten intereses entre los fines de la red y sus componentes-, son absolutamente clave. Generar conocimiento, procesar información, adaptarse a una geometría variable de la economía global, responder flexiblemente con el cambio de medios al cambio de fines, e innovar, son las características de su éxito. Todo ello da origen a una cultura, a un “espíritu” del capitalismo informacional, centrado “en lo efímero, una cultura de cada decisión estratégica, un mosaico de experiencias e intereses, más que una carta de derechos y obligaciones. Es una cultura multifacética y virtual”, la cultura de “la destrucción creativa”.

¿QUÉ QUEDA DE LAS CLASES SOCIALES?

Castells estudia también las consecuencias de este nuevo y más endurecido capitalismo para la estructura de las clases sociales. Según la teoría de la estratificación, propone acertadamente Castells que “el nuevo sistema se caracteriza por una tendencia a aumentar la desigualdad y la polarización sociales”, por la diferenciación entre tipos de trabajadores, la individualización del trabajo y la desaparición gradual del Estado de bienestar. Pero esta tendencia puede contrarrestarse con políticas públicas y con movimientos sociales.

A partir de la exclusión social, insiste en que “la pérdida de una relación estable con el empleo y el débil poder de negociación de muchos trabajadores conduce a más crisis importantes en la vida de sus familias”, y en que la falta de educación para mantener “la actualización constante de su cualificación” vuelve a muchos trabajadores “candidatos a la expulsión” de una clase media menguante. Aquí encontramos algunas fuentes importantes de la actual inseguridad ciudadana en Centroamérica.

Finalmente, desde la perspectiva marxista de quiénes son los productores y quién se apropia del producto de su trabajo, Castells afirma que “los nuevos productores del capitalismo informacional son los generadores del conocimiento y los procesadores de información, que forman un ‘trabajador colectivo’, con poca solidaridad con los trabajadores genéricos desechables”. Y añade que “apenas cabe considerar que exista una contradicción de clase entre estas redes de productores extremadamente individualizados y el capitalista colectivo de las redes financieras”. Castells concluye que “las divisiones sociales fundamentales de la era de la información son la fragmentación interna” de los trabajadores entre “productores informacionales y trabajadores genéricos”; la división entre trabajadores o territorios incluidos y excluidos del trabajo; y “la separación entre la lógica del mercado de los flujos de capital global y la experiencia humana de las vidas de los trabajadores”.

CULTURA ES PODER, PODER ES CAPITAL: NUEVAS RELACIONES DE PODER

Castells brinda también resultados de las nuevas relaciones de poder. Piensa que “la principal transformación concierne a la crisis del Estado-nación como entidad soberana y a la crisis relacionada de la democracia política”. La dificultad de cumplir con las promesas del Estado de bienestar o de siquiera empezar a desarrollarlo compromete la legitimidad del mismo Estado y “el desdibujamiento de la soberanía conduce a la incertidumbre en el proceso de delegación de la voluntad del pueblo”. Esto puede provenir de “la globalización del capital, de la multilateralización de las instituciones de poder y de la descentralización de la autoridad”, y también de la multilateralización de las instituciones de justicia, como lo estamos viendo en los tribunales para Yugoslavia y Ruanda, en el caso Pinochet, y en la negativa de los Estados Unidos de aceptar la autoridad del Tribunal Penal Internacional. Puede también ir conduciendo al Estado red, como se muestra en la Unión Europea.

A través de la política informacional -propone Castells- “los juegos estratégicos, la representación personalizada y el liderazgo individualizado sustituyen a los agrupamientos de clase, la movilización ideológica y el control partidista, que caracterizaron a la política de la era industrial”. Y afirma que cuando prevalece la política-espectáculo y la negociación en cuartos oscuros, “los ciudadanos de todo el mundo reaccionan a la defensiva y votan para evitar ser perjudicados por el Estado, en lugar de confiarle su voluntad”.

El poder empieza a transitar hacia “códigos culturales” y toma el rostro de la reacción contra la amenaza de la raza oprimida -como en la consulta popular para las reformas constitucionales en Guatemala 98- o contra los emigrantes -como en Francia 2002-. Castells afirma que en la era de la información “las batallas culturales son las batallas del poder” y añade que se libran en los medios de comunicación, pero sin que estos ostenten el poder, sino que “el poder, como capacidad de imponer la conducta, radica en las redes de información y manipulación de símbolos, que relacionan a los actores sociales, las instituciones y los movimientos culturales a través de iconos, portavoces y amplificadores intelectuales”.
Frente a la rápida rotación de los gestores del poder en los gobiernos, Castells propone que “ya no existen élites de poder estables”, sino “élites desde el poder” que aprovechan sus breves mandatos para acceder más establemente al capital y a las conexiones sociales, lo que evoca la situación de partidos y presidentes en Centroamérica. Y concluye: “La cultura como fuente de poder y el poder como fuente de capital constituyen la nueva jerarquía social de la era de la información”.

EL FIN DEL PATRIARCADO: NUEVAS RELACIONES DE EXPERIENCIA

También son importantes los resultados que Castells entrega en el campo de la transformación de las relaciones de experiencia, donde todo gira alrededor de la crisis del patriarcado. Castells propone que “el futuro de la familia es incierto, pero el futuro del patriarcado no: sólo puede sobrevivir bajo la protección de estados autoritarios y fundamentalismos religiosos”. Observa que “las redes de personas -sobre todo en el caso de las mujeres- sustituyen cada vez más a la familia nuclear como forma primaria de apoyo emocional y material”. Aunque reconoce que su punto de referencia en la investigación de estas relaciones está más en Estados Unidos y en Europa Occidental, cree que “puede demostrarse que las luchas de las mujeres, sean o no declaradamente feministas, se están extendiendo por todo el mundo, socavando el patriarcado en la familia, en la economía y en las instituciones de la sociedad”.

Piensa que “la reconstrucción de la familia bajo formas igualitarias es la base necesaria para reconstruir la sociedad de abajo a arriba” y encuentra señales de esta reconstrucción en el hecho de que “millones de hombres están dispuestos a renunciar a sus privilegios y a trabajar junto a las mujeres para encontrar nuevas formas de amar, compartir la vida y tener hijos”. “Como los sistemas de personalidad” dependen de la familia y de la sexualidad, cree que están también “en cambio profundo” y caracteriza ese proceso como “la formación de personalidades flexibles, capaces de llevar a cabo constantemente la reconstrucción del yo, en lugar de definirlo” por la adaptación a roles sociales.

Castells observa que, si bien “el movimiento gay y el de lesbianas tienen por delante un horizonte tormentoso y el sida no será el único rostro espantoso del ataque antisexual, el poder de la identidad parece tornarse mágico cuando es tocado por la fuerza del amor”. Y al final de su investigación propone que “la transformación más fundamental de las relaciones de experiencia en la era de la información es su transición a un modelo de relación social construido, primordialmente, por la experiencia real de la relación. Hoy día, las personas producen formas de sociabilidad, en lugar de seguir modelos de conducta”.

NUEVAS RELACIONES ESPACIALES, TEMPORALES Y CULTURALES

Todos estos cambios convergen hacia la transformación del espacio y el tiempo como construcciones sociales. Así, “el espacio de los flujos de la era de la información domina al espacio de los lugares de las culturas de los pueblos, mientras que la experiencia fragmentada permanece confinada a los lugares”. Por otro lado, “la tecnología comprime el tiempo en unos pocos instantes aleatorios, con lo cual la sociedad pierde el sentido de la secuencia y la historia se deshistoriza”. Todo ello nos hace desembocar en la cultura de la virtualidad real. Escribe Castells: “A lo largo de la historia las culturas han sido generadas por gentes que compartían espacio y tiempo en las condiciones determinadas por las relaciones de producción, poder y experiencia, y modificadas por sus proyectos, luchaban entre sí para imponer a la sociedad sus valores y objetivos. En el paradigma informacional ha surgido una nueva cultura de la sustitución de los lugares por el espacio de los flujos y la aniquilación del tiempo por el tiempo atemporal”.

LOS NUEVOS DESAFÍOS SOCIALES A LA DOMINACIÓN

Castells propone que, provenientes de sus propias contradicciones y conflictos, “los desafíos sociales a los modos de dominación en la sociedad red suelen plasmarse en la construcción de identidades autónomas”. Pero añade que “en la era de la información, la lógica prevaleciente de las redes globales dominantes es tan omnipresente y penetrante que el único modo de salir de su dominio parece ser situarse fuera de esas redes y reconstruir el sentido atendiendo a un sistema de valores y creencias completamente diferente”. Así lo hacen “las comunas de la identidad de resistencia”: los fundamentalismos religiosos, los nacionalismos, localismos, separatismos étnicos y las comunas culturales, que “rompen con la sociedad y reconstruyen sus instituciones no de abajo a arriba sino desde dentro hacia fuera”, insistiendo en lo que son frente a lo que son los otros, en lo que son más que en lo que hacen, en el sentido de su identidad más que en la función del rol que desempeñan. Lo interesante es que también los movimientos proactivos, como el ecologismo o el feminismo, “comienzan desde el rechazo de los principios básicos sobre los que se construyen nuestras sociedades: patriarcado, productivismo”. De modo que si la sociedad los aceptara, realmente “sería una revolución”.

Según Castells, “la fortaleza de los movimientos sociales basados en la identidad es su autonomía frente a las instituciones del Estado, la lógica del capital y la seducción de la tecnología”, a la cual, por supuesto, utilizan como una herramienta. Pero también “el problema fundamental de los procesos de cambio social que son fundamentalmente externos a las instituciones y los valores de la sociedad tal como es, es que pueden fragmentarla en lugar de reconstruirla”. Entonces, entre el “atrincheramiento de las élites globales dominantes en palacios inmateriales compuestos por redes de comunicación y flujos de información” y el confinamiento de “la experiencia de las personas en múltiples lugares segregados”, sin palacios materiales que conquistar, podría suceder que “las explosiones de revuelta implosionen transformándose en violencia cotidiana sin sentido”.

“NO HAY UN SENTIDO DE LA HISTORIA MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA QUE SENTIMOS”

Al afirmar Castells que “no hay un sentido de la historia más allá de la historia que sentimos”, tiene algo más que decir sobre el derrumbe de la Unión Soviética. Quiero recogerlo por lo que puede tener de controversial o escandaloso para los así llamados izquierdistas de cualquier confesión, entre los que me encuentro. La erosión de la solidaridad, de los valores y del sentido de la vida en el pueblo soviético provino, a juicio de Castells, de la corrupción de quienes las proclamaban como ideología y a quienes durante mucho tiempo el pueblo creyó. Algo así como lo más duro que he oído sobre algunos revolucionarios centroamericanos, quienes con su corrupción mataron la esperanza de la gente.

Pero “la lección política más importante del experimento comunista -dice Castells- es la distancia fundamental que debe mantenerse entre los programas teóricos y el desarrollo histórico de los proyectos políticos. Todas las utopías conducen al terror si se intenta seriamente ponerlas en práctica. Son útiles para comprender y guiar la acción colectiva como herramientas. Nunca como esquemas para ser reproducidos en el mundo imperfecto y maravilloso de la vida humana. Porque tales intentos en el peor de los casos se convierten en fuentes del fundamentalismo político que acaba llevando a la dictadura y al Terror. Los sueños y proyectos son el material del que está hecho el cambio social, pero el paraíso artificial de la política inspirada por la teoría debe ser enterrado para siempre con el Estado soviético. Porque la lección más importante del derrumbamiento del comunismo es que no hay un sentido de la historia más allá de la historia que sentimos”. Es decir, no se construye nueva sociedad y humanidad nueva hipotecando el presente, degradando “los valores humanos, base de los esfuerzos cotidianos” y sacrificando víctimas en el altar del futuro, sea para suprimir o para enaltecer su memoria.

LA LARGA MARCHA PARA IR DANDO SENTIDO A LA HISTORIA

Castells concluye que para que los movimientos sociales lleguen a reconstruir “las instituciones de la sociedad, poniendo la tecnología al servicio de las necesidades y deseos de las personas”, se necesita “una larga marcha desde las comunas construidas en torno a la identidad de resistencia hasta las alturas de las nuevas identidades proyecto que brotan de los valores alimentados en esas comunas”. Y pone ejemplos de hitos en esa marcha: “nuevas familias igualitarias; aceptación del desarrollo sostenible; solidaridad intergeneracional en el crecimiento económico; y movilización universal en defensa de los derechos humanos”. Todo ello como procesos de lenta y firme construcción.

Desde la Iglesia Católica, por ejemplo, se ha llegado a proponer que esta larga marcha puede irse haciendo también a través de comunidades de radical seguimiento de Jesús de Nazaret, no necesariamente de personas en consagración religiosa sino sencillamente de personas cristianas. Creo que Castells tendría interés en observar y analizar en la sociedad este tipo de nuevas comunidades.

Castells finaliza su obra con una brevísima mirada futurista al siglo XXI de la que sólo entresacamos aquí esta afirmación: “Los fundamentalismos de diversos títulos y de fuentes diferentes representarán el desafío más osado e intransigente al dominio unilateral del capitalismo informacional global. Su acceso a las armas de exterminio masivo proyecta una sombra gigantesca sobre las perspectivas optimistas de la era de la información”, tanto más porque “un pequeño grupo decidido, bien financiado y bien informado, puede devastar ciudades enteras o golpear los centros nerviosos de nuestra vida” y porque “la infraestructura de nuestra vida cotidiana, de la energía a la canalización del agua, se ha vuelto tan compleja y está tan entrelazada que su vulnerabilidad ha aumentado de forma exponencial”. Palabras publicadas tres años antes del 11 de Septiembre.

PREGUNTAS AL CERRAR LA OBRA DE CASTELLS

Es importante conocer que la obra de Castells ha tenido fuertes críticas, si bien no son las más numerosas. La pregunta básica entre nosotros es si nos ayuda o nos estorba para analizar y comprender lo que pasa en Centroamérica al comienzo de este milenio. Es importante también preguntarnos si el hilo conductor de esta obra -la tecnología de la información- omnipresente como factor fundamental de explicación de la novedad, tanto del desarrollo informacional del capitalismo como de los movimientos sociales que lo desafían desde las identidades, es una explicación satisfactoria. Si la enorme cantidad de fenómenos y acontecimientos de nuestro mundo puede ser apresada al nivel de una “gran teoría” del cambio social. Castells respondería que no le interesa la teoría más que como herramienta para la observación y la investigación de la sociedad y que en su obra es más importante acercarse a la inmensa variedad y a la multiculturalidad del mundo real que tener éxito en su interpretación global.

Algunas personas que revisan la obra de Castells consideran que su obra no contiene una teoría acabada de la sociedad actual, sino que constituye un ensayo que pasa revista al estado-del-mundo-en-la-cumbre-del-cambio, más que una exégesis teórica (Paul Knox). O que es un intento teórico apenas hilvanado y no rigurosamente argumentado, al que le falta desenlace, constituyendo más bien una explicación con final abierto, más cercana a Giddens que a Marx (Ann Forsyth).
Para Peter Abell y Diane Reyniers, Castells fracasa al hacer teoría social; su lenguaje es muy poco claro; no tiene rigor en su investigación y, por ejemplo, asume que donde hay interconexión hay ya interdependencia; está lleno de metáforas, que bordean en lo poético y carecen de valor científico (“el espacio de los flujos”, “el tiempo atemporal”, “la aniquilación del tiempo”, “la cultura de la virtualidad real”, “la marejada de las identidades”, “la madre de todas las acumulaciones”, “el casino global”...); es selectivo a su favor con la bibliografía que cita; y desconoce la teoría de las redes.

Otra pregunta importante es cuánto de nuevo realmente hay en la nueva economía y en la nueva sociedad a la que Castells nos introduce. Si se trata de un nuevo capitalismo o si se trata de la continuidad del capitalismo, de la transformación del capitalismo en un capitalismo que, según Marx en el Manifiesto Comunista, llevaba ya la marca de la revolución constante de la producción, de la perturbación ininterrumpida de todas las relaciones sociales, de la eterna incertidumbre y agitación que distingue a la época burguesa de todos los aires anteriores. Todas las opiniones nuevas se vuelven anticuadas antes de que puedan cristalizar. Todo lo sólido se funde en el aire, todo lo santo es profanado. ¿Se trata de un nuevo modo de desarrollo del capitalismo o de una segunda línea divisoria dentro del mismo modo de desarrollo industrial? ¿Se da de veras un cambio de paradigma tecnológico con la tecnología de la información? Castells respondería que, sea nuevo o no el mundo que ha analizado, lo que importa es si su análisis muestra “capacidad o incapacidad para identificar y explicar los fenómenos que observamos y experimentamos”.

¿Y LAS ECOLOGÍAS Y LAS ETNIAS?

Y en relación a la ecología, ¿es sólo un movimiento social o es algo más? ¿Basta tratar todo lo referente a la ecología como un movimiento social nacido de una identidad proactiva? ¿O habría sido necesario analizar a fondo las manifestaciones económicas y políticas de las economías desperdiciadoras e intensivas en recursos? El finlandés Willenius opina que es ésta la deficiencia mayor en la obra de Castells.

Y sobre la etnicidad, ¿es fuente de identidad o es apoyo a otras identidades? Castells sostiene que, “aunque la raza tiene importancia, probablemente más que nunca como fuente de opresión y discriminación, la etnicidad se está fragmentando como fuente de sentido e identidad, no para fundirse con otras identidades, sino bajo principios más amplios de autodefinición cultural, como la religión, la nación o el género”. O explica que “la etnicidad, aunque es un ingrediente esencial tanto de la opresión como de la liberación, parece que suele formularse en apoyo de otras identidades comunales -religiosa, nacional, territorial-, más que inducir a la resistencia o a nuevos proyectos por sí misma”

CASTELLS ANTE LA CRISIS ACTUAL: LA GEOPOLÍTICA DE LA IDENTIDAD

Manuel Castells ha tratado de comprender después de cerrar su Era de la Información, lo que significó en el mundo el 11 de Septiembre, analizándolo dentro de los parámetros de su investigación. Bajo el título La Geopolítica de la Identidad, su pensamiento apareció en siete artículos en el diario catalán La Vanguardia (26 enero-1 febrero 2003).

Castells estudia a Al Qaeda y a los sistemas que se organizan en su constelación como un movimiento social, “una acción colectiva intencional cuyo objetivo consiste en cambiar los valores dominantes y las instituciones de la sociedad, en nombre de los valores e intereses que dan sentido a sus vidas desde la perspectiva de los actores del movimiento”. En su obra, Castells afirmaba que el impacto de estas acciones transforma los valores y las instituciones de la sociedad, tanto en caso de victoria como de derrota. Esto significa que el mundo ya no será el mismo después de Al Qaeda y el 11 de Septiembre que antes de ellos.

Castells afirma que Al Qaeda es un movimiento social basado en el fundamentalismo islámico, pero explícitamente global en su organización, su base de apoyo, su estrategia, sus tácticas y sobre todo en la definición de su adversario, los Estados Unidos y sus aliados, como centro del poder de Occidente y del orden capitalista mundial y como ocupantes de los lugares sagrados del Islam: Jerusalén y la península arábiga donde están La Meca y Medina, así como de cualquier otra tierra islámica oprimida. Se trata, además, de un movimiento social “muy especial”, porque funciona sin apoyo significativo de ningún Estado y se atreve a atacar a Estados Unidos en cualquier lugar del planeta, incluido en su propio territorio.

Ya sabemos que para Castells los movimientos sociales son portadores y cauces de las identidades, de “las fuentes de sentido y experiencia para la gente”. En el caso de Al Qaeda, este movimiento social da cauce a una identidad de resistencia, más en concreto a una “identidad religiosa territorializada”. Lo que da sentido a los miembros de Al Qaeda y los conduce hasta un ardiente deseo de martirio por su causa, es “la creación de la ‘umma’ o comunidad mundial de creyentes”, gobernada por la “sharia” o código musulmán. En esto no se distinguen de otros fundamentalismos islámicos.

LA DEFENSA DE LOS LUGARES SAGRADOS, DEL TERRITORIO DE DIOS

El régimen talibán fue considerado por Osama Bin Laden como el que más se acercó a los ideales islámicos. Bin Laden (yemenita asentado en Arabia Saudita) y su compañero fundador Al-Zawahiri (egipcio) pertenecen a una versión del Islam llamada “salafismo”, que “hace hincapié en el carácter multiétnico y multinacional del Islam”. Pero lo más importante en esta identidad es “la defensa de los lugares sagrados, La Meca, Medina y Jerusalén, ocupados por cristianos y judíos”. Desde la Guerra del Golfo, la monarquía saudí ha permitido a Estados Unidos establecer bases militares en Arabia Saudita. “Es la profanación de los lugares sagrados lo que justifica la ‘yihad’, como en la época de la movilización de los musulmanes contra los cruzados”, explica Castells.


Esta particularidad es la que da a la identidad religiosa de resistencia su carácter de territorialidad. No se defiende un territorio nacional, sino “la inviolabilidad de los lugares sagrados y de la tierra musulmana, cualquier tierra donde vivan los musulmanes. Es el territorio como expresión de la ‘umma’, de la comunidad de creyentes. Es el dominio de Dios, no el espacio del Estado”. En una teología materialmente muy vinculada con los lugares venerados, las plegarias de los musulmanes de todo el mundo no pueden llegar a Dios si los lugares santos, los lugares de Dios, están siendo profanados. De ahí, la determinación de liberarlos.

La experiencia de la lucha y de la victoria contra una gran potencia mundial, la Unión Soviética, en Afganistán, es la raíz del convencimiento de Al Qaeda de que también podrán vencer al “poder cruzado sionista, representado por los Estado Unidos y su estado subrogado, Israel”. Los otros regímenes que oprimen a musulmanes -Filipinas, Rusia, Indonesia, India, Bosnia, China, etc.- también serán atacados, pero no son el eje dominante del adversario. Castells piensa que la misma lucha contra estos poderes se ha convertido en objetivo estratégico del movimiento y ha desplazado a los mismos valores sobre los que se construyó: “la lucha en nombre del islam” (significado literal de la palabra ‘yihad’) se transformó en el uso del islam en nombre de la lucha”.

LA GENIALIDAD DE BIN LADEN Y LA ESPIRAL INFINITA DE VIOLENCIA

La genialidad de Bin Laden y sus compañeros dirigentes de Al Qaeda ha sido construir su movimiento en forma de red global. Recordemos que, según Castells, “los nuevos movimientos sociales son los sujetos potenciales de la era de la información” y actúan a través de “personalidades simbólicas que dan un rostro (o una máscara) a una sublevación simbólica” y hablan en su nombre, o a través de “redes” interconectadas y descentralizadas, “productoras y distribuidoras reales de códigos culturales”. Bin Laden ha sido una de esas “personalidades simbólicas”, esta vez con rostro, en contraposición con el mexicano Subcomandante Marcos, que usa una máscara. Al Qaeda tiene un liderazgo inspirador, que proporciona además entrenamiento y adoctrinamiento, pero “no posee una estructura de control y mando”.

“La esencia de su estrategia en la situación de postguerra afgana (después de la expulsión de los soviéticos) es un doble carácter de luchas locales y redes globales”. Los Estados nacionales, incluido el más poderoso de todos, los Estados Unidos, tienen una tarea muy difícil en su lucha contra esta red global. Pueden golpear algunos nodos de la red -bombardear bases de operaciones y cuarteles, como hicieron en Afganistán- e incluso suprimirlos -como hicieron con el régimen talibán- pero no pueden golpear la red: “no pueden bombardear Hamburgo, donde se tramaron todos los atentados del 11-S”.

LAS CLAVES DEL MUNDO ISLÁMICO Y LAS HUMILLACIONES CONTRA LOS ÁRABES

Para Castells, “la lucha de las redes globales móviles contra el estado sometido a la nación es un conflicto asimétrico: las redes gozan de una ventaja decisiva. Los Estados intentan construir redes estatales globales. Sin embargo, estas redes aumentan su capacidad punitiva (pueden bombardear más sitios), pero no su efectividad; los nodos proliferan en muchos puntos distintos, se entremezclan con la población y atacan cuando y donde parecen encajar en una espiral infinita de violencia”.

Los nodos de las redes son, a escala global, lo que eran para los movimientos revolucionarios de siempre sus células compartimentadas. En realidad, la congelación de fondos de instituciones financieras, económicas o asistenciales cuyo verdadero propósito es financiar las operaciones de Al Qaeda, es un golpe más certero a la red que cualquier tipo de bombardeo local o de encarcelamiento de líderes. Y constituye, cuando se hace transnacionalmente, un paso hacia el Estado red.

La flexibilidad organizativa de Al Qaeda se despliega en dos tácticas básicas: los golpes terroristas y el uso de los medios de comunicación para llegar a la transformación de las conciencias, sobre todo las de los mismos musulmanes, que “son el objetivo real de Al Qaeda”. En cambio, “la red terrorista apunta al corazón, no a la mente de los occidentales. No quieren que lo entiendan sino que les teman”. Por eso “actúan siguiendo la antigua tradición anarquista de la acción ejemplar”. Para Castells, “esto es exactamente lo que Hamas o la Yihad Islámica están haciendo en Israel, o lo que Al Qaeda está haciendo en el mundo”. Y su expectativa es precisamente que la respuesta de los adversarios, y especialmente la de Estados Unidos, sea tan irracional como son las respuestas arrancadas por el temor.

Piensa Castells que “la política de Estados Unidos hacia Irak, un mero espectador de este conflicto, parece demostrar que la estrategia funciona”. Y funciona tanto más cuanto que al temor del gobierno estadounidense va unido el desprecio por esos pueblos orientales -estereotipados sobre todo en el estatus de sus mujeres- y esos “gobernantes salvajes” -como oímos hace unos días decir a Rumsfeld-, que es precisamente la humillación que los pueblos árabes han sentido durante siglos y que los colonialismos de los últimos dos siglos acrecentaron. Esta humillación -piensa Castells- está en la raíz de la brutal respuesta terrorista a acciones occidentales sentidas como enormemente injustas. Más aún cuando los que reaccionan son gente de antiguas civilizaciones, con medios económicos suficientes para haberse apropiado de la modernidad y de su tecnología, pero que, sin embargo, han mantenido un sentimiento de alienación frente a los valores occidentales.

IRAK: UN MERO ESPECTADOR

Que Irak haya sido “un mero espectador de este conflicto” lo fundamenta Castells en el hecho de que la identidad religiosa de Al Qaeda no experimentaba ninguna simpatía por un régimen secular y laico como es el de Saddam Hussein, así como sospecha también fuertemente de la causa palestina, y especialmente de su líder Arafat, considerando su causa más nacionalista que globalmente religiosa.

Para Castells, la determinación de Estados Unidos de atacar a Irak reposó en la incomprensión de la calidad de red global de Al Qaeda. “Desarmar a Irak, aun a riesgo de provocar una guerra costosa si es necesario es un propósito que sigue arraigado en la convicción de que el único peligro real podría provenir del terrorismo apoyado por un Estado”. Por eso, en noviembre de 2001 Estados Unidos atacó Afganistán. Atacaron para suprimir el gobierno de un Estado por un régimen, el talibán, protector de Al Qaeda. Pero su ataque, aun causándole un golpe fortísimo, no acabó con la “capacidad operativa” de la red global. Piensa Castells, además, que nunca se demostró “el vínculo con Irak” de Al Qaeda. Estaríamos más bien en la hipótesis de una guerra contra Irak motivada por la ideología de prevenir el golpe posible del enemigo, y por los intereses concretos de la industria del petróleo y de los armamentos, así como por el orgullo imperial mal encaminado de un equipo gobernante ultrarreaccionario.

¿REDES ENTRE POBREZAS Y RESISTENCIA RELIGIOSA?

En el mundo islámico es posible que nunca hubiera mucha simpatía por Saddam Hussein, cuya falta de escrúpulos con la vida de su pueblo ha sido notoria. La imprevisibilidad de la situación creada con la guerra contra Irak descansa en cómo reaccionarán las redes globales del islamismo mundial frente a la prepotencia tan extremada de la “coalición” liderada por los Estados Unidos y frente a las víctimas civiles del conflicto, gran parte de ellas buenos musulmanes. También es imprevisible si tras la guerra se podrá reconstruir el mecanismo de diálogo supranacional de las Naciones Unidas.

Para Castells, lo que verdaderamente podría cambiar el curso de la historia sería el establecimiento de vínculos entre la pobreza y la resistencia religiosa. Si se “estableciera un vínculo entre la revuelta contra la irrelevancia socioeconómica y la resistencia de identidad contra la dominación cultural occidental”, se contrapondrían “las redes globales de fe y terror a las redes globales de riqueza y tecnología”. En esas eventuales redes globales de fe y terror los pueblos árabes se habrían ya apropiado de gran parte del legado tecnológico de la Era de la Información.

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