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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 253 | Abril 2003

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Nicaragua

Metidos de repente en un taller de concientización mundial

“Si la patria es pequeña... uno grande la sueña” -decía Darío-. “Si la patria es pequeña... uno en grande la empeña” -parecen decir, y decirnos Bolaños y su gobierno-. Nicaragua, como el resto del mundo, aprende mucho en esta hora crucial de la historia humana. Primeras reflexiones, desde Nicaragua, tras 17 días de guerra en Irak.

Equipo Envío

Al cerrar con tanta arrogancia la opción de la paz y de la legalidad internacional, la guerra de Estados Unidos contra Irak -que es una guerra contra el mundo- ha abierto un colosal taller de concientización de dimensiones globales. No hay precedentes. Con variados ritmos y con matices de todos los colores de la paleta ideológica, con diversos “profesores” y experiencias, todos los pueblos del planeta han entrado a este taller, en el que hoy se oyen todas las voces, se masifican miles de lecciones, se actualizan asignaturas olvidadas, se estudia, se memoriza, se comparte. Pacifistas y pacificadores van por las calles del mundo enseñando y aprendiendo. Ya no soldados de una patria, sino ciudadanos del planeta, los seres humanos, unidos como nunca en la historia de su especie en torno a un hecho, viven el horror ante una guerra de pretensiones globales y la rechazan y resisten en nombre de la aspiración a una paz que sueñan también global. Nicaragua es tan sólo una pequeña alumna, que entrampada en sus desgastantes pleitos provincianos, se ve metida de repente en este taller de concientización mundial.

LLEGAMOS TARDE

No llegamos de primero, pero llegamos. Prácticamente, hasta que Bush dio su arrogante ultimátum y cuarenta y ocho horas después declaró la guerra, en Nicaragua sólo se vinculaba el conflicto en Irak a los precios del petróleo y a eventuales problemas de abastecimiento de combustible. A pesar de que Nicaragua tiene un enorme potencial de energía en sus extensas fuentes de agua, en su ardiente sol, en sus volcanes y en los implacables vientos que soportamos varios meses al año -y hasta en las toneladas de basura acumuladas y sin procesar-, la energía del país depende en un 85% del petróleo importado. Una dependencia casi absoluta.

Por ese arraigadísimo vicio nacional de llegar tarde a todo, y a diferencia de otros vecinos centroamericanos, que elaboraban ya sus planes de emergencia en relación a lo que pudiera ocurrir con el suministro de petróleo, el gobierno de Nicaragua no decía nada, no planificaba nada, porque hay reservas para dos meses... Y como Estados Unidos decía que la guerra sería corta, los funcionarios de Nicaragua lo repetían. “Y si hay problemas, debe resolverlo el mercado -opinó después el Presidente Bolaños, sólo unos días antes de estallar el conflicto- y debe resolverlo con la subida de los precios, y si llegaran a subir mucho, iremos en bicicleta y a caballo”. Frialdad y pasividad que sonaban a burla.

Cuando por fin se instaló una “comisión especial” para establecer medidas ante una posible emergencia, resultó lamentable que ni Bolaños ni su equipo aprovecharan la oportunidad de una eventual escasez y un disparo en los precios para obtener rédito político anunciando que desde ya daban un paso adelante y renunciaban a la asignación de combustible que tienen ministros y cargos del Ejecutivo, solicitando ese mismo gesto a los 92 diputados, titulares y suplentes. Que renunciaran también ellos a los 200 galones mensuales de gasolina gratuita que el Estado estaba pagando cada vez más cara a costa de los impuestos de los ciudadanos. Empezó la guerra y ni un solo alto funcionario renunció a nada. Otra oportunidad perdida para ir haciendo un buen gobierno a partir de la inspiración que produce un buen ejemplo.

YA NOS TOCÓ LOS BOLSILLOS

La gente ha entendido pronto que esta guerra tan lejana nos afectará el bolsillo a todos y que más nos hubiera convenido la paz. Son varias, y son serias, las afectaciones económicas que tendrá para Nicaragua la ilegal e inmoral guerra contra Irak. La más palpable ya se produjo. Ya la guerra nos afectó. El alza de los precios del petróleo nacida de las especulaciones que precedieron al inicio de la guerra encareció los precios del transporte en todo el país. Y aun en el mejor de los escenarios para los precios del petróleo -que éstos bajen al controlar Bush los pozos de Irak, segundo país productor del mundo-, los precios del transporte en Nicaragua no bajarán.

El alza de los precios del transporte ya ha perjudicado el salario de la mayoría, reduciendo el consumo, lo que a su vez perjudica la producción. Esta cadena de afectaciones permite augurar tasas de inflación bastante mayores a las previstas por el gobierno en sus acuerdos con el FMI. Algunos economistas ya lo predicen: este año el crecimiento del PIB no superará el 1% -la previsión era 3%- y la inflación al final del año alcanzará el 10% -la previsión era el 6%-.

ESTANCADOS, SIN ARRANCAR

En este marco de profundización de la aguda recesión económica nacional, aunque la ayuda externa ya acordada no se reduzca, es difícil imaginar que aparezcan los ingresos adicionales que tan ansiosamente el gobierno busca para demostrar que “arranca”.

Por otra parte, los productos de exportación tradicionales difícilmente alcanzarán mejores precios. Los no tradicionales -que se exportan fundamentalmente a Estados Unidos- tienen cada vez más rigurosos registros e inspecciones impuestas por la nueva Ley contra el Bioterrorismo. Y el turismo sufrirá un descenso en todo el mundo. En este clima adverso, las condiciones para generar empleos se reducen. Y es la generación de empleos lo que la población más demanda y lo que el país más necesita para ir saliendo de la crisis social que lo ahoga.

Buscando frenar pesimismos, el representante del FMI en Nicaragua declaró que el Fondo estaría dispuesto a revisar el programa con el gobierno si el entorno económico mundial cambia sustancialmente. Sólo in extremis lo harían. Mientras, cambios “sustanciales” pueden darse en Nicaragua aun en un entorno menos extremoso. Si el gobierno no logró “arrancar” en el primer año de su gestión, y éste fue el argumento más permanente -y el más convincente- de los arnoldistas para descalificarlo y hacerse fuertes, es previsible que en este segundo año tampoco haya arranque, lo que reforzaría notablemente las tesis arnoldistas y también sus estructuras. Los fracasos del gobierno también alimentan los cálculos electorales del FSLN. Y ya se habla de que el gobierno busca cómo hacer para no celebrar elecciones municipales el próximo año.

TESTIGOS DE LA FRAGILIDAD

Vamos a ser testigos de que si la guerra contra Irak se prolonga sumirá la economía mundial en una recesión, elevando los precios del petróleo, reduciendo el consumo y diseminando en un mundo cada vez más interconectado todo tipo de incertidumbres. Esta guerra no está destinada a revitalizar la economía de Estados Unidos, de la que depende tan estrechamente la economía de Nicaragua. Se trata de una guerra organizada para beneficio de la cúpula de poder económico-político-militar-petrolero que rodea al Presidente Bush.

En este paisaje veremos cómo se tambalea el concepto de “desarrollo” que maneja y del que se ufana el gobierno Bolaños, que menospreciando a los pequeños y medianos del mercado nacional, pone todas sus esperanzas en la inversión extranjera y en la exportación a Estados Unidos. La guerra en Irak, con repercusiones mundiales de todo tipo jamás provocadas por ninguna otra guerra, pondrá en evidencia la fragilidad de una estrategia económica sin principios, que se conforma con la idea fatalista de que nacimos para depender y que Nicaragua no podrá nunca salir del hoyo por sí misma y sólo lo hará si otros la sacan.

“¡QUÉ VIEJA ES LA NUEVA ERA!”

Con la guerra hemos constatado lo vieja que es la Nueva Era del Presidente Bolaños en el terreno de la política exterior. La estrategia económica y la estrategia política del actual gobierno incluye un permanente deslumbramiento acrítico ante el poderío de Estados Unidos, característica tradicional de las clases poderosas de Nicaragua. Nunca como ahora, Estados Unidos aparece ante el mundo tan revuelto y brutal -como lo calificó José Martí cuando fue testigo del inicio de la desbocada expansión imperialista que hoy lleva a los yankis hasta Irak-, y por eso nunca cómo ahora un deslumbramiento así resulta tan obsceno y riesgoso.

Antes de la guerra ya el gobierno Bolaños había dado muchas señales en esta dirección. En esta mala hora para la humanidad tocó fondo. El nefasto día en que Bush dio orden de guerra burlándose de la legalidad internacional, Richard Boucher, vocero del Departamento de Estado, informó al mundo sobre una lista de 30 países que han acordado integrar la coalición para el inmediato desarme de Irak. Otros 15 -dijo- no querían ser identificados públicamente, por razones que no aclaró. En ese primer momento aparecían en la lista sólo tres países latinoamericanos: Colombia, El Salvador y Nicaragua.

En pocos días, se sumaron a la lista Costa Rica, Honduras y Panamá. En Centroamérica, sólo la excepción de Guatemala, cuyo Presidente, Alfonso Portillo, justificó la guerra, pero no se metió a la lista por sus problemas personales con Estados Unidos, que “descertificó” a ese país sospechando de nexos de Portillo con el narcotráfico.

TESTIGOS DE UNA INDIGNIDAD

El endoso político del gobierno de Nicaragua a la guerra de Bush despertó de su letargo pre-guerra a todos los sectores del país, la mayoría de ellos para cuestionar la posición de Bolaños, en una amplia gama que fue desde tomar distancia de este apoyo, hasta las más contundentes críticas, juzgándolo innecesario e indigno. Aunque Bolaños negó desde el primer momento haber suscrito ninguna declaración ni nada en asuntos de guerra, y lo siguió negando, en todas sus sucesivas declaraciones expresó una y otra vez que el respaldo a la decisión de Estados Unidos, violatoria del derecho internacional, era total e incondicional, y para justificarlo empleó exactamente los mismos argumentos, fotocopiados uno tras otro, con los que Estados Unidos declaró la guerra. La Cancillería emitió un comunicado que, confusamente, mal baraja esos mismos argumentos, rechazados por una mayoría de gobiernos del mundo y por gentes de todos los países, y ofreció a la Coalición de Naciones, además del respaldo político, la que llamó ayuda humanitaria postconflicto.

BOLAÑOS: UN HOMBRE MIRANDO AL NORTE

Es muy probable que el apoyo “moral” de Nicaragua a la guerra de Bush y de su camarilla lo haya brindado Bolaños tras una simple llamada telefónica recibida desde Washington en la que se le solicitaba inscribir el nombre de Nicaragua en la infame lista. La diplomacia telefónica precedió a la guerra. Tras burlar la legalidad internacional, pasando por encima de Naciones Unidas, Estados Unidos necesitaba presentarse como abanderado de una “coalición”, respaldada al menos por algunos países. No debió Bolaños tener una sola duda al responder afirmativamente al llamado.

Bolaños es “un hombre mirando al Norte”. Aunque emplea siempre un lenguaje muy nica en dichos y dicharachos, su corazón late en inglés. Igual les sucede a muchos de sus altos funcionarios. Igual al resto de gobernantes y gabinetes centroamericanos. En el caso de Bolaños, la lealtad tiende a ser mucho más sólida. Estados Unidos lo ha proyectado en la región, en el continente y en el mundo como un “héroe anticorrupción” y por ello, lo ha ungido como “líder de la región” para tareas que son hoy prioridades del gobierno Bush dentro de la estrategia de dominación del planeta: la desmilitarización regional, la lucha contra la corrupción y contra el terrorismo. En su momento, el “líder regional” también fue nicaragüense: Anastasio Somoza. Esas tareas que tanto interesan hoy a Estados Unidos son también del interés de Nicaragua. La diferencia la haría que el gobernante las emprendiera consultando, consensuando y con voz propia y no siendo “voz de su amo”.

También hay razones económicas para el respaldo “moral” que dio Bolaños a la demencia guerrera de Estados Unidos. El 10 de abril los gobernantes centroamericanos se reúnen con Bush para hacer avanzar el Tratado de Libre Comercio Centroamérica-Estados Unidos. Y Bolaños espera que Nicaragua sea beneficiada con algunas de las ayudas extra -del tipo de “compensación social”- que podría incluir el TLC. Un motivo de mayor fuerza es que Bolaños aspira y espera el respaldo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para un proyecto de recompra de la deuda interna, el mayor de los lastres que pesa hoy sobre la maltrecha economía nicaragüense.

EMIGRANTES... A IRAK

Hemos aprendido mejor lo que puede esperar de la Nueva Era un país que está vaciándose por el éxodo de sus nacionales, expulsados por el desempleo y convertidos en emigrantes. El Presidente fue más allá del respaldo moral a la guerra inmoral. Y cuando ya los misiles americanos iniciaban su carnicería, anunció, hasta sonriente, que cuando terminara el conflicto se abría para los nicas una gran oportunidad de ganarse unos bollitos yendo a trabajar a Irak en tareas humanitarias. Convocó a médicos, enfermeras, técnicos en computación e ingenieros zapadores expertos en desminado a considerar esta posibilidad, seguro de que cientos, miles, se apuntarían.

En el mar de desempleo en el que se hunde Nicaragua desde hace años, el anuncio generó expectativas llenas de ingenuidad, y en dos semanas ya eran más de 300 las personas que fueron a apuntarse en una lista imprecisa. Dislate senil, locura absoluta, idea descabellada, ridícula, vergonzosa, actitud rastrera, de un peón servil, de un concubino del imperio... Tales adjetivos mereció la declaración de Bolaños. Me la critican -ripostó él- quienes no tuvieron la iniciativa, y rechazó que fuera ofensiva porque inscribirse para tan largo viaje sería voluntario.

El Ejército de Nicaragua recordó que el 40% de las minas sembradas en Nicaragua durante la guerra de los años 80 estaban aún por desactivarlas nuestros ingenieros zapadores. Diversos sectores recordaron la necesidad, en tantas zonas rurales de Nicaragua, de la presencia de personal de salud. Los diputados recordaron que las decisiones del Ejecutivo deben de pasar por el Legislativo. Los liberales arnoldistas declararon la guerra necesaria y útil y se unieron a los bolañistas para respaldar el alineamiento de Nicaragua en “la coalición”.

Las tensiones creadas con el ingreso de Nicaragua en la lista de los aliados, y con las listas de quienes buscarán en Irak lo que Nicaragua no les ofrece, están llamadas a alimentar nuevos pleitos y polarizaciones.

Lo menos que se puede decir de la propuesta de Bolaños es que en su fondo y en su forma fue un exceso de irresponsabilidad y también de insensibilidad. ¿Qué será Irak después de esta guerra? ¿Un país en escombros en donde Estados Unidos cosechará petróleo, tras haber sembrado las semillas de una violencia sin control y las del cáncer y las malformaciones congénitas que provoca el uranio empobrecido que llevan sus misiles? ¿Es allí a donde el Presidente quiere mandar a gente para quienes no logra generar los empleos prometidos y que esta misma guerra le dificultará aún más poder generar? ¿Y lo propone así, tan tranquilamente? ¿Sin siquiera hacer mención del dolor y el horror que provocará la guerra y que precederá el siniestro éxodo de sus compatriotas en busca de un empleo? ¿Es esto ético, es humano?

¿Y DIOS?

En el gobierno de Nicaragua, con funcionarios que se precian públicamente de su fe católica y de su respeto a la doctrina y a los mensajes papales, especialmente los relativos a la unidad familiar y a la defensa de la vida desde su concepción, llama a reflexión el denso silencio de todos ellos ante los desesperados llamados a la paz del Papa Juan Pablo II, que trabajó por detener la guerra, que ha reiterado que esta guerra -donde se descuartiza a las familias y se matan tantas vidas ya concebidas- es una derrota de la humanidad, que le ha quitado cualquier justificación legal y moral a la decisión de Bush, y que en el momento en que el conflicto estalló, lo descalificó desde el Vaticano advirtiendo con contundencia que quienes la decidieron responderán ante Dios, ante su conciencia y ante la historia.

¿SOMOS UNA NACIÓN?

En esta hora de la historia, cuando la avalancha globalizadora está haciendo desaparecer las naciones, hay bastante consenso en que Nicaragua no había llegado aún a ser una nación. ¿Es al menos un país Nicaragua? ¿O es tan sólo un lugar? ¿Se está haciendo o se está deshaciendo este lugar, convirtiéndose en un espacio cada vez más pequeño donde el destino de la mayoría se limitará a sobrevivir tolerándole todo o casi todo a una minoría?

La política exterior de un país hace a una nación. Durante años -y hasta hoy- y a cambio de monedas, Nicaragua fue, con el resto de Centroamérica, ficha fácil al servicio de la diplomacia de Taiwan, considerada por Transparencia Internacional una de las más corruptas del mundo. La política exterior que ahora nos muestra el Presidente Bolaños es una mezcla de comodismo, conformismo, incompetencia e incondicionalidad con “la razón de la fuerza” que escandaliza. Un escándalo que se suma a los que ha provocado su muy selectiva “lucha contra la corrupción” y su “proyecto de desarrollo”, que amnistía a banqueros y a grandes empresarios sin plantearse entre sus metas la equidad.

HORA DE IMPOPULARIDAD

Si algo le faltaba a Enrique Bolaños para terminar de levantarse un muro de impopularidad, su decisión de enlistar a Nicaragua entre los avaladores de una guerra repudiada por la opinión pública mundial y su ostentación de insensibilidad, completaron el trabajo. Días antes de que estallara la guerra, una encuesta nacional de CID Gallup (27 febrero-5 marzo) detectaba que las cosas van mal para el Presidente: una caída de 30 puntos en el apoyo a la gestión gubernamental y de 21 puntos en la popularidad de Bolaños desde el último sondeo hecho por esta empresa en noviembre 2002. Tras conocer tan desfavorables resultados, Bolaños pidió a la población tener fe en mi gestión, y restó importancia a tan brusca caída afirmando que la encuesta había sido hecha por la vía telefónica y que por eso seguramente quienes habían contestado eran las sirvientas.

UN PAÍS CANSADO

En el taller de concientización que la guerra en Irak genera aprendemos el costo que para la conciencia y la movilización social tiene la historia que hemos vivido en Nicaragua y la polarizada y provinciana sociedad que hemos forjado entre todos. Desde el comienzo de la guerra no faltaron pronunciamientos de organizaciones sociales, de grupos, de ONG, y hasta de partidos, condenándola. Pero, a diferencia de lo visto en otros países de América del Sur, y en similitud con lo ocurrido en otros países centroamericanos, no ha habido en Nicaragua las multitudinarias manifestaciones de “resistencia preventiva” que buscaron impedir la guerra ni tampoco las de “rechazo activo” que después de declarada la siguen repudiando.

La lucha por la sobrevivencia, la desestructuración creciente de nuestra sociedad, su extremo cansancio -en el caso de El Salvador y de Nicaragua, debido en gran medida y precisamente a la destructiva guerra que vivimos durante más de una década y que Estados Unidos alentó-, el escepticismo ante cualquier liderazgo político que convoque y la falta de auténticos liderazgos sociales que lo hagan, pueden explicar la falta de movilización callejera. Aunque esto no significa que una mayoría de la población no siga todo lo que está ocurriendo con interés, preocupación y dolor solidario con las víctimas.

UN PAÍS POLARIZADO

Las reacciones de los pueblos del mundo en repudio a esta guerra y en clamor por la paz recogen en un mismo manojo de indignación ciudadana varias razones y causas. Las formas de la reacción reflejan la cultura de cada pueblo. En el caso de Nicaragua, la polarización política en la que el país cayó hace ya un cuarto de siglo, y en la que ha quedado congelado, y una gran ignorancia de las claves geopolíticas de este conflicto, tienden a polarizar las opiniones. Con gran facilidad, la guerra es vista como un pulso entre Bush y Hussein en el que se debe tomar partido por uno o por otro, en el que tomar partido por la paz debe significar tomarlo por Hussein, en el que con extrema facilidad se identifica la lucha por la paz con un velado respaldo a Hussein y al terrorismo, y a Hussein y al terrorismo con el sandinismo.

En anudar esta cadena de burdas simplificaciones participan muchos: la gente en la calle, los sectores políticos más derechistas del país que tienen espacios para exhibir su ignorancia en los medios, y hasta importantes “plumas” del tan profesional diario “La Prensa”.

A la polarización ha contribuido también el FSLN, al que la guerra ha encontrado en el dilema de haber apostado por apoyar el proyecto económico de Bolaños, mientras que el entorno internacional le tienta a volver a sus raíces ideológicas.
A pesar de todo, quienes en Nicaragua generan con mayor lucidez una opinión pública a la altura de nuestro tiempo están contra esta guerra, han desenmascarado sus intenciones y han rechazado con firmeza la posición del gobierno Bolaños. Un inicial sondeo de “El Nuevo Diario” mostró un 82% de rechazo a la guerra y un 76% de repudio a la posición alineada con Bush de Bolaños.

LECCIONES SOBRE LA REPRESENTACIÓN

Ante la posición del gobierno hemos aprendido lecciones sobre la representación en una democracia que se precia de ser representativa. También las aprendemos en los límites que tiene hoy el FSLN para representar a los sectores comprometidos con la paz en Nicaragua.

Las primeras manifestaciones antibélicas que se vieron en Managua fueron convocadas por diferentes organizaciones sociales, no con banderas partidarias sino con banderas blancas. Resultaron pequeñas, pero no por eso menos auténticas. Todo camino empieza con un primer paso. Era gente joven, gente de todo el mundo nacionalizada en Nicaragua, sectores de la sociedad civil. Estallada la guerra, hubo otras iniciativas culturales, religiosas. Pronto, dirigentes y estructuras del FSLN captaron las posibilidades de momento tan propicio para desempolvar su antiimperialismo y las críticas a Estados Unidos que esconden o exhiben ad hoc, y pasaron a convocar otras manifestaciones callejeras.

Tal vez en ningún lugar del mundo se haya visto manifestación tan pintoresca y poco popular como la primera que convocó el dirigente del FSLN Tomás Borge el 25 de marzo: una “caravana por la paz” formada por camionetonas de lujo con choferes y con vidrios bien cerrados para conservar el aire acondicionado trasladaba a varios diputados sandinistas por las calles de la capital. En otros vehículos menos aristocráticos iba gente con banderas rojinegras. Al término de la manifestación, un Borge enardecido comparó a Hussein con Salvador Allende: Estamos seguros de que Saddam no se va a rendir jamás, como nunca nos hubiésemos rendido nosotros si los gringos nos hubieran invadido. El síndrome del poder perdido expresado con la misma retórica grandilocuente que la realidad desmiente a diario. Si el FSLN secuestra el movimiento por la paz en Nicaragua no sólo esa retórica ocupará los espacios que debe tener la reflexión sino que Nicaragua perderá otra oportunidad de avanzar.

Para poner peor las cosas, al iniciarse el conflicto, Daniel Ortega envió una carta personal al querido presidente Saddam Hussein, con quien confraternizó en los años 80. Tras condenar la guerra, le expresaba las más firmes muestras de solidaridad del Frente Sandinista de Liberación Nacional y del pueblo de Nicaragua. Que Ortega se arrogara la representación de Nicaragua para saludar a Hussein molestó tanto a la gente como que Bolaños se arrogara esa representación para respaldar políticamente a Bush en su guerra. Ambas posiciones cimentan la polarización.

El movimiento por la paz que se mueve hoy por las calles del planeta -exigiendo respeto a la vida del pueblo irakí, a sus recursos y a su cultura, y clamando por la paz- tiene entre sus originalidades el actuar de forma autoconvocada, sin que líderes partidarios ni partidos lo muevan, aun cuando líderes y partidos se sumen. En esta emergencia de la nueva superpotencia de la opinión pública se expresa también la aguda crisis de la democracia representativa que en todo el mundo provoca que los representados se sientan cada vez más lejanos de sus representantes.

ASOMADOS AL MUNDO ÁRABE

Tras informar muy poco de los preparativos de la guerra, los medios de Nicaragua, al igual que los de todo el mundo, brindan informaciones continuas sobre la evolución de los acontecimientos desde que comenzó la guerra. La piratean de los grandes medios. Tras más de dos semanas de guerra, ya se observaba que la polarización ideológica iba cediendo en la medida en que el dolor de las víctimas civiles comenzaba a hacerse presente en fotos y cables internacionales.

En pocos días, lo que ocurre en un país al que la mayoría de los nicaragüenses no sabrían identificar en el mapa, tan lejano al imaginario colectivo, atrapó a todos. La guerra en sí misma, “en tiempo real”, con los comentarios que se comparten en cantinas, colegios, oficinas y calles, es el motor más activo de concientización para los nicaragüenses. Aprendemos de geografía, de política, de economía, de cultura, y especialmente de ética.

Lo aprendido del Islam, de sus valores, de sus principios, a través de la telenovela brasileña El Clon, que tan constructiva y amistosamente nos ha acercado al mundo árabe, transmitiéndose desde enero en Nicaragua con mucho éxito, ha entrado también a jugar en la mixtura sorprendente de este “taller de humanidad” que vive el mundo y también Nicaragua.

PAÍS CON MIEDO

Más que en otras zonas del mundo, en Nicaragua, en Centroamérica, son muchos los sentimientos encontrados que suscita esta guerra. La mitad de la población de Nicaragua que la sigue por los medios ansiosa y expectante -también aterrorizada, ya que su objetivo venía sellado desde el comienzo de la operación con su nombre, Conmoción y Espanto- tiene muy fresca en su memoria la guerra de los años 80.

Hay gente que apaga el televisor. No soporta las escenas. Las explosiones, las armas, los fusiles apuntando, los llantos ante los muertos, los cadáveres, los heridos, los mutilados... Miles y miles de nicaragüenses no vieron todo esto hace sólo unos años por la televisión a color, son sobrevivientes de otra guerra, que aunque de escala mucho más pequeña -de baja intensidad la llamaron Ronald Reagan y Bush padre- olía como todas las guerras a sangre y a lágrimas.

Tenemos que aprender a administrar el miedo que produce la fiebre expansionista de la superpotencia hegemónica, que se presenta ante el planeta como un monstruo de indetenible destrucción para desalentar cualquier disidencia, cualquier crítica, cualquier proyecto diferente que cuestione su hegemonía.

Nicaragua es una sociedad con miedo desde que la guerra terminó. Nicaragua tuvo miedo de esa misma superpotencia cuando invadió y masacró tan cerca como en la islita de Granada y en la vecina Panamá. Hoy, el miedo sigue presente. Lo alimentan tanto los recuerdos de una guerra que no se ha borrado aún de la memoria colectiva, como la falta de principios de quienes a diario buscan inducir en la colectividad actitudes de indigencia, de impotencia, de conformismo y de falta de dignidad.

Como ésta opinión del ex-Canciller Emilio Alvarez Montalván, cuando comenta así las razones de nuestro alineamiento con Estados Unidos: Éste es un pobre país, que no tiene capacidad de tener una gran autonomía. Hay que ser realistas. Nosotros vivimos de prestado y regalado, entonces lo que se llama la realpolitik, nos inclina a estar en buenas relaciones con el país o las instituciones que nos ayudan.

ESQUIZOFRENIA SENTIMENTAL

Estamos aprendiendo también a administrar una esquizofrenia sentimental, debatiéndonos entre el dolor por tantas inocentes víctimas irakíes y el dolor por los compatriotas que están en los frentes de la guerra y podrían ser víctimas del fuego irakí. Se calcula que unos 15 mil centroamericanos participan en la guerra bajo la bandera de Estados Unidos.

El primer marine caído en esta guerra fue un guatemalteco, quien en su infancia fue un niño de la calle, uno más de esos miles y miles matados no por bombas sino por hambre en nuestra región. No se conoce con exactitud cuántos son los nicaragüenses que sirviendo al Army están hoy en algún lugar de Irak y del Golfo Pérsico, listos a morir y a matar como carne de cañón de esta ignominiosa y sangrienta aventura geopolítica y petrolera a la que los ha conducido George W. Bush.

Los medios nicaragüenses informan a diario de la biografía de muchos de ellos: jóvenes que huyeron en los 80 del servicio militar sandinista y terminaron en otra milicia, otros que se integraron al Ejército gringo para convertirse en legales a quienes ya no persiga más “la migra”, para obtener su ciudadanía, para conseguir una beca, para coronar una carrera universitaria. Algunos que lo hicieron como forma de agradecimiento al país que “les dio oportunidades”. Todos aparecen en los diarios sonrientes, luciendo sus uniformes militares.

Están allí un hijo del cantante Carlos Mejía Godoy; dos nietos de Camilo Zapata, el creador del Son Nica; dos hijos de uno de los periodistas veteranos más prestigiados del país, Rodolfo Tapia Molina; y decenas de otros nicaragüenses de todo el país. Esta realidad hace que centenares, miles de sus familiares, sigan hoy con el alma en vilo los avatares de esta guerra injusta.

En una sociedad tan polarizada como la nicaragüense, la presencia de compatriotas en los campos de batalla también polariza las opiniones. Mientras Estados Unidos habla de intereses, las madres nicas hablan de sentimientos. Y mientras Carlos Mejía Godoy declara, el primero: Como ciudadano de este planeta, martirizado por guerras y genocidios, como nicaragüense, como ser humano, como artista, como sujeto y actor de mi tiempo, y como padre de un joven que tiene derecho a la vida, protesto por este nuevo atropello de la política criminal y genocida de los Estados Unidos, otros padres contradicen sus palabras y afirman estar orgullosos de tener hijos que nos defienden del terrorismo y que están defendiendo la libertad del mundo y la democracia.

NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO

La Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América dada a conocer en septiembre de 2002, medio año antes de lanzar esta guerra, es una advertencia al mundo, a todo el mundo, de que el actual gobierno Bush está dispuesto a proteger su preeminencia económica, política y militar
-riqueza, privilegios, poder y estilo de vida- a cualquier precio.

Que está decidido a hacer uso de su poder sin parangón en lo militar, lo económico y lo político para defender sus intereses y para prevenir cualquier atisbo de amenaza, rechazando cualquier sistema internacional de equilibrio de poderes. Con esta guerra, ha anunciado al mundo, a todo el mundo, que promoverá una visión del orden global en la que el poder no estará controlado por los procesos democráticos ni por el imperio de la ley, porque democracia y derecho internacional empiezan a ser radicalmente “antiamericanos”. Que está en marcha una operación para uniformar económica, social y culturalmente al mundo, a todo el mundo, avasallando cualquier sociodiversidad que le haga competencia, le cuestione o se organice para construir ese “otro mundo posible”.

Ése es el turbio panorama mundial en el cual Nicaragua negociará el TLC, ése el incierto y preocupante paisaje en el que nos insertaremos en el ALCA -otra forma de “guerra” económica, que pretende imponerse desde intereses hegemónicos y con arrogancia-. La guerra en Irak y la política exterior asumida por Bolaños en esta crisis nos empiezan a mostrar cuál será nuestro lugar en el mundo.

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