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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 247 | Octubre 2002

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Centroamérica

Sociedades traumatizadas que aprenden a sanar

Las enormes dificultades que tiene Centroamérica para su desarrollo económico y humano no son sólo materiales o financieras. Son también mentales, emocionales, espirituales. Cada vez hay más gente que así lo entiende. Y que trabaja acertadamente en esta dirección. Así lo demuestra Patricia Mathes en su libro "Trauma: sanación y transformación", editado y presentado en Managua en julio 2002.

Patricia Mathes Cane

Los sucesos traumáticos son parte de la experiencia humana. Hoy, además del dolor que experimentamos en nuestras propias vidas, los medios de comunicación nos confrontan diariamente con los traumas de muchas otras personas y así, nos afectan la violencia y los desastres que sufren otros seres humanos.

Individual y colectivamente tenemos que aprender a vivir con sabiduría, con equilibrio y con humanidad en medio de todo esto. El reto es aprovechar las heridas propias y las luchas colectivas y usarlas para sanarnos y para sanar a otros, para transformarnos nosotras y para transformar nuestras comunidades.

CENTROAMÉRICA: UNA HISTORIA DE TRAUMAS

El trauma nunca es abstracto, lo vemos en la cara de las personas, está presente en su cuerpo, en sus gestos, en su forma de mirar, de andar, de hablar, de respirar... Cuando un ser humano está en peligro, sus dos reacciones básicas son huir o pelear. Ante el peligro, la reacción de huir o la de pelear se apoderan del cuerpo para ayudar a la persona a sobrevivir. En los seres humanos, al igual que en los animales, estas dos reacciones incrementan el estado de alerta corporal: se alteran la respiración, la presión arterial y el ritmo cardíaco, y a la vez disminuye la actividad del sistema digestivo, del sistema reproductor y del sistema inmunológico.

La gran cantidad de energía que se dedica a huir y a pelear resulta muy efectiva para ayudar a la persona a escapar o a defenderse. El problema es que si este peligro se prolonga, la respuesta del cuerpo puede apoderarse de toda la persona, puede instalarse en su cuerpo-mente-espíritu.

Según el experto Bessel A. Van der Kolk, “experimentar traumas forma parte esencial de la vida del ser humano porque la historia se ha escrito con sangre... Algunas personas se han adaptado a terribles hechos de sus vidas con flexibilidad y creatividad, mientras que otras se han aferrado al trauma y esto las ha conducido a llevar una existencia traumatizada y traumatizante.”

En Centroamérica, son miles y miles y miles las personas que tienen instalado el trauma en sus cuerpos, en sus mentes y en sus espíritus. Desastres naturales, pobreza permanente, violencia en el hogar, abuso sexual, violencia política, represión, torturas, asesinatos y guerras prolongadas han hecho que gran parte de la población centroamericana viva una existencia traumatizada y traumatizante.

EL SÍNDROME DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

A través de la historia, los efectos traumáticos de la guerra, la violencia y los desastres naturales han sido registrados en la literatura, el arte y la medicina. Sin embargo, el estudio del trauma y sus efectos en el cuerpo y la mente de las personas es algo relativamente nuevo. Tan sólo desde 1980 se ha definido y reconocido el trastorno de estrés postraumático en el manual oficial de síndromes. Antes de estas fechas, a los síntomas traumáticos se les designaba como histeria, trauma de guerra, neurosis traumática, síndrome del sobreviviente, síndrome de violación, síndrome de niño maltratado, síndrome de mujer maltratada...

Según la experta Judith Lewis Herman, la investigación que condujo a definir el síndrome de estrés postraumático proviene, en gran medida, del estudio de las experiencias de los soldados de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra de Vietnam, y del estudio de las experiencias de mujeres sobrevivientes del abuso sexual.

Hoy en día, el síndrome de estrés postraumático se considera un desorden resultante de la exposición de una persona a una situación de estrés extremo. Por definición, esa persona “experimentó, presenció o confrontó un suceso o sucesos que implicaban la muerte o la amenaza de muerte, una lesión grave o un ataque o amenaza a su integridad física, la de ella o la de otras personas, y en esa situación su reacción fue de miedo intenso, impotencia u horror”.

FALTA INFORMACIÓN Y FALTAN RECURSOS

Se reconoce el desorden de estrés postraumático como la incapacidad de la persona de responder y de lidiar con su propia vida porque su cuerpo, su mente y su espíritu permanecen abrumados por experiencias traumáticas. Existe muchísima gente en el pueblo centroamericano que padece este síndrome o cierto grado de él. En muchos hogares y en comunidades enteras se sufre este trauma. Las sociedades centroamericanas en su conjunto pueden ser consideradas sociedades traumatizadas. Lo que sucede es que falta información sobre el problema, y que cuando hay información, la gente más empobrecida y más necesitada de ayuda no tiene acceso a ayuda médica o sicológica. Además, existen aún pocos materiales de autoayuda disponibles para quienes han decidido sanar y ayudar a sanar a otros en su comunidad.

IGNORAR EL TRAUMA ENFERMA MÁS

Nuestras vidas reflejan la historia de nuestra familia y de nuestra sociedad. En ocasiones, el trauma se reproduce de generación en generación. Según Sandra Bloom, que ha estudiado cómo el efecto del trauma pasa sucesivamente de una generación a otra, “ignorar el hecho traumático y su recuerdo no lo hace desaparecer, lo que hacemos al ignorarlo es solamente crear un tumor psíquico que infecta a la persona y que puede pervivir en las generaciones siguientes”.

Judith Lewis Herman afirma que las experiencias fundamentales del trauma son la discapacitación y la desconexión. Explica que la recuperación se basa “en el empoderamiento de quienes sobrevivieron y en la creación de nuevas conexiones”. La recuperación se desarrolla dentro del contexto de las relaciones. En su definición de recuperación, Herman incluye tres etapas fundamentales: establecer seguridad, reconstruir la historia del trauma, y restaurar la conexión entre los sobrevivientes y la comunidad.

LA ENERGÍA:PRINCIPIO DE VIDA

La energía es el concepto subyacente y unificador en el proceso de despertar, sanar y transformarse, en el proceso de recuperarse del trauma. Más de la mitad de la población mundial -la gente que vive en Asia, en ese subcontinente que es la India y todos los pueblos indígenas del mundo- reconocen la energía como la fuerza fundamental de la vida de todo ser. La energía es la sustancia de la vida.

En las culturas de Centroamérica esta fuerza o energía de vida era un supuesto fundamental de la tradición de los chamanes. Para los mesoamericanos, todo fenómeno del mundo natural tenía una esencia, una energía vital. Trabajar con la energía -destapar, nutrir, equilibrar- es la base para varios sistemas de sanación en diferentes tradiciones de muchos pueblos.

El trabajo que he hecho a lo largo de muchos años con los equipos del Centro “Capacitar” en varios países del mundo, también en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Belice, me ha permitido acercarme a personas y comunidades centroamericanas traumatizadas, y a la vez, me ha confirmado en la importancia que tiene transmitirles, a través de talleres basados en la educación popular, prácticas y ejercicios que les permitan equilibrar su energía dañada y nutrirse de nueva energía. Los resultados son sorprendentes y esperanzadores.

RESPIRAR: UNA VÍA PARA SANARM

Son muy importantes y muy sencillos, por ejemplo, los ejercicios con la respiración. El aliento es la fuente de la vida. Durante la inhalación, entra a nuestros cuerpos, a nuestros centros de energía, por todos nuestros poros, energía fresca que nutre células, tejidos y órganos. Con la exhalación, liberamos el estrés acumulado, la energía estancada y las toxinas.

Los ejercicios de respiración forman el cimiento de muchas prácticas antiguas que promueven una profundización de la conciencia: meditación, plena conciencia, yoga y chi kung. En el Medio Oriente, la palabra aliento (ruaj en hebreo y ruj en arameo) significa espíritu, viento, aire. En todas las personas, una respiración profunda y que fluye es señal de salud, equilibrio y plenitud del espíritu, mientras que una respiración corta y superficial indica estrés. Es apenas durante las últimas décadas que en el mundo occidental se ha estudiado la respiración y se han desarrollado ejercicios de respiración para promover la sanación del cuerpo-mente-espíritu.

Los ejercicios de respiración fueron muy útiles para hondureños que sufrieron el trauma del huracán Mitch. Especialmente para los hombres que estaban encarcelados en aquellos días, personas que ya estaban traumatizadas y que resultaron muy afectadas por esa tragedia. No sólo sufrieron el terror del paso del huracán y la angustia de no saber lo que le pasaba a sus familias, sino que tuvieron que sobrevivir sin agua ni comida ni ningún auxilio durante muchos días después del desastre. Los presos se amotinaron en la prisión y muchos murieron por la violencia desatada en el tumulto. Como fruto de presiones de la opinión pública, el sistema penal pasó de manos del ejército a manos de la policía, como una medida para contener la espiral de violencia.

Alba de Mejía, fundadora del Centro Visitación Padilla, una organización hondureña que fomenta los derechos de las mujeres, fue una de las primeras personas que entró al caos de la prisión para llevar comida a los prisioneros y para negociar su desarme. Alba les enseñó a aquellos hombres ejercicios de respiración para que recuperaran el control y empezaran a liberarse del trauma vivido con el paso del huracán. En medio de la pobreza y la desesperación, aquellos hombres no tenían más que sus propios cuerpos para superar una situación límite. Con la respiración comenzaron a ayudarse, a descargar la ira, el terror y tantas otras emociones reprimidas, empezaron a recobrar el control y a enfocar su energía de forma constructiva.

PROTEGERSE Y PONER LÍMITES

Aprender a protegerse a uno mismo y a fijar límites ante las demás personas son destrezas importantes que todos debemos aprender, especialmente quienes sufren de estrés postraumático. Durante el día, todos los días, estamos siempre interactuando energéticamente con nuestro ambiente y con quienes están a nuestro alrededor. Ciertas personas y situaciones nos chupan la energía, mientras que otras nos llenan de energía y nos animan.

La mayoría de nuestra interacción diaria ocurre en un nivel inconsciente. Cuando nos hacemos conscientes de nuestro propio sistema de energía aprendemos a protegernos para no ser drenados y para fijar y mantener límites sanos con las demás personas. Ejercicios prácticos que enseñen protección y límites son una pieza fundamental en nuestros talleres. En un taller me alegró descubrir que los mayas de la comunidad de Nahualá, en Guatemala, conservan una práctica tradicional de protección que usan desde hace generaciones.
Antes de empezar el día se envuelven a sí mismos y a sus hijos con luz sanadora y energía sagrada haciendo movimientos rituales. Entendieron muy pronto el ejercicio que les proponía.

CON SOBREVIVIENTES DE POSOLTEGA

La Terapia del Campo de Pensamiento es otra herramienta que resulta sumamente efectiva para superar el estrés postraumático y los comportamientos adictivos. Ha sido usada internacionalmente en miles de personas como una manera inmediata y simple de ayudar a la gente traumatizada, tras un desastre, un accidente, un evento terrible. Se puede emplear en uno mismo o en otra persona. No cambia la realidad, pero sí la manera en que la persona la ve o reacciona ante ella. El resultado positivo es que la persona puede recordar los momentos traumáticos, pero ya sin su carga emocional.
Esta terapia sencilla fue usada con las víctimas del huracán Mitch por la sicóloga nicaragüense Mary Bolt.

Mary la enseñó a algunas comunidades de refugiados de Posoltega, el lugar de Nicaragua que acumuló más muertos, heridos, desaparecidos y damnificados por el desplome del volcán Casita a causa de las intensas lluvias. Mucha gente aprendió a usar esta terapia para empoderarse, como una técnica que podían hacer por sí mismos y en cualquier momento. Después del huracán, cada vez que las lluvias torrenciales y los relámpagos despertaban los terribles recuerdos del Mitch, mujeres, hombres y niños presionaban sus puntos de acupresión con sus propias manos y lograban así controlar constructivamente su miedo y su ansiedad.

LA CLAVE DE LA COMUNIDAD

La comunidad es clave para sanar profundamente el trauma. Judith Lewis Herman dice: “Los eventos traumáticos destruyen los lazos que sostienen al invididuo en relación con la comunidad. Quienes han sobrevivido aprenden que su sentido de humanidad, su sentido de sí mismos y el sentido de su propio valor dependen de sentir conexión con los demás. La solidaridad de un grupo provee la protección más fuerte contra el terror y el desconsuelo y es el antídoto más fuerte contra una experiencia traumática.”

En el trauma que generan los desastres naturales y la violencia política o familiar, tanto el individuo como la comunidad se ven profundamente afectados. Y frecuentemente, son las estructuras de sistemas sociales opresivos las que crean las causas que están en la base de nueva violencia y nuevos eventos traumáticos. Por esto, es fundamental actuar sobre la colectividad y sobre el individuo de forma continua y complementaria.

PERSONA Y COMUNIDAD: NO HAY CONTRADICCIÓN

En Centroamérica, he escuchado a mucha gente, especialmente a mujeres, que aprendieron muy tempranamente el valor de la colectividad y la escasa importancia del individuo, que fueron entrenadas para entregarse a los demás y olvidarse de sí mismas, que fueron enseñadas a que en esta generosidad y olvido de sí consiste la felicidad. Por este aprendizaje, son muchísimas las mujeres que luchan diariamente contra la culpa que sienten al cuidar de sí mismas, porque eso las hace sentirse egoístas. Se las califica como egoístas porque se les enseñó que debían sacrificarse por sus hijos, sus esposos, sus padres, sus familias, y olvidarse de sí mismas.

Con la evolución actual de los valores humanos, existe una gran necesidad de trabajar con la tensión y la energía que genera esta aparente contradicción -la comunidad y el individuo- para aprender a cuidar tanto a la comunidad como a la persona individual, para poder celebrar la vida de los demás y también la propia.

LAS MUJERES DE EL PARAÍSO

Cuando pienso en una comunidad fuerte con personas fuertes, recuerdo a las mujeres salvadoreñas de El Paraíso. Durante los años de la represión, los años 70 y 80, estas mujeres despertaron, reconocieron su dignidad y su poder como personas, y se organizaron para reclamar justicia y conseguir un cambio social.

Más de veinticinco personas de la comunidad de base de El Paraíso fueron secuestradas, torturadas, desaparecidas, asesinadas o amenazadas de muerte. Las mujeres se organizaron para apoyar y ayudar a todos los que sufrían. Hoy, después de aquellos horribles años, siguen reorganizadas, haciéndose cargo de las necesidades de la comunidad y ya también de sus propias necesidades. La violencia continúa presente en sus vidas y en su comunidad en forma de vandalismo callejero, pandillas, abuso sexual y violencia en el hogar, pero ellas ya han aprendido a no hacer contradictorio el cuidado de los demás y el cuidado de sí mismas.

EL PODER SANADOR DEL LABERINTO

El laberinto es un símbolo ancestral de sanación y transformación para el cuerpo, la mente y el espíritu. Recorrer un laberinto puede ser una poderosa experiencia de sanación para la persona y para la comunidad. El campo energético del dibujo arquetípico del laberinto y los giros en forma de espiral que trazan el camino en su interior desbloquean, armonizan y sanan a las personas. He usado el recorrido del laberinto como práctica de sanación con muchos grupos en Estados Unidos y en América Latina, donde tanta gente ha sido herida individual y colectivamente por tantas formas de violencia.

También lo he usado en El Salvador. María Isabel Figueroa fue secretaria del Arzobispo de San Salvador Oscar Romero en la etapa previa a su asesinato en 1980. Durante años, María Isabel vivió en constante estado de alerta y bajo amenaza por su trabajo por la justicia con las comunidades cristianas de base. María Isabel lloró mientras caminaba por el laberinto que hicimos en el piso de un centro comunal en San Salvador durante uno de nuestros talleres. Cuatro veces recorrió este dibujo ancestral llorando, hasta que las lágrimas dejaron de fluir. Al final, exhausta, se colocó en el centro del laberinto y se quedó profundamente dormida toda la noche.

Cuando se despertó al día siguiente, nos describió una sensación de gran paz.La sentía por primera vez en muchos años. De alguna forma, recorrer el laberinto ayudó a María Isabel a integrar, sanar y transformar los recuerdos dolorosos de tantos años de terror. Hoy, los recuerdos continúan dentro de ella, pero ya no la atormentan. Y ahora trabaja con nueva energía para transformar la vida de su gente.

Actualmente, el uso sanador del laberinto, redescubierto sólo en la última década, está vinculado a prácticas espirituales o festivas de diferentes culturas del planeta. Lauren Artress, sacerdotisa de la Iglesia Episcopal, ha fundado el Proyecto Mundial del Laberinto, que construye laberintos en colegios, parques, hospitales, centros de retiro e iglesias con el objetivo de sanar a la gente y reconectarla con su pasado.

LABERINTOS COMUNALES EN GUATEMALA

Una de las experiencias más interesantes que he tenido con el laberinto se dio en un taller con un grupo de veinticinco mayas, hombres, mujeres y niños. Los círculos sagrados son parte de la cosmología maya y el dibujo del laberinto les era familiar. Aquellos mayas pertenecían a la comunidad kakchiquel, que ha vivido treinta años consecutivos en un clima de violencia. Aquellos mayas recorrieron el laberinto como si fueran en una procesión sagrada, muchas y muchos llorando. En el recorrido se conectaban con sus recuerdos: el terror, las masacres, la violencia. Cuando toda la comunidad se arrodilló junta para orar en el centro del laberinto se me hizo evidente que la dignidad de esta gente no había sido destruida a pesar de tantos años de brutalidad y sufrimiento.

Una de las conclusiones de aquel grupo fue animar a muchas otras comunidades a recorrer el laberinto para sanar. Varios de los hombres, que eran sastres, midieron el patrón del laberinto por el que habían caminado en el taller y calcularon la cantidad de material que necesitarían para hacer dibujos similares en sus comunidades. Calcularon también la cantidad de pintura que usarían para dar color a los caminos, y seleccionaban ya los símbolos mayas que emplearían para decorar sus propios laberintos comunales.

ACTIVISTA SOCIAL CON PODER DE SANAR

Hay muchos ejemplos profundos e inspiradores de la sanación y transformación que ocurren incorporando prácticas y ejercicios cuerpo-mente-espíritu. Gladys Lanza, de Honduras, es uno de esos ejemplos. Durante los años 80, Gladys era considerada una de las más destacadas líderes sindicales femeninas de Centroamérica. Estaba comprometida activamente en la lucha para promover los derechos de los trabajadores. Fue Presidenta Nacional del Sindicato Eléctrico y Presidenta Nacional de la Federación de Organizaciones Populares. Representaba a decenas de miles de personas.

En este trabajo le tocó enfrentarse a los militares y a los poderosos, abogando valientemente por los derechos humanos y exigiendo justicia. La conocí en 1988 en Tegucigalpa, en mi primer viaje de solidaridad a Honduras. Su semblante estaba endurecido por años de lucha política. Bajo amenaza de muerte en aquella época, dormía cada noche en un lugar diferente, siempre huyendo. Su casa había sido ametralladada y su sindicato desmantelado.

Me encontré de nuevo con Gladys en 1994, cuando participaba en el primer taller de “Capacitar” en Honduras. Estaba desempleada y haciendo trabajo voluntario en el Centro Visitación Padilla. Había aprendido recientemente a meditar y se había dado cuenta de que en todos los años de lucha política le había faltado algo: una espiritualidad para inspirar y alimentar su activismo. En aquel taller, Gladys descubrió que tenía un tremendo poder sanador en sus manos. A partir de entonces, comenzó a combinar sus dos potencialidades: sanaba dando masajes de varios tipos con sus manos, a la vez que reclamaba los derechos de las mujeres a las que sanaba.

“LO SUBVERSIVA QUE ME HE VUELTO”

Ahora, el rostro de Gladys irradia paz y enseña y usa las prácticas de cuerpo-mente-espíritu con mucha gente: torturados, prisioneros, mujeres maltratadas, indígenas. Afirma que nunca ha sido más feliz y nunca se ha sentido más viva. Me dijo un día: “Los poderes establecidos no se dan cuenta de lo subversiva que me he vuelto. Ahora estoy comprometida en una revolución de transformación del corazón. Soy capaz de ver en aquellos a quienes llamaba enemigos la misma posibilidad de compasión y gracia que he aprendido a reconocer en mí misma. Ninguna violencia puede destruir esta capacidad”.

Como muchas hondureñas, como muchas centroamericanas, Gladys vivió muchas experiencias traumatizantes: pobreza, amenazas de muerte, violencia política, tortura, abuso sicológico y desastres naturales. Porque vive en Honduras, las situaciones traumatizantes continuarán rodeándola a diario. Sin embargo, Gladys es diferente espiritual y energéticamente. Su corazón está despierto y renovado. Es capaz de controlar el estrés traumático con gran sabiduría y misericordia, y desde esta fuente interior de paz, energía y fortaleza, es capaz ahora de sanar y de transformar a su comunidad y a su sociedad.

POR TODAS PARTES Y A TODO TIPO DE GENTE

He ofrecido más de 600 talleres a más de 12 mil personas en Centroamérica, México, Chile, Perú y Brasil, en Africa del Sur, en China, y en once estados de Estados Unidos. Una gran diversidad de personas ha participado en estos talleres: indígenas, feministas, sindicalistas, parejas, religiosos, niños, niñas, jóvenes, personas que luchan contra sus adicciones, sicólogos, enfermeras, trabajadoras sociales, campesinos, médicos, maestras. Hemos realizado estos talleres en centros de capacitación o de espiritualidad, en parroquias, en colegios, en muy diversos lugares.

Con todas estas personas en todos estos países hemos practicado ejercicios de respiración, de acupresión, masajes, ejercicios de polaridad, de visualización, de movimientos del cuerpo, meditación, Tai Chi, rituales... Algunas prácticas se acomodan más a algunas culturas, otras a otras, con todas hemos obtenido resultados positivos, transformaciones personales y comunitarias.

“CAPACITAR” EMPEZÓ EN NICARAGUA

¿Cómo empezó esto? En 1988, Cantera, un centro de educación popular de Nicaragua, me invitó a trabajar en un festival folklórico. Eran años de guerra. Durante dos semanas pinté murales con líderes de base en un intento por celebrar su cultura y su historia. Sólo para poder soportar un horario sin tregua, practiqué personalmente el Tai Chi y la acupresión. Los nicaragüenses me miraban hacer estos ejercicios con curiosidad. Hasta que un día me dijeron: “Nos gusta la pintura, pero ¿cuándo nos va a enseñar a hacer eso que hace usted?”

Su solicitud me decidió a iniciar talleres de sanación en algunos barrios de Managua. Nunca imaginé que aquel comentario cambiaría tanto mi vida y la vida de tanta gente. En Nicaragua aprendí el significado y el espíritu del verbo castellano “capacitar”, que significa dar fuerza, animar, sacar adelante. Posteriormente, esta palabra se convirtió en el nombre de la organización que fundé y que hoy dirijo.

Después, la palabra se regó y los talleres de capacitación en ejercicios de sanación se multiplicaron y recibí invitaciones de otros países de Centroamérica. Ahora, he resumido en un libro la experiencia de todos estos años, para ofrecer a lectores individuales, a líderes comunitarios y a otras personas interesadas una variedad de prácticas, algunas muy antiguas y otras nuevas, que ayudan a desbloquear el estrés traumático congelado en el cuerpo-mente-espíritu de tanta gente, y que pueden devolverles equilibrio y armonía, una nueva energía vital.

“SÓLO TENEMOS ESPERANZA”

Un líder sindical guatemalteco me dijo en un taller: “En nuestra pobreza la esperanza es a veces lo único que tenemos. Y si perdemos la esperanza, entonces no tenemos nada”. Con esperanza creamos y también con esperanza manifestamos con seguridad lo que deseamos. La aplicación de esta forma de entender la esperanza al contexto de la sanación del trauma y de la transformación, coloca la lucha individual en una perspectiva más amplia. La sanación del trauma no puede darse en aislamiento. Tal vez la cantidad de traumas que afectan hoy a millones de seres humanos en todos los países y a todos los niveles está forzando a la familia humana a adquirir un nuevo nivel de conciencia, en el cual comenzamos a entender que debemos hacer algo por cambiar totalmente todo el sistema que la humanidad ha construido en milenios.

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