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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 238 | Enero 2002

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Internacional

La tercera guerra mundial,el dios dinero y los emigrantes

El complejo mosaico de la diversidad del planeta está amenazado por los avariciosos seguidores del dios Mammón. Oleadas de emigrantes van del Sur al Norte y del Este al Oeste desarraigados de sus devastadas tierras. Son los refugiados de la tercera guerra mundial.

Israel Shamir

A principios del otoño, cuando maduran las granadas, suelo visitar las ruinas de Safuria, un arrasado pueblo palestino donde nació la madre de María de Nazaret que aún conserva la iglesia de Santa Ana, construida por los cruzados. Hace dos mil años fue una importante ciudad, cuando bajo el nombre de Séforis se negó a unirse a los judíos fanáticos y permaneció leal al imperio. Fue un hogar confortable para el rabino Judas el Príncipe, el hombre que reinventó el judaísmo después de su colapso, así como para muchos sabios cristianos y nobles romanos. Sobrevivió a los caprichos del tiempo hasta que en 1948 el ejército israelí la destruyó. Sus vecinos se convirtieron entonces en refugiados dispersos.

Los arbustos del pueblo muerto permanecieron vivos al abrigo de los valles y ofrecen cada año cosechas de granadas, pero no queda nadie para recogerlas, pues a los pobladores de los asentamientos judíos construidos cerca de las ruinas no les preocupa el destino de estos frutos ni el de los campesinos que las plantaron. En este terreno de desolación, hay también un detallado suelo de mosaico. Consiste en miles de piedrecitas de tonalidades diversas, que forman un orgulloso y alargado rostro de nariz recta, alto peinado y labios carnosos, rodeado de un marco de hojas de acanto.

Un maravilloso mosaico humano está amenazado

Este mosaico me trae a la memoria nuestro mundo maravilloso, ese placentero mosaico de pequeños pueblos, verdes praderas, civilizadas megalópolis, castillos y chozas, ríos y arroyos, iglesias y mezquitas. Cada una de esas piezas del mosaico es fina, preciosa y perfecta. He visto muchas de ellas y las amo todas.

Las islas de rocas bajas en el Báltico luminoso y transparente, donde niños de pelo rubio saludan desde el embarcadero a los navíos que pasan. La Francia profunda de Conque, pequeño caserío del macizo central, situado junto al viejo camino de Santiago, con un estrecho río cantarín que bordea la colina, techos de pizarra y calles pavimentadas hace miles de años. Las cúpulas de las iglesias rusas en las riberas del río Oka, donde muchachas con pañuelos de flores se embeben de armonía. Las voces hermosas de las niñas de Suzhou, que reverberan en el patio del templo entre canales que se entrecruzan por el sur de China. Las casas barrocas de las factorías de tabaco en Trinidad. El porte orgulloso de los cubanos bailando en las calles. Los hermosos cuerpos tatuados de los guerreros masai en torno al fuego en la sabana Serengeti...

Todo este complejo armazón se ve ahora amenazado. La tercera guerra mundial no es sólo contra el Tercer Mundo. Esta guerra empezó incluso antes de que la primera bomba cayera sobre el suelo rocoso de Afganistán. Un millón de nuevos refugiados están en camino, creando gran conmoción y desorden en Asia. No hay duda de que, tarde o temprano, la ola de refugiados llegará a Europa. Es fácil comprenderlos: dado que Estados Unidos prometió utilizar armas nucleares contra sus hogares, las poblaciones indefensas no tenían otro remedio que escapar de las zonas consideradas como objetivo militar. Ningún control fronterizo será capaz de contener su avance inexorable. Pakistán será el primer país, pero no el último. Conforme Estados Unidos e Inglaterra planifican convertir su cruzada en una larga guerra "contra el terrorismo", cada vez habrá más refugiados, hasta que un día el frágil tejido social de Europa quede hecho añicos.

¿Será Europa una víctima colateral de la furia estadounidense? Me parece que Europa es más bien uno de los verdaderos objetivos de la ofensiva que se avecina. Las nuevas élites gobernantes de Estados Unidos y sus socios y agentes en el extranjero han añadido en su lista la destrucción de la próspera, independiente y unida Europa. Este deseo se debe a una razón práctica a corto plazo: Europa es un competidor de Estados Unidos, es demasiado independiente y posee su propia moneda, que podría competir con el dólar. Europa apoya una polícia más equilibrada en Palestina. Europa es también igualitaria: en Nueva York conocí a un muchachito, procedente del devastado Panamá que trabajaba de mozo de ascensor, el cual le servía también de vivienda. Esas cosas no se ven en Europa, pues Europa todavía no adora al dios Mammón.

El dios Mammón denunciado por Carlos Marx

A las nuevas élites gobernantes no les importa nada Cristo o Mahoma, adoran a otra deidad, Mammón. Hace dos mil años los fariseos apreciaban en gran medida a este antiguo dios de la avaricia, tal como puede comprobarse en el evangelio de San Mateo: Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, ya que no es posible servir a Dios y a Mammón. Pero los fariseos se reían de Jesús, pues amaban el dinero. Los acontecimientos posteriores hicieron que esta fe disminuyera y el amor por Mammón pasó a llamarse avaricia, uno de los pecados capitales.

Pero no desapareció del todo. Dos mil años después Carlos Marx llegó a una conclusión revolucionaria: la fe en Mammón, esa religión que, según sus palabras, practican los judíos durante la semana, se convirtió en la verdadera religión de las élites estadounidenses. Marx citó aprobadoramente al coronel Hamilton: Mammón es el ídolo de los yanquis, no solamente lo veneran de palabra, sino con toda la fuerza de su cuerpo y de su alma. A sus ojos, la tierra no es más que un mercado de valores y están convencidos de que no tienen otro propósito aquí abajo que ser más ricos que sus vecinos. Para Marx, este victorioso espíritu judío se basaba en la avaricia y el egoísmo, su confesión era el negocio, su dios el dinero. Estas palabras de Carlos Marx, así como otras ideas, son conocidas. Pero su profundo signifiado espiritual no llegó a ser comprendido del todo. Por una buena razón: hasta nuestros días, los dictados religiosos del credo de la avaricia no habían adquirido su expresión y resultaba fácil imaginar a un capitalista que pensaba en su interés, pero que promovía al mismo tiempo el bien común, tal como lo presentó Adam Smith.

Identikit de los mammonitas

Las cosas han cambiado con el advenimiento del neoliberalismo. Las lecciones de Milton Friedman han hecho salir del armario a los mammonitas, a los adeptos a la nueva/vieja fe, que se diferencian de los avariciosos ordinarios en que elevan la avaricia al grado de Dios celoso, incapaz de soportar a otros dioses. Los tradicionales hombres ricos no soñaban con destruir su sociedad, se preocupaban de su tierra y de su comunidad, querían ser los primeros entre pares y todavía se consideraban "pastores de hombres".

Los mammonitas consideran esto como una traición al dios Mammón. Tal como Robert McChesney escribió en su prólogo del libro de Noam Chomsky, Profit Over People: Exigen una fe religiosa en la infalibilidad del mercado no regulado. Es decir, una fe en el egoísmo y en la avaricia sin límites. Carecen de compasión para la gente con quien viven y no consideran que sus conciudadanos sean de su misma clase. Si pudiesen eliminarlos y sustituirlos por pobres inmigrantes para incrementar sus beneficios lo harían.

A los mammonitas no les importa en absoluto el pueblo estadounidense, pero lo utilizan para lograr el dominio del mundo. Su visión ideal de éste es arcaica, o bien futurista. Sueñan con un mundo de esclavos y amos, y para lograrlo se esfuerzan por destruir la cohesión de la unidad nacional y social.

Los pueblos que permanecen en su tierra natal, se expresan en su lengua materna, viven entre sus semejantes, beben agua de sus ríos y asisten al culto en su iglesia o en su mezquita, no pueden ser convertidos en esclavos. Pero si su tierra se ve un día invadida por oleadas de refugiados, su estructura social quedará desmantelada y perderán su gran ventaja: la sensación de pertenencia mutua, de hermandad, tras lo cual serán presa fácil de los mammonitas.

Los afganos son gente amable, fuerte, independiente y segura de sí misma. Se crían así entre sus montañas y, como toda la gente serrana, son bastante tercos y conservadores. El temor a los bombardeos estadounidenses les hace buscar las tierras bajas de Holanda y las ciudades de Francia, y aun sin quererlo, transforman irreversiblemente la tierra a la que llegan. Este proceso empezó hace tiempo. Conforme las políticas globales de los mammonitas destruyen los países pobres del Tercer Mundo, agotan sus recursos naturales y sus medios de subsistencia, apoyan a sucios gobernantes traidores y devastan su naturaleza, cada vez hay más personas que se ven forzadas a integrarse en la corriente de refugiados que se dirige hacia Europa y Estados Unidos.

Oriana Fallaci está muy asustada

Esta amenaza ya se ha dejado sentir en Europa. La famosa periodista italiana Oriana Fallaci publicó en el Corriere della Sera un artículo en el que lamenta el destino de una Europa inundada por hordas de musulmanes. Dice Oriana que durante tres meses los musulmanes de Somalia desfiguraron, ultrajaron y llenaron de mierda la plaza mayor de mi ciudad; que algunos hijos de Alá orinaban en los muros de la catedral, que guardaban en sus carpas colchones donde dormir y fornicar y envenenaban la plaza con los tufos y vapores de su cocina. Añade además que Florencia, que fue en otros tiempos la capital del arte, la cultura y la belleza, ha sido herida y humillada por arrogantes albaneses, sudaneses, bengalíes, tunecinos, argelinos, paquistaníes y nigerianos que venden drogas y andan ofreciendo prostitutas. Implora por último el apoyo de la Cruzada contra el Terrorismo que encabeza Estados Unidos.

La señora Fallaci ve en Estados unidos un posible protector, en lugar del origen de su problema. Yo creo que más bien debería de temer la victoria de Estados Unidos, no su caída, pues si termina por ganar su guerra contra Afganistán, la pesadilla de Oriana podrá convertirse en realidad. No quiere darse cuenta de que los refugiados e inmigrantes llegan a Italia porque sus tierras fueron devastadas por Estados Unidos y sus afiliados. Los albaneses no la molestarían si la Otan no hubiese asolado los Balcanes. No vería sudaneses si Clinton no hubiera bombardeado Sudán. No vería somalíes si Somalia no hubiera sido destruida por la colonización italiana y la intervención estadounidense.

Nadie, de veras nadie, dejaría su propia tierra, su modo de vida, sus amigos y sus parientes, sus lugares sagrados y las tumbas de sus padres, a cambio del dudoso placer de acampar junto a los muros de una catedral italiana. Los seres humanos nacen para amar su tierra natal.

Peleando entre esclavos por subir al buque negrero

Ya vengan en calidad de invasores y conquistadores o bien como refugiados, los inmigrantes siempre alteran la sociedad que los acoge. Si son astutos, irán desplazando a los naturales de las posiciones sociales interesantes e importantes y crearán su propia subcultura. Si son violentos, quizá se apoderen de la tierra por otros medios. Y si son humildes y tímidos, harán derrumbarse el precio de la mano de obra.

Sin embargo, esta realidad no preocupa a los mammonitas, que en realidad aprecian la inmigración precisamente porque disminuye el costo de la mano de obra. Una importante revista mammonita es el semanario británico The Economist. Semanas antes del "nuevo Pearl Harbour", su director exhortó a aumentar la capacitación de inmigrantes del Tercer Mundo. La inmigración haría que bajasen los salarios de los obreros europeos y aumentaran los beneficios de los empresarios. Es una versión refinada del comercio de es-clavos, pues ¿hay algo mejor que unos esclavos tan bien dispuestos que se peleen entre sí por tratar de subir al buque negrero?

Los mammonitas también necesitan inmigrantes para su propia causa. Una sociedad compacta y sana rechaza instintivamente a los hombres avariciosos. En una sociedad sana, los mammonitas seguirían siendo parias. A los mammonitas no les gusta que su sociedad sea compacta. Por eso los mammonitas apoyan la migraciones y los emigrantes los aprecian como aliados naturales, sin sospechar que los quieren como el vampiro, al que le gusta la sangre fresca. Debido a ese error de apreciación, los emigrantes apoyan con sus votos el poder mammonita de Tony Blair y de los demócratas de Nueva York. Son los mammonitas quienes deberían de sufrir la furia de las diatribas de Oriana Fallaci, no los emigrantes inocentes que llegan a Europa.

¿Y los sionistas?

Diana Feinstein, una senadora mammonita representante de California, importa en Estados Unidos un número cada vez mayor de mexicanos pobres. Éstos le dan el voto, permanecen fuera de la política y aceptan trabajar más por menos dinero, con lo que debilitan la mano de obra organizada. Así, los californianos ordinarios viven peor, pero eso a ella le tiene sin cuidado. Algunos la consideran sionista debido a su apoyo manifiesto al Estado de Israel.

No obstante, sería un error considerar sionista a esa señora. Históricamente, los sionistas han creído que el hombre necesita raíces. Suponían que la fácil movilidad de los judíos constituía un signo de sus carencias. Quisieron entonces proveer a esos desarraigados de una raíces en Tierra Santa. Pero los manmonitas no entienden a quienes necesitan raíces y se han propuesto desarraigar a todos por igual. Para los sionistas, los mammonitas llevaban un modo de vida erróneo. Y ahora, mammonitas de todos los orígenes han adoptado esta forma de vida que los sionistas descartaron.

Es un error de los sionistas no entender que, sin los palestinos, no podrán lograr su objetivo de enclavar esas raíces en la tierra de Palestina. No han comprendido que una persona de origen judío puede echar raíces en cualquier parte, no sólo en Palestina. Un judío puede volverse estadounidense, inglés o ruso, lo mismo que palestino. Satisface su interés supremo por la patria a través de la identificación con sus compatriotas. Para el hombre que ama un lugar, cualquier tierra es la Tierra Prometida. La gente que obliga a los Estados Unidos a sacar del país miles de millones de dólares destinados a Israel no es fiel a Estados Unidos. Tampoco es fiel a Israel. Admira a este país sólo como modelo de lo que debe ser su mundo.

Mucha gente de buena voluntad está en contra del sionismo que destruyó masivamente la amada tierra de Palestina y expulsó a sus habitantes. Pero el sionismo es una enfermedad local, mientras que su hermano mayor, el mammonismo, constituye una plaga universal que quiere convertir al mundo en un Gran Israel, cuajado de malls y ciudades destruidas, asentamientos para unos pocos elegidos y gran cantidad de refugiados que proporcionen mano de obra barata. Los sionistas arruinaron la naturaleza en Palestina y privaron a los palestinos de su tierra, mientras que los mammonitas están arruinando el medio ambiente de todo el planeta.

Los sionistas combaten a Cristo mientras que los mammonitas luchan contra toda fe y creencia. Lo enemigos del sionismo creen que los mammonitas vencerán a los sionistas, porque la política demasiado independiente de éstos puede convertirse en un obstáculo para los planes globalizadores de los mammonitas. Pero yo os digo que Dios tolera los excesos de los sionistas para que lleguéis a ser conscientes de los planes de los mammonitas.

Sin izquierda, descomposición y sin derecha, colapso

No se trata de una proclama de izquierdismo trasnochado. Podemos convivir con algunos pueblos ricos y soportar ciertos privilegios. Tanto la izquierda como la derecha son buenas y necesarias para la sociedad, de la misma manera que para sostenernos en pie necesitamos la pierna izquierda y la pierna derecha. Imaginemos un prado en primavera en la montañas de Jerusalén, una maravillosa alfombra de flores. Si todos la pisáramos, desaparecerían las flores, pero si el prado se rodea con una cerca, estaremos privados de él. Estas dos tendencias, de acceso y de conservación, son los paradigmas de la Izquierda y de la Derecha y su combinación correcta permitirá que una mayoría de personas disfrute del prado.

La Derecha es la fuerza conservadora que sostiene el poder de las élites, defiende el paisaje, protege la naturaleza y mantiene la tradición. La Izquierda, en cambio, es la fuerza que mueve la sociedad y garantiza su vitalidad, su capacidad de cambio y la movilidad social. Una sociedad sin su Izquierda se descompondría y sin su Derecha llegaría al colapso. La Izquierda proporciona movimiento y la Derecha estabilidad. Pero, para sus propósitos, los mammonitas crean una pseudoizquierda y una pseudoderecha, que se aprovechan de los errores de la Izquierda y de la Derecha real.

Uno de los defectos de la derecha europea "real" ha sido su falta de compasión y su tendencia racista. Su reflejo instintivo era acertado: los inmigrantes desestabilizan la sociedad. Pero no porque sean hombres inferiores. Aunque los in- migrantes sean gente maravillosa, siguen representando un problema. Los holandeses que invadieron Indonesia y durante mucho tiempo asolaron la tierra y arruinaron el país, vieron luego su vida alterada con la llegada de indonesios. Los ingleses no escatimaron fuerzas para adueñarse de América del Norte, para ello exterminaron a los nativos. Los británicos expoliaron Irlanda y han sido hostigados por los irlandeses.

Los racistas se equivocan y los seres humanos son adaptables

Los racistas se equivocan, porque afirman que algunos grupos de hombres son intrínsicamente mejores o peores que otros, pero todo el mundo es maravilloso, los zulúes y los británicos, los rusos y los chechenos, los palestinos y los franceses, los paquistaníes y los turcos, cuando están en su propia tierra. En otros países, estas mismas personas buenas se convierten en una molestia. Durante el imperialismo y la expansión colonial europea, las teorías racistas eran necesarias para justificar el flujo unidireccional de hombres. Sin racismo no se hubiera podido exterminar a los nativos, robar sus propiedades, cerrar sus industrias, crear inmensos latifundios y negar al pueblo los derechos humanos fundamentales. Pero ahora el racismo ya no es necesario, porque una vez aca- bada la aventura colonial europea, puede abandonarse la teoría equivocada de la superioridad de raza.

Mientras la Izquierda real defiende los intereses de las clases más desfavorecidas y se opone a la inmigración en masa, la Izquierda liberal, influida por los mammonitas, se manifiesta a favor de la inmigración. Los mammonitas, que no suelen tener sentimientos compasivos, utilizan en su provecho estas razones humanitarias que les proporcionan una ventaja adicional, esto es, el distanciamiento de la clase trabajadora europea y estadounidense de la Izquierda liberal. Para los trabajadores, el peligro de los inmigrantes que conviven con ellos en barrios aislados, representan una competencia por el trabajo y esto le induce a aliarse con la extrema derecha racista.

Hay una manera de salir del estancamiento, que es buena para todos menos para los mammonitas: detener la emigración y abrir las vías de transferencia económica al Tercer Mundo. Tanto África como Suecia deberían disfrutar de los mismos ingresos y el dinero recaudado por los impuestos debería llegar a los indios del Amazonas y a los campesinos de Afganistán. Pocos paquistaníes emigrarían hacia Inglaterra si dispusieran de ingresos equivalentes en su país. La Unión Europea es una prueba de esto: aunque los suecos siguen ganando más que los portugueses, los griegos y los italianos, la inmigración hacia Suecia o Alemania es escasa.

Pero si se habla de compasión, hay que recordar que la verdadera compasión cristiana dice que debemos permitir que la gente viva en su casa tan bien como viviría en nuestro propio país. No dispondríamos de personal doméstico barato, pero viviríamos en una tierra más limpia y mejor. Esta solución sería justa, porque durante cientos de años Europa y Estados Unidos han agotado las riquezas del Sur y del Este.

El destino del emigrante es triste, ya que al fin y al cabo, la emigración es un exilio y esta condición es la más triste del hombre. Aunque considero que la inmigración debería detenerse y ser sustituida por la transferencia de fondos hacia los países más pobres hasta conseguir el equilibrio de los ingresos, es probable que los inmigrantes que ya han llegado se queden. Deberían poder acceder a la ciudadanía local, ser alemanes en Alemania, franceses en Francia, estadounidenses en Estados Unidos, palestinos en Palestina.

El ser humano es adaptable y si los inmigrantes aman su nueva tierra, pueden convertirse en ciudadanos locales. Yo sé de qué hablo, porque nací en Siberia y he elegido ser palestino.

La tercera guerra mundial es contra la diversidad

La tercera guerra mundial es una lucha contra la propia diversidad iniciada por los adeptos de la avaricia. A ellos no les gusta el delicioso mosaico de razas y culturas, sino que desearían homogeneizar el mundo. Tienen razones de orden práctico: es más fácil vender mercancías a poblaciones homogeneizadas. De orden moral: no quieren que la gente disfrute gratis de la belleza y por ello la destruyen. Y de orden religioso: los adeptos de Mammón sienten que esta alegre pluralidad es un sacrilegio contra su celoso dios. Los pueblos son destruidos y las antigüedades se encierran en un museo, donde se puede cobrar entrada.

En una hermosa película para adolescentes, La historia interminable, el mundo multicolor de fantasía desaparece absorbido por la nada. Esto mismo le está sucediendo a nuestro mundo maravilloso. Lugares antiguos y excepcionales están siendo arrasados y sustituidos por centros comerciales y tierra quemada. La Izquierda y la Derecha deberían unir sus fuerzas contra esta nada, que está amenazando nuestra existencia.

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