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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 235 | Octubre 2001

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El Salvador

La dolarización, dos terremotos y ahora esta guerra

No existe economía en Centroamérica más vinculada a la de Estados Unidos que la salvadoreña. El país comenzará a enfrentar a partir de la guerra más problemas de los que ya venía enfrentando en un año que ha sido trágico para los pobres.

Roberto Cañas

El 11 de septiembre, un martes cualquiera de una semana cualquiera, los salvadoreños desayunaron viendo las imágenes de destrucción que en vivo y directo transmitía la televisión nacional. El impacto emocional fue enorme. El ataque militar que ha terminado con la seguridad y la tranquilidad en Estados Unidos también ha añadido inseguridades e intranquilidades en El Salvador.

Con una economía dolarizada, con 20 vuelos diarios entre El Salvador y ciudades de Estados Unidos, con más de 2 millones de salvadoreños que viven en Estados Unidos y sostienen al país y a sus familias con las remesas que envían periódicamente a sus hogares, con una economía basada en esas remesas, y con un aparato productivo orientado fundamentalmente hacia los Estados Unidos, sus ofertas y sus demandas, el impacto de la crisis abierta en Estados Unidos y en el mundo con la guerra será muy profundo en nuestro país.

Muchas condolencias, escasa reflexión

Los periódicos nacionales, que dedican las primeras diez páginas de su edición, como en cualquier país del mundo, a informar y analizar los hechos nacionales, consumieron durante varios días sus primeras veinte páginas en la cobertura de los sucesos en Estados Unidos, abriendo una nueva sección -"Guerra contra el terrorismo"- que lo dominaba todo. Muchas fotos, poco texto, y ninguna reflexión acerca de las causas profundas, históricas, que pueden explicar el por qué de estos ataques.

Uno a uno, desde los partidos políticos hasta los masones, pasando por las gremiales empresariales y los sindicatos, presentaron sus condolencias a la Embajadora de Estados Unidos en El Salvador, Rose Likins. Los espacios pagados abundaron en condenas y en condolencias y apenas aportaban reflexión sobre el significado de hechos tan lamentables y las posibilidades de evitarlos en el futuro.

Fueron contadas las posiciones de quienes pasaron de las condolencias a una reflexión seria y objetiva de lo que había pasado en Estados Unidos y de lo que está pasando en el mundo. La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos fue una de las pocas instituciones salvadoreñas que se atrevió a señalar su "preocupación por los peligros de una guerra que provocará miles de emigrantes", recordando "la necesidad de que los países más poderosos, además de perseguir el terrorismo, se comprometan en ser hacedores, en primera instancia, de progreso, paz y democracia para las demás naciones, más pobres y menos afortunadas".

La manifestación del 15 de septiembre

El gobierno salvadoreño declaró duelo nacional por tres días y llegó a suspender los tradicionales actos de celebración de las fiestas patrias, el 14 y 15 de septiembre. El FMLN, al igual que todos los años, tenía programada una manifestación para celebrar la Independencia. Habitualmente, en esta marcha del FMLN se gritan consignas y se inundan los muros de la ciudad de grafitis, en general con mensajes de dudosa capacidad de comunicación para el conjunto de la sociedad. Este año, participaron en la manifestación del FMLN tan sólo unas mil personas. Entre ellas, iban supuestos estudiantes universitarios que, entre varias pintas que estamparon en los muros escribieron vivas a Bin Laden y "Osama bin Laden, estamos contigo" y quemaron las banderas de Estados Unidos y de Israel. Estos hechos y la participación en la marcha del jefe de la fracción legislativa del FMLN, Salvador Sánchez Cerén, otros cuatro diputados efemelenistas y tres concejales del FMLN en la capital, dieron pie a que políticos y medios areneros pusieran el grito en el cielo y acusaran a los dirigentes del FMLN, a todo el FMLN, y a toda la izquierda salvadoreña de simpatizar con el terrorismo internacional.

"Condenamos todo tipo de terrorismo"

Días después, se conoció que la embajadora de Estados Unidos en San Salvador había enviado una carta de protesta a Sánchez Cerén por el comunicado hecho público por el FMLN el mismo 11 de septiembre. El roce lo motivaron expresiones del comunicado, firmado por Sánchez Cerén, a nombre de la fracción legislativa del FMLN. En el texto, además de condenar los actos terroristas ocurridos en los Estados Unidos, el FMLN "también condena todo tipo de terrorismo, aquel que ataca poblaciones civiles y promueve políticas económicas que afectan a a la humanidad y la someten a la hambruna."

En otro punto decía el comunicado: "El FMLN, una vez más, exhorta a los Estados, principalmente al gobierno de los Estados Unidos de América, a resolver los conflictos por la vía política a través del diálogo y la negociación, respetando la soberanía e independencia de otras naciones, como signo de voluntad política que asegure la tranquilidad y estabilidad social, política y económica de los pueblos."

"Ofensivo en contenido y tono"

Fueron estos dos párrafos el motivo del conflicto. La embajadora estadounidense respondió: "Fue particulamente lamentable recibir su comunicado, ofensivo en contenido y tono, cuando ni siquiera habíamos podido contar a todas las víctimas de este crimen". También decía: "No deja de sorprender y ofender que la fracción decidió comparar estos asesinatos masivos con ‘políticas económicas’ no especificadas. Asimismo, lamento que hayan ‘exhortado’ a mi país a negociar y a respetar la soberanía e independencia de otros países, como respuesta a estos actos criminales.

La manifestación del 15, los innecesarios desórdenes ocurridos durante la marcha, la carta, la carta de respuesta y las acusaciones y contracusaciones que siguieron, guiadas por la vehemencia, el oportunismo y la manipulación política contribuyeron a la confusión y ahondaron tensiones en el ya tensionado FMLN, por pugnas sin fin entre ortodoxos y conservadores.

"No podemos permitir que lleguen a gobernarnos"

Días después, el discurso de Roberto Murray, al ser elegido nuevo presidente del partido ARENA, fue tajante: "No podemos permitir que aquellos que queman las ofrendas florales y queman banderas de los países amigos lleguen a gobernarnos... No podemos dejar al país en manos de los que piensan que el terrorismo es un método que debe ser aplaudido y justificado". Obviamente, se refería al FMLN. Al igual que en Nicaragua, el ataque terrorista en Estados Unidos, se ha instrumentalizado electoreramente.
No faltaron situaciones grotescas y surrealistas cuando en la Asamblea Legislativa los diputados del partido de gobierno ARENA comenzaron a llamar a los miembros del FMLN en el Legislativo "diputados talibanes". O cuando en Tecoluca, San Vicente, una maestra de provincia tuvo la idea de disfrazar a uno de sus alumnos de Osama bin Laden y a otro de George Bush durante un desfile cívico estudiantil. Aunque la maestra explicó que su intención era "ajusticiar a Bin Laden públicamente como muestra de repudio", se interpretó que como la maestra era "de izquierda", lo que buscaba era ensalzar a Bin Laden. Esta nueva "cacería de terroristas" en un país que no ha superado las prevenciones, suspicacias y temores que deja tras sí toda guerra, será un peligro latente.

¿Por cuánto tiempo?

Hay otras consecuencias que resultan preocupantes. Los aeropuertos y puertos del país han sido militarizados. Distintas agencias norteamericanas se mueven libremente por el país, entre ellas el FBI y la Administración Federal de Aviación (FAA), que se encarga de supervisar directamente la seguridad del aeropuerto internacional de Comalapa. Hasta la reunión de los jefes de policía de Centroamérica (San Salvador, 23 septiembre) se desarrolló en presencia de representantes de la Embajada de Estados Unidos.

"Ahora muerde la serpiente"

Todo se puso aún más sombrío cuando se conoció que un buen número de salvadoreños había muerto en Nueva York como consecuencia del ataque terrorista. Alfredo Pocasangre, padre de una salvadoreña que viajaba en uno de los aviones que impactaron las Torres interpretó así los hechos: "Mi hija viajaba dos o tres veces por semana a los Estados, llevaba y traía encomiendas. ¿Por qué se metió a ese trabajo? Porque aquí en El Salvador no hay futuro. Y ahora, mi hija Gloria fue víctima de los problemas políticos entre los Estados Unidos y otros países. Hay que saber que la serpiente muerde a quien la toca, a quien la provoca, y estos casos de terrorismo se dan por las provocaciones. Yo siento que el gobierno de Estados Unidos ha provocado mucho a estos países del Medio Oriente y ahora muerde la serpiente, ahora tenemos estos resultados".

El panorama se ensombreció aún más cuando el 27 de septiembre se anunció que el FBI había arrestado a un salvadoreño vinculado directamente con el atentado en Washington. A Luis Martínez Flores se le acusa de ayudar a obtener documentos de identificación a quienes estrellaron el avión contra el Pentágono. Muy poco se sabe de la situación de este salvadoreño, se desconoce de qué manera fue tratado en el proceso de su captura y qué clase de juicio enfrentará. Aunque las autoridades salvadoreñas han declarado que la Cancillería garantizará que tenga la protección legal que le corresponde, el gobierno de El Salvador no ha tenido mayor protagonismo en su caso ni seguramente la tendrá en su causa.

Remesas, maquilas, turismo

El gobierno ha reconocido que el flujo de remesas familiares sufrirá una disminución, teniendo en cuenta que son muchos los salvadoreños y salvadoreñas que trabajan en Estados Unidos como personal de servicio en hoteles y restaurantes, y siendo el sector turismo uno de los más afectados en el Norte por el ataque terrorista. La disminución de las remesas llega en un momento en el que éstas habían experimentado un incremento. En el año 2000 sumaron 1,750 millones de dólares (13.2% del PIB) y entre enero-junio 2001 llegaron a 921 millones de dólares, un incremento del 12.7% respecto al mismo período del 2000, explicable por la solidaridad de los salvadoreños que viven en Estados Unidos con sus familiares en El Salvador después de los terremotos de enero y febrero.

Es de suponer que las exportaciones salvadoreñas también sufran un retroceso. Estados Unidos es el principal socio comercial de El Salvador y hacia el Norte se dirige el 60% de las exportaciones nacionales. La contracción que la economía estadounidense estaba experimentando ya antes del martes 11 de septiembre empezaba a reflejarse en la economía salvadoreña: habían disminuido los pedidos estadounidenses a las maquilas salvadoreñas, y éstas habían tenido que despedir a más de dos mil obreras en los últimos meses.
Los ingresos provenientes del turismo también caerán, calculándose la disminución en un 20% (54 millones de dólares), según la Corporación Salvadoreña de Turismo. En el año 2000, El Salvador recibió a unos 800 mil visitantes, que dejaron en el país 270 millones de dólares.

Dolarizados y terremoteados

Todas estas crisis no caen en un terreno plano. 2001 no ha sido cualquier año para El Salvador. Dos terremotos, uno económico -la dolarización de la moneda- y el otro geológico y social, mantienen abatido a nuestro país. La dolarización fue vendida a la población como solución casi mágica para sacar a la economía de su estancamiento. Lo que logró en la realidad fue disminuir la capacidad del gobierno de hacer política económica, quedando ésta confinada al área fiscal y a las prometidas bajas en los intereses bancarios. Así, la mejoría económica que la dolarización traería se quedó en bonitas palabras colocadas en ya gastados discursos.

A la par que El Salvador se dolarizaba, los terremotos del 13 de enero y del 13 de febrero sacudieron todo el territorio y toda la vida del país. Los estragos que han dejado son impresionantes. Las cifras oficiales reportaron 1,159 personas muertas y 8,122 lesionadas. Más de un millón y medio de personas -representan el 25% de la población total- resultaron damnificadas perdiendo casi todas sus pertenencias.

Crisis sobre crisis

El mapa socioeconómico y territorial de El Salvador resultó severamente alterado como consecuencia de los dos terremotos. Hoy hay más de 225 mil nuevos pobres, casi 164 mil viviendas destruidas, desaparecieron 41 mil 400 micronegocios y pequeños negocios, y más de mil establecimientos de educación y salud quedaron destruidos o severamente dañados. Las pérdidas económicas se han calculado en más de 1,600 millones de dólares. Los dos devastadores terremotos provocaron pérdidas equivalentes al crecimiento que El Salvador había acumulado durante los últimos cuatro años.

Más grave el escenario tomando en cuenta que, encima de toda esta destrucción, el derrumbe de los precios internacionales del café -el peor nivel en los últimos 26 años, 46.75 dólares por quintal- ha incrementado notablemente el desempleo en el campo -gran cantidad de jornaleros han sido despedidos por los dueños de las haciendas- y ha disminuido severamente los ingresos de las familias campesinas, aumentando la ya grave pobreza rural.

Los daños ocasionados por los terremotos, la caída de la demanda interna y la disminución de las exportaciones ocasionaron que durante el segundo trimestre del año, antes del 11 de septiembre, la economía salvadoreña hubiera crecido sólo un 1.5%, el porcentaje más bajo en los últimos tres años. En realidad, la tasa anual de crecimiento promedio de la economía salvadoreña ha sido menor del 3% en los últimos cinco años (2% en el 2000) y, comparándola con la tasa de crecimiento demográfico, que es del 2.1% en el mismo período, es fácil deducir que son muy limitadas las posibilidades de enfrentar la pobreza y avanzar hacia mayores niveles de desarrollo humano.

Sepultados otros temas

La magnitud de lo ocurrido el 11 de septiembre ha dejado peligrosamente sepultados -o desplazados temporalmente- éstos y otros importantes temas de la agenda nacional y regional. A la hora del ataque, unas 400 mil personas padecían hambre en Centroamérica a causa de una sequía que les hizo perder la mitad o la totalidad de sus alimentos básicos, el maíz y el frijol. La comunidad internacional se estaba interesando por ellas. ¿Quién las recordará en estos momentos?

Olvidada, bajo los escombros de las torres -como bajo otros desastres- queda ese estructural problema de fondo que es la tremenda desigualdad en la distribución del ingreso. El Salvador es uno de los países más inequitativos del mundo. Sabemos, deberíamos saber, que la inequidad es caldo de cultivo de todas las formas de violencia. También de la violencia terrorista.

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